Fase 3
Fecha: 23 de junio del año 2134 tiempo Tierra | 43 de marzo del año 2131 tiempo Marte.
Ubicación: Acorazado Anomalocaris, Sistema Eden, a 76 al. de la Tierra.
Status: Fase de reabastecimiento.
El Sistema Eden está compuesto por seis planetas: cuatro rocosos interiores y dos gigantes de gas, exteriores. La primera nación en sentar soberanía fue el país Antártico, que estableció su colonia en el planeta Air, seguido de la República Nacionalista de Bolivia y de Nuevo Japón, que se establecieron en el mismo planeta.
De los cuatro planetas rocosos solo dos resultaron colonizables, los otros dos estaban demasiado cerca de su estrella. Los gigantes de gas son dos perlas siderales. Uno tiene anillos y la atmosfera de una infinidad de tonos grises, rosas, fucsias y escarlatas; el otro lleva cinco satélites, de los cuales dos son habitables; el propio coloso de gas es azulado, de un tono similar al de Urano, luce engañosamente acuático.
Después de la Guerra Solar, varias naciones establecieron soberanía sobre distintos territorios de los planetas colonizables, no solo los de Eden, sino también en otros sistemas. Un total de 43 países se establecieron en diversas estrellas, expandiendo el germen de la especie humana en varios puntos de la galaxia. Hasta el encuentro con las naves no-humanas no había registros de contacto con otras especies avanzadas en ninguno de los sistemas colonizados. Todas las formas de vida encontradas fueron fauna y flora propias de cada planeta, además de alguno que otro grupo tribal que vio como dioses a los humanos llegados del cielo.
Los sistemas más prósperos son el Sistema Eden, el Sistema New World, el Sistema Alpha, el Sistema Beta y el Sistema Pollux; los primeros en albergar colonos. De ellos, el Sistema Eden es el que reviste mayor relevancia militar debido a su función estratégica. Allí se encuentra el Comando Central de la Flota Exterior (Nova), un enjambre de miles de naves que surcan la galaxia en busca de nuevos mundos y nuevas especies. Fue justamente en Eden donde se dieron los ataques más brutales del nuevo enemigo alienígena, esa era la razón de la llegada del Anomalocaris.
El salto Hyperbolisch-Raum fue poco turbulento. La nave se demoró bastante en atravesar el agujero de gusano, pero logró llegar sin muchos daños. Así, cuando la nave atravesó el umbral, el espectáculo que recibió a los tripulantes fue asombroso. El descomunal gigante de gas azulado, Vessel, se mostraba majestuoso y soberbio, cubriendo con su sombra a dos pequeñas esferas: los satélites colonizados. Jeremy había quedado boquiabierto, dominado por un sentimiento entremezclado de temor y emoción.
La nave continuó su rumbo hacia Nova, ubicada ente las órbitas de Vessel y Raki (el otro gigante de gas). Las órbitas de los gigantes gaseosos son tan excéntricas que llegar al punto designado es una travesía de pocas horas. Pronto el Anomalocaris se vio rodeado de cientos de naves de todas las formas y tamaños posibles. Jeremy no podía concebir lo que sus ojos veían, eran más naves de las que había imaginado. En el centro estaba la estación militar Orpheus, allí hicieron una parada para almacenar alimentos, agua y recargar las baterías de Venusio.
Mientras tanto Jeremy trabajaba en el mantenimiento de los instrumentos del sonar en el puente. La Capitana Repina había bajado de la nave, así que el Teniente Antonov estaba al mando hasta que ella llegara. El sujeto estaba sentado en la silla de mando, observando con su fría mirada hacia el infinito espacio que se extendía en la negrura universal. Su rostro tenía las facciones duras, sus labios eran apretados y sus cejas, espesas. Su pecho llevaba algunas medallas y sus mangas exhibían las orgullosas galeras de su rango. Mientras el Teniente perdía la mirada, Jeremy le daba alguna que otra ojeada ocasional, tratando de controlar su curiosidad.
—Eres nuevo aquí, ¿verdad cadete? —preguntó el Teniente Antonov.
—Sí, Señor.
—Dime tu nombre.
—Jeremy Fletcher, Cadete de Quinto Rango, mi Teniente.
—Eres de los que se graduó de la Academia de Vega, ¿no? —a pesar del supuesto interés, Antonov se veía indiferente.
—Sí, mi Teniente —Jeremy podía intuir la apatía del Teniente y se ponía nervioso.
—Yo me gradué de la Academia del Espacio de Bolivia, en la colonia de Uruhara. Jamás conocí la Tierra. Dime, Fletcher, ¿conoces la Tierra?
—No, mi Teniente; pero vi muchas fotos.
—Creo que muchos de nosotros crecimos solo con fotos. Aún así, la Tierra parece ser un lugar que a pocos les gusta recordar.
El silencio entre ambos imperó sin que ninguno pudiera romperlo, solo el ocasional ruido de los cables y el alicate cortando alambres interrumpía la quietud del ambiente. Finalmente, Jeremy sucumbió a su curiosidad.
—Permiso para hacer una pregunta, mi Teniente.
—Adelante, cadete.
—He oído cosas, usted sabe, sobre los híbridos y aquello, y yo pensaba...
—Pues no piense —interrumpió el Teniente dibujando una sonrisa chueca en su rostro—. Sé perfectamente lo que está pensando. Pero no ocupe su mente en pensar en los híbridos, en el pasado o en mí.
El corazón de Jeremy quería salirse de su pecho por la emoción. Casi no tenía dudas que frente a él estaba el famoso "híbrido aleph". Algunos decían que podía curar enfermedades con la mente, otros decían que tenía súper-fuerza. Incluso habían quienes lo figuraban como un superhéroe. Aunque sin importar nada, lo cierto era que aquel hombre, con poderes o sin ellos, fue el primer humano registrado como híbrido.
—Es todo un honor poder navegar con usted, mi Teniente.
Repentinamente, el rostro de Antonov empezó a deformarse hasta mostrar verdadero desagrado.
—Espero que no vuelva a decir eso, cadete, o haré que lo echen al espacio.
—Lo siento, mi Teniente.
—Está bien, no importa, no lo sabías. No me gusta que me traten como si fuera una especie de superhombre de Nietzsche.
—¿Tiene usted algún poder? —preguntó Jeremy.
—Mejor no entremos en ese tema, cadete. Me pongo de mal humor cuando hablo de ello, y cuando estoy de mal humor tiendo a disparar a la primera criatura viviente que mis ojos ven —decía el Teniente, acariciando la pistola enfundada en su cinturón. Jeremy tragó saliva y siguió trabajando.
—No lo mencionaré de nuevo, mi Teniente—murmuró el nervioso Cadete y continuó su labor.
—Espero que estés listo para morir, Fletcher, porque dudo que alguno de nosotros salga con vida de esta misión —afirmó Antonov, a lo que Jeremy solo pudo replicar con un breve tragar de saliva.
Luego que la nave se reabasteciera, despegó del puerto para encontrarse con el destacamento que la acompañaría en su misión. Jeremy y Hans habían sido asignados a las labores de mantenimiento del puente. A cargo de ambos estaba el Cabo Sahn Hou Park, experto en informática y comunicaciones. Él era quien decodificaba los mensajes y arreglaba los traductores portátiles que cada miembro de la tripulación llevaba en la nuca para poder obviar las barreras lingüísticas.
En breves minutos el Anomalocaris se vio rodeado por varias naves de diseños más convencionales, mismos a los que Hans y Jeremy ya estaban acostumbrados. El destacamento se componía de doce corbetas, seis cruceros y dos acorazados aparte del Anomalocaris.
—Capitana, tenemos al Hypnos en el canal 2 —informó Park.
—Póngalo en pantalla, Cabo —ordenó la Capitana, Park oprimió un botón y una gigante imagen holográfica se proyectó frente al puente.
Un hombre moreno, de cejas profundamente negras y ojos castaños apareció en el hológrafo. Llevaba una gorra militar de color blanco y negro, adornada con el diseño de un escudo en la parte central; pertenecía a la Armada de Eden.
—Laura Repina, cuando me dijeron que venías a esta misión casi no lo podía creer.
—Carlito, veo que finalmente te ascendieron a Almirante.
—Sí, ahora me dicen Almirante Romero, ¿puedes creerlo?
—Te juro que no —rieron ambos, era notorio que se conocían y se tenían mucha confianza—. Bueno, ahora yo estoy bajo tus órdenes.
—Sí, pero no haré nada sin que me aconsejes primero.
—Su orden, mi Almirante —dijo Repina y se cuadró, el Almirante Romero respondió al saludo.
—Creo que tiene una idea de lo que tenemos que hacer, Capitana.
—El General Napola me informó todo —la Capitana y el Almirante parecían haber perdido la jovialidad del principio y hablaban con una seriedad insólita. Jeremy estaba confundido.
—Entonces, sabe que es una misión de alto riesgo.
—Estoy siempre lista para el riesgo.
—Espero que su tripulación también lo esté. En este momento recibí el informe de la misión, le enviaré los datos por el canal Delta. Nuestro próximo destino está sobre la órbita de Vessel. Fue ahí donde se detectaron esas malditas naves por última vez.
—¿Son como las que vimos en Marte?
—No, son peores —afirmó el Almirante, mostrando un breve nerviosismo en la voz—. En efecto, pertenecen al mismo tipo, pero son más poderosas. Hemos comprobado que utilizan armas de iones; la Mariscal Raith nos ha autorizado a instalar el Protocolo Mantis en esta ocasión, enviaré a un grupo de ingenieros para que instalen los nuevos equipos al Anomalocaris. Partiremos ya mismo, debemos cruzar al otro extremo de Eden y nos llevará unos días lograrlo.
—A su orden, mi Almirante.
—Una cosa más, Repina —ambos se miraron un instante, el Almirante sonrió—. Es un verdadero alivio tenerte para esta misión. Prepara a tus hombres luego que leas detenidamente el informe —el Teniente Antonov miraba al Almirante con un cierto dejo de molestia y nerviosismo—. Eso es todo, corto y fuera.
La Capitana suspiró cuando la transmisión terminó. Se sentó en la silla de mando y dio órdenes de avanzar junto al destacamento a velocidad crucero.
Jeremy y Hans estuvieron trabajando en el puente durante las horas que les restaban de turno, luego regresaron a sus camarotes con un descomunal cansancio.
Ni bien se recostaron en sus literas, Jeremy empezó a contarle a su amigo todo lo que había indagado en su conversación con el Teniente Antonov. Le habló de las perspectivas de la misión que iban a emprender y de lo emocionante que fue haber corroborado sus sospechas acerca del Teniente. Hans oyó pacientemente a Jeremy, pero estaba demasiado cansado para hablar.
—Mejor peguemos ya la pestaña —dijo Hans, apenas manteniendo los ojos abiertos. Jeremy sonrió y sacó su hológrafo.
—Tengo algo que hacer —dijo mientras encendía su pequeño aparatito.
—Joder, ¿vas a seguir mirando eso? —lo increpó Hans, algo molesto.
—Tú me lo diste para que lo viera, ¿no?
—Sí, pero en tus ratos libres.
—Éste es mi rato libre.
—No, éste es tu rato para dormir.
—No puedo dormir con la incertidumbre, debo ver más.
—Como quieras, mientras no estés durmiéndote en el servicio todo estará perfecto —sentenció Hans y se dispuso a dormir.
—No lo haré —respondió Jeremy.
—Claro, claro; descansa.
—Tú también.
Preso de la ansiedad, Jeremy colocó el stick en su hológrafo y empezó a ver la proyección, perdiéndose nuevamente en la historia del soldado Praetorian y la niña rescatada.
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