18. Agartha
...De un momento a otro, el viento dejó de soplar y algo extraño nos llamó la atención. El silencio era total, no se escuchaban autos, gente, ni siquiera un susurro...
Mártires, El Arco de Artemisa
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Sentía mi cabeza muy pesada, como tener una bola de acero en el cerebro. Abrí un poco los ojos y vi una pared de vidrio. Quise moverme, pero no pude. Estaba sumergido en un líquido, agua quizás. Tenía una máscara de oxigeno en mi rostro. El agua era tan cálida que apenas sostuve breves segundos de vigilia. Luego, todo quedó a oscuras.
Al principio no soñé nada, mi mente aún recordaba la experiencia vivida. Me sentí preocupado por Kat, pero más que todo, empecé a extrañarla. Luego la vi en mi mente, sentí su voz, sus caricias, su cuerpo, su sonrisa. Estaba sumergido en un extraño letargo que parecía mantenerme ligado a la vida, pero siempre pensando en la muerte. No sé cuánto tiempo pasé de esa manera, pero en algún momento sentí una luz muy poderosa invadiendo la oscuridad de mi mente. Abrí los ojos poco a poco y fijé la vista en el techo, un cielorraso blanco con unos pocos reflectores de neón incrustados dentro de unas lámparas cuadradas. Miré en derredor y descubrí que estaba en un cuarto totalmente blanco, a veces interrumpido por algún resplandor plateado, quizás el reflejo de la luz sobre objetos metálicos. Bajé la cabeza para ver mi cuerpo y descubrí que estaba vestido con alguna clase de pantalón de hilo blanco. Tenía el torso desnudo y lleno de vendajes. Mi brazo derecho estaba totalmente cubierto de gazas. Había una aguja incrustada en mi pecho. Sentí un leve hormigueo en las piernas. Las moví un poco y las sentí ligeras. Percibí el mismo hormigueo en mi brazo izquierdo, pero no podía sentir mi brazo derecho.
Llevé mi surda hasta mi pecho y quité la aguja que tenía clavada. Me levanté con facilidad, como si mi cuerpo fuera nuevo. Estaba descalzo, el piso era frío como una losa de cerámica. Palpé las paredes y comprobé que estaban hechas del mismo material que el piso. Entonces encontré lo que parecía un panel de control, tenía dígitos y un botón brillante de color verde. Lo presioné y una compuerta se abrió en una de las paredes. Avancé lentamente, con cautela, hacia el exterior.
Afuera me encontré con un pasillo desierto, tapizado de tubos y cables. El piso y el techo estaban cubiertos por gruesas rejillas metálicas que parecían proteger más cableado. A cada metro que avanzaba me encontraba con retenes, machones y pilares metálicos, iguales a los que se construyen dentro de los grandes navíos espaciales para asegurar el esqueleto de la nave. Caminé por varios metros hasta el final del pasillo, que desembocaba en una gran compuerta metálica. Oprimí unos botones de lo que parecía ser el panel de control de la puerta y ésta se abrió lentamente. Unos gases, quizás de nitrógeno, se desprendieron desde el marco de la compuerta. Me tapé la boca para evitar inhalar ese extraño vapor.
Cuando el gas se dispersó y la compuerta quedó totalmente abierta, me encontré con un cuarto de forma circular y rodeado de ventanas. Lo que vi a través de ellas me había dejado sin aliento. Caminé con lentitud y me paré frente a la ventana más grande del cuarto. Afuera había una enorme meseta amarillenta, cubierta de extensos ríos de lava. El horizonte resplandecía con las erupciones de un sinfín de volcanes que se elevaban desde la meseta a grandes alturas. Y el cielo estaba totalmente cubierto de nubes pálidas que brillaban de manera siniestra, como si detrás de ellas hubiera un sinfín de gigantescas y catastróficas explosiones. Al ver tal escena lo primero que pensé era que había llegado al infierno. Quizás había muerto realmente.
—¿Cómo se siente? —dijo alguien a mis espaldas. Cuando volteé vi a un sujeto de aspecto asiático.
—¡Quien es! —pregunté, estaba bastante confundido y alterado.
—Mi nombre es Kenji Kazama —respondió—. Soy un agente del Servicio de Inteligencia de la Alianza.
—A... ¿Alianza?
Me tomé la cabeza con ambas manos, tratando de comprender qué había sucedido. Lo último que podía recordar era la misión que hice para Drakoi. Estaba herido y Laura iba conmigo. Ambos fuimos hasta Moon's Middle, Kat estaba ahí. Luego, unos hombres cubiertos con barbijos me llevaron a un cuarto y eso era todo lo que podía recordar.
—¿Dónde estamos? —pregunté.
—Bienvenido a la base Agartha, Jean Paul. Ésta es una de las colonias de la Alianza.
—¿Estamos en la Luna? —el asiático negó con la cabeza.
—Nos hallamos en Venus.
La impresión que me llevé me generó mareos. No podía entender cómo fue que había llegado a Venus. Se suponía que era imposible colonizar ese planeta, se decía que Venus era inhabitable y que no había forma de establecer colonias allí. Sin embargo, vi a través de las ventanas y no cabía la menor duda que estaba en Venus.
—Entiendo su confusión, pero trate de calmarse —me dijo Kenji Kazama.
—¡Cómo, cuándo, por qué llegué aquí! —exclamé—. ¡Cómo puede ser esto posible!
—Aguarde unos segundos —respondió Kenji—. En seguida vendrá una persona que usted conoce para explicarle todo.
Pasaron unos minutos y vi por fin un rostro conocido. Era Laura. Se veía distinta, llevaba un parche oscuro en el ojo, la cabellera albina y un traje negro totalmente pegado a su cuerpo.
—¿Laura?... —murmuré.
—Cálmate, Jean —dijo mientras se sentaba en una butaca situada en el centro de la sala. Luego me hizo una seña para que me sentara a su lado y, con paciencia, empezó a explicarme todo lo que sucedió; y mientras me explicaba las cosas mi angustia se acrecentaba.
Luego de la misión, mi cuerpo estaba tan dañado que cesó sus funciones, lo que en un humano sería morir. Sin embargo, Laura había revisado toda la información que Drakoi dejó sobre mi entrenamiento en el Proyecto Praetorian y, finalmente, ella y Kat supieron que yo era un cyborg; entonces empezaron a buscar la forma de repararme. Dos días después de la misión Drakoi se apareció y dijo que cumpliría su parte del trato llevando a Kat a Marte. Al principio Kat no quería irse, pero Laura la convenció; ella se quedaría conmigo y me repararía, y Kat viajaría, desarrollarían la vacuna en Marte y regresaría. Así es como querían hacer las cosas, pero nada salió como lo planearon.
Un día después de la partida de Kat, mientras Laura buscaba expertos en robótica para repararme, la red se saturó con la noticia que la vacuna contra el Mesiah había sido desarrollada en una colonia venusina de la Alianza. Tal colonia estaba oculta a los ojos del mundo y había sido creada para investigación biológica; pero con el Mesiah vencido, no había razón de seguir ocultando las bases venusinas y el Mariscal de la Alianza en persona anunció la buena nueva a la humanidad. Entonces Laura comprendió que algo andaba mal. Había pasado muy poco tiempo desde que Kat se fuera como para que la vacuna hubiera sido ya terminada. Pero aún más sospechoso era que tal vacuna hubiera sido desarrollada en Venus y no en Marte. Inmediatamente, Laura empezó a rastrear la nave de Drakoi, pero su señal de radar se había esfumado del Sistema Solar y mientras Laura buscaba la nave desaparecida, apareció Kenji Kazama, el agente de la Alianza.
El primer contacto entre Kenji y Laura no fue nada pacífico, de hecho ella le disparó pensando que el agente quería capturarla; sin embargo, el aliado no quería dañarnos, sino que tenía información y una oferta para Laura y para mí. Su propuesta era la de llevarme a la base central de la Alianza en Venus para repararme a cambio de algunos datos sobre la misión a la que Drakoi me había enviado. Dijo que tenían la tecnología para lograr que volviera a la vida mejor que antes. Laura dudó, pero aceptó el trato. Luego, Kenji le informó a Laura de la situación de Kat. Ella había sido llevada a una de las lunas de Marte, Fobos, con el objeto de servir como sujeto de incubación para un nuevo virus, mucho más aterrador que el Mesiah. El responsable de todo aquello era Ken Drakoi, un agente de la denominada Sinarquía.
La Sinarquía resultó ser un cónclave alienígeno que gobernó secretamente a la humanidad durante miles de años. La Alianza había descubierto los planes de estos extraterrestres poco tiempo antes del gran deshielo. Entre las muchas cosas que descubrieron se enlistaba la gruesa lista de naciones, dogmas, religiones, gobiernos e incluso etnias que estaban a favor de la Sinarquía y que gozaban el favor de ésta; convirtiéndoles en los hombres más influyentes y poderosos de todos los tiempos.
Marte, que yo creí que era una colonia próspera, resultó que ni siquiera era un planeta, sino una prisión para horrorosas formas de vida que la Sinarquía había creado hace 2900 millones de años. Los pocos sobrevivientes humanos que habían allí sufrían algo peor que el virus: el hambre de sus depredadores extraterrestres. Resultó que la comida principal de aquellos seres, eran los colonos marcianos. Luego del desastre del Complejo Arqueológico Olimpo y la pérdida de las Lunas Argentinas, Deimos y Fobos, la mayoría de los colonos marcianos abandonaron la colonia y se dirigieron a una base minera en la órbita de Neptuno, pocos se quedaron. Aquello era un secreto celosamente guardado por la Federación y los Comunistas, quienes patrocinaban las atrocidades de sus amos alienígenas en Marte.
Luego de todas las explicaciones de Kenji, era muy claro que Drakoi nos había traicionado. Toda la información que me dio sobre el Proyecto Praetorian era una forma de ganarse mi confianza, mientras que la misión a la que me envió era una garantía de que no impediría que aquel desgraciado se llevara a Kat a Fobos. Pero aún quedaba un cabo suelto: ¿Cómo consiguió la Alianza la vacuna? Resulta que el médico que nos examinó cuando llegamos a Moon's Middle era un agente de la Alianza que envió la sangre de Kat a una base secreta en el lado oculto de la Luna. Allí descubrieron que el código genético de Kat era la clave para la vacuna, pero también hallaron las proteínas que formarían al nuevo virus. Inmediatamente, la sangre de Kat fue reenviada a Venus donde terminaron la vacuna. Pero, por desgracia, Kat estaba fuera del alcance de la Alianza, y también fuera de mi alcance.
Cuando Laura terminó su explicación, el caos en mi mente apenas me permitía hilvanar mis ideas. Habían sucedido demasiadas cosas.
—Siento todo lo que pasó —dijo Laura—. Pero al menos ya tenemos la vacuna.
—Qué fecha es hoy —dije. Laura me miró con angustia.
—Estuvo un mes en el tubo de regeneración, Jean —respondió Kenji—. Hoy es 14 de noviembre del 2100.
Cerré los ojos, pensando en todo el tiempo transcurrido. Había pasado casi un año desde que abandoné la Tierra.
—Hay tiempo —dije. Laura y Kenji me miraron—. Si Kat recibe la vacuna ahora, se salvará.
—Jean... —me interrumpió Laura—, ella está lejos. Quizás no haya forma de salvarla y...
—¡No! —grité—, la salvaré sin importar cómo —Kenji puso su mano en mi hombro.
—Amigo, quizás ella esté muerta ahora mismo, olvídese de rescatarla.
Empujé al asiático con fuerza, lo tomé del cuello y lo sometí en el piso, apretando su garganta como si tratara de estrangular la impotencia que sentía.
—¡Jean, basta! —me gritó Laura y trató de separarnos, yo me sacudí y me la quité de encima.
—Escuche bien —le dije a Kenji—. No he llegado hasta aquí para rendirme, para levantar mis manos y dejar a Kat morir. Si ustedes no me ayudarán, al menos denme una nave y un arma, y dejen que haga mi trabajo.
Kenji me miró, con el rostro morado por la falta de oxígeno, y musitó apenas para que lo soltara. Le quité mi mano de la garganta y esperé a que el agente recuperara el aliento.
—Tiene una fuerza tremenda —masculló Kenji, me miró y prosiguió—: Hay una misión de demolición programada —me dijo—. Un pequeño destacamento partirá a la órbita de Marte en diez días para destruir Fobos. Tenemos que evitar que la Sinarquía desarrolle su nuevo virus. Sin embargo, si es tan importante para usted, podríamos intentar un rescate en el asteroide antes de destruirlo, pero...
—Iré —repliqué ansioso—. Iré a Fobos y sacaré a Kat de allí.
—Pero entienda, Jean —agregó Kenji—, que cualquier misión de rescate será casi un suicidio. Todo lo que haga será bajo su propia responsabilidad.
—Estoy acostumbrado a las misiones suicidas. La rescataré sin importar el costo.
Ese mismo día, los médicos y robotécnicos me quitaron las vendas del cuerpo. Noté que casi todas las marcas de las operaciones habían desaparecido. Luego me mostraron mi brazo nuevo. Me sentí extraño cuando vi lo que había bajo las vendas. Era como un brazo hecho de silicona, blanco y translúcido. Podía ver un sinfín de cables, similares a vasos sanguíneos, circuitos, chips, engranes y piezas robóticas. No existían huesos en mi brazo, en su lugar había un esqueleto metálico. Iban a colocarle un blindaje especial para proteger el circuito interno. También habían cambiado mis pulmones híbridos por válvulas robo-orgánicas de aire. Instalaron un obturador positrónico de inyección de sangre en lugar de mi corazón biónico. Y repararon todos los sistemas hidráulicos de mi cuerpo, incluso extrajeron el chip inhibidor de mi cerebro. Realmente me sentía diferente, como si tuviera un cuerpo nuevo.
Habían pasado varias horas desde que desperté y me encontraba recostado en el cuarto de reabastecimiento de Agartha, recargando las baterías de mis nanoinjertos. Oí la compuerta abrirse y vi a Laura entrar. Se aproximó lentamente hacia mí, recorrió una silla y se sentó a mi lado. Su rostro tenía una expresión diferente, ya no se veía angustiada, sino que lucía inexpresiva.
—Siento lo de tu ojo —dije, notando el parche en su rostro.
—No importa, es solo un ojo.
—¿Por qué no te haces instalar uno nuevo? —pregunté, Laura negó con la cabeza.
—No quiero piezas ajenas en mi cuerpo —respondió—; además, este parche representa lo que fui capaz de hacer por ti.
Desvié un poco la mirada, tratando de evitar las connotaciones de Laura.
—Debiste decirme lo que te hicieron —dijo—. Debiste decirme que eras un cyborg, que Drakoi te envió a una misión imposible. Debiste contármelo todo.
Cuando Laura mencionó la misión, sentí como un tirón en mi mente que me llevó a experimentar una nostalgia profunda.
—Solo quería salvar a Kat —Laura suspiró, continué—. Ella tiene el virus en su cuerpo y la estaba matando lentamente, por eso necesitaba la vacuna con tanta urgencia, por eso estaba tan empeñado en el viaje a Marte.
—Lo sé, Jean; lo sé todo —acarició mi rostro—. Pero no puedes pretender hacerlo todo tú solo.
—Siempre hice las cosas solo, Laura. Estaba listo para morir en aquella misión y por eso te pedí estar con Kat. Te pedí que si algo me pasaba...
—Las cosas cambiaron —me interrumpió—. Cuando supe que eras un cyborg entendí que podía salvarte. Lo siento, Jean, pero tú me necesitabas más.
—Pero Kat fue secuestrada.
—No hubiera podido hacer mucho para evitarlo de todos modos —replicó—. Drakoi no es un sujeto fácil de eliminar.
Hubo un silencio que yo rompí.
—Me equivoqué en todo —sentí derrumbarme—, pensé que Marte era un buen lugar para Kat, confié en Drakoi —Laura sonrió y me tomó del rostro.
—Podrás ser un cyborg, pero solo los humanos se equivocan; esa es la prueba de que tú jamás dejarás de ser humano, aunque te trasplanten entero a un ordenador.
Luego sentí la lengua de Laura invadiendo mi garganta, sus labios estrujando los míos, pero no podía dejar de pensar en Kat, no podía concebir la idea de estar apartado de ella. Finalmente no pude contener más mi dolor y lloré, lloré como el día que mi madre murió, como el día que perdí a Dennis. Lloré, pensando incluso en oxidar mis ojos...
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