CAPITULO 8
AMANDA
Mis ojos se presionaron con fuerza al oír el chirrido de la oxidada puerta, mi cuerpo reaccionó al igual que siempre, posición fetal, cabeza cubierta con los brazos y esperar, siempre esperar lo peor.
Pasos, pesados, calmados, retumbaban dentro de la vacía habitación, lentos, tanto que desesperaban, pero no podía abrir los ojos, no quería abrirlos. Recorrieron la última distancia y sentí el colchón hundirse junto a mí, mi cuerpo se estremeció ante la expectativa, nunca se había tardado tanto en actuar.
Liberé lentamente el rostro de mis brazos al tiempo que abría los ojos, la ausencia del aroma a whisky y tabaco me animó aún más.
—Traje ropas —sonrió mostrando una bolsa de papel.
—Gracias —susurré cogiendo la bolsa de sus manos.
—Cámbiate –añadió quedando de espaldas –me avisas si molesto y me retiro –sentenció mirando a lo lejos.
— ¿Qué? —cuestioné intrigada.
-Tus heridas –habló en la misma posición- no dejan mucho margen de movimiento, -se explicó.
-Gracias –hablé asintiendo a su ofrecimiento.
El hombre sólo se encogió de hombros al tiempo que me levantaba envuelta en las sábanas para vestirme en el baño. No había reparado en él hasta ese momento, era joven, de unos treinta y tantos años, corpulento, apuesto también, bastante a decir verdad. Sus cabellos negros lacios caían rebeldes sobre su rostro, su piel pálida hacía contraste con lo negro de sus ojos dándole un aura de misterio.
—No puedo creer que seas uno de los matones de Blanco —solté sin más logrando su atención.
— ¿Por qué? —sonrió de lado viéndome.
—Tu mirada...
— ¿Qué con ella? —dijo confundido.
—La mirada son el reflejo del alma y la tuya no es para nada oscura, es más... —me acerqué hasta quedar frente a él –la tuya es transparente y cálida.
— ¿Sabes mucho? —carraspeó.
—Pues no lo suficiente, caso contrario no estaría aquí —bufé cayendo sobre el colchón.
— ¿La pesadilla? —preguntó curioso.
—Antes que nada, ¿cómo te llamas? —pregunté.
—Ben, mi nombre es Ben Jones —añadió tendiendo su mano.
—Amanda Méndez —sonreí estrechando su mano.
—Y bien Amanda, me dirás cómo llegaste aquí –inquirió curioso.
— ¿Por qué quieres saberlo? —cuestioné extrañada.
—Primero tu historia y luego la mía —sonrió guiñando el ojo.
—Soy de Dominicana, tengo veintidós años, mi padre falleció cuando tenía diez años, unos ladrones lo mataron y mi madre falleció de cáncer a causa de su trabajo en una textil hace cuatro años. Siempre soñé con ser cantante y eso fue lo que me trajo hasta aquí —sus ojos me veían con nostalgia y me sentía muy rara.
— ¿Cómo conociste a Blanco? —preguntó esperando la otra parte de la historia.
—Habíamos enviado un demo a una productora con mi madre, Royal Stars, creíamos que sería una productora buena pero no resultó más que una fachada para atraer ingenuas como yo a una trampa mortal —expliqué.
— ¿Royal Stars? Richard —masculló.
—Evans, sí, el mismo, él dijo que había sido seleccionada y me envió todos los documentos y dinero necesarios para llegar hasta Nevada, en Estados Unidos.
— ¡Oye! Alto –dijo agitando las manos- , tú ¿sabes que estás en Canadá? —preguntó asombrado.
Mis ojos se abrieron como platos ante aquella pregunta y la verdad es que mucho no sabía desde que Damian me sacó de aquel cabaret. Intenté encontrar en mi mente algo, pero no había más de lo que siempre aparecía en mis sueños.
—No lo sé, sólo recuerdo que aquel día llegué a Nevada, Richard fue a buscarme del aeropuerto, -comenté acomodando mi cabello- fuimos primero a una especie de hotel donde comimos algo, hablamos de mi supuesta carrera de cantante, -continué numerando los sucesos.
-De un momento a otro, comencé a sentirme mareada, el sueño...
Mi cuerpo se estremecía lentamente al recordar, las imágenes se paseaban en mi mente, cerré los ojos, no quería verlas.
>>Luego simplemente desperté al oír voces fuertes, abrí los ojos, oí como Richard hablaba con un hombre vestido de blanco, intenté levantarme y no pude hacerlo ya que me encontraba atada de pies y manos en una silla ginecológica. Caí en la cuenta de que me habían drogado y llevado hasta ese lugar y supe que nada estaba más lejos de mí que la carrera de cantante que tanto soñaba.
— ¿Cuánto tiempo? —preguntó serio.
—Fue hace dos años, en aquel momento ellos constataron que era virgen y dijeron que con ello asegurarían un buen trato y salvarían todo lo invertido en mí. Intenté gritar, desatarme, huir, pero lo único que conseguí fue que me golpearan y volvieran a drogar.
—Malditos engendros —masculló cerrando sus puños.
— ¿Por qué? —volví a preguntar.
—Tu historia y luego la mía —repitió fríamente.
—Está bien, no supe en qué lugar me llevaron, cuando desperté estaba en una habitación similar a esta, no tenía permitido hablar con nadie, cada noche venían a buscarme y cantaba en el cabaret "Jewel's", al terminar como siempre volvía a mi escondite, hasta que un día apareció Damian Blanco –recordé al hombre sentado en primera fila cada noche.
-Cada noche iba a verme, lo veía hablar con Richard y clavar sus ojos en mí mientras cantaba y aquello realmente me asustaba –sentí las lágrimas caer libres por mis mejillas.
— ¿Pasó mucho tiempo desde que llegaste hasta la aparición de Blanco? —cuestionó seriamente.
—No lo sé, aproximadamente un año y medio —intenté recordar las fechas, pero eran muy vagas.
—El tiempo que estuvo huyendo –dijo entre dientes.
— ¿Cómo? —pregunté.
—Continúa —pidió gesticulando con las manos.
—Fueron muchas noches las que iba a verme nada más, siempre sentado en primera fila, con un vaso de whisky en la mano. Pasaron meses de aquella manera, no lo sé, serían unos seis meses hasta que una de esas noches Blanco llegó con un portafolio, luego de mi show bajé y llegó con el mismo hasta donde nos hallábamos Richard y yo, me había comprado, esa misma noche me llevó a un hotel, pero no supe donde ya que me tenía con los ojos vendados durante el viaje.
— ¿Hace cuánto de eso?
— ¿Por qué? —elevó una ceja y me vio fijamente –mi historia y luego la tuya, está bien –asintió con una sonrisa- aproximadamente unos ocho meses de aquella noche que prefiero no recordarla.
Mi voz se quebró y me fue imposible evitar que las lágrimas se agolparan en mis ojos. Todavía me parecía oír mis gritos ahogados al recibir los golpes que Damian impartía en todo mi cuerpo, los latigazos ardían, las ataduras en mis manos y pies quemaban, me sentía morir en vida. Cuando sus manos me apresaron y arrastraron de los cabellos hasta la cama fue la peor humillación de todas.
—No tienes que continuar Amanda —sentí su mano sobre la mía.
Abrí los ojos y vi sus manos empapadas por mis lágrimas, levanté la mirada y vi sus ojos preocupados al verme de esa manera, ¿Quién era este hombre? No confiaba en él, pero me extrañaba muchísimo su manera de actuar.
—Me arrastró completamente desnuda, sujetando mis cabellos hasta lanzarme sobre la cama, jamás había estado con un hombre antes, todo aquello era nuevo para mí —mi voz se fue quebrando más y más hasta casi desaparecer.
—Ven aquí —susurró acercándose –Por favor, confía en mí –añadió abriendo sus brazos.
Aunque en el fondo algo me decía que podía confiar en él, su mirada preocupada y la necesidad por sentirme protegida hizo que fuera hacia él y escondiera la cabeza en su pecho mientras acariciaba mi espalda con sus manos.
—Me arrebató lo más preciado que tenía, mi dignidad, mi libertad, todo para luego convertirme en su mascota y terminar de ultrajarme —sollocé mojando su camisa.
—Te sacaré de aquí Amanda, juro que lo haré —susurró.
Levanté la mirada y sus ojos negros se clavaron en los míos, su mano acarició mi mejilla con cuidado para luego volver a rodearme con sus brazos.
—Creo que es momento de mi historia pequeña —susurró.
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