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Fase 6

Fecha: 29 de junio del año 2134 tiempo Tierra | 50 de marzo del año 2131 tiempo Marte.

Ubicación: Acorazado Anomalocaris, Sistema Eden; a 76 al. de la Tierra.

Status: Exploración de ruinas espaciales.

Luego del ataque de las naves alienígenas un descontento general empezó a circundar por los pasillos. Había miedo, un miedo palpable, silencioso e inexplicable. Todos los tripulantes podían presentir la sombra de la muerte surcando el espacio, acechándolos.

Al día siguiente del ataque, el Almirante Romero realizó un detallado informe sobre la misión a todos los tripulantes del destacamento de naves. Les informó de las ruinas que debían explorar, del peligro subyacente y del enemigo que tendrían que enfrentar. La certidumbre ayudó a aplacar algo del descontento.

Habían pasado tres días desde la batalla y finalmente tenían contacto de radar con las ruinas. Jeremy y Hans se hallaban en el puente, junto al Cabo Park, realizando sus labores en la consola de comunicación. El Teniente Antonov estaba en la consola de control de armas; la Capitana Repina, en el asiento de mando, observando ansiosamente las lecturas que llegaban de las ruinas. En la nave insignia, el acorazado Hypnos, el Almirante Romero trataba de ahogar sus ansias por llegar a las ruinas. El crucero Prometheus había perdido gran parte de sus núcleos de poder, por lo cual navegaba un poco retrasado en comparación a los demás cruceros: el Galaxy, el Chevalier, el Wolfstahl y el Leviathan. El acorazado Hércules era el navío espacial más retrasado, vigilaba la retaguardia del destacamento junto a las once corbetas que habían quedado luego del combate.

—Capitana, nos están llegando más lecturas —informó la Suboficial Harrison.

—En pantalla —replicó Repina. Cuando miró los datos, casi no podía creer lo que veía—. Sargento Chang, ¿tiene los resultados del análisis metalúrgico?

—Sí, Capitana. La computadora no ha podido descifrar la naturaleza del material con el que fue hecha la nave, pero parece ser una estructura de berilo.

—¿Cómo? —preguntó Repina, con un rostro de incredulidad. El Sargento Chang dudó un poco, pero repitió.

—La computadora señala que la nave está formada de algún derivado de berilo.

—¿Insinúa que esa nave es una gema gigante? —replicó Repina.

—Pudo haberse petrificado con los milenios —respondió Chang.

—Alguien nos ha traído hasta aquí —susurró el Teniente Antonov—, puedo sentirlo —la Capitana lo miró de reojo.

—Capitana, contacto visual —dijo el Suboficial Flores.

—Pongan la imagen en la pantalla principal —ordenó la Capitana, entonces una nave asombrosa se proyectó ante todos. Algunos se pusieron de píe, hubo uno que se quitó los anteojos y los limpió. La cabina se llenó de expresiones de asombro y susurros.

La nave que tenían en frente debía tener un diámetro equiparable a cuatrocientos estadios olímpicos. Su forma era como una letra "A", recostada sobre un horizonte artificial, cuya verticalidad tenía todo el aspecto de un hueso sacro humano. Llevaba una prolongación que se extendía desde la mitad de la nave y terminaba en una pequeña esfera de color verde claro. El color de la enorme base era un verde intenso, como si se tratase de una piedra de jade, y su superficie era lisa como la de una gema pulida. Algunas secciones podían verse a trasluz, desintegrando la luz en diversos tonos de azul y verde.

El destacamento se aproximaba a la nave a una velocidad cautelosa. Mientras más se acercaban, el diámetro de las descomunales ruinas se hacía más sobrecogedor.

—Capitana, tenemos al Hypnos en línea —dijo Jeremy.

—En pantalla —ordenó la Capitana, entonces el Almirante Romero apareció en el gran monitor central.

—Dime que estás viendo lo mismo que yo, Laura —fueron las primeras palabras del Almirante.

—Créeme que sí y aún no lo entiendo —respondió Repina.

—Nuestro scanner dice que esa cosa está construida en piedra —dijo Romero.

—Nosotros tuvimos la misma lectura. Toda la estructura está hecha de berilio y cromo...

—Esmeralda —interrumpió el Almirante, Repina asintió en silencio.

—No existe en todo el Sistema Solar una fuente tan grande de berilio-cromo, es evidente que la estructura no fue hecha en el Sistema Solar.

—El SubTeniente Romero pide comunicarse desde el canal 5 del cuarto de máquinas, Capitana —reportó Jeremy.

—En pantalla, Cadete.

Una pequeña pantalla en la parte inferior de la ventanilla principal del puente se desplegó, en ella se veía una imagen del SubTeniente Francisco Romero, jefe de ingeniería del Anomalocaris y tío del Almirante Carlos Romero; el SubTeniente es un experto en metalurgia y navega en la nave desde su primera misión.

—El scanner —dijo el SubTeniente— nos indica que la nave descompone la luz en un espectro cercano al ultravioleta. Su composición química no parece ser de éste Sistema, es más, hasta parece que su estructura molecular es más cercana a la atmósfera de Urano o Neptuno. Por lo que sabemos, los mares de carbono líquido de ambos planetas aún tienen varios misterios y algunos mineros que trabajan allí aseguran que hay más mineral que solo los continentes de diamante que flotan como icebergs.

—¿Qué quieres decir? —preguntó el Almirante.

—Vayamos de principio —respondió el SubTeniente—. Neptuno y Urano son los dos gigantes de "hielo" del Sistema Solar; eso lo sabemos todos. En realidad, su manto está compuesto de inmensos mares de carbono líquido. Debido a la temperatura de ambos planetas, ese carbono se ha cristalizado y ha formado "témpanos" de diamantes del tamaño de la Tierra, flotando por la superficie. Esos diamantes refractan la luz solar y generan calor. Debido a ello, ambos planetas tienen cirros de nubes en su atmosfera que se cristalizan y se convierten en esmeralda. Y la estructura molecular del berilo en la nave de allá afuera es casi idéntica a la de los cirros de los cielos de Neptuno y Urano.

—Es posible —murmuró el Almirante sin dejar de ver la gran nave alienígena.

—Yo creo que en este momento no es tan importante saber de qué está hecha la nave, o de dónde viene —interrumpió la Capitana—. Lo que me angustia es que los informes de inteligencia nos hablaron de un gran destacamento de naves no humanas protegiendo estas ruinas, pero aquí no hay nada. Los radares están vacíos.

—Es cierto y eso no me gusta —afirmó el Almirante—. En los tres días posteriores al combate, las naves enemigas tuvieron suficiente tiempo para esperarnos y organizar alguna clase de emboscada. Todos deben estar atentos.

—Lo estaremos —respondió Repina, se veía algo nerviosa. El Almirante agregó:

—Mandaré un escuadrón de infantería a revisar las ruinas. Necesito que mandes a un grupo pequeño para que guíe una operación de exploración y los reúnas con mis hombres.

—Lo haré ahora mismo —dijo la Capitana y la comunicación terminó—. Teniente Antonov —le dijo, girando hacia el control de armas—, elija a cuatro hombres y reúnase inmediatamente con el grupo del Hypnos.

—Sí, Capitana —respondió el Teniente y se puso de pie.

—Marshall —lo llamó Repina, Antonov se detuvo y la miró—. Ten mucho cuidado.

El Teniente asintió en silencio y se aproximó a la consola de comunicaciones.

—Fletcher, vendrás conmigo —ordenó Antonov. Jeremy se cuadró de inmediato y siguió al Teniente.

El Cadete estaba muy confundido, no tenía gran entrenamiento de infantería ni experiencia de navegación. Si el Teniente quería alguien experimentado para manejar las comunicaciones, pudo haberse llevado al Cabo Park; pero no fue así.

El escuadrón de exploradores partió del Anomalocaris con cinco miembros: El Teniente Antonov, el Suboficial Camacho, el Soldado Lee, la Soldado Jensen y el Cadete Fletcher. El Teniente piloteó el trasbordador hasta encontrarse con su par del acorazado Hypnos. Ambas naves surcaron el espacio, hasta llegar al casco de la misteriosa nave de piedra. Sobrevolaron una breve superficie de la nave hasta que hallaron una entrada.

Ambas naves se perdieron en la inmensidad interior de las ruinas espaciales. Ninguno de los tripulantes podía disimular su asombro. Por dentro, todas las paredes, vigas, retenes, columnas, compuertas y plataformas estaban talladas con diversos motivos rúnicos; era un descubrimiento inesperado. Siguieron sobrevolando el interior de la nave hasta que llegaron a lo que parecía una plataforma de descargo de naves.

—Mi Teniente, la computadora indica que hay una fuente de gravedad artificial en la nave —informó Camacho—. La presión es un poco menor a la de la Tierra.

—No hay oxígeno, Teniente —dijo la Soldado Jensen.

—Aterrizaremos. Todos pónganse sus trajes y a posición —ordenó Marshall.

Aterrizaron sobre el piso verde de las ruinas, se enfrascaron dentro de sus oscuros trajes espaciales, abrieron las compuertas de los trasbordadores y pusieron sus pies sobre la nave de piedra.

—Soy el Sargento N'kolou, del Hypnos —saludó a Antonov un hombre de raza negra y con un gran rifle colgando de su hombro. Junto a él se cuadraron los miembros de su equipo, tres hombres bien armados.

—Teniente Antonov, del Anomalocaris. Tomo el control de la misión —dijo el líder del escuadrón, dando el saludo militar a sus pares del Hypnos—. Pisen con cuidado, no sabemos lo que haya en esta nave —N'kolou asintió e hizo una seña para que dos miembros de su equipo vayan a la vanguardia.

Caminaron sobre la plataforma hasta que dieron con lo que parecía ser una puerta, era de piedra verde semi-traslucida. El Teniente la tocó y, entonces, una serie de jeroglíficos rúnicos se encendieron en vivos tonos verdes por toda la puerta y las paredes. Los hombres retrocedieron. A los pocos segundos la puerta se abrió. Marshall Antonov podía sentir el llamado de alguien que lo esperaba, una entidad que estaba dentro de la nave y que había aguardado durante milenios la llegada de los hombres.

Cuando ingresaron al ambiente contiguo notaron que era muy oscuro, por ello el Teniente disparó una bengala. El interior parecía totalmente vacío y, con señas, dio la orden de continuar.

Un largo corredor se expandía frente a los exploradores. Ocasionalmente se podían escuchar ecos lejanos, lo que hacía del lugar escalofriante, como una mina. El grupo avanzó un poco más hasta que vieron una luz. La siguieron y dieron con una barrera luminosa, similar a los campos de precipitación de materia que usan en sus naves. Fletcher tomó unas lecturas del campo.

—Es una especie de barrera, mi Teniente —dijo el Cadete—. Detrás parece haber otro recinto.

—Bien. Camacho, N'kolou —murmuró Marshall y le hizo una seña a sus subordinados para entrar.

Cruzaron por la delgada membrana de energía uno a uno, la barrera parecía ser una especie de gelatina seca. Cuando todos estuvieron dentro, se encontraron con una luz verdosa que provenía de otro pasillo.

—Teniente, hay oxígeno —dijo Camacho.

Todos se quitaron los cascos y pudieron respirar, aunque el aire era algo espeso, como estar en un lugar alto. Una extraña fragancia a óxido invadió sus olfatos. Hacía calor en el recinto, los indicadores marcaban 27 ºC.

Avanzaron cuidadosamente hacia la luz que mostraba el pasillo y salieron a un ambiente circular de inmenso tamaño. Una fuente de luz que venía desde arriba y abajo era la responsable por la iluminación que habían percibido. Bajo sus pies había un abismo cuyo final estaba tapado por una especie de bruma y una luz verde, hacia arriba había el mismo panorama. En los costados se podían ver paredes traslucidas, talladas con los mismos jeroglíficos rúnicos de toda la instalación. En medio del vacío se prolongaba un puente que terminaba en un objeto triangular con similar diámetro a un autobús terrestre. El puente tenía suficiente tamaño como para permitir que tres hombres avanzaran a la vez.

—Fletcher, comuníquenos con el Anomalocaris —ordenó el Teniente. Jeremy obedeció de inmediato y del altavoz del equipo de transmisión pudieron oír a la Capitana Repina.

AN/REPINA: Ya me estaba preocupando.

AC1/ANTONOV: Laura, no lo vas a creer. Este lugar es gigantesco. El scanner no estaba equivocado, realmente parece que toda la instalación es de piedra. En este momento estamos respirando sin cascos, hay oxígeno en las ruinas y un clima bastante agradable.

AN/REPINA: Es extraño. La computadora no detecta oxígeno.

AC1/ANTONOV: Pues lo estamos respirando. ¿Hay noticias allá afuera?

AN/REPINA: Ninguna. Hay tanta calma que empiezo a ponerme nerviosa. Esos malditos podrían estar en cualquier parte. Necesito que regresen.

AC1/ANTONOV: Volveremos pronto, pero dame unos minutos más, hay algo que quiero ver.

AN/REPINA: Adelante, pero tengan cuidado.

El Teniente, acompañado por Fletcher, N'kolou y Camacho, cruzaron el puente hacia la formación triangular que veían en medio del vacío. Allí, en el centro del triángulo, vieron una serie de piedras brillantes de forma cúbica que parecían botones. El Teniente dudó, pero igual rozó las piedras con su dedo sin guante, entonces, unas chispas azuladas ascendieron y descendieron de los abismos.

—Son ellos —susurró Antonov.

Las chispas trazaron círculos alrededor de los hombres y se concentraron en la punta del objeto triangular. Un holograma circular se proyectó en el vacío, mostrando galaxias, estrellas y toda clase de objetos estelares, y en el centro, sobre el objeto triangular, la figura de un agujero negro.

El Teniente y sus hombres salieron por el puente y se encontraron con los que habían dejado.

—¡Qué demonios es eso! —exclamó la soldado Jensen.

—Alguna especie de mapa —contestó el Suboficial Camacho.

—Tomen muestras holográficas de eso —ordenó el Teniente.

Pasaron unos segundos y el gran mapa se desvaneció, en su lugar apareció un rostro holográfico de aspecto humano. Todos los hombres retrocedieron, estaban abrumados por el asombro; menos Antonov, que poco a poco parecía más inmerso en la experiencia. La gran figura clavó sus ojos en el Teniente y empezó a mover los labios, como hablando, sus palabras parecían salir de todas partes de la cámara.

Humanos, Espíritus encerrados —se escuchó—. Finalmente habéis llegado.

El Teniente dio unos pasos y habló a la figura.

—¡Quien eres! —dijo en voz alta, hablando como si el ser brillante estuviera muy lejos.

Yo soy del Origen, soy vuestra verdad. Yo soy aquel que os liberará de "Alfa y Omega", yo soy el que destruirá a aquel que los encerró en este universo demencial de materia y energía. Yo soy como vosotros, y vosotros sois como yo. Me conoceréis como Capitán Kiev y sepáis que venimos para la Batalla Final —respondió el holograma, Antonov volvió a hablar.

—¡Qué quieres de nosotros, por qué nos has traído aquí!

Yo no quiero nada de vosotros, sois ustedes los que queréis algo de mí, pero no saben lo que queréis porque pensáis demasiado, sentís demasiado. Escuchad en vuestra sangre la voz de la libertad y seréis escuchados por el que en vuestro interior reclama libertad, oiréis la voz de Dios, la voz de vuestros Espíritus, pues todos ustedes habéis sido dioses. Vosotros sois "Dios".

En ese momento, como una revelación mental, una serie de imágenes empezaron a llegar a los exploradores. Se veían desde niños, luego bebés e incluso vieron el acto sexual que los concibió. Se vieron a sí mismos en otras épocas, algo que presintieron eran sus encarnaciones. En su interior sabían que todo lo que presenciaban era la múltiple carrera de sus Espíritus a lo largo de los milenios, encarnando una y otra vez.

Marshall Antonov evocó la Era en que su Espíritu logró sublevarse contra la encarnación de su karma. Todas las piezas del rompecabezas empezaban a engranar perfectamente.

Antonov jamás conoció personalmente a sus padres, primero murió su madre y luego su padre. Él nació en las instalaciones científicas de la Sinarquía y fue salvado durante una misión de demolición. Siendo bebé fue catapultado al espacio en una cápsula de extracción para salvarle la vida y fue recogido por el Anomalocaris. Se crió con Laura Repina, la doctora Nílea Cortilliari y con Carlos y Francisco Romero. Con los años, Marshall empezó a exhibir una inteligencia superior y una alta percepción de las realidades más sutiles. Desde niño tuvo una fuerte instrucción militar y extraordinarias capacidades videntes que lo llevaban a vislumbrar el futuro e incluso el pasado. Fue instruido en los misterios de la vida y la muerte por Enki Condarko, un hombre inmortal, y se graduó en una de las colonias exteriores a la edad de 14 años. Luego, al cumplir los 15, su mente se había desarrollado de tal forma que se convirtió en un poderoso psíquico. Era capaz de mover objetos con la mente y saber lo que otras personas estaban pensando. La razón de estas capacidades era su código genético, que tenía 24 pares de cromosomas en lugar de 23. A lo largo de su vida fue comprometido en misteriosas operaciones esotéricas las cuales eran secretamente llevadas por grupos de élite militares. En cada misión revelaba nuevos enigmas del universo y se aproximaba a la causa primera, aquella que lo llevó a las ruinas espaciales que habían descubierto.

Debido a sus misteriosas capacidades, Marshall se hizo de una fama muy mala en la Flota Exterior; le temían. Finalmente fue reasignado a cargo de la consola de armas del Anomalocaris; sin embargo, Antonov jamás se sintió cómodo consigo mismo. Él sabía que los científicos lo estudiaban como si fuera alguna clase de raro animal y odiaba aquello. Pero finalmente, dentro de aquellas ruinas, había recordado la razón de su existencia: la liberación de la Especie Humana y su próxima participación en la Batalla Final...

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