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CAPITULO 9



AMANDA

—Ven aquí —habló golpeando el amarillento colchón.

Las sensaciones se contrariaban en mi mente, verlo allí tendido, relajado, debía estar alerta, no podía confiarme, confianza era un lujo para mí luego de lo que había experimentado desde mi llegada a este lugar.

Acomodé con cuidado las ropas al salir del baño, las heridas rozaban con la tela y escocían demasiado. Verlo allí, esperando por mi reacción, aunque algo me decía que podía confiar, pero a la vez me mantenía al margen, era difícil abrirme por completo a la posibilidad de que él verdaderamente quería ayudarme sin ningún interés escondido.

— ¿Me contarás tu historia? —pregunté apoyando con lentitud mi cuerpo.

—Es lo justo —sonrió.

Midiendo mis reacciones hizo que apoyara la cabeza sobre su pecho, el vaivén provocado por su respiración consiguió relajarme y dejarme llevar. No intentaba nada más y si bien podía hacer lo que se le viniera en gana ya que no había nadie que se lo impidiera, Ben solo se limitaba a acariciar mi espalda y besar mi cabellera.

— ¿Ben? —susurré.

— ¿Qué sucede? —preguntó deteniendo su trabajo.

— ¿Quién eres?

Retiró con cuidado mi cabeza de su pecho para acomodarme sobre la almohada antes de ubicarse a un lado de la cama.

Algo en mi mente despertó, alerta, cuidado. Su actitud cambió de un momento a otro. Su semblante volvió a ser el serio de unos minutos atrás.

—No sé Amanda, tal vez y suene trillado, pero por favor, déjame hablar y luego grita, corre o haz lo que mejor desees —soltó sin más.

—Si comienzas de esa manera será difícil no hacerlo, pero por si no te has dado cuenta, es imposible huir de ti o de aquí— señalé las paredes carentes de ventanas.

—Lo siento Amanda es que...

Seguí el camino de su mirada hasta dar con sus puños casi blanquecinos por la presión ejercida sobre ellos.

—Oye, vamos, estaré aquí —palmeé su espalda suavemente.

—Mi nombre no es Ben Jones —sentenció clavando su mirada en la mía.

—Está bien, ¿Cuál es tu nombre entonces?

—Mi nombre es William Currington, tengo treinta y cuatro años, mi madre falleció cuando nací, me crió mi tía y vivíamos huyendo de mi padre o al menos eso es lo que ella decía todo el tiempo, cada vez que preguntaba quién era él, sólo respondía que era un hombre del que era preferible alejarse, alguien que no tenía piedad de nada y de nadie —suspiraba de a ratos y parecía que la ira iba creciendo en su interior.

—Lamento mucho lo de tu madre, créeme que entiendo muy bien lo que se siente —dije al tiempo que colocaba mis manos sobre las de él.

—Ella nunca dijo su nombre y tardé estos años en desandar sus pasos y conseguí dar con la persona que mejor conocía a mi madre en este lugar.

No separaba sus ojos del suelo y las lágrimas comenzaron a brotar de los cristalinos pozos que adornaban su rostro. Me senté a la par de William y lo abracé, sentía que se lo debía por haberme escuchado y consolado momentos antes.

— ¿Quién es la persona que buscabas? —susurré escondida en su cuello.

—Berta, ella es mi tía, ella y mi madre trabajaban para los Blanco hace algún tiempo hasta que mi madre se embarazó y fue despedida, cortesía de Dante Blanco —masculló con ira.

— ¿Dante Blanco?

—El padre de Damian, ambos sádicos y pervertidos, ya lo llevan en la sangre los malditos —gruñó golpeando el colchón.

—No –un gemido ahogado abandonó mis labios al oírlo.

—Diecisiete años, la edad que tenía mi madre cuando fue contratada por la antigua señora Blanco, un ser tan frío y calculador como su esposo –comenzó a narrar perdido en sus recuerdos- Berta soportó todo por cariño a Damian, ella aún cree que ese maldito animal encontrará alguien que lo cambiará –espetó con asco.

—Si Berta es tu tía, ¿Por qué cambiaste tu apellido? —era obvia la respuesta, pero quería saber más.

—Para que los Blanco me aceptaran sin atar cabos con el parentesco –replicó con una mirada burlona.

-Lo sé, pero...

-Rachel, mi madre, ingresó como asistente de cocina –continuó con su relato- Berta no podía con todo y pretendía cuidar a su hermana menor haciendo que la contrataran.

La imagen de aquella mirada nostálgica y triste que acompañaba a Berta todo el tiempo, poco a poco todo iba cobrando sentido.

-El trabajo de ambas se volvía complicado cada vez que los Blanco cerraban negocios en el Rancho –masculló con rabia contenida- fue en uno de esos "cierres" en el que el destino de mi madre se torció.

Vi su rostro mutar de uno apacible a uno iracundo, sus manos comenzaron a temblar, se incorporó comenzando a caminar en el pequeño cuarto en el que nos encontrábamos.

-Aquella noche, ella conoció la verdad bajo el telón de la obra de teatro que actuaban a diario la prestigiosa familia Blanco –añadió con ironía y burla.

>> era la encargada de servir a Dante Blanco y su séquito, fue entonces que oyó lo que la condenaría para siempre –volvió hasta mí arrodillándose frente a mí- el dinero que ella recibía, la comida que servía en ese momento, todo lo que la rodeaba provenía de los negocios sucios y bañados en corrupción de los Blanco y sus secuaces.

—No puede ser —susurré ahogando un jadeo con las manos.

-Se enteró de los negocios que los Blanco tenían y de los que conseguían su riqueza, se hacían ricos amenazando personas, robando y secuestrando mujeres, así como tú y con el narcotráfico –narró apoyando su cabeza en mis piernas- sin quererlo oyó una conversación entre Blanco y un narcotraficante, ella iba a servir las bebidas, pero oyó lo que no debía y el precio que pagó por el descuido fue demasiado caro.

— ¡No! —susurré levantando su rostro hacia mí.

—Ambos la drogaron y violaron, mi tía la halló al día siguiente hecha un ovillo en un rincón del salón de reuniones de Blanco, intentó en vano conseguir ayuda de los matones, todos hicieron la vista a un costado –contaba negando mientras limpiaba sus lágrimas- prácticamente arrastró a mi madre hasta el límite con el rancho vecino...

—Los Corven —susurré recordando.

—Ellos, el anterior dueño del rancho, el padre de Bryan fue quien quedó al cuidado de mi madre, tuvo que ser hospitalizada debido a las heridas que sufrió durante su ultraje –comentó mientras acunaba su rostro en mis manos- llevó a mi madre al hospital y la ayudó a recuperarse e incluso alojó por mucho tiempo en su rancho, hasta que un día fue nuevamente presa de Dante Blanco, al verla embarazada y en el rancho vecino se sintió amenazado y cargó contra ella –recordó escondiendo nuevamente su rostro en mis piernas.

>> Llevaba 8 meses de embarazo, tenía tan sólo 18 años, una niña prácticamente –balbuceaba sorbiendo su nariz- una tarde mi madre se confío y junto con la señora Corven salieron a recorrer los prados, Blanco se sintió amenazado al verla con vida, más aún con su abultado vientre.

-Un hijo ilegítimo sería la ruina –afirmé.

-Correcto –suspiró saliendo de su escondite- fue entonces cuando el maldito la acorraló y golpeó hasta casi matarla –lucía visiblemente afectado.

Levantó su mano hasta mi rostro, acarició suavemente cada herida, cada moretón que había en él. Coloqué mis manos sobre las suyas y sonreí anonada por aquel gesto.

-Me recuerdas tanto a mi madre, Amanda...

Mi corazón dio un vuelcoy me encogí en mi lugar. 

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