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CAPITULO 15


AMANDA

Respirar dolía, intentar moverme aún peor, los pitidos que oía a lo lejos me volvían loca y rogaba que alguien los detuviera de alguna manera, sentía que mi boca se abría pero no salía palabra alguna de ella, dolía, todo dolía y pesaba.

«Vamos, puedes hacerlo»

Repetía una y otra vez intentando abrir los ojos siendo en vano ya que parecían pesar una tonelada cada uno, ¿Qué había pasado conmigo? Volviendo a los últimos recuerdos en mi memoria podía ver el rostro endiablado de Damian llamándome Sara, William y Bryan inconscientes en el suelo y yo...

«El disparo»

Algo se activó dentro de mí al recordarlo, no puede ser, ¿Muerta? No, de estar muerta no estaría pensando esto ¿O sí?

—No puedes terminar así— oí susurrar a alguien.

¿Quién es?

—Debimos haber llegado antes— habló alguien más.

—Tienes razón, apestamos como héroes— rio el primero.

Sentí un toque sobre mi frente que me hizo estremecer y hasta juraría que mi ceño se frunció en un instante.

— ¿Viste eso?— dijo uno presionando mi mano.

—Tanto como tú— contestó el otro y oí pasos acercándose a mi lado.

Entonces sí sucedió, mi ceño fruncido los sorprendió a ambos. Algo cálido rozó mi mano y volví a sentir una presión en ella.

—Anda pequeña, yo sé que tú puedes hacerlo, has soportado todo, abre esos bonitos ojos de una vez— susurró uno de ellos y sentí como su mano llenaba la mía.

—Y dice que no siente nada...— bufó el otro soltando mi mano.

«No lo hagas, no me sueltes»

Quería gritarle que no me suelte pero oí el ruido de una silla y un portazo a lo lejos.

—Lo siento pequeña, no quise que ese necio reaccionara así, ya regreso, traeré a ese terco donde pertenece—

Besó mi frente y sentí como se alejaba, extrañamente no sentí el mismo vacío cuando él se alejó.

Volví a intentar mover las manos, de hecho y muerta no estaba ya que ambos hombres parecían esperar que despertara, pero por los dolores y los pitidos que oía a mi alrededor además de no poder abrir los ojos, algo me decía que no había salido tan ilesa del enfrentamiento con Damian.

—Anda hombre, no seas necio y quédate junto a ella— rio por lo bajo uno de los hombres.

—Me llamas necio ¿Bonitos ojos?— gruñó el otro.

—Vamos Bryan, sabes que no tengo interés alguno en ella más que el hecho de salvarla de Damian— ¿Interés en mí? ¿Quién?

—William, has estado cuidando de ella, bañándola, secándola, curando sus heridas, es normal que sientas algo más por ella—

—Pero no es así hombre— bufó el otro aún más molesto.

—Porque no lo es y se terminó aquí la discusión— sentenció firme.

—Con un demonio William ¡Quieres volverme loco!— gruñó el otro.

«Si no estuviera tan encerrada en esta caja reiría como nunca»

Oí una pequeña risa a lo lejos e intenté curvar mis labios en ese momento y lo hice, reí como hacía mucho tiempo no lo hacía.

— ¿¡Amanda?!— dijeron al unísono.

Abrí los ojos y ambos estaban al pie de la cama viéndome como si fuera un fantasma, pálidos y desencajados.

« ¿Qué no querían que despertara? Ahora lo hago y ¿Me ven así?»

Se lo hubiera dicho de haber podido articular mi voz, pero fue en vano, no pude, solo los vi frunciendo el ceño, o al menos eso quería creer.

Los ojos color miel del hombre vestido con camisa a cuadros se clavaron en los míos haciéndome estremecer, sería él quien tomaba mi mano desde el primer instante, mientras los ojos profundos del otro me veían con alegría y anhelo.

—Quédate con ella, voy por el doctor— dijo el pelinegro.

—No tardes— contestó el otro con voz ronca.

Volví a mirar al hombre frente a mí y recorrí todo su ser con la mirada, tragué saliva al verlo y una pequeña sonrisa se formó en sus labios, comenzó a moverse hacia mí y tomó la silla que momentos antes había movido de allí para sentarse en ella.

—De saber que despertarías con nuestra loca conversación y riendo te hubiera despertado con cosquillas pequeña— susurró en mi oído.

Sentí mi piel erizarse y aquello era algo completamente nuevo en mí, no sabía cómo con un simple susurro podía lograr que mi cuerpo reaccione de aquella manera. Sonreí al verlo tan cerca de mí, quería tocar su mejilla, sentir su creciente barbilla en mis dedos y esos ojos, Dios, esos ojos...

—Aquí...— volví la mirada hacia la puerta y la sonrisa pícara de William apareció –Aquí está el doctor—

—Estas son magníficas noticias— dijo un hombre de mediana edad entrando a la habitación.

Se acercó hasta nosotros y vi el brillo en los ojos de Bryan al apartarse para que el doctor me revisara.

—Bien Amanda, ¿Puedes mover tus dedos?— cuestionó tomando mi mano.

Negué con la cabeza, a lo que él respondió con un suspiro dejando mi mano sobre la cama y colocándose sobre mi rostro, con una pequeña linternilla iluminó cerca de mis ojos pidiendo que siguiera el rastro que dejaba con ella, luego continuó con algo en mi boca y allí encontré el motivo de por qué no podía hablar.

—Bien Amanda, has despertado que es todo un gran logro para el estado en el que llegaste, has superado la parte más difícil lo que me indica que eres una muchacha fuerte— sostuvo volviéndose hacia mis acompañantes.

— ¿Pero?— cuestionó nervioso Bryan.

—Pero, debemos cerciorarnos de que todo en su cuerpo funcione como debe de ser, el movimiento en sus extremidades los recuperará con el tiempo y rehabilitación, esos minutos que su cerebro ha quedado sin oxígeno han dejado esto como secuela— explicó calmado.

Los rostros de Bryan y William se tensaron al tiempo que el doctor volvió a acercarse hasta mí, su mano recorrió mi cuello y un ligero dolor llegó hasta mí en ese momento en mi garganta.

—Amanda, voy a retirar el respirador ¿Entendido?— explicó.

Asentí mientras el doctor comenzaba a apagar un par de monitores y llamaba a la enfermera para que lo asistiera.

—Va ser molesto y necesitaré que me ayudes siendo fuerte e intentando respirar por ti misma Amanda, de no funcionar volveremos a conectarlo hasta que tus pulmones se hayan recuperado lo suficiente— explicó.

Volví a asentir y la enfermera se abrió paso llegando hasta mí con los instrumentos necesarios para retirar el respirador.

—Bien, aquí vamos— dijo el doctor apagando el respirador.

Sentí el aire abandonar mis pulmones, un dolor en el pecho y la desesperación adueñándose de mí.

—Tú puedes pequeña, muestra lo que esos pulmones pueden hacer— dijo Bryan tomando mi mano.

—No te asustes Amanda, despacio, con calma— oía decir al doctor.

Pero sin darme cuenta mis ojos quedaron clavados en los de Bryan y mi respiración fue acompasándose como si fuera lo más normal en el mundo.

—Eso es pequeña...— susurró respirando conmigo.

—Excelente Amanda, ¡Vaya que tenemos una luchadora aquí señores!— sonrió el doctor levantando mi mano libre.

—Ya lo dije yo pero ciertos necios estaban de sordos por aquí antes— añadió William señalando a Bryan.

Una sonrisa se dibujó en sus labios y besó el dorso de mi mano con ternura. No supe cómo responder a eso, tampoco pude desviar la mirada de la suya, estaba perdida.

— ¡Vaya! A eso llamo yo cortar la respiración— carcajeó el doctor viéndonos.

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