Prólogo
—Perdón si es muy repentino... pero...
Debían ser los últimos en la escuela.
Ambos estaban de pie, frente al otro, separados por solo un par de pasos, Spreen sostenía su mochila despreocupadamente en su hombro derecho mientras miraba a un muy nervioso Roier frente a él.
El sol ya se estaba poniendo, iluminando todo en tonalidades naranja, el corazón del pelinegro dio un vuelco al ver las bonitas luces iluminando el cabello de contrario, destellos de rojo y dorado adornando su bonito cabello castaño.
—Sss...
Spreen salió de sus pensamientos cuando escuchó la voz de Roier hablarle después de un rato de silencio, sus propios ojos violeta encontrandose con los avellana de su amigo de la infancia.
—Siempre...
El siempre inquieto Roier estaba firme como un soldado, sus brazos pegados a sus costados y con la espalda recta, sin encontrar otra forma de relajarse, sus propias manos tomaron en puños los lados de su pantalón, apretando con fuerza.
¿Qué tendría a Roier tan nervioso? No pudo evitar preguntarse Spreen, y relajando su normalmente dura mirada se aventuró a preguntar.
—Capo... ¿estas bie--
—¡Siempre me has gustado!
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