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CAPITULO 17


SAMUEL

— ¡Papá!— no entendía la reacción que tuvo para con Amanda.

—Samuel, déjalo, sus razones tendrá para reaccionar de esa manera—

—Bryan tiene razón hijo, de seguro hay mucho que no conoces de tu papá— aseguró Berta acercándose hasta mí.

—No lo entiendo Berta, él no es de reaccionar de esta manera—

—Tranquilo amigo, poco a poco se acostumbrará a la presencia de Amanda y verás que esto será un mal recuerdo— agregó William.

Giré sorprendido al oírlo, me perdí en los pozos oscuros que tenía por ojos, el hombro donde tenía apoyada su mano comenzó a arder lentamente, no podía siquiera moverme y la garganta se me secó al instante.

—Yo... tengo que irme—

Y salí corriendo de allí.

Me perdí en las caballerizas y llegué hasta uno de mis escondites dejándome caer de rodillas aún sin entender mi propia reacción.

—Vamos Samuel, ¿Qué fue todo eso?—

— ¿Señor?—

Me sobresalté al a Bryan llegando a mi lado, su rostro denotaba confusión y preocupación.

—Lo siento señor...—

—Bryan, Samuel, somos familia...—

—Lo siento Bryan, no sé qué fue lo que pasó antes, quizás fue la reacción de papá, conocer a Amanda y a William...—

—Eso es lo que me preocupa, ¿Por qué reaccionaste así con William?—

«Qué excusa pongo ahora, si ni siquiera yo mismo sé la respuesta.»

—Fue nada más que sorpresa al verlo tan cerca, no negarás que su presencia se impone Bryan y su mano cayendo en mi hombro fue aún más chocante— mentí.

—Está bien, ahora repítelo hasta que te lo creas Samuel—

Sonrió revolviendo mi cabello antes de girar y volver al rancho, y vaya que iba a repetírmelo hasta creerlo, ya que ni yo mismo entendía que demonios pasó por mi mente y mi cuerpo en ese momento.

Aún tenía muchas cosas por hacer, así que luego de lavar mi rostro y recuperarme del sofocón que había tenido me dirigí hacia las caballerizas a terminar de limpiar y cepillar a los caballos.

—Estarás bien por aquí William— escuché decir a Bryan.

« ¿Qué?»

—Claro que sí Bryan, al estar en Los Blancos aprendí algo del cuidado del Rancho y los caballos— replicó el moreno.

—Además de seguro y Samuel puede ayudarte a entender mejor el manejo del rancho y demás quehaceres—

«Yo ¿Qué?»

Tiré el cepillo y me tomé las mejillas al sentirlas arder, debía contener esto, debía apagarlo, sea lo que sea.

—Diablos— bufé

— ¿Samuel?—

—Si Bryan— tartamudeé.

—Por lo sucedido con Los Blancos, William quedará con nosotros, te será de gran... ¿Estás bien?— interrumpió su explicación viéndome sorprendido.

—Yo...—

Levanté la vista clavando mis ojos en los del moreno que se hallaba mudo tras de él observando con detalle cada movimiento mío. Juraría que la sonrisa socarrona que había en su rostro era una clara burla a mi reacción ante su cercanía y no le dejaría verme hacer el tonto frente a él.

— ¿Samuel?— insistió Bryan.

—Debe ser nada más el calor Bryan, déjalo a mi cargo, yo haré que no tenga tiempo libre— afirmé llegando a su lado.

— ¿Samuel?— volvió a llamarme confundido Bryan.

—A ver si de verdad soportas todo o esos músculos son pura vidriera— me burlé esta vez antes de salir de allí.

— ¿Seguro y estás bien Samuel?—

—Que sí Bryan, voy por los cepillos para Luna— dije saliendo.

Oí a lo lejos la risa burlona de William y los vellos de los brazos se me crisparon por completo.

—Maldito burlón, haré que te arrepientas de tus burlas— bufé.

Comencé a buscar lo necesario para acicalar a Luna, movía las cubetas y los cepillos hasta recoger todo, debía concentrarme en ello y no pensar en lo que me estaba pasando.

—Vamos hombre, que no es normal— mascullé.

— ¿Qué no es normal?— su ronca voz hizo que se me cayera todo de las manos.

—Que te metas en conversaciones ajenas— repliqué sin mirarlo.

—Déjame te ayudo— se acercó hasta mí.

—Deja, yo puedo solo— bufé.

—Bryan dijo que te ayudara— insistió.

—Pues no lo necesito, recoge otras cosas y ve a terminar con la yegua que yo estaba, yo iré con Luna— dije volviéndome hacia él.

Y fue uno de los tantos errores que cometería de allí en más.

— ¿Por qué te molestas tanto conmigo?— estaba a centímetros de mí.

—Sólo mantén la distancia por favor y no estoy enojado ni molesto, espacio personal ¿Conoces lo que significa?— pregunté escapando de su cuerpo.

—Lo sé, pero sólo quieres mantener distancia por tu espacio personal o...—

—Sólo por eso— zanjé la discusión saliendo del cobertizo.

—Repítelo hasta que te lo creas— lo oí gritar.

— ¡Qué diablos tienen todos con esa frase!— grité soltando mi rabia.

Volví a oír su risa burlona y fue la gota que colmó el vaso, no volvería a hablarle amablemente, sería tan frío que ni el verano me molestaría, está bien, soy un exagerado pero...

— ¿Samuel?—

—Sí Berta—

— ¿No has visto a William por aquí?—

—Está en el cobertizo, acabo de dejarlo allí—

— ¿No te cae bien?—

— ¿Quién?—

—Pues William—

—No es eso Berta, no sé por qué pero su presencia me choca, me pone los pelos de punta, sin contar con lo burlón que es...—

—Ay mi niño, son tan complicados— negó con la cabeza antes de ir hacia William.

Se acercaba con la cubeta y los cepillos y al verlo junto a Berta pensé «Diablos, sí que es enorme» y sé bien que esos músculos son producto de mucho trabajo y haber estado en la policía y demás. Pero lo más impactante de todo son sus ojos, esos pozos negros que parecen llevarte a otra dimensión al verlos y...

— ¿Por qué diablos estoy pensando todo esto?— murmuré sin dejar de verlo.

Pareció darse cuenta de mi presencia e hizo un gesto con su sombrero antes de dejar ver esa sonrisa, esa maldita sonrisa.

«Con un demonio Samuel, pareces adolescente enam...»

— ¡No!— grité negando con la cabeza.

Berta y William giraron hacia mí y entré lo más rápido que pude en la caballeriza junto a Luna.

—No puede ser Luna...— la abracé y me quedé junto a ella.

Habían pasado minutos, horas y seguía junto a Luna, no tenía apetito, aunque a decir verdad, estaba evitando cruzarme con William, lo que ese hombre despertaba en mí hacía mucho no lo sentía y aquella vez no terminó exactamente como hubiera deseado.

—No puedo Luna, no puedo hacerlo... otra vez no— dije recostándome sobre ella.

Luna había quedado dormida y no caí en la cuenta de que yo también lo había hecho hasta que sentí unas gotas cayendo sobre mi rostro.

Abrí los ojos lentamente y la vista borrosa no me dejaba visualizar correctamente lo que tenía frente a mí.

— ¿Con que así tú trabajas?—

«Esa voz... Su voz»

Terminé de abrir bien los ojos y el rostro sudoroso de William se hallaba a centímetros del mío. Un extraño, es lo que debía ser para mí... o eso quería creer.

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