14. Oscuridad
...No sé cuánto tiempo pasó, empezó a hacerme mucho calor, el cielo parecía enrojecerse cada vez más, como si hubiera un incendio. Ya casi no podía respirar, el aire era muy caliente. Pensé que debía ser una horrible pesadilla, mi mayor esperanza era despertar en mi cama en cualquier momento...
"Mártires", El Arco de Artemisa
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Kat y yo salimos de aquella vieja posta de construcción luego de dormir por unas pocas horas. No me sentía muy bien, la falta de mis medicamentos empezaba a hacerse muy evidente. Sentía un terrible dolor de cabeza y veía borroso, pero trataba de evitar que Kat lo notara. Ella tampoco lucía muy bien, empezaba a preocuparme por su salud.
Salimos hacia la carretera principal de Fields of Coral. Yo pensaba encontrar un tráfico intenso de aeromóviles, pero el largo sendero de asfalto metálico estaba desierto. Los últimos rayos del sol empezaron a penetrar por la cúpula de la atmósfera del cañón, dando fin a un día lunar que dura 27 días terrestres. Pronto, las luces artificiales se prenderían, generando un artificial paisaje diurno.
Empezó a preocuparme que las calles estuvieran tan desiertas y me preguntaba cuál sería la razón.
—Todo luce muy vacío —comentó Kat.
Ocasionalmente se escuchaban extraños ruidos lejanos, similares a las explosiones de un bombardeo distante. El suelo parecía retumbar cada vez que aquellos sonidos se escuchaban. Kat se aferró con fuerza a mi brazo. Algo andaba mal.
—Salgamos de la carretera —le dije.
Caminábamos a uno o dos metros de la carretera, observando el horizonte ocasionalmente. Pasó una hora y los sonidos seguían perturbando el ambiente de vez en cuando. El Sol casi se había ocultado, era el final del largo atardecer lunar; sin embargo, la jornada diurna debía seguir su curso. En Sandoria, cuando el Sol se oculta una serie de reflectores holográficos iluminan las calles a la manera del Sol, señal de que el día no había acabado; pero la oscuridad empezó a reinar, los reflectores no se prendían. Miré mi reloj, eran poco más de las diez de la mañana en tiempo terrestre.
—Tengo miedo —me dijo Kat.
—Tranquila.
Pronto, la oscuridad era prácticamente total. En el cielo eran visibles las estrellas, había Tierra Menguante y una nube blanca cruzaba de un extremo del horizonte, al otro; era la Vía Láctea. De todos los astros visibles destacaba una especie de estrella roja, no era una estrella en realidad, sino Marte que reflejaba la luz del Sol y aparentaba ser una estrella en el firmamento lunar.
—Espera —le ordené a Kat y coloqué la linterna de mi rifle al lado de la bayoneta.
Cuando prendí la luz, el panorama de vacío total seguía imperturbable, pero los ruidos se hacían más frecuentes. Entonces vi un vehículo acercarse por la carretera. Apagué mi linterna y nos ocultamos tras una roca. Era una patrulla federada. Se detuvo a pocos metros de donde estábamos y vimos a dos policías bajar.
—Te dije que vi una luz por aquí —dijo uno de ellos.
—Debes estar imaginando cosas —murmuró el otro—. Vámonos rápido, este lugar se ve más tenebroso que la Tierra.
—Es por la fuga del generador, los reflectores no se prendieron en esta zona —respondió el que lo acompañaba.
—Y no es la única, media ciudad está a oscuras. ¿Los de mantenimiento habrán descubierto la causa?
—No lo creo, ya lo hubieran arreglado de ser así.
—Mejor vámonos, no creo que hayan civiles aquí, el paso vehicular se cerró hace más de diez horas.
—Espera, qué es eso...
Un ruido extraño envolvió el lugar, similar al sonido de carne que es cortada y estrujada. Luego oímos un gruñido. Segundos después se oyeron disparos.
—¡Dispárale! —gritó uno de los policías.
—¡AHHHGGGG! —un alarido y luego silencio.
Kat respiraba agitadamente, estaba muy asustada. Yo también me sentí inquieto. Segundos después de los disparos algo cayó a mi lado, parecía un brazo. Tapé los ojos de Kat para que no lo viera. La ayudé a incorporarse y empecé a caminar lentamente, tratando de hacer el menor ruido posible. En medio de la oscuridad, todo lo que podía oírse eran pasos y ruidos similares a los que genera un depredador comiendo su presa. Eran sonidos que ya conocía y que me traían recuerdos horrendos.
No sabía por dónde ir, no veía nada. Intuí la posición de la carretera y proseguimos lentamente hacia el norte. Entonces oí un gruñido a mi espalda. No podía seguir a oscuras, debía arriesgarme a prender la linterna. Kat me abrazó con fuerza, le hice un cariño en la cabeza, para tratar de darle seguridad. Quité el seguro del rifle y prendí la linterna.
Estábamos rodeados. Esas cosas tenían tentáculos en la boca, pezuñas y aguijones, eran hemófagos. Algunos empezaron a chillar cuando la luz impactó sus ojos, sus chirridos eran como los de un cerdo. Kat empezó a llorar, temblando sin control. Volteé y vi los tentáculos de un hemófago a menos de un metro de mi cara, estaba a punto de alcanzarme. Le clavé la bayoneta en el estómago y luego la moví hacia arriba, partiendo al monstruo en dos mitades. Los mutantes restantes empezaron a correr hacia nosotros. Yo disparé a discreción, pero no morían; la única forma de matar a un hemófago era cortándole la cabeza, y eran demasiados para decapitarlos cuerpo a cuerpo.
—¡Corre! —le ordené a Kat.
Tenía que buscar algún lugar donde cubrir nuestra retaguardia. Corrimos hasta dar con una cueva que parecía una excelente trinchera. Los hemófagos venían tras nosotros. Lancé una bengala a la cueva, estaba totalmente vacía.
—Kat, ¿me oyes? —le dije, pero ella estaba casi en shock, había palidecido por completo y una extraña sustancia verde brotaba de su boca.
No tuve tiempo de examinarla, los hemófagos casi nos habían alcanzado. Dejé a Kat en el interior de la cueva y me atrincheré en la entrada. Disparé a tantos mutantes como pude, pero debía cuidar las municiones, casi se habían acabado. Dejé de disparar y empecé a matarlos cuerpo a cuerpo, amputándoles la cabeza con la bayoneta de mi rifle y disparando solo si era necesario. Sabía que si me picaban con su aguijón o me mordían, estaría perdido. Pero yo fui un Praetorian, entrenado para los combates más difíciles. Sentí que volvía a ser el soldado que una vez fui, sentí una fuerza inagotable en todo mi ser, la fuerza que me daba el deseo de proteger a Kat.
Perdí la cuenta del tiempo, no supe si estuve peleando por horas o minutos. Lo único que supe fue que había matado a todos los monstruos que vinieron. Había una voluminosa pila de cadáveres en la entrada de la cueva. Yo estaba cansado y herido, revisé con la vista el horizonte, ya no había más movimiento y las luces tampoco regresaban. Todo seguía en total oscuridad.
Ingresé a la cueva para ver cómo estaba Kat. La hallé en el piso, temblando y en posición fetal.
—Ya pasó todo, debemos irnos —le dije.
—Mis padres se convirtieron en esas cosas —la oí murmurar. La volteé para examinarla, tenía más de ese fluido verde en la boca, pero también lo tenía en los ojos. Estaba con temperatura y sudaba bastante. Sentí una desesperación atroz cuando corroboré su cuadro, tenía síntomas de Mesiah.
La cargué en mis brazos y busqué la patrulla en la que vinieron aquellos policías. No tardé mucho en hallarla, los alrededores estaban regados de sangre y tripas. Kat deliraba y yo me sentía más débil a cada momento, el dolor de cabeza era insoportable.
Metí a Kat en el asiento trasero de la patrulla y empecé a conducir. Quería mantener mi mente fría, pero en verdad no sabía qué hacer, me estaba desesperando. Si Kat realmente estaba contagiada de Mesiah, lo más probable era que mutaría o moriría en pocas horas; entonces yo también podría estar contagiado y nuestro destino estaría sellado. Pero si el doctor Bernal tenía razón y Kat realmente era inmune, sus síntomas pasarían y ella se recuperaría. Seguí conduciendo, pensando en todo lo que podría ocurrir, y sentí lágrimas caer de mis ojos. No quería perder a Kat.
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