1🐺
Marcus gruñó viendo a la nueva pareja en su manada, dos chicos que eran prácticamente cachorros y ya tenían pareja predestinada.
Definitivamente su suerte no era muy buena si a la edad de setenta y seis aún no la había encontrado, daba gracias por ser un cambiaformas lobo lo que lo hacía más o menos inmortal, podía esperar unos cuantos milenios más.
Claro, si es que se dignaba a aparecer algún día.
—Marcus —saludó el Alfa.
El lobo tenía unos treinta años, muy joven para su cargo, pero Marcus sabía que Glen era apto para el puesto.
Confiaba en su juicio, por eso lo puso ahí, Marcus era el próximo al puesto de Alfa, pero lo dejó con él ya que realmente no se veía con tanta paciencia para el puesto, era capaz de matarlos a todos si lo molestaban demasiado.
Negó con la cabeza, mejor se quedaba con su trabajo, era muy bueno en ello.
—Glen —el Alfa asintió y lo dejó pasar a su casa, Marcus se sentó en un sillón y lo miró—. El objetivo fue eliminado.
—Como se esperaba de usted, es muy eficiente en su trabajo.
—Puedes tutearme, eres el Alfa, y ¿quién es el próximo?
—Es algo extraño, no hay motivos ni explicaciones, sólo enviaron esto —murmuró Glen entregándole un sobre.
Marcus lo miró, su cara no era muy buena, sus cejas negras se arquearon, tuvo un mal presentimiento mientras sacaba la única foto del sobre.
—Joder —gruñó viendo al bebé.
La criatura no podía tener más de un año de nacida, con el cabello castaño claro y profundos ojos verdes.
—¿Por qué carajo querrían eliminar a un bebé?
—No tengo ni idea, sólo enviaron la foto —dijo Glen encogiéndose de hombros.
Marcus suspiró.
—Está bien, lo investigaré, pero no mataré a alguien que no se lo merezca, me importa un comino lo que quiera el concejo.
—Estoy de acuerdo con ello, si es necesario tráelo aquí —Marcus le arqueó una ceja.
—¿Estás seguro? La manada sería enemiga del concejo.
—Está bien, eres uno de nosotros, apoyaremos cualquier decisión tomada por ti.
—Eres un buen Alfa —elogió, los ojos de Glen brillaron.
—¿En serio?
—Sabes que no miento.
—Gracias, necesitaba escuchar eso.
—Ya me voy, pronto tendrás noticias mías —murmuró poniéndose de pie.
—Lo esperaré.
Marcus asintió y salió de ahí a toda velocidad, sabía que el concejo lo utilizaba para los peores trabajos, últimamente los pedidos no tenían la calidad requerida.
Sólo estaban convirtiéndolo en un matón cualquiera, pero ¿bebés?
Eso nunca, no mataría a esa criatura por algún estúpido capricho.
Entró a su casa y empezó a recoger todo lo que necesitaría, el lugar era pequeño comparado con todo el dinero que tenía, pero a Marcus le gustaba la casa, era hogareña y ningún dinero del mundo compraba eso.
Se colocó su gabardina con la mayoría de las armas, gracias a lo que era no se permitía estar mucho tiempo sin armamento y si pensaba salvar a ese bebé lo mejor era ir preparado.
Espera, ¿salvar, ya había tomado esa decisión?
Evidentemente sí.
Cogió su mochila ya preparada y cerró con llave antes de irse.
Montó a la moto en segundos y comenzó a conducir, el objetivo estaba verdaderamente lejos por lo que tuvo que detenerse varias veces a recargar gasolina.
Una vez cerca del lugar se metió a un bosque cercano y escondió la moto, gracias a la maleza y la oscuridad de la noche estaría bien resguardada, se tiró al suelo y miró por los binoculares.
—Umm… esto será difícil, veinticuatro guardias en total, ocho en el primer piso, diez en el segundo y seis en el tercero, se supone que estás en el tercero —murmuró haciendo cuentas, tendría que acabar con todos ellos en poco tiempo o los refuerzos vendrían.
Marcus arqueó una ceja viendo caminar a alguien sospechoso, el tipo tenía la misma pinta que él, lo que quería decir que no era el único sicario enviado aquí, tenían uno en cada manada y esta le respondía al concejo cazando a todos aquellos cambia-formas que pondrían sus formas de vidas en peligro.
Una de las razones por la que no entendía que ese pequeño fuera peligroso.
El hombre se acercó lo más furtivamente posible y se deshizo de un guardia en un momento, los demás fueron a por el intruso, Marcus sonrió y corrió hacia la puerta trasera que daba a la cocina.
No era algo de lo que sentirse muy orgulloso, pero aprovecharía la situación dejando al otro como señuelo.
Se escondió en un pasillo al ver dos guardias corriendo, estos ni siquiera notaron su presencia y ya que todos eran humanos no necesitó utilizar ningún neutralizador para su aroma.
Corrió por la escalera lo más rápido que podía, pronto ese tipo acabaría con todos los humanos y vendría directamente a por el bebé.
Marcus escuchó al pequeño llorar y abrió las puertas, la escena no era lo mejor, aparentemente la madre del niño intentaba hacer algo realmente espeluznante, la mujer era indudablemente una Omega, tenía los mismos ojos verdes y cabello castaño, en su mano derecha el filo del cuchillo brilló momentáneamente con la luz de la luna.
Ella jadeó en cuanto lo vio, luego miró a la criatura aparentemente pensando que era más peligrosa que Marcus.
Decisión equivocada.
Marcus le agarró la muñeca, ella se quejó y dejó caer el puñal de su mano, Marcus la tiró lejos y ella chocó con la pared más cercana.
No tuvo otro movimiento de su parte por lo que Marcus se giró para ver al niño que había dejado de llorar desde que él había entrado en la habitación.
Sus ojos eran lo más verde que había visto nunca, incluso más que en la fotografía, Marcus cayó de rodillas ahí mismo agarrándose el pecho, el calor recorrió su cuerpo y lo dejó completamente exhausto con el reconocimiento.
El aroma no mentía.
—No, ¿Por qué? esto es una locura, ¿mi pareja es este bebé?
Marcus se agarró de las barandillas de la cuna y logró ponerse en pie, el pequeño niño le sonrió con ternura y alzó sus pequeños brazos para que lo cargara.
Marcus lloriqueó.
Su pareja destinada, esa que esperó por tanto tiempo era un chico, que parecía tener una jerarquía baja, ¿por eso estaban tan asustados de él?
Marcus se mordió el labio e ignoró al pequeño, caminó hacia su madre y la hizo despertar con varios golpes en la mejilla, si alguien debía saber esa tenía que ser la madre.
—Suéltame —ella gruñó e intentó golpearlo.
Marcus agarró su puño con una mano y la plantó con fuerza en la pared con la otra, ella jadeó tratando de hacer llegar algo de aire a sus pulmones.
—¿Qué pasa con el chico? — gruñó, hizo una mueca de incredulidad negándose a hablar.
Marcus golpeó su cabeza contra la pared, no era rudo con las mujeres, pero ya que esta estaba dispuesta a matar a su propio hijo se dijo que no había problema alguno.
—Se supone que viniste a matarlo —Marcus gruñó, ella enseñó el cuello sumisamente y comenzó a llorar.
—Ese niño es una abominación, no es un Alfa —escupió.
—Puede ser un Beta —gruñó, no creyéndoselo él mismo, lo vio y también olió.
—Se hicieron varios exámenes, pero lo que hay en su ADN son rasgos de Omega, nunca ha existido semejante cosa, quien sabe lo que podría hacer cuando crezca, solo debería morir —Marcus gruñó en desacuerdo, nadie tocaría a su pareja, el niño era suyo.
—Eres una muy mala madre, perra —escupió dándole un golpe en la cabeza, la mujer quedó inconsciente justo en el momento en el que el niño comenzó a llorar.
Marcus se giró de repente captando el aroma de un lobo.
—La madre tiene razón, cosas como esta deberían morir —dijo el hombre agarrando al bebé, Marcus apretó los puños y gruñó.
—Los humanos son los que matan lo que no conocen, no nosotros, ¿qué es lo peor que podría hacer un Omega varón?
—No ha sucedido nada bueno desde que nació, estuvo lloviendo por dos semanas aún cuando era un mes de verano, los padres quebraron, su padre murió asfixiado junto a su espo…
—Eso son estupideces, lo mismo dicen de los gatos negros y sabemos que es mentira.
—No lo descubriremos de todas formas.
El lobo sacó sus garras y se dirigió al niño que todavía lloraba, él se abalanzó, el niño se le resbaló de las manos y Marcus le mordió la yugular al tipo, eso no lo mataría permanentemente, pero haría el trabajo por un tiempo.
Marcus se sentó y miró a la criatura, lloraba aún más fuerte por la caída, así que lo acurrucó entre sus brazos e intentó calmarlo.
El chico lo miró con atención, su llanto se detuvo por arte de magia y extendió una manita a su cara, le tocó la mejilla y sonrió.
Marcus sollozó abrazándolo, el destino estaba burlándose de él como siempre.
Se levantó, colocó al pequeño en la cuna, lo que lo hizo llorar de nuevo.
Marcus regreso y le murmuró que no se iba a ningún lado, él pareció entenderlo y lo siguió con la mirada mientras llenaba una bolsa con sus cosas.
Minutos después con el chico en brazos salió de la mansión, los guardias estaban desparramados en el suelo, así que Marcus apretó al niño contra su pecho para que no viera la escena.
Se adentró en el bosque, dejó su moto donde estaba y siguió caminando, de todas formas, no podría llevarlo en eso.
—Tendremos que descansar un poco aquí —avisó como si en realidad fuesen a contestarle, el pequeño gorgoteó feliz.
Marcus sacó un biberón de la bolsa, estaba frío, pero debía funcionar por el momento, el niño lo tomó con emoción.
Marcus sonrió, luego se regañó mentalmente por estar disfrutando de ello, se supone que era su pareja.
¿Por qué carajo tenía que ser un niño, tendría que criarlo?
Ya era bastante malo que fuese un Omega varón.
El pequeño empujó el pomo vacío, Marcus suspiró derrotado.
¿Qué sentido tenía quejarse?
Por lo menos impidió que lo mataran, algo que, por supuesto no anulaba la orden, el chico sería un blanco andante por el resto de su vida.
—Tú me causaras muchos problemas, ¿eh? —él sonrió.
—Pero aún no tienes un nombre, ¿qué te parece si te llamo Milo? —el bebé tomó uno de sus dedos y apretó fuerte, Marcus sonrió—. Supongo que te gusta.
Marcus sacó varias mantas e hizo una especie de nido para evitar que Milo se resfriara, luego se acostó a su lado, el cachorro se aferró a su ropa con fuerza.
Marcus le acarició la cabellera castaña.
—No iré a ningún lado, puedes estar tranquilo —murmuró viendo al chico cerrar los ojos con cansancio, Marcus hizo lo mismo.
Llegar a su manada fue prácticamente una proeza gracias a Milo.
Marcus arqueó una ceja ante la sonrisa del pequeño, nunca se dio cuenta de lo trabajosos que eran los bebés y sólo con dos noches de aguantarlo estaba listo para ir a dormir durante diez años, lo peor fue cambiarle el pañal.
Marcus no se olvidaría de eso en su vida.
Entró a la casa del Alfa luego de conseguir varias miradas extrañas de la gente alrededor, Marcus lo ignoró y tocó el timbre, Glen le recibió con una sonrisa, esta murió en cuanto miró su regazo.
—Siéntate en el sofá, voy a conseguir algo de beber, ¿qué quieres?
—¿Un biberón de leche caliente? —pidió no muy seguro.
Glen tenía un niño de tres años, pero realmente no sabía si aún tomaban leche a esa edad, pero, ¿qué sabía sobre los niños en general?
—Marchando — gritó desde la cocina.
Glen finalmente se sentó frente a él luego de varios minutos y le alcanzó un biberón mientras él se tragaba un trago entero de alguna bebida, Marcus también necesitaba algo de eso, pero tendría que esperar.
—¿Y bien? ¿Tengo que suponer que todo se fue al carajo?
—Es un Omega, Glen —el hombre abrió los ojos estupefacto, miró a Milo, luego a él.
—¿Un Omega? ¿Escuché bien?
—Por eso lo querían muerto. Yo sé que esto es egoísta, pero necesito que se críe aquí como un Alfa —Glen arqueó una ceja.
—¿Qué?
—Nadie puede saber que es un Omega, lo estarán buscando, yo debo irme de la manada por un tiempo y…
—¡Marcus! —Marcus dio un brinco casi dejando caer el biberón, Milo se removió incómodo—. Cálmate y explícame esto con claridad, ¿por qué estás tan nervioso?
—Porque necesito que críes a mi pareja, Glen.
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