1. Solo estoy practicando
Roier salió de su casa para encontrarse con Mariana y Aldo ya esperandolo afuera, sus ojos se desviaron un momento a la casa de al lado, ¿se habría ido ya? Se preguntó mientras cerraba la puerta tras suyo y se reunía con sus amigos.
Él y Spreen habían sido vecinos desde... bueno, siempre. Al tener la misma edad rápidamente se hicieron buenos amigos, incluso iban juntos a la escuela la mayoría del tiempo, aunque hoy era uno de esos días especiales en los que ya tenía planes con sus otros dos buenos amigos.
Y con planes se refería a: chismear camino a la escuela.
—¿Y bien?
Mariana preguntó después de un rato, Roier desvió la mirada fingiendo demencia.
—¿De qué o qué?
—¡Ay no te hagas! —Aldo le dio un codazo— ¡Tu y el Spreen! ¿Te le declaraste? ¿Ya son novios?
Roier se detuvo en medio del camino y lanzó un suspiro cansado.
—No van a creer lo que pasó...
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—¡Siempre me has gustado!
Fueron solo cinco palabras las que lograron desarmar por completo al pelinegro. Sus labios se separaron instintivamente, sus mejillas y orejas comenzaron a sentirse calientes, su corazón latía tan fuerte que casi podía oírlo. Quería gritar, quería llorar, quería abrazar al chico frente suyo, o golpearlo, no estaba seguro. Quería hacer muchas cosas.
Pero su cuerpo decidió simplemente petrificarse.
Roier contó los segundos, conforme el tiempo pasaba sentía como la adrenalina y el valor iban disminuyendo y comenzó a apartar la mirada de los ojos violeta de Spreen.
¿Acaso lo escuchó? Bueno, claro, tomando en cuenta que prácticamente lo gritó.
Entonces ¿por qué no reaccionaba?
Esperaba algo, lo que sea, pero no había nada.
Aunque siendo justos si había una reacción, al parecer Spreen había decidido convertirse en un pez, pues tenía los ojos bien abiertos y su boca se abría y cerraba constantemente, como si se debatiera con qué decir.
Por eso, antes de que pudiera decir algo, Roier lo interrumpió de la peor manera posible.
—¡AAAAH! ¡No mames! ¡¿A poco te la creíste?! ¡Nooo! ¡Soy una cosa pero bárbara!
La siguiente reacción del pelinegro fue fruncir el ceño y golpearlo en la boca del estomago, con solo la fuerza suficiente para que parara de hacer el bobo.
—Amigo, ¡¿sos imbécil?! ¿Qué poronga fue eso?
—Práctica —sonrió.
—¿Qué?
—¡Estoy practicando Spreen! ¡Para cuando me vaya a confesar de verdad!
En la cabeza de Roier tenía mucho más sentido del que tenía en realidad, Spreen giró los ojos molesto.
—Dale, ¿y quién es el desafortunado?
—¡Que te valga madres!
Spreen giró los ojos y dió un paso para irse, Roier entendió la indirecta, recogió su mochila del suelo y trotó hasta quedar de nuevo a la altura del pelinegro.
—Lo que quiero decir es... ¿me ayudas?
Le dijo después de un rato caminando.
—¿Ayudarte a qué? —Spreen alzó una ceja.
—A seguir practicando... ya sabes, hasta que lo tenga perfeccionado... y esa persona no tenga más opción que decirme que sí...
《Ni en pedo》pensó Spreen, era demasiado vergonzoso, pero sobre todo arriesgado, ¿ayudarle a Roier, el único chico que siempre ha amado, a confesarse a otra persona? Por supuesto que no.
—Dale —claro que su estúpida boca tenía mente propia—, pero me invitas una hamburguesa.
—¡Spreen conchudo! ¡Ya ni porque soy tu mejor amigo!
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—Y fuimos al McDonalds, tenían una nueva hamburguesa que estaba bien chida, aunque me tocó pagar, y el Spreen hijo de puta encima compró todo en tamaño grande, y se pidió nuggets, y malteada, y otra orden de papas, y--
Mariana le dió un golpe en la cabeza.
—¡No te desvies del tema! ¿Cómo que práctica? ¿Que el pinche Aldo y yo no te ayudamos a practicar durante meses? ¡Que tristeza!
—Te tenía un chingo de fe Roier, se lo dijiste de frente y te retractas, no mames.
Roier dejó de frotar su cabeza y miró al suelo con tristeza, tenían razón, pero al ver a Spreen sin mostrarle una reacción que le diera esperanzas todo el esfuerzo de meses atrás en decidirse a declararse se fue por el caño.
Aldo le dio un codazo disimulado a Mariana, quien seguía entretenido en recriminarle a Roier su cobardía, el ver a su amigo en ese estado no les agradó nada.
—Bueno, no importa mien, para eso estamos aquí —dijo Mariana, pasandole un brazo por el hombro derecho al castaño.
—Si papi, ya lo que pasó pasó, y no es como que te haya dicho que no, vamos a pensar en otro plan, ¿si? —completó Alto, entrelazando su brazo con el izquierdo de Roier.
Eso dio resultado, pues la característica sonrisa de Roier regresó a los pocos segundos.
—¡Esos son amigos y no chingaderas!— se liberó del agarre de ambos y los abrazó por el cuello, Aldo y Mariana reían— ¡Solo espera Spreen De Luque! ¡La próxima vez no será de práctica, será en serio!
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Al llegar a la escuela y a su salón de clases Roier pudo ver a Spreen de pie en la parte de atrás, platicando, o más bien molestando a Juan, caminó hasta su asiento y dejó su mochila
Todavía estaba algo preocupado, ¿y si Spreen se había incomodado por lo del día anterior y ya no le hablaba como siempre?
Cuando sus miradas se cruzaron, el pelinegro le dijo algo al chico quien solo sonrió y giró los ojos para después levantarse y caminar hacia él.
—Uy, como que apestamos a mal tercio —rio Aldo tomando del brazo a Mariana— ahi nos vemos en un rato mi Roiler.
Roier los fulminó con la mirada ¿qué tal si Spreen los escuchaba?
—Che Roier.
Pero toda su molestia se desvaneció cuando escuchó a Spreen quien ya había llegado y tomó el asiento detras suyo, sonrió con todos los dientes mientras sus ojos se achicaban.
Spreen rio nervioso mientras rascaba su nuca —Anoche jugué el juego que me dejaste, estaba re piola.
—¡Obvio, pa! Puro contenido de calidad, de nada.
—Eu ¿cuándo nos juntamos y lo jugamos? Te hago pija —sonrió el pelinegro con superioridad.
—¿Apoco si, tilin?
Le siguió la risa de los dos amigos. Roier sintió un peso liberarse de sus hombros, a pesar de lo mal que salió su intento de confesión y de la (ahora se daba cuenta) pésima excusa, Spreen seguía tratandolo como siempre.
—Spreeeeeen —canturreó un chico bajo llegando al frente de los dos—, te mandé como 20 mensajes boludo, reunión de emergencia, Robleis quiere hacerle unos cambios al guión de la semana pasada. Hola Roier, por cierto.
Quien estaba frente suyo era Carre, otro de sus amigos comunes y además miembro del club de cine junto con Spreen y Robleis.
Spreen sacó su celular de su bolsillo, y efectivamente tenía varios mensajes sin leer, se giró un momento a Roier, el castaño con mirarlo entendió.
—Andale ve Spreen —le dijo riendo por lo bajo—, nos vemos después.
Y Carre hubiera hecho uno de esos chistes que solo hacía cuando Roier no estaba, pero Spreen fue rápido y lo jaló del brazo, arrastrandolo fuera del salón y hacía el club.
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Cellbit Lange.
Estudiante de intercambio, aunque siempre pasó muy desapercibido, este día llegaba con un cambio de imagen impresionante.
Su cabello, antes corto y castaño cenizo, ahora era ligeramente más largo, de un vibrante color caoba y estilizado, con un solo mechón blanco que caía despreocupadamente en su frente, acentuando sus claros ojos azules.
Claro, que un cambio tan radical tenía sus desventajas.
—¿Quién es?
—No se... ¿será otro estudiante de intercambio?
—Se ve muy guapo, ¿no?
—¿Tendrá pareja?
Fueron solo algunas de las cosas que escuchaba mientras caminaba por el pasillo hacia su salón de clases. Mentiría si dijera que no le avergonzaba, aunque también sentía algo parecido al orgullo florecer en su pecho.
Al llegar al umbral del salón, tomó aire, sus ojos pronto posicionandose en la figura de la única razón por la que había decidido armarse de valor y cambiar su imagen. Entró con seguridad y se encaminó hasta su asiento, justo al lado del chico.
—Guapito.
Roier levantó la mirada del videojuego que Spreen acababa de devolverle minutos atrás al escuchar la voz de Cellbit.
Hacía casi ya tres años que lo conocía, al verlo tan introvertido y cohibido en su nueva escuela, Roier se decidió a hablarle y pronto hicieron una linda amistad.
Pero cuando volteó, no vió al Cellbit de siempre, hubiera pensado que era otra persona, hasta que vio sus ojos.
—¡A la madre, Cellbo! —Roier exclamó con sorpresa y alegría, dejando caer por accidente el cartucho de juego —¡¿Qué te paso?! ¡Te ves bien, culero!
—¡¿Bien culero?! —Cellbit casi se desmaya.
—¡No, pendejo! Que te ves bien, coma, culero, osea de TU eres un culero, pero no te ves culero.
—¿Tu crees? —Cellbit sonrió aliviado mientras se sentaba.
—¡Pues claro! ¡Pasame el contacto wey! ¡A ver que puede hacer por mi!
—Igual tu ya estas muy bien así
—Ay si, ajá, me lo dice el super modelo brasileño.
Cellbit lanzó una gran carcajada, con Roier las risas siempre estaban aseguradas.
Enfrascados en su conversación, ninguno de los dos notó cuando Spreen volvió y en silencio se sentó tras Roier.
—Guapito, ¿viste el nuevo juego de misterio que anunciaron? Lo reservé en preventa.
—¿Si? Que chingón, la neta se ve a toda madre, ya quiero que salga para jugarlo, el ENIGMA DO MEDO
Roier imitó el acento del portugués.
Cellbit sonrió encantado.
Y Spreen bufó molesto por lo bajo.
《¿Qué mierda tienen de bueno los juegos de misterio? Amigo, lo mejor son los de aventura》pensó Spreen mirando por la ventana.
¿Y que era esa mierda de "guapito"?
No sabía que le molestaba más, si el pelotudo de Cellbit diciendolo o el aun más pelotudo de Roier que solo lo aceptaba y ya.
Siendo justos, Cellbit nunca le había hecho nada, pero había algo en el que hacía que Spreen le tuviera bronca. Aunque durante los casi tres años que tenía de conocerlo seguía sin saber que era--
—¡Estoy practicando Spreen! ¡Para cuando me vaya a confesar de verdad!
Los ojos de Spreen se abrieron de golpe, ¿no será...
La profesora entró en ese instante, interrumpiendo las pláticas dentro del salón, pero dejando a Spreen atormentado por sus propios pensamientos.
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Hasta aca el primer capítulo 🩷 estimo que seran poco, entre 4 y 5 mas o menos.
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