Fase 5
Fecha: 27 de junio del año 2134 tiempo Tierra | 47 de marzo del año 2131 tiempo Marte.
Ubicación: Acorazado Anomalocaris, Sistema Eden, a 76 al. de la Tierra.
Status: Segunda fase de reconocimiento.
Jeremy se hallaba en el exterior de la nave, junto al Cabo Park; ambos calibraban la antena de recepción gamma del casco. El universo mostraba un espectáculo sobrecogedor. El sol del Sistema Eden emitía una luz casi azulada, muy diferente a la amarillenta luz de la estrella reina del Sistema Solar. A lo lejos, brillando como una tenue "estrella" aguamarina, estaba Vessel, el gigante de gas. A no mucha distancia de aquella "estrella" casi verdosa se veía un astro de rosáceo color, era Raki, el anillado gigante de gas, hermano de Vessel. Un sinfín de estrellas titilaban de un extremo a otro, arriba y abajo, aunque las direcciones, la percepción de "arriba-abajo", es totalmente subjetiva en el espacio.
El joven cadete estaba profundamente maravillado con todo lo que sus ojos veían. A sus pies se desplegaba el descomunal casco rojizo de la nave, brillante y liso. El receptor de rayos gamma era utilizado como radar en las fluctuaciones estelares para realizar el mapeo de un área superior a las diez mil millas náuticas estelares. Jeremy y el Cabo Park debían ser cuidadosos; si el receptor gamma fallaba, de seguro morirían durante un combate.
—¡Fletcher, por un demonio, pon atención! —regañaba Park al Cadete.
—Qué pasó —respondió Jeremy, desprendiéndose de su inacabada contemplación.
—Casi enchufas el cable de poder al slot del EMC.
—Lo siento, se me fue.
—Al demonio. Luego te distraerás mirando el espacio todo lo que quieras, pero ahora pon atención.
Jeremy volvió a observar la intrincada maraña de cables y se dispuso a realizar las soldaduras correspondientes. El cable EMC debía ir en el slot de los muñones, el cable de poder tenía que soldarse con la placa madre de los pistones de alimentación y... Un punto brillante llamó la vista de Jeremy, el pequeño resplandor se movió rápidamente por un costado de la nave y se volvió a perder.
—¡Oye Park! ¿Viste eso? —dijo Jeremy, señalando con el dedo hacia la dirección por donde el resplandor se había perdido. El Cabo miró de un costado al otro y luego clavó los ojos en el cadete.
—Escucha bien, Fletcher; si vuelves a distraerte, cortaré el cable umbilical de tu traje y te dejaré ir hacia el espacio para que te masturbes con él. Ahora pon atención a lo que haces.
El Cadete suspiró y regresó a los cables. Siguió trabajando hasta que vio de nuevo el punto brillante.
—¡Park, allí! —señaló Jeremy hacia el resplandor.
—Te lo dije —el Cabo sacó un cuchillo e intentó cortar el cable umbilical de Jeremy.
—¡Mira allí, maldición! —Park giró brevemente la cabeza y vio el punto dando vueltas cerca del acorazado Hypnos.
—Joder —murmuró y tomó el cable umbilical de Jeremy, amarrándolo a la polea de retracción. Luego tomó su radio y llamó al puente—: Bahía de mantenimiento a puente, código dos doce, cambio —una voz de mujer respondió.
—Aquí puente, adelante, Bahía.
—Hay un objeto no identificado sobrevolando cerca del Hypnos.
—Aún no tenemos lectura de radar —respondió la mujer.
—Ahora la tendrán —replicó Park y le hizo una seña a Jeremy para prender el receptor gamma; él accionó un par de botones y a los pocos segundos hubo respuesta del puente.
—¡Regresen, regresen!
El Cabo y el Cadete debieron hacer la caminata espacial más veloz de la historia, en pocos minutos atravesaron la mitad del casco de popa e ingresaron al acorazado. En su interior había una actividad tremenda. Jeremy corrió al puente junto a Park. Cuando llegaron se encontraron con la alarma en pico. Hans corrió hacia ambos.
—Qué pasa —preguntó Jeremy.
—¡Vienen, vienen! —respondió Hans, ahogado en su propio nerviosismo.
—¡Quienes!
No hubo tiempo para la respuesta, un fuerte sacudón desequilibró toda la nave. Jeremy salió disparado por un costado del puente y cayó sobre un tablero de controles. Una serie de explosiones inundaron la cabina. Luego de unos segundos de temblor la nave se estabilizó. La voz de la Capitana Repina fue la primera en oírse.
—¡Reporte de daños!
—Perdimos las comunicaciones y nuestro escudo está al 47% —respondió Park.
—Comuníquenme con el cuarto de máquinas —ordenó Repina. Un par de segundos después un rostro moreno y rodeado de barba y bigote gris apareció en la pantalla segundaria de comunicación.
—Capitana, el núcleo de fusión de Venusio se ha calentado demasiado —dijo el hombre—. No sé cuántos disparos como ese podamos resistir.
—Dame toda la potencia de las baterías de hidrógeno —replicó la Capitana.
—Ya casi no queda hidrógeno.
—¡Entonces invéntate una solución, Cisco, pero necesito los escudos al 100%!
—Capitana, vienen tres cruceros de iones y un sinfín de naves pequeñas —reportó la Suboficial Harrison.
—Perdimos al Antiga —reportó alguien desde los controles de radar—, están evacuando todo el crucero.
—¡Mierda!, como odio a esa basura no humana —masculló Repina y empezó a dar órdenes—. Harrison, órbita en superior. Quiero dos equipos de rescate para la tripulación del Antiga. Que los pilotos de nuestras naves de caza salgan ahora mismo.
—¡Capitana, están dando vuelta, vienen hacia nosotros!
—¡Evasión!
—Activada.
—Control de armas, apunten todos los barrenos de protones cuando tengan las naves enemigas a su alcance. Torretas, fuego de cobertura. Teniente Antonov, ¡fuego a discreción!
Mientras el Anomalocaris se preparaba para recibir la embestida enemiga, el acorazado Hypnos y el crucero Prometheus ya tenían sus barrenos de protones apuntando a uno de los cruceros alienígenos. Ninguno de los tripulantes en el Hypnos o el Prometheus había visto jamás naves semejantes. Tenían el aspecto de una cruz gigante, brillante y llena de luces por todo el casco. Sus sistemas de propulsión dejaban una estela roja. Sus armas desprendían largos y prolongados rayos escarlatas que quemaban el casco de sus objetivos. Entre los cruceros alienígenos habían naves más pequeñas, con forma de herradura, que sobrevolaban el espacio que rodeaba a las naves humanas, como si fueran abejas defendiendo su colmena.
Las naves de caza humanas no tardaron en salir de los cruceros, pequeños aviones negros de un aspecto similar al de un F-117A Stealth del siglo XXI. Del Anomalocaris salieron más de cuatro docenas, entre tanto, las demás naves, todas menores en tamaño al Anomalocaris, desplegaron no más de tres docenas. Las naves de caza de ambos bandos empezaron un combate espacial de caótica envergadura. Era una lucha que fácilmente podría equipararse al enfrentamiento entre un panal de abejas africanas y un enjambre de avispas. Rayos rojos y balas de artillería surcaban mortalmente el espacio, trazando un impresionante desorden entre las naves mayores.
En medio del combate entre naves de caza, el Anomalocaris disparó todos sus barrenos de protones, seguidos por los cañones láser, los misiles y las torretas. Los cruceros enemigos también dispararon sus armas, impactando a la gran nave humana. El Anomalocaris trazó curso contrapicado, saliendo de la mira de los cruceros enemigos. Los rayos de protones hicieron explotar una de las naves alienígenas, el Prometheus y el Hypnos lograron destruir a las otras dos, sin embargo, ambas también recibieron el impacto de los cruceros enemigos. Tres grandes explosiones fueron la inequívoca señal que las naves alienígenas habían sido destruidas, pero el combate de las más pequeñas todavía no había culminado. Las bajas entre las naves humanas de caza eran horrorosas, entonces las corbetas llegaron al rescate de sus camaradas humanos, disparando sus barrenos de protones contra las naves alienígenas restantes. El combate se extendió por más de media hora hasta que todas las naves enemigas fueron aniquiladas.
El saldo tras el combate fue terrible, las bajas habían sido numerosas. Un crucero, el Antiga, se había perdido, al igual que la mayor parte de su tripulación. De todas las naves de caza desplegadas, solo una docena logró regresar. El Hypnos y el Prometheus estaban seriamente dañados, mientas que el Anomalocaris aceleraba las reparaciones.
Jeremy Fletcher despertó en la cabina de sanidad con la cabeza vendada. Quiso moverse, pero el dolor en un costado de su cuerpo lo forzó a quedarse quieto. Entonces un rostro conocido apareció frente a él, era la Capitana Repina. Él intentó cuadrarse, pero la Capitana lo sostuvo de un hombro.
—Descanse un poco, Cadete. Reincorpórese en un par de horas en el puente.
La Capitana tenía heridas en el rostro, seguramente como consecuencia de las violentas sacudidas durante en combate.
—Sí, mi Capitana.
—Todos han hecho un gran trabajo hoy —le murmuró y se fue.
A los pocos segundos apareció Hans.
—Estuviste cerca —le dijo a Jeremy, esbozando una gran sonrisa.
—¿Cerca de qué?
—¡De irte al otro mundo! —respondió Hans. Jeremy frunció el ceño—. Estábamos en el puente cuando todo empezó, ¿lo recuerdas?
—De hecho, es todo lo que puedo recordar.
—Saliste disparado a la consola de poder, el Teniente Antonov te sacó de allí antes que te tostaras como pavo de Navidad.
—¡Qué!
—Le debes tu vida al Teniente, ja, ja, ja; ahora deberás besar su trasero hasta el fin de tus días —Hans bromeaba, pero Jeremy no reía, no podía sacarse de la cabeza lo que acababa de oír.
—El... ¿el Teniente me salvó?
—Sí, maldición. Agradécele cuando te reincorpores al puente.
—Lo haré ahora mismo —Jeremy trató de ponerse de pie, Hans le detuvo.
—Quieto, los médicos te inyectaron nanoinjertos para que cicatrices rápido. Oí que tenías varias costillas fracturadas. Si no te quedas quieto al menos un par de horas, no dejarás que los nanoinjertos hagan su trabajo.
Jeremy volvió a recostarse.
—Dime qué pasó, Hans.
—Alienígenas, era un destacamento de exploradores. Aún no sabemos qué hacían esas naves aquí, pero entre la tripulación hay el rumor que nos dirigimos hacia las ruinas de una nave espacial no humana, sobre la órbita de Vessel.
El caos en la mente de Jeremy lo llevó a imaginar lo que Hans le contaba de las ruinas. Casi podía intuir el peligro que les aguardaba.
—Algo anda mal —susurró Jeremy.
—Eso es un secreto a voces. Los otros están muy preocupados. Esos malditos aliens acabaron con casi todas nuestras naves de caza y despedazaron al Antiga como si fuera una navecita de aluminio.
—¡Qué demonios sucede! —bramó Jeremy, golpeando el colchón con sus puños, siendo lacerado por una impotencia inexplicable.
—Lo mejor será que descanses un poco, habrá mucho trabajo después.
—Hans, necesito un favor —los ojos de Jeremy se habían oscurecido profundamente—. Necesito que traigas mi hológrafo del camarote.
—¿Para qué quieres tu hológrafo?
—Quiero continuar viendo el stick que me diste.
—No me parece que sea momento para eso.
—Por favor, Hans.
Ambos se miraron por unos segundos y el compañero de Jeremy accedió a complacerlo. Regresó en pocos minutos con el hológrafo. Jeremy necesitaba algo con qué despejar su mente de los presentimientos que lo asolaban. Quería volver a internarse en aquella increíble historia de Jean Paul Reveillere y Katya Antonova. Tenía el profundo deseo de huir de su realidad a las seguras costas del pasado, de los recuerdos.
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