KISS
— Gracias.
— ¿Ah?... Ah, sí, eso... Ya lo dijiste — le recordó Kazutora sin detener su caminar junto a ella.
Una expresión incómoda se dibujó en su rostro debido a la confusión que le causó volver a oír de manera repentina la misma palabra que, hace menos de cinco minutos, salió de los labios de Momo tras haber sido rescatada de un par de idiotas que la estaba fastidiando en los alrededores de la escuela. La joven contrajo los labios y lo miró de reojo notando las heridas que decoraban su rostro, las cuales si bien no eran muchas y le recordaban que había sido el ganador de la batalla, ahí se encontraban decorando la piel blanquecina del muchacho.
— Lo sé.
— Entonces, ¿por qué lo repites? — cuestionó sin comprender, viéndola con curiosidad.
— ¡Por eso! — exclamó, deteniéndose de manera repentina y señalando el rostro ajeno, consiguiendo que las cejas de Hanemiya se elevaran en señal de sorpresa y conmoción mientras retrocedía un paso de forma instintiva.
¿Por eso? ¿Qué cosa? ¿Acaso estaba haciendo referencia a su cara?
— ¿Por mi cara?
— ¡Tu expresión! — lo corrigió con los nervios a flor de piel. — Tu expresión dice a grito que un gracias no es suficiente. Que es poco y no me gusta eso. ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Qué te dé dinero, te compre un café, te dé beso o....?
— ¡¿Un beso?! — la interrumpió, olvidando todo lo mencionado con anterioridad e inclinando por acto reflejo su cuerpo hacia ella, luciendo adorablemente emocionado por la sola idea que salió de esa tentadora boca color melocotón.
No es como que a Kazutora le supiera a poco el agradecimiento de ella. En realidad, con el solo hecho de que Momo estuviera a salvo se le era suficiente. Ni siquiera necesitaba que le agradeciera luego de lo que hizo, de igual manera, la ayudó porque él quería hacerlo. Por nada más. La expresión de fastidio que tenía no se debía a lo poco que le parecía la palabra "gracias" a comparación de lo que hizo o no, si no que más bien era causada por el solo hecho de pensar en esos desagradables tipos que intentaron ponerle las manos encima a la joven. La sangre le hervía de rabia con solo recordar lo sucedido.
— ¿Ah?
— ¿Me vas a dar un beso? ¿Dónde? — preguntó con una emoción palpable, sin poder ocultar esa linda sonrisa que tiraba de las comisuras de sus labios.
Si el chico hubiera tenido cola, era más que seguro de que la estaría moviendo de un lado para otro de forma frenética, como un adorable cachorrito se tratara. Las hermosas perlas que poseía por ojos la encandilaron. Brillaban de forma encantadora, ocasionado que la sangre se acumulara en las mejillas de Momo porque nunca nadie se había contentado de esa forma por algo así. Dios, hasta con las cosas más simples Kazutora lograba hacerle sentir como el ser más especial sobre la faz de la Tierra.
— Yo... En la mejilla.
— ¡Acepto! — chilló sin pensarlo dos veces, poniendo la mejilla y cerrando los ojos, a la espera de sentir los labios contrarios acariciando esa zona de su piel, bendiciéndola con su tacto sagrado.
Le hubiera encantado poder tener sus labios contra los de ella, pero tentar su suerte no le parecía la mejor opción y aquella situación no le parecía que estuviera para regateos. Solo tenía que callarse y aceptar gustoso lo que se le ofrecía, porque era más de lo que esperaba en primer lugar.
Momo lo miró por unos segundos sin moverse, turbada por su comportamiento tan disímil al del chico rudo que disfrutaba de golpear desconocidos que presenció hace un rato. Sonrió con ternura y, haciéndole un favor a un ansioso Hanemiya, por fin decidió romper la distancia y posar sus suaves labios contra la dermis del chico. Los dejó ahí un tiempo considerable. El tiempo perfecto, según el chico que ahora poseía las mejillas sonrojadas y una sonrisa imborrable en su cara.
— Ma- maravilloso. Ahora, vamos. Te acompaño a casa — dijo aturdido, girándose y comenzando a caminar.
De forma disimulada acarició la zona que parecía haber sido marcada por un agradable fuego por el que adoraría ser consumido. El cosquilleó marcaba el lugar en donde esos labios se posaron y le encantaba. Las mariposas revoloteaban en su estómago y las poderosas ganas de saltar de la felicidad lo consumieron, pero las reprimió porque le parecía que hacerles caso haría toda la situación más incómoda de lo que podía ser por sí sola y no quería espantarla. Eso jamás.
Vengo a dejar esta ofrenda aquí para este nene precioso mientras preparo lo demás que tengo guardado. Gracias por leer 💙
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