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12🐺

Milo corrió a su casa y se refugió entre las sábanas de su habitación, se sentía mal, no, eso era un eufemismo, sentía como si le estuviesen arrancando la piel a tiras, justo como cuando Marcus salía por la puerta después de una discusión, sólo que esta vez no regresaría.

Su hermano entró y se sentó en una esquina recostándose a la pared, Milo no le prestó atención y siguió con la cabeza enterrada en la tela.

—Sé que es estúpido preguntarlo, pero, ¿Cómo te sientes? —Dian le acarició el pelo, Milo negó.

—No creo que quieras saberlo, maldito Alfa escogiendo mi vida sobre la suya, lo odio —gruñó arañando la tela bajo sus garras.

—Milo... —se puso de pie y lo miró, toda su frustración estaba saliendo en forma de ira y su hermano lo sabía.

—Pero lo que más odio es que fue por mi culpa, por ser inmaduro y comportarme como un estúpido.

Dian negó, pero Milo no dejó que lo victimizara.

—Eso no es…

—Oh sí, es así, no lo sabía, pero al parecer soy bastante malcriado, peleé con ese tipo hasta el cansancio. Cada maldita cosa me parecía mal, pero no, no tuve suficiente hasta que lo hice pedazos y lo llevé a cometer esta decisión estúpida.

El Alfa lo miró con lástima y eso lo hizo enojar aún más. 

—No es tu culpa.

—¿No me escuchaste? —Dian se puso de pie y lo agarró del pelo para que le prestara atención.

—Tu Alfa te quiere, tarde o temprano habría tomado la decisión sin importar que estuviesen peleando o no, sólo quiere verte feliz y no lo ibas a ser huyendo.

Milo dejó salir un sollozo lastimero e intentó ocultarlo, él no lloraba, no lo hacía, tenía veinticinco años, no doce.

—No, ahora tendré que ser feliz con el hecho de que estará muerto gracias a mi.

Dian lo abrazó con fuerza y lo dejó llorar en su hombro sin decir nada más.

—¿Por qué, por qué me porté así, no suelo tener ese tipo de temperamento, entonces ¿Por qué? —gruñó entre lloriqueos sosteniendo a su hermano lo más fuerte que podía.

—Milo, sólo estabas asustado, Marcus lo sabe.

—Eso espero.

……

Milo tomó la tarjeta del ramo de flores y arrugó la nariz, dos semanas y no sabía nada de Marcus, estaba vivo, lo sabía, pero ¿Cuál era su condición?

Esperaba que estuviese bien.

Pese a eso las flores llegaban todos los días deseándole un buen día, flores de Jules, el mismo maldito que se lo había llevado.

Tiró la tarjeta a la basura y fue hacia la cocina, sus padres no estaban y su hermano salió a correr.

No le importaba, de todas formas, estuvo las últimas semanas demasiado deprimido como para hablar con alguien y su familia le dio espacio.

El timbré sonó y Milo se dirigió ahí con un suspiro, su cuerpo estaba más cansado y pesado que antes.

Abrió la puerta y se congeló, Jules le sonreía desde el otro lado con flores en su mano.

Milo apretó la madera de la puerta con fuerza.

—Mis padres no están, así que tendrás que venir más tarde — murmuró tratando de cerrar la puerta

Jules puso un pie evitando que cerrara, su aura cambió a algo más intimidante y lo hizo retroceder.

—No vine a ver a tus padres y lo sabes —dijo dejando las flores en la mesa, Milo calmó su respiración y se apoyó a la pared—. Ven aquí —ordenó apuntando al sofá.

—¿A qué viniste?

Jules lo tomó de la barbilla con fuerza, le gruñó intimidándolo con los ojos y enseñando los largos colmillos.

—No soy ese Alfa al que tratas como si no fuera nada, a mí me respetas —Milo apretó la mandíbula y se alejó de su toque.

—Por muchas flores y tarjetas que envíes no dejaré que me pongas un solo dedo encima —Jules le sonrió.

—No pregunté, dejarás que lo haga, esto es una simple formalidad —tocó su cuello, donde se supone estaría su marca.

—No me toques —dijo manoteándolo.

Me darás cachorros, Omega —dijo con su voz Alfa, Milo asintió automáticamente siendo presa del pánico—. Pero irás de buena gana.

Milo bufó.

—Estás loco.

—Tengo en mi poder a tu Alfa ¿Crees que necesito mucho más para lograr que entres en mi cama voluntariamente? —Milo frunció los labios.

—¿Cuántas veces has hecho esto?

—Las suficientes para saber que siempre ceden al final —murmuró mirándolo de cerca, Milo aguantó la respiración—. Pero no hoy, para tu suerte —el Alfa miró hacia la puerta por donde su familia corría hacia él.

Jules se separó, saludó a todos y se fue como mismo llegó, su madre corrió hacia él y lo tomó de las mejillas, su padre y hermano lo llenaron de preguntas que no podía escuchar.

Milo se puso de pie, corrió hacia el primer baño que encontró y vomitó todo su contenido digestivo teniendo en cuenta que no comió nada en la mañana, su cabeza dio vueltas y perdió el equilibrio por unos segundos, los suficientes para enviarlo al piso, pero gracias a alguien se mantuvo en pie.

Sus ojos enfocaron a su padre, se enjuagó la boca y volvió a sentarse en el sofá, su familia estaba preocupada, odiaba ponerlos en esta situación.

—Milo ¿estás bien? —Milo suspiró y se agarró la cabeza con ambas manos.

—Eso creo.

—¿Te acostaste con Marcus? —inquirió su madre.

Milo miró a Trisha como si la hubiesen cambiado por otra, su madre no hacia ese tipo de preguntas.

—Mamá ¿Qué clase de pregunta…? —ella le arqueó una ceja y lo amonestó.

—Sólo responde.

Milo dejó salir un gruñido, sabía lo que pensaba su madre, pero eso era malditamente imposible dado su estado.

—Sí, lo hice y también estuviste en esa habitación cuando me examinaban así que simplemente no lo digas —refunfuñó levantando la voz, esta vez fue su padre quien habló.

—¿Qué está pasando?

—Sólo es estrés —su madre negó.

—Milo...

—No lo digas —dijo subiendo las escaleras.

……

Marcus escupió la sangre en su boca y volvió a mirar a Ritz, su postura no era cómoda lo que le dijo que hacer esto no era para su placer.

Ritz tenía ojeras pronunciadas, se veía terriblemente cansado y frustrado. Marcus hizo una mueca cuando su costilla recibió el próximo golpe.

—Eres un estúpido —le gruñó dando vueltas de aquí para allá, Marcus se sacudió la sangre que corría en su frente.

—Lo sé.

Ritz se sentó frente a él, Marcus movió los hombros tratando de despertarlos, lo tenían atado a una silla con las manos en la espalda desde que llegó, ni siquiera sabía cuánto tiempo había pasado, no tenían ventanas para ver la luz solar y Ritz tampoco decía nada.

—No, no lo sabes, estuviste huyendo veinticuatro años sólo para entregar a tu Omega en bandeja de plata —Marcus negó.

—No se suponía que resultara de esta forma.

Ritz lo fulminó con la mirada, se levantó de su asiento y bufó como si hubiese dicho algo divertido.

—Estúpido, los lobos como nosotros no tienen final feliz.

—Al menos quise intentarlo —Ritz negó.

—Y mira ahora.

El Alfa lo miró con pena, Marcus se enojó, se suponía que este hombre sólo estaba aquí para golpearlo y ¿ahora creía tener derecho a dar lecciones morales?

—¿Cuál es el trato? ¿Por qué me estás hablando? Llevas semanas sin hacerlo.

—Porque eres un imbécil —Marcus torció los ojos, Ritz tenía las manos fuertemente apretadas en el respaldo de la silla.

—Si no estás de acuerdo con toda esta mierda, ¿Por qué trabajas para ellos?

—¿Crees que tengo opción? —cuestionó tirando la silla a la pared, esta se astilló en pequeños pedazos.

—Sí, sólo tienes que salir por la puerta y largarte sin mirar atrás —Ritz negó y caminó otra vez en círculos, luego lo miró, sus ojos estaban de dorado puro.

—Todo para ti es tan fácil —Marcus jaló las esposas y le gruñó.

—No supe que más hacer, tu hubieses hecho lo mismo —Ritz rizó los labios y lo miró con incredulidad.

—No, te equivocas, estuve en tus zapatos, pero no fui lo suficientemente bueno escondiéndome, sin embargo tú…

—¿Qué? —murmuró confundido.

— …dejaste de huir para darle una mejor vida? ¿Te has vuelto loco? No sabes lo que le hará —Marcus tragó y lo miró.

—¿De que estás hablando?

—Cuando la vi —murmuró peinándose hacia atrás, se veía muchísimo peor y su piel estaba brillante por tanto sudor—. No pude creerme que fuera ella —siguió, su semblante se puso enfermo adquiriendo un color pálido.

—Parecía un cadáver, ese embarazo la consumió demasiado y ni siquiera llegó a los dos meses, su prole es tan dañina como él.

Marcus tembló, se suponía que el embarazo tenía que llegar a los tres meses ¿Pero con sólo uno lograba matar a la madre?

—¿Entonces por qué trabajas para él? Mató a tu Omega —por lo que entendió, Ritz y su Omega estuvieron en la misma situación, ¿pero ahora trabajaba para la misma persona que la mató?

—¿Crees que no lo sé? Cinco años, no recuerdo los primeros cinco años, ni como terminé en esta posición, solo sé que estoy aquí y no puedo salir.

—Déjame ayudarte —murmuró.

Ritz se carcajeó y lo señaló.

—¿Ayudarme? Ni siquiera puedes ayudarte a ti mismo.

—¿Seguirás viendo como hace lo mismo una y otra vez? ¿Es que no piensas en tu Omega o cómo te sentiste? —Ritz negó.

—No lo entenderías.

—No, no lo hago, porque puedes evitar que ese monstruo siga haciendo esto, lo ayudas —le gruñó enseñando los colmillos, Ritz bufó.

—No puedes contra él.

—Prefiero que me mate en el intento que trabajar para él —murmuró rezando con que al menos su Omega saliera con vida de todo esto.

……

Milo jadeó luego de vomitar todo su almuerzo, aún no se atrevía a moverse hasta que su estómago se asentara o terminaría haciéndolo otra vez.

Su madre tocó la puerta y llamó su nombre, Milo ni siquiera podía hablar para decirle que no entrara y lo viera de rodillas casi llorando.

Trisha abrió cuando otra arcada se precipitó por su garganta, ella corrió hacia él y con una mano frotó su espalda, la otra le echó el pelo de la frente hacia atrás y lo mantuvo en el lugar.

Una vez terminó de destrozarse la garganta se puso en pie, lavó su rostro y se enjuagó la boca, su reflejo estaba mal, pálido, con ojeras, labios temblorosos y ojos eyectados en sangre, suspiró, su madre negó. 

—Ya no puedes negarlo más —ella tocó su estómago, Milo se mordió los labios, sus músculos fueron remplazados por una leve protuberancia.

—No puede ser.

Puso su mano sobre la de ella, Trisha le acarició la espalda y le susurró que todo estaría bien sin entender la situación.

—Toma —dijo entregando una prueba de embarazo, Milo se aterrorizó—. Sólo para confirmarlo.

Trisha se retiró dejándolo con ese insultante trozo de plástico, pero de todas formas lo utilizó.

Se la arrojó apenas salió y se acostó en el sofá, podía oír los latidos de su corazón retumbando en sus oídos a la espera del resultado.

Los miembros faltantes se unieron a ellos en unos segundos, su padre miró su semblante un poco preocupado, Milo hizo una mueca sabiendo bien lo que estaba viendo.

—¿Vomitaste otra vez? —Milo cerró los ojos y asintió, su hermano le subió las piernas, se sentó en el final del sofá y las puso en su regazo sin dejar de mirarlo, probablemente creían que tenía una enfermedad terminal o algo, pero nunca un...

—Es positivo —murmuró su madre con una sonrisa, Milo se llevó las manos al rostro y gimió.

—¿El qué?

—Nuestro niño aquí nos hará abuelos —su padre miró a su esposa, luego a Dian y por último a Milo.

—¿Qué acabas de decir?

Trisha rodó los ojos y lo miró como si fuese tonto, su padre probablemente también se sentía así al pedir una repetición.

—Que Milo está en cinta. Seremos abuelos.

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