Fase 7
Fecha: 29 de junio del año 2134 tiempo Tierra | 50 de marzo del año 2131 tiempo Marte.
Ubicación: Acorazado Anomalocaris, Sistema Eden; a 76 al. de la Tierra.
Status: Alineación defensiva.
Dentro del Anomalocaris había un gran revuelo. Repentinamente el Teniente Antonov y sus hombres habían desaparecido del radar.
—No contestan, Capitana —dijo el Cabo Park.
—¡Sigan intentando!
—Recibimos una lectura —informó el Suboficial Flores—. Algo le está sucediendo a la estructura.
—¡Cómo que algo le está sucediendo!, sea más claro —dijo Repina, bastante alterada.
—Parece que empieza a encogerse —respondió Flores.
—¡Carajo! —exclamó la Capitana—, si no hay respuesta en dos minutos, yo misma iré a sacarlos de ahí.
—¡Estamos recibiendo algo! —dijo Hans.
—Es el Cabo Fletcher, Capitana —corroboró Park y, de inmediato, puso la comunicación en altavoces.
AC1/FLETCHER: Mis...n d.. expl...dores.. a .. puen.., ¿me copian?
La estática apenas permitía oír la voz de Fletcher.
AN/REPINA: Adelante, Fletcher, ¡dónde están!
La transmisión empezaba a aclararse poco a poco.
AC1/FLETCHER: Estamos en las ruina... estamos bien... Sentimos un leve temblor aquí, qué está pasando.
AN/REPINA: Parece que la estructura va colapsar, la computadora dice que está encogiéndose. Quiero que regresen de inmediato.
AC1/FLETCHER: Capitana..., el Teniente s... ....yó
La comunicación era débil.
AN/REPINA: Repita Fletcher, no entendí nada.
AC1/FLETCHER: El Teni.... s... desmayó...
—Me cago en Dios —masculló Repina.
AN/REPINA: No pierdan el tiempo en esperar que reaccione, salgan ya mismo de ahí
La comunicación se cortó de forma súbita.
—¡Capitana, estamos recibiendo una llamada de auxilio desde la repetidora de Nova! —informó Hans Wolffstein.
—¿Cómo?
—Es código siete, Capitana, lo están reenviando desde el Sistema Solar —replicó Park, que se había puesto pálido.
—Póngalo en mi consola —pidió Repina.
Su cuerpo experimentó un escalofrío cuando vio el comunicado, se trataba de una retirada general. El Sistema Solar estaba bajo ataque, casi toda la Gran Flota Solar Principal había sido devastada. Las colonias de Urano, Neptuno, Saturno y Júpiter habían sido destruidas. Los puestos de avanzada en los exoplanetas habían sido reducidos a cenizas y Plutón se había convertido en polvo estelar. El enemigo estaba asediando Marte. El comunicado era, mas bien, una llamada de emergencia para un rescate.
—Capitana, el grupo del Teniente acaba de salir de la estructura —informó el Suboficial Flores. A través de la ventanilla del puente podían verse los dos pequeños trasbordadores saliendo de la estructura que cada vez se hacía más pequeña.
—¡Recibimos mucha energía de las ruinas! —dijo la Suboficial Harrison.
Nadie tuvo tiempo para ver lo que sucedía afuera, pues una poderosa luz verde cegó a todos. En breves segundos la luz se atenuó hasta desaparecer.
—¡Informe! —pidió Repina, aún con su ojo medio cegado.
—La estru... la estructura desapareció —dijo Flores, con la boca abierta.
Todos se pusieron de pie para ver por la gran ventanilla del puente. La gigantesca nave ya no estaba.
—Esto no puede ser posible —murmuró la Capitana—. ¡Revisen el área!
Por más de diez minutos, todos los radares del Anomalocaris se dedicaron a la búsqueda de las ruinas, pero no las detectaban.
—Tenemos al Suboficial Camacho en la línea 2 —dijo Park.
—En pantalla —ordenó Repina. El rostro del Suboficial apareció en el puente.
—Capitana, algo raro ha pasado aquí.
—Lo sé, esas ruinas se esfumaron de los radares.
—No, Capitana, ya las vimos y estamos por recogerlas —dijo Camacho, la Capitana frunció el ceño.
—¿Van a recoger una nave del tamaño de Nueva Buenos Aires?
—No, Capitana —dijo el Suboficial y apuntó las cámaras del transbordador hacia un pequeño objeto verde flotando en el espacio. Su tamaño no debería ser mayor al puño de un niño.
—¡Que me cuelguen! —exclamó Repina, sin disimular su asombro—. ¿Acaso esa es la nave?
—Sí, lo hemos confirmado —afirmó Camacho—. Tiene la misma forma y está en la misma ubicación. Nos estamos acercando para llevarla al Anomalocaris.
—Bien. ¿Cómo está el Teniente?
—Sigue inconsciente.
—¿Qué fue lo que sucedió allá?
—Pasaremos el informe en cuanto estemos en el Anomalocaris.
—Bien, apresúrense. Estamos en una emergencia código 7 aquí —dijo la Capitana y cortó la comunicación.
Repina se dio el lujo de unos segundos para tratar de calmarse. Sacó un pequeño colgante de su cuello, lo abrió y se puso a observar una foto, era lo único que le había quedado del hombre que amó. Regresó a aquella última vez que lo vio y sintió nuevamente aquella culpa, aquel dolor.
—¡Capitana, el radar detecta algo! —dijo Flores, interrumpiendo la breve meditación de Repina.
—¿Qué es? —preguntó la Capitana.
La respuesta llegó de facto cuando un rayo de iones despedazó el transbordador que ya regresaba al Hypnos. En pocos segundos, el espacio se llenó de docenas de cruceros enemigos, todos apuntando a las naves humanas.
—Mierda —susurró Laura Repina, poniéndose de pie.
Dentro del transbordador donde iba el grupo del Teniente Antonov había un ambiente de alarma ante lo que veían. Eran decenas de naves y su preocupación era que Fletcher y Jensen estaban fuera de la nave, recogiendo el artefacto verde.
—¡Vuelvan ahora! —gritó el Suboficial Camacho por la radio.
Ambos cosmonautas accionaron el control retráctil de sus cables umbilicales para volver al trasbordador. El caos empezó sin aviso. Incontable cantidad de rayos de iones empezaban a impactar contra las naves humanas. Las corbetas se perdieron en segundos. Las naves que habían sobrevivido iniciaron las maniobras evasivas, disparando todo lo que tenían en su arsenal.
Entonces aparecieron los cazas enemigos, cientos de ellos. Uno empezó a aproximarse hacia Fletcher y Jensen.
—Oh no, oh no, oh no —decía Jeremy una y otra vez, aterrorizado al ver al caza acercarse.
—¡Fletcher, lleva esto a la nave! —le gritó la soldado Jensen y le entregó el artefacto verde.
Mientras Jeremy era arrastrado de regreso, Jensen cortó su propio cable umbilical. Accionó los propulsores de su traje y salió disparada hacia el caza que se aproximaba. Tomó una granada, la pegó al casco del caza y ambos volaron en mil pedazos.
—¡Nooo! —gritó Jeremy al ver la explosión, pero ya era tarde.
En pocos segundos, el Cadete junto al artefacto estaban dentro del transbordador que inició su desesperada carrera de regreso al Anomalocaris. Dos naves de caza los perseguían.
—¡La torreta, Señor! —dijo el Soldado Lee. Camacho asintió y presionó un botón.
De la parte superior de la escotilla se elevó una ametralladora. Lee tomó el control del arma y empezó a disparar a las naves que los venían persiguiendo. Dos rayos de iones pasaron por los costados de los alerones del transbordador, pero la maniobra los obligó a acercarse demasiado a su objetivo, descuido que Lee aprovechó muy bien. Las balas de artillería pesada lograron atravesar el casco de uno de los cazas y el otro perdió una de sus turbinas.
Con sus perseguidores lejos, el transbordador pudo regresar al Anomalocaris. El aterrizaje que hicieron fue de emergencia.
Cuando llegaron al puente, dos enfermeras esperaban para atender a los heridos. Se llevaron al Teniente a la cabina de sanidad mientras los demás tripulantes corrían a sus puestos. De los cruceros solo había quedado el Chevalier, y de los acorazados únicamente habían resistido el Anomalocaris y el Hypnos.
—Ya era hora —le dijo la Capitana al grupo recién llegado—. ¡Dónde carajos está el Teniente!
—Sigue sin reaccionar —respondió Camacho.
—¡Maldita sea mi suerte! —exclamó Repina, golpeando el asiento de mando con impotencia.
—Capitana —interrumpió Harrison—, han dado órdenes de implementar Protocolo Mantis, Código Cold. Necesitamos la contraseña de las nuevas armas.
—El Teniente era el único que la sabía —dijo Repina. Un silencio manchado de temor invadió el puente.
—No —murmuró Fletcher, había algo en su mente, como un mensaje llegado directamente a su cerebro, proveniente de algún lugar de la nave—. Yo... yo lo sé —la mirada de todos los tripulantes del puente se volcó sobre él.
—¿Cómo dijo, Cadete? —preguntó la Capitana.
—¡Yo sé la contraseña! —respondió Fletcher lleno de seguridad.
Corrió a la consola de armas y digitó un código de quince caracteres en la pantalla. Dio mensaje de error, lo hizo de nuevo, error otra vez. El sudor empezaba a rodear su rostro. Digitó otro código más y el programa de las armas nuevas se abrió. Nadie en el puente podía creerlo.
—Capitana, las armas están listas —dijo Flores, que aún no salía de su asombro.
—¡El Hypnos y el Chevalier, están listos! —dijo Harrison. La Capitana miró al Cadete, que ya tenía el gatillo en sus manos.
—Buen trabajo, Fletcher —le dijo, el joven navegante sonrió, orgulloso—. ¡Fuego! —ordenó Repina.
—¡Coman antimateria, hijos de puta! —dijo el Cadete y presionó del gatillo.
Desde los tubos de torpedos de las naves, una serie de rayos se dispararon. En su interior había un fluido gelatinoso y oscuro. Cuando el plasma se rompió, la materia oscura colapsó y empezó a diseminarse. En pocos segundos, miles de partículas de materia oscura implotaron, carcomiendo todo a su paso. Las naves enemigas explotaban y su explosión terminaba consumida por la materia oscura, como si un agujero negro estuviera consumiendo los múltiples estallidos. En pocos minutos, solo algunos cazas enemigos habían quedado, los que huyeron al ver la masacre de sus naves nodrizas.
El impacto de la antimateria fue tal que algunos tripulantes habían perdido el conocimiento. Los que quedaban despiertos los llevaron a la cabina de sanidad.
—Reporte de daños —pidió la Capitana, con voz débil.
—El casco está seriamente dañado —respondió Flores—. El escudo Faser ya no está en condiciones de operar. La sección tres está destruida, tuvimos que sellarla. Perdimos a una parte de la tripulación y... —el Suboficial suspiró—. Lo siento, Capitana, el Hypnos no lo logró.
Laura miró por la escotilla y corroboró que lo único que había quedado del acorazado Hypnos era un pedazo de turbina. La nave había sido alcanzada por la antimateria.
—Oh no, Carlos —musitó Repina. No hubo festejos por la victoria, todos estaban en silencio.
—Esto es un desastre —dijo Flores a tiempo que se persignaba.
—Bien, señores, no hay tiempo para el luto —Repina se incorporó y empezó a dar órdenes—. Necesito que lleven el artefacto verde al laboratorio y me digan para qué sirve, de dónde viene, de qué está hecho y todo lo que sea posible, y lo quiero ahora. Quiero que todos apoyen en la bahía de mantenimiento, tenemos que reparar esta nave. Recibimos una llamada de auxilio del Sistema Solar, quiero que las turbinas estén al cien por ciento lo antes posible. ¡Harrison!, ¿tenemos velocidad luz?
—Lo siento, Capitana, no nos alcanza la potencia. Deberemos acelerar las reparaciones si queremos realizar el salto Hyperbolisch-Raum a velocidad luz.
—Carajo —masculló la Capitana—. Entonces los quiero a todos en la bahía de mantenimiento. En casa nos necesitan... Flores, pase el informe al Chevalier junto a mis felicitaciones por haber sobrevivido.
—Sí, señora.
Las reparaciones se realizaban en la nave y Jeremy, que se había desvanecido tras el lanzamiento de la antimateria, se recuperaba en sanidad. Abrió un poco los ojos y vio a Hans siendo atendido a su lado, sangraba de un brazo.
—¿Qué te pasó? —preguntó Jeremy. Hans volteó y sonrió al verlo.
—Qué bien que ya despertaste. No te preocupes por mí, es solo una cortada que me hice durante el combate. Mas bien tú tienes que decirme qué sucedió allá afuera —Jeremy volteó la mirada.
—Una soldado murió por mi culpa.
—Aquí, los únicos culpables por las muertes son esos malditos alienígenas.
—No, Hans, no —respondió el Jeremy. Cuando Hans lo miró a los ojos, notó que su amigo era como otra persona.
—Qué demonios te pasó allá.
—Vi la verdad, Hans, toda la verdad. Ahora sé quiénes son esos aliens.
—No lo entiendo.
—En el puente, cuando necesitábamos los códigos para las nuevas armas, alguien habló directo en mi mente —dijo Jeremy, Hans lo miraba con preocupación—. Era el Teniente, estoy seguro.
—Pero... de qué hablas —a pesar de que las palabras de Jeremy parecían ser delirios, la expresión de sus ojos le daba una veracidad incuestionable. Al final no dijo ni una palabra más.
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