CAPITULO 19
WILLIAM
¿Dónde se había metido ese muchacho? Tía Berta me había enviado a buscarlo, nadie sabía dónde se hallaba desde que me había indicado que hacer en el establo.
-Diablos- refunfuñé mojando mi rostro.
Continué buscando tratando de recordar lo último que había dicho el muchacho que haría.
-¿Luna?- susurré.
Me acerqué hasta el lugar en el que la yegua descansaba, Samuel iba a asearla, debería de estar aquí y en efecto allí estaba y dormido, no pude evitar el observarlo detenidamente y no caí en la cuenta de en qué momento me puse de cuclillas y acerqué mi rostro al de él. Era un maldito imán.
-¿Con que así tú trabajas?- pregunté riendo dejando que las gotas de agua lo despertaran.
Sus ojos se abrieron lentamente y al verme quedé malditamente hipnotizado por esos pozos grises que estaban frente a mí, no dudé en acercarme aún más siendo atraído por aquel muchacho.
-¿William?- tartamudeó.
Su respiración sobre mis labios hizo que se llevaran toda mi atención, demonios, tanto tiempo sin sentir algo como esto, mi corazón latía como si hubiera corrido una maratón y no había otra manera de detenerlo.
-Samuel- susurré tomando su mentón con una mano.
Y así cometí la locura que me juré mil veces no volver a cometer, dejar que mis impulsos ganaran sobre mi cordura, pero, esos labios, eran el mismísimo paraíso, tan suaves bajo los míos, temerosos pero deseosos a la vez se dejaron guiar por los míos al tiempo que se incorporaba para colocar su mano en mi pecho.
Sentí como intentaba alejarse y me aproveché de mi tamaño para tomarlo por detrás de su cuello y mi lengua se abrió paso entre sus labios cuando un gemido involuntario apareció por la sorpresa.
El tiempo se había esfumado, ambos extasiados en aquel beso único fue algo que puso mi mundo de cabeza en un segundo. Con la respiración agitada, los labios hinchados y los ojos fijos el uno en el otro quedamos en silencio perdidos en nuestros pensamientos.
-Yo...- intentó decir visiblemente sonrojado.
-Lo siento Samuel- susurré dándole la mano para ponerse de pie.
Al tomar la mía me vio con el ceño fruncido y no entendí el porqué de su reacción, sabiéndolo más joven supe de inmediato que debía aclarar un par de cosas antes de continuar.
-Samuel...-
-Ya lo dijiste policía, lo siento yo también- gruñó antes de sacudirse el heno de los pantalones.
-Si no dejas que hable...-
-¡No quiero que hables!- añadió agitando los brazos.
-No niegues que...-
-No lo niego pero no quiero oírte ahora policía- dijo saliendo de la caballeriza.
-Pero... qué... niñato malcriado- gruñí levantando heno con mis pies.
Furioso abandoné la jaula de Luna dando un portazo a lo que ella contestó cono bufido.
-Lo siento Luna, te compensaré luego-
Y sería muy luego porque me topé con la mirada inquisidora de tía Berta y sabía muy bien que no saldría de allí hasta que le explicara con lujo de detalles que había sucedido allí dentro.
-Te espero en mi habitación luego de que comas- sentenció firme.
-Tía...-
-Te conviene que tengas una muy buena explicación William- dijo girando sin mirar atrás.
-No hice nada malo- susurré rascando mi nuca.
Malditos impulsos, maldije internamente todo el trayecto desde las caballerizas al comedor, al llegar vi como Thomas regañaba a Samuel mientras éste se deshacía en explicaciones y fue cuando hice oficial mi antipatía hacia aquel hombre, se había metido con las dos personas más importantes de mi vida en ese momento.
-¿Sucede algo?- interrumpí su discusión.
-Nada que te incumba intruso, tú y la otra traerán desgracia a este rancho y tú... no me decepciones- señaló apuntando a Samuel.
-Pa... diablos- masculló cerrando sus puños.
-¿Estás bien?- dije apoyando mi mano en su hombro.
-Déjame en paz policía, estoy bien- dijo desapareciendo del comedor.
-¿Y ahora...?- gruñí revolviendo mi cabello.
Sentí unos dedos tocando mi hombro y vi a Amanda con la mirada curiosa puesta en mí.
-¿Estás bien?-
Asintió con una sonrisa pícara, vamos que el lenguaje sordomudo no me lo había aprendido, tímidamente tomó mis manos e hizo un ademán de que la siga.
Salimos y fuimos hacia el parque que había a la margen del rancho, lucía sonrojada y no sabía el porqué, era como si hubiera hecho alguna travesura y no tenía a quien contarlo.
-¿Aquí?- dije señalando la banca.
Asintió sonriendo y juraría que si no fuera por mi orientación sexual habría caído por Amanda hace mucho tiempo, era fuerte, dulce, luchadora y encantadora. Ojalá y el tiempo no se le pase en vano a Bryan.
-A ver bonita, ¿Qué sucedió?- dije acomodando su cabello tras su oreja.
Señaló sus ojos, luego su corazón y por último hacia el rancho, a ver, ojos, corazón, rancho, vamos que eso ya lo sabía, ama al rancho de solo verlo.
-Amas el rancho- arriesgué.
Soltó un suspiro para luego hacer un ademán de que era algo más.
-Eso también lo sé bonita, amas al dueño del rancho-
Y vaya que había acertado porque tanto sus ojos como su boca se abrieron en ese instante. Y lo tan esperado sucedió en el momento menos esperado.
-¡Bryan no!- gritó poniéndose de pie.
Al girar a ver lo que ella veía divisé como Bryan caía de uno de los caballos que estaban domando en el rancho, el pequeño cuerpo de Amanda se lanzó a una carrera desesperada hasta llegar a Bryan, fui tras ella quien se arrodilló junto a Bryan recorriendo su rostro con sus manos.
-Bryan- volvió a susurrar.
Al oír su nombre abrió los ojos viéndola atónito, levantó su mano acariciando su mejilla con cariño.
-Hablaste...- dijo con una sonrisa en sus labios.
Ella se volvió hacia mí y lo único que pude ser fue encogerme de hombros y alejarme de allí. Al levantar la vista pude ver a tía Berta con sus brazos en jarra y su pie golpeando el piso.
-Con un demonio...- mascullé.
-No estás ganando puntos William- dijo seria.
-Lo siento tía, Amanda...-
-A mi habitación... ahora- dijo caminando frente a mí.
-Tía, no crees que...-
-¿Qué?- gruñó volviéndose hacia mí con el ceño fruncido.
-Ya estoy mayor tía para que me regañes como a un niño- solté con un suspiro.
-Pues compórtate como un hombre de verdad y no andes jugando por allí con los demás- dijo entre dientes.
-¿A qué te refieres tía?-
-Sabes muy bien a lo que me refiero William- dijo señalando a Samuel.
Y supe que ya no me libraría del sermón de latía Berta y sus consejos.
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