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CAPITULO 16


AMANDA

Habían pasado un par de semanas desde que volví del lugar oscuro en el que Damian me había enviado. Los primeros días fueron duros, volver a sentir mi cuerpo como uno normal y lograr que reaccione a cada estímulo que lo sometía parecía ser tarea imposible de lograr.

—Vamos pequeña no te desanimes— decía constantemente Bryan.

—Anda bonita, sé que tú puedes lograrlo— insistía con una sonrisa en el rostro William.

— ¿Bonita?— gruñía Bryan.

—Ahí vas de nuevo, ¡Celoso!— reía el otro enfureciendo a Bryan.

¿Qué debían lograr que haga? Exactamente eso, hablar, debía intentar comenzar a hablar y rehabilitar mis cuerdas vocales de una vez, pero dolían como el infierno, había controlado el dolor al momento de respirar, pero hablar, eso era algo totalmente distinto, era mi sueño vuelto pesadilla.

— ¿Amanda?— sorprendido se volvió hacia mí.

Sentí la mano de Bryan llevarse la lágrima escurridiza que por ella caía, se acercó hasta mí y rodeó con sus brazos fuertes.

—Lo que sea que sientas, lo que sea que duela, lo solucionaremos pequeña, estás viva, puedes luchar, no te rindas, por favor— susurró haciéndome estallar en llanto.

¿Qué haría ahora? Mi sueño y motivo para venir a Estados Unidos era convertirme en una cantante y ahora ni siquiera estoy en Estados Unidos, estoy en Canadá y sin voz, ¿Cómo se supone que reaccione? La ira y la tristeza comenzaban a corroerme por dentro y todo se lo debía al maldito Damian Blanco y su red de trata de personas, ellos me convirtieron en el maldito monigote que soy ahora.

—Amanda, cálmate pequeña— continuaba diciendo Bryan.

—Iré por el doctor— murmuró William abandonando la habitación.

Comencé a temblar y negar en los brazos de Bryan, sabía lo que el doctor haría, las últimas veces que estos ataques ocurrían y no podían controlarlos optaban por sedarme y dejar que Morfeo se encargue de solucionar lo que ellos no podían.

—Tú sabes porque ella está así— escuché a Bryan afirmar.

—Su sueño— dijo William.

Quería despertar y detenerlo pero era todo en vano, siempre era lo mismo, me sentía una intrusa en la conversación de ambos todo el tiempo, no tenía voz, ¿Cómo hacerles entender lo que siento?

—Habla, por favor— pidió Bryan.

—Su sueño fue el motivo por el que terminó aquí, sus padres fallecieron, ella quedó sola, le ofrecieron una carrera como cantante en Estados Unidos y ella aceptó, es así como manejan el mercado los hombres de Blanco, crean ilusiones captando la atención de muchachas solas como Amanda y la traen para hacer con ellas lo que ya sabes— explicó sin mucho detalle William.

—Su sueño, su voz— repitió con voz quebrada Bryan.

—No está todo perdido Bryan, recuerda que hay rehabilitación pero es ella quien debe dar el primer paso y hablar—

—Y si no lo logra—

—No te decaigas tú también, sino ¿Quién será su apoyo?—

—Mañana la dan de alta, seguiremos con los tratamientos pero ya teniéndola en casa—

—Lo sé, estaré allí para lo que necesites—

— ¿No te creará problemas con tus jefes?—

—Aunque no lo creas, me has solucionado la vida—

— ¿Cómo?—

—No puedo volver a casa de Blanco luego de nuestro tiroteo, pero estando en tu hacienda puedo vigilarlo y mantenerme al tanto, al igual que cuidar de tía Berta—

— ¿Y cuándo fue que te invité a mi rancho?—

—No me vengas con tonterías ahora Bryan, dijiste que no me dejarías solo—

— ¡Claro que no hombre!—

Esos dos parecían hermanos después de todo, intenté por un momento más seguir de intrusa en su conversación pero los efectos del sedante pudieron más que mi voluntad y volví a dormirme.

— ¡Hoy es el gran día!— entró como siempre William entusiasta.

—Así es, hoy conocerás el rancho Amanda— sonrió al tiempo Bryan.

Traté devolverles la sonrisa y alguna palabra pero todo quedó en una mueca y silencio absoluto.

—No te esfuerces, déjalo salir, siéntete libre y cómoda y cuando menos lo esperas, ella saldrá con la fuerza que siempre tuvo— explicó el terapeuta que se encargaba de recuperar mi voz.

Asentí en agradecimiento y me puse de pie lentamente, me puse obstinada y no quería una silla de ruedas, pero...

— ¡Amanda!— gritó sobresaltado Bryan.

Sus brazos me sostuvieron justo a tiempo y pude recomponerme sin ningún rasguño, sus ojos se clavaron en los míos e hicieron estremecer todo mi cuerpo.

— ¿Tienes frío?— preguntó curioso.

Si supiera que causa el efecto totalmente contrario en mí, me tomó en sus brazos y sentó en la silla de ruedas que William había traído en mi instante de distracción.

—Al menos hasta llegar al rancho Amanda— pidió.

Asentí no muy convencida pero de verdad que me sentía una completa inútil al no poder siquiera hablar por cuenta propia. Era fastidioso y frustrante.

El doctor llegó dando las últimas indicaciones y horarios de sesiones de rehabilitación antes de dejarnos salir del hospital. Los hombres de Bryan nos esperaban fuera al costado de una camioneta negra. ¿Tanto dinero así tenía? Me pregunté viéndolo de lado mientras nos abrían las puertas para entrar.

—Es del rancho, te llevaré allí, intentaré que Berta pueda ayudarme contigo, Samuel de seguro lo hará más que feliz— bufó volviendo su cara hacia la ventana.

Quería gritarle que era muy tierno su lado celoso, pero por obvias razones aún no podía hacerlo. El camino comenzó a poblarse de arboledas a ambos lados de la ruta y el aire comenzó a cambiar de uno cálido a uno más fresco.

—Ponte esto— susurró dejando caer su chaqueta sobre mi espalda.

Asentí y volví a perderme en el camino que se habría ante nosotros. Al llegar al rancho se encontraba Berta parada junto a un joven de sonrisa alegre y un hombre un tanto mayor y bastante serio.

—Bienvenida al Rancho "Meadows of heaven" o Praderas del cielo— dijo orgulloso abriendo la puerta de la camioneta.

Abrí la boca quedando completamente tonta ante lo que tenía frente a mí, el rancho, la pradera que lo rodeaba, una sonrisa se formó en mis labios pero desapareció al instante y sentí el miedo invadir mi sistema al divisar el rancho de los Blanco a lo lejos.

—Aquí no pueden hacerte daño Amanda, ven conmigo— dijo Bryan pasando su brazo por mi hombro acercándonos a las personas.

— ¡Tía Berta!— exclamó efusivo William.

Fue el primero en adelantarse y alzar en volandas a la mujer que había cuidado de mí en casa de los Blanco.

—Creo que a Berta ya la conoces— sonrió Bryan señalándola.

—Niña Amanda, me alegra tanto verla recuperada— sonrió dándome un abrazo.

—Este joven de aquí es Samuel, es como mi hermano, él ayudará en tu rehabilitación ¿No Samuel?—

—Eh, yo... sí, claro— aceptó levemente sonrojado.

—Te dije que aceptaría con gusto— bufó con su tono de celos.

Asentí y agradecí sonriendo al muchacho que al verme a los ojos se sonrojó más aún. La última persona que quedaba por presentar era el hombre de rostro serio y duro que, a decir verdad, no me daba mucha gracia conocerlo.

—Él es Thomas, es como mi padre, mi mano derecha y amigo de confianza— presentó.

El hombre me recorrió de pies a cabeza y sin decir más giró sobre sus pies.

— ¡Thomas!— llamó Bryan.

—No confíes en ella— sentenció sin mirar atrás.

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