APOLOGIES
Advertencia
Smut
El sentimiento de haber sido cruelmente estafada por esos ojos dorados que dibujaban una inocencia inexistente, se va diluyendo de forma lenta y dulce en la boca ajena que guardaba una que otra mentira. Su mente, esa misma que Momo creyó que pertenecía a la de una loba feroz lista para lanzarse a devorar en cualquier momento al pobre corderito de cabellos largos, avanza — hipnotizada y a paso firme — hacia el interior de una espesa niebla de color rojo que nubla su raciocinio.
Cayó, literalmente, en la boca del lobo por ingenua.
— Cuidado, que Chifuyu está en su cuarto — le recuerda con parsimonia, depositando un beso cariñoso en la zona de su muslo interno que le eriza la piel.
El tipo se merece un Oscar a mejor actor y, es por eso mismo, que quiere golpearlo. Darle un zape y regañarlo por timarla tan descaradamente, pero, al final, no hace nada más que obedecer a sus palabras a regañadientes debido a que la agridulce molestia entre sus piernas le prohíbe cometer cualquier acción que interrumpa el excelente trabajo que Kazutora hace con ella. La espalda de Momo se arquea por segunda vez en esa tarde sobre la cama del hombre. Se ve en la obligación de cubrirse la boca con una de sus manos cuando una deliciosa corriente eléctrica asciende por su cuerpo en el instante en que la húmeda calidez de Kazutora vuelve a inmiscuirse en su intimidad. La necesidad de una cercanía mayor la obligan a empujar sus caderas contra el perfecto rostro de Kazutora, a quien parece encantarle la reacción inconsciente de la mujer, porque responde a su gesto con ímpetu, devorando.
Sin dejar de mover su lengua, degustando la excitación ajena, sintiendo como los largos dedos de la contraria tiran de manera suave las hebras de su cabello en un intento por filtrar toda esa libido, Hanemiya se dedica a admirar desde abajo las exquisitas expresiones de su presa; esas que pretende grabar en su memoria y reproducir hasta el cansancio.
— Ka- Kazu... — musita Momo con las mejillas sonrojadas, en un tono que a Hanemiya se le antoja tan seductor que siente como su miembro se estremece de emoción.
Le ha encantado tanto que, por un instante, se le pasa por la cabeza ir a echar a Matsuno del departamento para que su chica pueda gemir a los cuatro vientos su nombre todo lo que se le antoje, pero no lo hace porque eso significaría arruinar el momento y es lo que menos quiere.
La ve lloriquear de placer, con sus ojitos brillosos, apenas siendo capaz de reprimir todos esos gemidos que solo incitan a Kazutora a ayudarla a alcanzar ese lugar tan deseado. Y lo hace. La lleva al cielo con su boca, consiguiendo que Momo termine hecha un desastre sobre las sábanas de su habitación, luciendo jodidamente sexy bajo la mirada de Hanemiya mientras intenta recuperarse del orgasmo que él le ha otorgado gustoso y que volvería a darle si se lo pide.
Lame por última vez, juguetón, para luego depositar tiernos besos que van desde su intimidad hasta su cuello y que reflejan de manera tan clara como el agua, lo mucho que el de mechas rubias gusta de ella.
Apenas lleva un mes conociéndola, sin embargo, ha quedado completamente prendado de ella, hasta el punto en que no le molestaría pasar el resto de su vida adorándola de rodillas, dándole lo que ella quiere y se merece porque así lo cree él. Tal vez se enamora muy fácil o lo de ellos estaba predestinado a ser, no lo sabe y tampoco le toma mucha importancia. Kazutora solo quiere aprovechar lo que se ha presentado entre ellos todo lo que se pueda para no tener arrepentimientos en el futuro. Le gusta vivir el día a día como si no existiera un mañana.
Besos de mariposa viajan hasta los rosados labios de Momo, esos que, a pesar de su expresión de disgusto, lo reciben de brazos abiertos porque no pueden resistirse a él.
— Eres un mentiroso — musita sobre su boca la chica, dejándose acariciar por Kazutora que parece incapaz de tener las manos quietas cuando se trata del cuerpo de la fémina.
— Jamás te dije que fuera un virgen inexperto, tú sola lo asumiste.
— ¡Te comportabas como uno!
— ¡Porque me gustas y me pongo nervioso con tu presencia! ¡Eso no significa que sea un virgen o inexperto! — se defiende con un deje indignación en su voz.
Momo lo mira fijamente, alzando una ceja que a Hanemiya le recordó a un montón de memes que vio en internet, por lo que no pudo evitar sonreír y contagiar a la muchacha.
— Bueno, supongo que ya has presentado tus disculpas.
— Si quieres, sigo disculpándome — susurra, descendiendo a sus pechos que parecen clamar algo de atención de su parte. — La verdad, es que parece que se me da muy bien.
Momo ahoga un gemido en su garganta y lleva una de sus manos a la cabeza de Kazutora, acariciando el sedoso cabello.
— Sí, no se te da nada mal... — concuerda, observando hipnotizada la devoción con la que Hanemiya se dedica a estimular sus pechos.
PD: Kazu te amo
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