16. Dragón renegado
Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. Durante todo ese tiempo Laura y yo nos enfocamos en hallar a aquel legendario navegante que se decía podía ir a Marte, pero poco a poco empezaba a creer que era solo un mito y parecía que Laura estaba llegando a la misma conclusión que yo. Cada vez se hacía más evidente que solo ella podría llevarme a Marte, aunque era seguro que ese viaje le costaría la vida. Por ello empezaba a pensar en la Alianza como una alternativa, aunque ellos tampoco me inspiraban confianza.
Durante todo ese tiempo, el virus se había vuelto implacable y cada vez eran más frecuentes los ataques de hemófagos en las ciudades lunares. Se desató una crisis sanitaria y las masacres iniciaron en todas las colonias. Por un momento sospeché que yo era responsable de lo que ocurría, que había traído la desgracia a la Luna, y no era un pensamiento reconfortante.
Kat no había vuelto a mostrar síntomas de la enfermedad, es más, aquello no era tema de conversación siquiera. Parecía que había un acuerdo tácito entre ambos para no hablar del asunto. Aún así era notorio que algo le ocurría, a veces se ponía muy débil y dormía durante dos o más días; y sus debilidades se hacían más frecuentes con el pasar del tiempo. Y mientras ella se debilitaba, yo me desesperaba, en silencio.
Habían pasado casi diez meses desde nuestra llegada a Sandoria. Tenía poco menos de tres meses para llevar a Kat a Marte o tomar cualquier otra decisión para obtener la vacuna. Traté de convencer a varios piratas para llevarme al planeta rojo, pero nadie estaba dispuesto a emprender un viaje sin retorno. Al final tomé una decisión y acepté la oferta de Laura para llevarnos. Debíamos partir en diez días.
Cuando ya todo estaba programado para la partida, una noche antes fuimos con Laura a un bar para despedir la vida con un trago. Hablábamos de nuestros planes de viaje, observando un mapa estelar que marcaba el rumbo a Marte, cuando fuimos interrumpidos por un sujeto bastante extraño, alto y de piel pálida y ojos amarillentos.
—¿Eso es un mapa de la ruta a Marte? —preguntó, Laura y yo lo miramos, pero no le respondimos y seguimos conversando entre nosotros. Sin embargo, el extraño siguió hablándonos—. Ustedes deben ser los suicidas que han estado buscando piloto para un viaje a Marte.
—Escuche, amigo —dijo Laura, sacando su pistola y colocándola en la cabeza del extraño—, mejor cierre el hocico y lárguese.
El tipo parecía tan indiferente al peligro como cualquier pirata. Sonrío levemente y continuó:
—¿Cuánto estarían dispuestos a pagar por ir a Marte? —Laura y yo nos miramos.
—Pagaré lo que haga falta —respondí. El sujeto suspiró y se puso de pié, Laura no dejaba de apuntarle en medio de los ojos.
—Si bajan el arma, yo podría llevarlos con alguien que conoce muy bien la ruta a Marte.
Hice una señal a Laura para que guardara su pistola, ella mi miró y guardó el arma, pero con bastante desconfianza.
Cruzamos el corazón de Moon's Middle hasta llegar a una especie de bunker, tres niveles por debajo del barullo de mercado que había afuera. Dos hombres vestidos de negro hacían guardia. Nuestro guía habló algo con ellos y nos cedieron el paso a través de una gran puerta metálica. Al cruzarla nos encontramos en una enorme sala, llena de computadoras y gente vestida con mandiles blancos.
—Esperen —dijo nuestro guía y se perdió tras una puerta.
Al cabo de unos minutos, un hombre vestido de blanco apareció por las escaleras. Casi no parecía humano. Su piel era blanca como la superficie lunar, albino hasta las cejas, de ojos rasgados y grises. Era muy alto y bastante flaco, casi cadavérico. Pero lo más impresionante, sin duda, era su cráneo, alargado en la nuca de forma antinatural.
—Así que ustedes quieren ir a Marte —dijo el raro sujeto, asentí—. Mi nombre es Ken Drakoi.
A pesar de su impresionante aspecto, a mí no me inquietaba. Yo también nos presenté a Laura y a mí y continué con nuestra charla de negocios.
—Dígame su precio —dije, Drakoi sonrió.
—El viaje a Marte es más caro de lo que usted podría pagar.
—Conseguiré el dinero —Drakoi miró a Laura, luego a mí y puso su mano en mi hombro.
—Acompáñeme, Monsieur Jean Paul; quiero hablar con usted a solas —me pidió. Miré a Laura de reojo. Ella asintió levemente.
—Te espero —dijo, llevando su diestra a la funda de su pistola.
Seguí al albino Ken Drakoi hasta llegar a una gran sala blanca, rodeada de luces de neón y paredes de plasma. Mi anfitrión se detuvo en el centro y volteó hacía mí, mirándome sin parpadear.
—Yo sé que usted tiene poderosas razones para ir a Marte, Monseiur Reveillere. En sus manos está la salvación de la humanidad, el fin del Mesiah —afirmó ante mi sorpresa.
—¿Qué le hace pensar tal cosa? —respondí, tratando de salir del paso.
—Sé lo que usted piensa incluso antes de que lo piense —me dijo—. Soy psíquico.
—Entonces debe entender mi urgencia por llegar a Marte.
—Sí, lo comprendo. Sin embargo, Monseiur Jean, no veo la razón para salvar a una especie en la que ya no tengo el menor interés —había algo extraño en el sujeto, algo que me generaba más desconfianza que en una persona corriente. Sin embargo, mi necesidad de viajar a Marte era más grande que mi desconfianza.
—Pagaré lo que haga falta, ya se lo dije.
—Me vulgariza, Jean. Yo no soy un simple pirata... yo soy un profeta.
—Entonces qué pide a cambio de llevarnos.
—Bien, Monsieur Reveillere; sepa que mi interés no es el dinero. En este momento estoy empeñado en una tarea mucho mayor —la tranquilidad de Drakoi me enervaba—. Los humanos tienen un concepto muy arcaico del valor de las cosas, por ello voy a pedirle algo que ningún humano podría lograr.
—No hable como si no fuera humano —dije.
—Ninguno de los dos lo es, ¿o me equivoco? —dijo, clavándome la mirada, sus ojos eran horrendamente penetrantes.
—¿Qué es usted? —pregunté, Drakoi sonrió.
—Un élite desertor —respondió—. Un Dragón del Infierno que se aburrió de la Liga Comunista y decidió hacer su propia ley. Las deformaciones que ve en mi cuerpo son consecuencia del manejo genético que hicieron en mí, así como las operaciones que le practicaron a usted —su repentina confesión me había dejado intrigado.
—Entiendo —dije.
—Escuche, ambos queremos algo en común: Derrotar a los traidores. Por mi actual condición yo ya no puedo realizar ciertas misiones, por ello necesito un soldado bien entrenado para una tarea especial.
—Continúe —le dije, cada vez más interesado.
—En este momento, Sandoria se alimenta de energía solar, pero sus líneas están deterioradas por los continuos ataques de los hemófagos —dijo Drakoi, exhibiendo alguna misteriosa malicia—. Para derrotar a los traidores, esta colonia debe caer, y no caerá mientras existan generadores de energía suplementaria. Quiero que los destruya. Haga esto por mí y lo llevaré a Marte.
Pensé por unos instantes, lo que Drakoi me pedía era sumamente riesgoso. Habían cientos de formas de morir en una misión como esa, pero no tenía opción, el tiempo de Kat se acababa y tenía que llevarla a Marte.
—¿Cómo sé que cumplirá su parte del trato? —cuestioné, Drakoi sonrió.
—Tiene razón en desconfiar —sacó dos nanodisks de su bolsillo—. Revise la información de estos discos y regrese a este mismo lugar mañana en la mañana para darme su respuesta.
Mi entrevista con Drakoi terminó de forma tan repentina como empezó. Salí al encuentro de Laura con miles de ideas en mi cabeza y nos retiramos en silencio de aquel bunker. La propuesta de Drakoi era tentadora, pero aún así no confiaba en él.
Regresamos al hábitat que Kat, Laura y yo habíamos estado compartiendo los últimos meses. Comimos y luego ambas se durmieron. A media noche me levanté, tomé los nanodisks entre mis manos y revisé uno de ellos; tenía el símbolo del Escuadrón Praetorian impreso en la tapa.
En el archivo estaba toda la información de mi entrenamiento: mis puntajes, mis capacidades, las sanciones a mis faltas, las torturas que sufrí y los datos de todos los procedimientos quirúrgicos que me practicaron. Sentí mareos cuando vi todo lo que me hicieron. Eran más de 54 cirugías. Entonces vi un dato que me llenó de horror:
Sujeto de estudio: Nro. 21
Nombre: Jean Paul Reveillere.
Status: En construcción.
Raíz racial: Galo.
El sujeto falleció por desangramiento durante la implantación de los injertos híbridos en sus huesos. Se lo revivió por medio de "cyberkinesis" y se reconstruyó el cuerpo malogrado. Oficialmente dejó la categoría de "humano" y ha sido catalogado como "cyborg".
Firma: Dr. Zachari Sojar.
Luego vino un enrome listado de cosas que habían colocado en mi cuerpo. Mis pulmones y corazón fueron sustituidos por injertos híbridos. Mis huesos habían sido recubiertos con resina de carbono, desde la propia médula. En mi pecho habían colocado una batería que hacía funcionar diversas piezas robóticas en mi cuerpo. Tampoco tenía ya mis ojos originales, los habían sustituido por órganos robóticos. Mis oídos y mi percepción táctil también fue modificada con injertos electrónicos. En la base de mi cerebro habían instalado un chip que, en caso de insubordinación, inhibía la mayoría de las mejoras instaladas en mi cuerpo y emitía ondas de frecuencia electromagnética para generar un cuadro esquizofrénico en mí, así me convirtieron en un soldado inhábil. Luego había otro informe:
Sujeto de estudio: Nro. 21
Nombre: Jean Paul Reveillere.
Status: En entrenamiento.
Raíz racial: Galo.
Observaciones del código genético: El sujeto muestra un código genético compuesto por 24 pares de cromosomas, un par más que en las personas normales. Es la primera vez que observamos una anomalía como esta en un sujeto vivo. Aunque todavía no se ha descubierto qué es lo que hace el par extra de cromosomas, se tiene la hipótesis que podría tratarse de una mejora evolutiva. También existe la posibilidad que se trate de una malformación genética.
Parece imposible determinar para qué sirve el par 24 en su mapa genético, por lo que el sujeto será entrenado como un Praetorian más, siempre observando su evolución y sus reacciones al entrenamiento. Hasta que se descubra la función del par extra de cromosomas.
Firma: Dr. Zachari Sojar.
Finalmente era capaz de comprender lo que habían hecho conmigo. Intentaron quitarme todo cuanto había de humano en mí, pero habían fracasado. Aún conservaba mi voluntad, mi coraje, mis emociones más profundas y mis recuerdos más íntimos. Yo aún era un hombre, no una máquina.
Luego abrí el otro nanodisk. Aquel contenía el informe de la misión que Drakoi me había pedido. Los generadores de energía suplementaria de Sandoria resultaron ser tres gigantescos cilindros de combustible radioactivo. El informe incluía mapas, accesos y toda clase de información de los mecanismos de seguridad y vigilancia. Luego de leer todo el informe concluí que la misión sería mucho más difícil de lo que pensaba. El único modo de destruir esos cilindros era con la detonación de C4 en sus núcleos de fusión. Si lograba hacerlos volar podría quedar atrapado en una nube radioactiva, además alertaría sin remedio a toda la guardia federada. Y si lograba huir de la radiación, cosa de por sí muy difícil, lo más probable era que me enfrentaría a un ejército entero que estaría tras mi pista. Era una misión casi suicida. Pero era la única posibilidad que tenía para llevar a Kat a Marte; no estaba dispuesto a sacrificar a Laura en tal empresa. Por un segundo pensé en las intenciones de Drakoi al darme toda la información de mi pasado y sentí que había algo de buena fe en sus acciones. Aparentemente, tanto él como yo nos habíamos dado cuenta del gran engaño que era la Federación y el Gobierno Comunista. Quizás aquella misión sería la mejor forma de vengar todas las atrocidades que me hicieron. Sí, era eso, una venganza.
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