CAPITULO 24
BRYAN
—¿Bryan?— oí la voz de Thomas.
—Thomas, ¿Sucede algo?—
—Vi al policía cerca de las caballerizas— no me gustaba nada su tono.
—Sí, aunque no viva en el rancho su trabajo lo sigue manteniendo— expliqué.
—Pues alguien está contenta de verlo— y al ver lo que me señalaba termine de perder la cordura.
Amanda corría a los brazos de William y se abrazaba a él como si fueran ellos los enamorados, Thomas tenía razón, me habían visto la cara, lo había oído de los labios de William la noche anterior, él la amaba y lucharía por ella.
—¡Maldito mentiroso!— dije estampando mi puño en el rostro de William.
—¿Bryan?— oí su pequeña voz llamándome.
—Y tú, ya estás a salvo ¿No? Ahora puedes irte con él— exclamé furioso.
—No te entiendo Bryan, yo...— aún intentaba engañarme y hacerse la inocente.
—¿Tú qué?— la acorralé presionando con fuerza su mejilla.
—¿Qué diablos te pasa Corven?— vi como las lágrimas caían por su rostro y mi ira se encendió aún más.
—A ustedes, se burlaron de mí ¡Los quiero fuera! ¡Ahora!— exigí viéndola fijamente.
Simplemente se volvió sobre sus pasos yendo hacia la habitación, no podía ser más cínica y tan buena actriz, pero no caería más de lo que ya había caído por ella, su engaño acababa aquí y ahora.
—¿Acaso perdiste la cabeza hermano?—
—¿Hermano? Te atreves a llamarme así maldito traidor—
—Mejor te tranquilizas y escuchas lo que tengo para decirte Bryan, la perderás...—
—¿Cómo perder lo que nunca tuve? Siempre fue tuya, sólo me utilizaste porque no podrías sacarla de allí solo — solté sin más.
—¡Ya cállate maldito celoso!— gruñó tomándome del cuello.
»¿Te crees tan importante? La podía rescatar por mí mismo pero ella pidió por ti, ella siempre estuvo preguntando por ti, incluso estando golpeada te nombraba en su inconsciencia maldito imbécil—
—Eres un maldito mentiroso, ella no me conocía, no me había visto nunca antes— dije enviando mi puño hacia él.
—¡Bonita!—
—¿Pero qué...?— dije viendo el pequeño cuerpo de Amanda caer al suelo.
—Maldición Corven, qué demonios estás pensando— gruñó Will.
—Yo no quise, yo...— ¿Qué había hecho?
—Vamos Will, por favor— oí su voz rota llamar a Will.
—No, por favor Amanda...— este no era yo, yo la quería junto a mí.
—Gracias por salvarme Bryan, te debo mi vida, lamento todo lo que hice— dijo con lágrimas en los ojos sosteniendo su mejilla golpeada.
La vi tomar la mano de William evitando que éste siguiera hablando.
—¡Con un demonio! ¡Amanda!— exclamé intentando detenerla.
Pero fue en vano, ella no se detendría, la había herido, física y sentimentalmente.
«Ella siempre estuvo preguntando por ti, incluso estando golpeada te nombraba en su inconsciencia maldito imbécil»
Aquella frase dicha por William me dejó en jaque, ella no me conocía, nunca la había visto antes de aquella noche en el límite Norte.
—No es posible todo esto, ellos son muy cercanos, estuvieron juntos todo este tiempo—
—¿Bryan?—
—Berta...—
—¿Puedes explicarme lo que acabo de ver?— su mirada estaba llena de enojo.
—Ellos me engañaron— mascullé.
—¿Estás seguro de eso hijo?—
—Ellos se conocían desde antes, la forma en la que se hablan y se tratan— decía con los dientes apretados.
—¿Se puede ser más ciego que tú acaso?— dijo negando con la cabeza.
—¿De qué hablas mujer?—
—De que no te das cuenta de que ella siente más que una simple atracción Bryan y la has tratado como si fuera una cualquiera cuando sabes bien que eso no es así— exclamó visiblemente enojada.
—Y William qué ¿Acaso y no iba a pelear por su amor? Ella fue el motivo por el que se fue del rancho ¿O me equivoco?— bufé llegando hasta ella.
—Te equivocas, William se fue para luchar por el amor y respeto de alguien del rancho pero no era ella, deja esos celos Bryan, no te llevarán a nada bueno, aprende a escuchar por una vez— dijo girando sobre sus pies volviendo al rancho.
—¡Berta!— la llamé pero vaya y hoy se habían revelado todos en mi contra.
Arrojé mi sombrero al suelo y me dirigí a las caballerizas una vez más, Luna, ella era la única que calmaba mis arranques de ira, la única que sabía cómo curar mi dolor.
—Hola amiga— susurré tocando su hocico.
Pero no fue un relincho su respuesta, sólo se alejó de la puerta y se recostó sobre el heno.
—Pero ¿Qué...?— dije entrando en ella.
Me acerqué a controlarla, ella era muy activa y no era de permanecer sin actividad alguna, menos aún de alejarse de mí como lo había hecho. Esta no era mi Luna.
—Vamos amiga, a cabalgar, el sol está exquisito hoy, anda dormilona— dije palmeando su lomo.
Ella sólo me miraba y comenzaba a respirar con dificultad, fue cuando tomé mi celular y llamé al veterinario del rancho, esto no era normal. Expliqué la situación al veterinario y revisé cada rincón de la caballeriza buscando señal de algo que estuviera fuera de lugar, pero no había nada.
Salí en busca de Samuel, él y William habían sido los últimos que estuvieron junto a Luna, no dejaba que nadie más que Samuel estuviera con ella.
—No voy a perderte a ti también— mascullé sintiendo un vacío en el pecho.
—Berta ¿Has visto a Samuel?—
—No Bryan, no desde la mañana— me vio extrañada por lo agitado que estaba.
»Todo bien hijo, ¿Algo sucedió?— preguntó preocupada.
—Luna...—
—¿Qué sucedió Bryan?—
—Voy a perderla a ella también— comencé a decir con la voz rota.
—Ven hijo, siéntate aquí— dijo tomando mi mano.
»Respira hijo, te prepararé un té— dijo volviéndose hacia la hornilla.
No caí en la cuenta de en qué momento comenzaron a temblar mis manos, me dolía el pecho y me sentía morir en vida.
—Samuel— dije entre dientes saliendo de la cocina.
Oía la voz de Berta llamándome pero nada me importaba, debía averiguar que le había pasado a Luna.
Recorrí los pasillos del rancho hasta llegar a la casa de los empleados, llegué a la habitación de Samuel pero nadie había allí. Luego de golpear varias veces la puerta decidí entrar en la habitación de Thomas y grande fue mi sorpresa al ver cantidades enormes de botellas vacías de las bebidas más variadas.
—Esto explica un poco su mal humor— dije entre dientes.
Ya hablaría con él luego, seguí mi camino buscando y unos gritos provenientes de la parte trasera de la caballeriza llamaron mi atención.
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