Capítulo 31.
Presente.
Melanie Cross.
Miro a Jack para que se despierte pero parece estar más dormido de lo normal.
—Tranquila, le inyecté un sedante. No despertará en unas horas. — esto me preocupa mucho más. ¿Cómo pudo salir de la cárcel? ¿Qué hace aquí? Estoy temblando y lo peor es que no puedo moverme demasiado.
—Me sorprendió que alguien hubiera pagado tantos millones para dejarme en libertad. Así que pensé que habías sido tú, por eso vine. — mientras más lo pienso, solo puede haber sido una persona: Marcus. Fue el único que habló de liberarla para que Melodie la matara y entrara en su mundo de cazarrecompensas.
Estoy temblando de pánico. Nunca pensé que su presencia me diera tanta ansiedad.
—No quiero hacerte daño. Solo...solo quiero arreglar las cosas. Dame una última oportunidad para demostrarte que puedo ser una buena madre. Solo...solo...déjame arreglarlo. — ya no puedo creer nada de lo que dice.
Que no se acerque más a mí, que no se acerque más a mí, que no se acerque más a mí.
—No se mueva. — dice un hombre detrás de ella mientras le apunta con una pistola. Me llevo otra sorpresa al ver que es Peter. ¿Todo esto es producto de una alucinación o realmente está pasando?
Martha se da la vuelta lentamente hasta que se ven a la cara.
—¡Peter! Cuánto tiempo. — le dice con ironía.
—Señora Cross, lamento no poder alegrarme de verla de nuevo.
—¿Sigues odiándome? ¿Tanto te afectó que tu jefe se enamorara de mí? — creo que se refiere a mi padre.
—Usted fue la culpable de su descontrol. ¿Cómo pudo ocultarle que realmente tenía dos hijas? Si estuviera vivo, usted no seguiría respirando. — le sigue apuntando.
—Pero no lo está y yo sí. Así que creo que gané. — lo empuja fuertemente para irse y él corre detrás de ella.
Me levanto de la cama con mucho cuidado y tomo el pulso de Jack. Está bien. Espero que no le haya suministrado demasiadas dosis para que pueda despertarse pronto. Salgo de la habitación y llamo a la primera enfermera que veo para informarle de la situación y que revise a Jack.
9am.
—De acuerdo. — Jack termina una llamada. Tanto Peter y yo, le hemos informado de todo y para nuestra desgracia, Martha volvió a desaparecer. Finalmente me han dado de alta. Se ha comprado una Cherokee nueva aún más moderna que la anterior y un nuevo teléfono.
Vamos encamino a su casa.
—¿Qué te dijeron?
—Fue Marcus. Ese hijo de perra la liberó. Ya hay varias unidades buscándola. No dejaré que vuelva acercarse a ti. — coloca una de sus manos sobre la mía.
—Espero que la encuentren. ¿Y qué pasará con Peter?
—Luego de que pagaran su fianza, tiene derecho a estar en libertad condicional. No estaba en la lista de los terroristas, por ende, los cargos contra él se retiraron. Bueno, Eric colaboró con ello después de saber que te salvó la vida. — explica y comprendo.
—Estoy comenzando a creer que jamás estaremos en paz. Un enemigo tras otro. Es agotador. — mis ánimos comienzan a bajar.
—Son los mismos de siempre. Martha, gente asociada a tu padre, gente que lleva nuestra sangre...es todo un dilema.
—Algún día estaremos en paz. Quiero creer en eso. — quiero ser optimista.
—Así será. Confía en mí.
Llegamos.
Carga mi bolso y me sostiene del brazo hasta entrar a la casa. Por poco me asusta ver a todos los chicos sonriéndome silenciosamente con una bonita decoración a su alrededor y un letrero que dice "bienvenida a casa".
¡Qué bonito! Casi lloro de lo tierno que se ven haciéndome esto.
—Bienvenida sea la chica más fuerte que existe en la tierra. — dice Lisa, abrazándome con mucho cuidado. Eric, Junior y Karol hacen lo mismo.
—Espero que te recuperes pronto. — me dice Eric y vuelvo a abrazarlo.
—Bienvenida a tu segunda casa mi niña. — Karol me acaricia las mejillas y le doy un tierno abrazo también. Son demasiados lindos conmigo.
—Bueno, no te agobiaremos más. Además, como casi siempre, tengo reuniones a las que asistir, mucho más cuando no estás. — Junior coge su chaqueta. Parece que aún no saben que Martha está en libertad.
—Muchas gracias, Junior. Ven a visitarme cuando quieras y discúlpame con los demás.
—Lo haré, no te preocupes. — me dice y se marcha, despidiéndose de los demás también. Eric y Lisa le siguen, ya que tienen cosas que terminar de organizar para la boda y Melodie se quedará con nosotros por seguridad, hasta que encuentren a Martha.
Ver a Jacob salir de una de las habitaciones con Lía agarrada de manos, me extraña. Noto que sigue algo avergonzado por lo que me hizo la última vez. De igual forma, para mí no es tan grave. Estaba ebrio y aunque eso no justifica las cosas que dijo ni lo que quiso hacerme, sé que está muy arrepentido.
—Descuiden, ya me voy. — dice cuando nos ve. Lía me abraza con fuerza y me desea una pronta recuperación. Mi niña, tan inocente. A veces deseo volver a tener su edad. Aunque viviera en una mentira, como no entendía nada, era feliz.
—Pórtate bien, ¿ok? Y no te descuides de la escuela.
—No lo haré, lo prometo. Los extrañaré mucho. — le doy un beso en los cachetes, hace lo mismo con su tío y sale con Karol hasta el auto de Jacob para ir subiendo sus maletas.
—No tienes que evadirme. Sabes que no te tengo ningún resentimiento. Decidí dejar las cosas por la paz, al menos en la familia. — le dejo claro.
—Menos con Martha, evidentemente. — se acerca. — Me siento un poco responsable de su libertad. Al fin de cuentas fue gracias a Marcus. El hombre para quien trabajaba y que traje a nuestra casa. Parece que nunca dejaré de meter la pata.
—En eso sí estamos de acuerdo. — comenta Jack.
—Mejor no intervengas, déjaselo a la policía. Ahora que te llevas a Lía, no quiero que la pongas en peligro con tus estupideces. Disfruta tu tiempo con ella y deja todo lo demás detrás. — le aconsejo.
—Es justamente lo que pretendo hacer. De todas formas, si me necesitan, no duden en llamar. — me sonríe y le da una incómoda mirada a Jack antes de salir de la casa.
—¿Nunca lo perdonarás? — le pregunto en cuanto nos quedamos a solas.
Melodie también está afuera con Lía, Karol y ahora Jacob.
—Siéndote honesto, no está en mis planes.
—¿Y quieres que nuestros futuros hijos vivan lo que Lía vivió con la enemistad del hermano de su padre? — desvía la mirada a otro lado. — No te presionaré. Si de verdad quieres llevar las cosas por la paz, sabrás qué hacer con tus problemas. — quiero cerrar el tema. Me acerco a la mesa llena de pastelillos que han preparado y me como varios de ellos.
Están riquísimos.
—Bien, pondré tus maletas en la habitación. — las toma y sube los escalones.
—Tantos problemas familiares me tienen exhausta. — entra Melodie. — Jack y Jacob no se hablan, y ahora nuestra adorable madre loca está en libertad. — se sienta a mi lado.
—Gracias a ti. Tú querías liberarla.
—Pero no lo hice, después de lo que me dijiste lo pensé mejor y no hice nada.
—¿Y por qué Marcus la liberaría sin más? ¿Qué gana?
—Hacernos sufrir, fastidiarnos y mucho más.
—Bienvenida a mi mundo. — sigo comiendo pastelillos. — ¿Puedo hacerte otra pregunta? — recuerdo algo más.
—Adelante.
—¿Cuándo vivías con la abuela te cantaba alguna canción? — recordé esas "alucinaciones" que veía cuando aún no recuperaba la memoria.
—No que yo recuerde. Pero...sí solía repetirme una frase casi todas las noches antes de dormir.
—¿Y la recuerdas? — mira al vacío, como si estuviera pensando.
—¿Desean algo de comer? — nos pregunta Freddy, interrumpiendo el momento.
—No, gracias. Tuve suficiente con los pastelillos. ¿Tú los preparaste?
—No, creo que fue Lisa. Con eso de la boda anda muy creativa. La pobre me pidió ayuda para organizar mejor sus ideas y le di una gran mano. Si no me equivoco, será dentro un mes. — dando información de más, como siempre.
—¿Dentro de un mes? No me ha dicho nada.
—Es que has tenido tantos problemas que quizás no ha tenido la oportunidad de contarte. O al menos no muchas cosas. — dice Melodie.
—Bien, suficiente de tanta charla. — Jack baja las escaleras. — Melanie... es hora de los medicamentos y de descansar. — me ayuda a levantarme.
—¿Ahora serás mi enfermero personal?
—Eso creo. — subimos los escalones y llegamos a su habitación. Sigue igual de espaciosa y organizada que siempre. Solo que esta vez, tiene más cosas mías en todas partes y la cama está arreglada exactamente como el doctor lo indicó.
Me quita los zapatos y me acomoda más de lo que necesito.
—Tómalo con calma. La herida la tengo en la cabeza, no en los pies. — me río.
—Si, pero...deja que tu novio te consienta. — sé que está usando las mismas palabras que le dije cuando le dispararon. Me tomo las pastillas y me acomodo para descansar. Siento sus cálidos labios darme un tierno beso y luego escucho la puerta cerrarse tras su paso.
8pm.
Es la hora que veo cuando despierto. ¿Tanto he dormido? Es extraño. Me siento cansada de descansar y estoy algo mareada. Quizás me viene bien dormir mucho después de tantas noches de desvelo. Jack me ha dejado unas sandalias y un vaso de jugo en la mesita de noche.
Me coloco las sandalias y bebo de él.
Bajo los escalones y puedo escuchar las risas de Karol y Freddy en la cocina. Cuando camino hacia ellos, también escucho chapuzones de agua en la parte trasera de la casa. ¿Quién está en la alberca? Mientras más me acerco, me doy cuenta de que es Jack. He notado que le encanta nadar. Me arrimo en una columna para observarlo por largos segundos. Se ve tan guapo bajo el efecto del agua y el color de sus ojos combina con el contraste que causa el color de la piscina (azul) y el agua.
Cierro las puertas que dividen la alberca del interior de la casa, me quito el vestido, las bragas y el sostén, hasta quedarme completamente desnuda. Entro con cuidado.
Cuando Jack gira a mi dirección casi se asusta de verme aquí.
—Melanie. — nada hasta a mí. — ¿Hace cuánto estás ahí?
—No mucho. — me sostengo de su cuello.
—Deberías estar en la cama, todavía sigues delicada.
—Dentro de las terapias está nadar así que estaré bien. Esto me hace bien.
—¿Estás desnuda? — mira mi desnudez a través del agua.
—Así es. No llevo nada puesto.
—Veo que despertaste... un poco traviesa. — besa mi cuello. — Pero el doctor dijo que no puedes tener relaciones sexuales dentro de algunas semanas. — me conoce muy bien.
—Lo sé, lo lamento mucho. Sé que será muy difícil para ti controlarte.
—Es cierto, pero hay cosas de ti que me importan más que el sexo. De eso se trata el amor, ¿no? — solo puedo sonreír y besarlo con todas mis ganas después de escucharlo decirme eso. Esto será más difícil para mí que para él. Solo tiene que besarme como lo hace para alborotar todas las hormonas sexuales dentro de mí.
—¿Y por qué cerraste las puertas? — se da cuenta.
—No lo sé, quizás... — tomo su mano bajo el agua y la coloco sobre mi vagina.
—Eres muy pervertida, ¿lo sabías?
—Aprendí del mejor. — sabe que me refiero a él.
Vuelve a besarme y comienza a acariciar mi vagina en círculos lentamente. Sé que tiene miedo de lastimarme. Esta vez, no sujeta mi cabeza como de costumbre, pero sí mi espalda para evitar que me arquee más de lo necesario.
—Cuidado con la cabeza. — me susurra. Solo puedo cerrar los ojos para disfrutar de la sensación. El sonido de las puertas abrirse arruina toda mi excitación y lo convierte en un susto enorme.
—¡Oh, por Dios! ¡Lo siento! No quería...interrumpir. — es su madre. Es Karol. Me estoy muriendo de la vergüenza en este momento. Más porque mira disimuladamente la ropa que me he quitado para poder entrar. Sabe que estoy desnuda. Esto es muy vergonzoso. Me escondo detrás de Jack. — Solo quería avisarte...avisarles...que la cena está lista y que creo que tenemos un problema.
—¿Qué problema? — le pregunta Jack.
—Es Melodie. Frederick encontró su celular tirado afuera y no aparece por ningún lado. La camioneta está en el estacionamiento, así que no creo que se haya ido por su voluntad así. — explica. Jack me mira porque sabemos perfectamente quién podría ser la responsable.
Martha Cross.
En cuestión de segundos, casi toda la policía está aquí para obtener información. Lo más extraño de todo es que no aparece nada en las cámaras de seguridad, ni nadie puede decir nada que nos ayude.
Me están atacando los escalofríos nuevamente.
—Amor, entra a la casa. Nosotros nos encargaremos.
—No quiero dormir todavía.
—Entonces solo entra y tómate un té. No quiero que te agobies demasiado, ¿de acuerdo? Ve. — acaricia mis mejillas y logra convencerme. Entro a la casa pero me siento más exhausta aún. Realmente necesito tomar aire, así que camino hasta la parte trasera de la casa.
Llamada entrante de un número desconocido...
—¿Bueno? — contesto.
—Hasta que por fin nos podemos comunicar, Melanie Cross. — es un hombre.
—¿Quién eres? — pregunto mientras la desesperación aumenta.
—Eso ya puedes deducirlo. Tu madre tenía una cuenta pendiente conmigo así que decidí hacer una pequeña reunión. Nunca debió salir de aquí y pretendo arreglar mi error. Odio que jueguen conmigo. — el corazón se me congela al entender instantáneamente de quién y de qué se trata.
Es el doctor Walter.
—¿Qué cree que está haciendo? — estoy furiosa.
—Les haré un favor. Eliminaré el único problema en sus vidas: Martha Cross. Pero si no vienes aquí para ser testigo de ello, me temo que tu gemela no la pasará muy bien. — no puedo creer que esto esté pasando. — Recuerda ser discreta o ya sabes lo que puede pasar. Que nadie, ni siquiera el policía se entere de esto. — cuelga. El pecho me arde y siento que el aliento se me va por varios segundos.
Inhalo y exhalo hasta que logro recomponerme.
Tiene a mi hermana en su estúpido centro de salud mental, estoy muy segura de ello. Tomo las llaves de mi coche y un gorro de lana que me cubre toda la cabeza. Respiro profundo para pensar con claridad lo que estoy a punto de hacer. Bajo los escalones silenciosamente y observo por una rejilla cómo todos los policías están buscando y hablando con Jack.
Subo de nuevo a la habitación y le dejo una nota que dice:
"Melodie está en problemas, iré por ella. Estaré en el centro de salud mental del doctor Walter. Perdón por hacerte esto...otra vez, pero es necesario". La dejo sobre la cama y voy al aparcamiento para salir en uno de los coches.
—¿Mi lady? ¿A dónde va? — escucho la voz de Freddy acercarse. No le digo nada y simplemente lo ignoro. Cierro la puerta del coche y arranco antes de que alguien más venga por mí. — ¡Melanie! — es el último grito que escucho de él.
Conduzco velozmente hasta llegar.
Este lugar es mucho más aterrador de noche. Dejo el coche estacionado al frente y trato de controlar mi miedo.
Llamada entrante de número desconocido...
Esto no pinta nada bien pero aún con mis nervios, tomo la llamada.
—Ya estoy aquí. — respondo directamente.
—Entra por la puerta trasera. — es él otra vez.
En cuanto cuelga, hago lo que me dice. Me estoy metiendo en la boca del lobo, lo sé pero tengo un arma en mi espalda y un esposo policía que será más listo que yo. Solo necesito sacarlas con vida de aquí. Echo a un lado las alambradas y entro por la puerta que ha dicho. ¿Cómo no pude darme cuenta de esta zona tan...oculta antes? Bueno, supongo porque ya tenía muchos problemas al no recordar mi propio nombre siquiera. Es como la misma versión de arriba (donde están todos los internados actualmente) pero muy abandonada y sin los cuidados necesarios.
Cuando llego al final del pasillo, entro a la única habitación donde hay una luz encendida y lo primero que veo es a Melodie en una especie de camilla terrorífica con muchos aparatos conectados a la cabeza y muy dormida.
—¡Melodie! — me acerco rápidamente, le desconecto todo lo que lleva puesto y trato de despertarla. Al menos no está herida. Solo parece tener un leve golpe en la cabeza. — Tranquila, te sacaré de aquí. — con todas mis fuerzas coloco uno de sus brazos en mi hombro y la acomodo en una silla de ruedas que había cerca.
Sigue muy dormida y eso me preocupa. Lo más probable es que le haya suministrado algún sedante fuerte para hacerle quién sabe qué locura.
—¿A dónde crees que vas? — siento el frío material de la boquilla de una pistola en mi nuca.
Me detengo y levanto ambas manos.
—No tiene que hacer esto. Su problema es con Martha no con nosotras. — intento razonar aunque sé que es imposible. Noto en su cara lo mentalmente inestable que está.
—Lo sé pero será más divertido que sus gemelas presencien este glorioso momento. — no tengo idea de qué pretende hacer.
—Hay otras maneras de resolver esto. No cometa otro error. — a pesar de que no quiero a Martha cerca de nosotras, tampoco deseo que muera en manos de un enloquecido como él.
—¡Oh, sí! Esta es la única manera. La que Martha Cross se merece. — sigue apuntándome.
—¿Y qué pretende hacer con nosotras? ¿Matarnos? — toco disimuladamente la empuñadura del arma en mi espalda.
—¡No! ¿Por quién me tomas? Aquí la única asesina es tu mamá y ustedes son el fruto de su demencia. Mientras vivan siempre encontrará la manera de volver. Creo que se obsesionó con su propósito.
—¿De qué habla?
—Perséfone. Quiere que una de ustedes muera.
—Eso me queda muy claro pero ¿por qué?
—Bueno, recordemos que fueron creadas a partir de una película con personajes ficticios y se dice que una de las características principales de esta, es la muerte. No hay nadie que las entienda mejor que yo, por eso soy el único que puede detenerlas. Así como lo hice una vez.
—¿Usted puede curarla? — por un momento, mi esperanza vuelve.
—No se cura pero sí puede controlarse y me temo que Martha jamás lo hará. No a estas alturas. Por eso contraté a Cowen. Quería mantenerla vigilada hasta encontrar el momento oportuno para reencontrarnos pero no dejaba de ir a prisión y me cansé de buscar hasta que ella misma llegó a mi puerta. — no he sacado el arma porque estoy muy intrigada.
—¿Pero no era ella, cierto? Era...
—La asesina de Perséfone, sí. — completa mi oración. — No dejaría a Martha en paz así que tomó el control hasta asegurarse de que su cuartada estuviera hecha. No quería que nadie supiera de las gemelas y a los dos años cuando ya estaba a punto de perder el juego, tuvo que escoger a una de las dos. Melodie era su favorita pero por un error te escogió a ti. Eran idénticas. Así que supongo que te dio la vida que realmente tenía preparada para Melodie.
—¿Y usted la ayudó en eso, no es así?
—No tuve más opción, me tenía acorralado. Así que nos preparamos para ese cumpleaños. Mantuve a Melodie en este lugar, tal y como me lo pidió pero las cosas volvieron a salirse de control y nadie me respondió por ello. — desbloquea el seguro de su arma cerca de mi frente.
He pasado por esto tantas veces que ya ni provoca miedo en mí.
—¿Dónde está Martha?
—Sedada, al igual que tu hermana y solo tú, puedes salvarlas.
—¿Cómo?
—Haciéndote una última hipnosis. — esto no me huele nada bien. Está muy obsesionado con el tema. Con nosotras.
—¿Y qué me asegura que no nos matará en el proceso?
—No tengo razón para hacerlo.
—¿Y Martha? ¿Qué hará con ella?
—Martha no es el problema. Haré que Perséfone y Venere salgan para hacerlas sufrir. Con suerte, las cosas terminarán bien para todos. — mi cabeza está hecha una mierda pensando en las ventajas y desventajas de creer en él o no.
—De acuerdo, confiaré en usted. — veo su sonrisa de satisfacción y dejo que nos guíe de regreso a la habitación donde tiene a mi madre sedada con los mismos aparatos en la cabeza que tenía Melodie hace un rato.
En cuanto cierra la puerta, saco el arma y le disparo en una pierna. Tira el arma a un lado mientras se queja del dolor y con una de sus manos presiona la herida de la que le sale mucha sangre.
—¿De verdad creíste que confiaría en ti después de acosarnos por tantos años y secuestrar a mi hermana? — me acerco lentamente mientras le sigo apuntando.
—Solo...intento corregir mi error. — farfulla.
—Pues hágalo entregándose a la policía para pagar las consecuencias de su negligencia. Esa es la única manera de corregir su error. — me agacho y presiono su herida de bala con la boquilla de la pistola.
Sus gritos de dolor me satisfacen.
—No quiero a Martha cerca de nosotras pero tampoco dejaré que después de tanto, se salga con la suya, doctor Walter. — me aparto y desconecto a Martha de los aparatos.
—¡No! ¡Está en transición, no puedes desconectarla todavía! — me grita y le disparo nuevamente en la otra pierna. No sé con qué sangre estoy siendo capaz de dispararle sin piedad alguna. Supongo que ya llegué a mi límite.
—¿Qué está pasando? — Melodie despierta y le ayudo a ponerse de pie. — ¡Melanie! Viniste por mí. — me abraza. Es la primera vez que lo hace y se siente muy bien.
—Siempre velaré por mi familia, pase lo que pase. Ahora ven, ayúdame a salir de aquí con... — ver a Martha sosteniendo al doctor Walter del cabello y cortándole la garganta con tanta facilidad me deja sin habla.
¿Qué acaba de hacer?
—Hola, mis hermosas gemelas. — es Perséfone.
—¡Corre! — empujo a Melodie e intentamos correr hasta la salida.
Este lugar es como un laberinto.
Cuando creemos que la hemos perdido, nos sale por el frente y me golpea con algo sólido en el brazo, haciendo que mi pistola caiga muy lejos de mí. Melodie intenta detenerla pero también la derriba fácilmente.
Perséfone es muy fuerte y muy astuta para pelear.
—Al fin podemos reunirnos otra vez, hijas mías. — se acerca. Ni siquiera puedo moverme, la cabeza me va a estallar.
—¿Qué más quieres de nosotras? — Melodie estalla. — Hiciste todo el daño que pudiste, ¿qué más quieres?
—Solo quiero arreglar la vida de Martha. Soy capaz de hacer cosas que ella por más que lo desee jamás lo haría. Si quiero seguir aquí, tengo que cuidarla y no permitiré que gracias a ustedes pase la vida en prisión.
—¿Por eso me encerraste en este lugar? — Melodie la ve con mucha rabia.
—Melodie, querida, tú siempre has sido mi favorita. Por eso te di una oportunidad aquella noche pero preferiste irte por el bando contrario. Tú y yo habríamos dominado el mundo si así lo quisiéramos. — intenta tocar su cara pero se aparta.
—Está intentando manipularte. — no quiero que caiga en su juego.
—No le creas. Por más que finja nunca terminará de aceptarte como su hermana gemela. — toma mi arma del suelo.
—No caeré en tus mentiras otra vez, madre. Tus juegos acabaron. — unas lágrimas descienden de sus ojos. — Ya no te necesitamos. Ahora solo somos nosotras y nos protegeremos hasta el final. — se acerca a mí y me toma de la mano.
—¡Es una pena! Porque entonces tendré que matarlas a las dos. — levanta su revólver y nos apunta pero Melodie se coloca casi delante de mí.
—Si quieres matar a alguien, que sea a mí. Tú destruiste mi vida cuando asesinaste a la abuela. Ya no tengo nada que perder.
—Melodie, ¿qué haces? — intento apartarla pero está muy segura de lo que quiere hacer.
—Hazlo. — la presiona.
—Muy bien, que sea como ustedes quieran. — pero antes de que pueda dispararnos, algo la inmoviliza. Intenta jalar el gatillo pero no puede. — ¡No! ¡No! — parece estar peleando consigo misma mientras con la mano libre se toca la cabeza.
Cierra los ojos y cuando los vuelve a abrir, su expresión cambia radicalmente.
—¡Dios mío! ¿Qué he hecho? — empieza a llorar, viendo la pistola en sus manos mientras Melodie y yo estamos tiradas en el suelo aferrándonos a nosotras mismas. — ¿Yo les he hecho esto? — nos mira. En sus ojos podemos ver el sufrimiento. — ¿Dónde está Walter?
—Muerto. — le respondo.
Pasa la mano por su cabello.
—Siempre quise verlas así, unidas. — ya no sé si está diciendo la verdad, solo quiero salir de aquí. — Ustedes son lo más preciado que tengo. — intenta acercarse pero nos alejamos.
—No se trata así a quien se aprecia. Ya no significas nada para nosotras, Martha. — no debí haberla desconectado de esos aparatos.
—Tienes razón. Lo único que he hecho es dañar a los que me aman, sobre todo a ti, Melanie. Mi ángel. — aprieto los labios para controlar mis ganas de llorar. — Solo te he dado disgustos y sufrimiento por algo que no controlo. No las puedo controlar, es demasiado tarde.
Melodie me ayuda a levantarme.
—Tienen que irse. Váyanse antes de que vuelva y no pueda detenerla. — alza su mano bruscamente e intenta apuntarnos, lo que significa que Perséfone quiere terminar lo que empezó pero Martha la está conteniendo todo lo que puede. — ¡Tienen que irse ahora! — nos vuelve a gritar
Pero cuando intentamos irnos, Martha me empuja fuertemente, haciéndome caer de espaldas. Por suerte, no me he golpeado en la cabeza otra vez pero puedo sentir cómo un fuerte mareo me debilita completamente.
—Martha es tan patética. — Perséfone volvió. Intenta dispararme pero Melodie le golpea la cabeza con algo por detrás y corre hasta a mí para levantarme. Solo que cuando estamos de pie, ella está frente a nosotras otra vez.
Parece que nada le hace suficiente daño.
Estamos sin salida esta vez pero antes de que pueda volver a disparar, veo la suavidad de la mirada de mi madre en sus ojos. Ha vuelvo, lo sé. Ya las conozco lo suficiente.
—Las amo con toda mi alma. A ustedes, a Junior. — gira la boquilla del arma hacia su sien. ¿Qué hace? — Lo siento mucho. — dice y como si fuese en cámara lenta, veo cómo hala el gatillo y una bala cruza su cabeza.
—¡No! — intento alcanzarla pero Melodie me detiene. Estaba preparada para cualquier cosa, menos para ver a mi propia madre suicidarse con un disparo en la cabeza.
Poco después escuchamos las sirenas de la policía y cuando escucho la voz de Jack, corro para refugiarme en sus brazos. Los paramédicos se llevan los cuerpos sin vida de Martha, el doctor Walter y confiscan casi todo lo que guardaba allí. Pruebas que seguramente cerrarán cualquier investigación que tenían abierta de él y mi madre.
Día siguiente, 4 de la tarde.
Estamos en el cementerio, dándole una merecida despedida. Solamente Lisa, Eric, Jack y sus tres hijos. Junior es el que ha estado peor. Podría decir que ha sido el único que no ha sufrido la ira de la enfermedad de Martha aunque siempre le afectó de una forma u otra.
Tiramos una rosa roja para despedirnos y llega mi turno.
"Gracias por enseñarme todo lo que nunca debo permitirle ni perdonarle a alguien por más que lo estime o lo considere importante en mi vida". Es lo que le digo mentalmente antes de tirar la rosa y ver lentamente cómo cae sobre su ataúd.
Una vez, estuve parada enfrente de las puertas del bar de Judith hace años y me pregunté: ¿podría ser mi vida más catastrófica? Pues nunca pensaría que esta sería mi respuesta. El día está muy oscuro por la posible tormenta que caerá en unas horas, así que ya tenemos que irnos.
Por la zona rapada y la herida que tengo en la cabeza, tengo que usar un gorro suave todo el tiempo que no me lastima. Al menos lo disimula y no me hace ver tan mal.
Jack me toma de la mano y caminamos hacia su Cherokee.
—¡Señorita Cross! — la voz de un grupo de periodistas me asusta. Estaban esperándome afuera. — ¿Qué puede decirnos sobre la enfermedad que tenía su madre? ¿Cómo se siente estar en una de las familias más polémicas de los últimos tiempos? ¿Tienes algo que decirnos del caso Richard que no supimos en su momento? ¿Es cierto que es usted esquizofrénica? ¿Qué se siente enamorar al agente más codiciado de la ciudad? ¿Con todo esto cree que su empresa puede ir a la quiebra? ¿Cómo se siente tener a una gemela? — son solo algunas de las tantas preguntas que hacen. Todas de muy mal gusto.
No tengo cabeza para responderle a nadie, solo quiero estar sola y ahogarme en un vaso de agua sin que nadie me vea.
—No se acerquen demasiado, dennos espacio. — les pide Eric.
—¿Y usted, qué siente al ser la sombra de su hermana? — le pregunta un imbécil a Melodie. Intento verla pero con tantas personas, no puedo. Apenas escucho cómo algo se rompe. Lo más probable es que le haya roto la cámara.
No tiene mucha paciencia que digamos.
—¿Señorita Cross....cree usted que le debe su vida al agente Connor? ¿Está usted bien emocionalmente después de tantos accidentes? — sigue preguntándome otro de ellos. Me estoy agobiando.
—No los escuches. — Jack me susurra, coloca su mano cerca de mi hombro y besa mi cabeza mientras me saca del lugar. Cuando logra subirme en su Cherokee y cierra la puerta, me siento segura a pesar de que los periodistas siguen tomándonos fotos y extendiendo sus micrófonos.
Jack sube y arranca.
Cierro mis ojos e intento guardar la calma. Es relajador ya no tenerlos cerca.
—¿Quieres que compre algo para cenar? — rompe el silencio.
—No tengo hambre.
—No has comido nada desde ayer. No dejaré que te acuestes sin comer nada. — no respondo. Tengo los ánimos por el suelo.
—Solo llévame a mi casa. Quiero dormir un poco. — es lo único que quiero.
—Está bien.
Cierro los ojos y cuando los abro, ya hemos llegado.
Abro la puerta y dejo mi bolso en una de las mesas.
—Pediré algo de cenar. ¿Lasaña? — pregunta, dejando su gabardina en el tendedero y sacando su móvil. Sabe que amo la lasaña. Solo quiere verme comer.
—Ya te dije que no tengo apetito. Además, si quiero comer algo, tengo muchas cosas en la nevera, solo tengo que calentarlas.
—Muy bien, entonces...yo las calentaré y comemos juntos.
—Come tú, yo no quiero nada. — me mira.
—No me iré de aquí hasta que te vea comer algo, Melanie. — que diga mi nombre le da más seriedad al asunto. Sé que cumplirá lo que dice, así que, como quiero estar sola después, accedo.
Se lava las manos y prepara algo rico de cenar mientras me doy un baño. Cuando salgo, ya tiene la mesa lista. Valoro mucho todo lo que hace para tratar de subirme los ánimos pero a pesar de eso, me sigo sintiendo terriblemente mal.
—¿Te tomaste los medicamentos? — mueve la silla para que me siente.
—Sí.
—¿Y no te duele la cabeza? — echa mi cabello hacia atrás con mucha suavidad.
—No. Es como si estuviera y no estuviera operada al mismo tiempo. No me cabe duda de que ese neurocirujano es el mejor.
Se sienta en la mesa frente a mí.
Todo se ve riquísimo. No tengo apetito pero al probarlo, simplemente no puedo parar de comer. No quiero que se note tanto, pero es inevitable.
—Te quedó delicioso.
—Ya veo. Pasaste de no querer comer a no querer parar. — trata de esconder su sonrisa burlona.
—No es buen momento para hacerme reír, Jack. — ya me estoy riendo.
—Siempre es buen momento. — se cambia de silla para estar más cerca de mí. — Odio ver tus ojitos tan apagados aunque tengas una buena razón. No merecías tener la familia que te tocó.
—Mi familia eres tú. Mientras estés conmigo me sentiré como en casa. — su expresión se suaviza y me da un beso de pleno amor.
—¿Quieres que me quede? — acaricia mi mano entre las suyas.
—No es necesario. Además, me gustaría estar sola un poco. — no estoy consciente de qué es lo que realmente quiero ahora. Solo doy respuestas por inercia.
—Okey, te daré tu espacio. — besa una de mis manos, se levanta y recoge los platos.
—Déjalos, yo los lavaré después. — le digo antes de que comience a limpiarlos.
Me levanto y me acerco a él.
—Ok, entonces...me voy. — sé que no quiere irse pero necesito estar sola al menos esta noche. Cuando lo veo ponerse la gabardina y recoger sus llaves me dan deseos de pedirle a gritos que se quede pero no lo hago. No puedo volverlo loco con mi indecisión. — ¿Segura que estarás bien? — su pregunta me forma un nudo en la garganta.
—Sí, estaré bien. Los medicamentos me dan mucho sueño. En cuanto me tire en la cama me dormiré.
—Ok, cualquier cosa...llámame ¿de acuerdo?
—De acuerdo. — me acerco para darle un beso y genuinamente, sostengo su cara más fuerte de lo normal. No quiero que se vaya. Mi corazón sabe que lo mejor es que se quede conmigo pero ya le he dicho que quería estar sola. — Buenas noches. — lo suelto.
Me mira por largos segundos.
—Buenas noches. — dice, abre la puerta y lentamente, se marcha.
Apago las luces y subo a mi habitación.
Cuando peino mi cabello un poco, veo en el gavetero muchas fotografías encuadradas de Martha, Junior y yo. Nos veíamos tan felices. El último año parecía ser el mejor de nuestras vidas. ¿Por qué todo tuvo que volverse una pesadilla? ¿Por qué las cosas terminaron así?
Intento evitar los recuerdos pero es imposible.
De un momento a otro, ya estoy llorando. Mientas más tiempo pasa, más me duele el pecho y el vacío debilita todo mi cuerpo. Tanto que me echo al suelo y dejo que todo eso me consuma por dentro. He perdido a mi padre, a mi madre, ambos me hicieron mucho daño, ella más que él, me ocultó a mi hermana gemela durante tantos años y Junior ha sufrido las mismas consecuencias aunque no sea de la misma manera. Tal parece que lo único que hago en el mundo, es sufrir.
Pego una de sus fotografías en mi pecho mientras las lágrimas mojan toda mi cara y me cuesta respirar. El suelo debajo de mí empieza a hacer una pequeña laguna con todas mis lágrimas.
—¡Amor! — escucho la voz de Jack entrar a mi habitación. ¿No se había ido? Siento sus manos sostener mi cabeza y brazos con mucho cuidado para no dejarme caer mientras sigo llorando sin parar. Mientras más quiero detenerme, más lágrimas salen de mis ojos. — Tranquila nena, tranquila. Estoy aquí, estoy aquí. — su voz es como un eco en mi cabeza que abre un cuadro de luz para poder escapar. — Respira, respira. — sostiene mi cara.
Inhalo y exhalo mirando sus ojos hasta que logro tranquilizarme.
Cierro los ojos y besa mi frente. Acaricio su mejilla con una de mis manos y lo abrazo fuertemente aún arrodillados en el suelo. Me alegra que haya vuelto. Me encanta que me conozca tan bien para saber que definitivamente no estaría bien aunque le pidiera que se fuera. Sabía perfectamente que lo necesitaba y aquí está.
7am.
—¿Para qué me hiciste levantar tan temprano? — le pregunto, luego de ponerme unas mallas deportivas en conjunto con un bonito abrigo y tenis.
—Iremos a caminar un poco. — sube el cierre de su abrigo. Tiene suerte de que la ropa que Karol me trajo mientras se quedaba aquí, todavía siga en mi armario. — Hay buen sol y te hará bien. — observa por la ventana.
—Ok, vamos.
—Pero primero... — me detiene. — Tómate las medicinas. — me da el vaso con agua y las pastillas. Con él, no necesito alarma alguna. Me las tomo y salimos. El día se ve hermoso y el silencio de mi vecindario es relajador. Le damos la vuelta a toda la zona agarrados de manos mientras poco a poco inexplicablemente, mi ánimo mejora.
Horas más tarde, regresamos a casa.
Nos damos un baño y desayunamos. Respondo muchos de los mensajes que tengo, sobre todo los de Lisa. Está muy preocupada por mí y le exijo que no retrase más la boda por nosotros. Si su boda será dentro de un mes, así tiene que ser.
En el transcurso de la tarde, Junior y Melodie se quedan en mi casa largas horas para desahogarnos, llorar más y aceptar nuestra realidad. Martha finalmente ya no está con nosotros y aunque nos duela, es lo mejor. Cuesta admitirlo, pero no nos queda de otra.
Pasan los días y regreso a la empresa.
Todos me dan su pésame y me desean lo mejor. No tengo palabras para agradecerles tanto y excusarme por tantos días de ausencia. Menos mal que Junior y mi asistente, son los mayores responsables de llevar el orden.
—¿Puedo? — Junior se asoma por la puerta de mi oficina.
—Claro, pasa. — entra.
—Terminé de organizar la agenda de toda la semana y...nuestro nuevo diseño de cortinas está siendo todo un éxito. Las cifras de compras aumentan a cada hora. — esto me pone muy feliz. Fue un diseño viejo que hice en esa época donde no acostumbraba a salir de casa. Recuerdo que nuestras cortinas eran un horror, así que comencé a dibujar unas que se verían mucho mejor. Solo que no tenía idea de que llegaría materializar estas ideas.
—¡Qué buena noticia! Deberíamos celebrarlo.
—De hecho, venía más para pedirte que me des el resto del día libre. Es que... creo que tengo una cita. — suena tímido.
—¿Una cita? — me sorprendo.
—Bueno, realmente es como si nos fuéramos a conocer mejor. No sé si realmente surja algo más pero a mí...sí me gusta. — le apena decirlo.
—¡Vaya! ¿Y se puede saber quién es la afortunada? — me acerco.
—Es que...en realidad...no es...una chica. — agacha la cabeza constantemente. Frunzo el ceño. — Es un chico. — confiesa.
— ¡Vaya! Esto sí que no me lo esperaba. No sabía que tenía estás...preferencias. — sonrío. Con razón nunca nos presentó una chica o anduvo con alguna con la que durara. — ¿Y quién es? ¿Lo conozco? — sigo muy sorprendida.
—¿No estás molesta?
—¿Por qué debería estarlo? ¿No me dijiste nada todo este tiempo por miedo a que no te aceptara?
—No del todo pero sí tiene algo que ver. Además, ni siquiera yo mismo lo tenía claro.
—Pues entonces...si este chico te gusta mucho, no creo que necesites más. Solo quiero que seas feliz, por supuesto que te aceptaría de cualquier manera. Y aunque no fuera así, no debería importarte lo que yo o cualquiera piense al respecto. Solo te tiene que hacer feliz a ti. — le aclaro.
—Eres la mejor hermana del mundo. — me abraza.
—Lo sé, lo sé. — nos apartamos. — Y entonces... ¿no me dirás quién es?
—También lo conoces. Su nombre es Derek. Derek Morrison. El chico nuevo que trabaja en el centro psiquiátrico del que saliste. — esto sí que me sorprende.
—¿Y cómo lo conociste? — estoy muy intrigada.
—Melodie me pidió que la acompañara a ver al tal Jorge, su amigo y mientras la esperaba, lo conocí. Hablamos y sentí una conexión que no sabría cómo explicar. No sé si él también la sintió.
—Bueno, si se verán hoy, creo que lo dice todo. — lo veo tan emocionado. ¿Cómo no me di cuenta antes? — Espero que te vaya bien. Y...cualquier cosa, me cuentas. — le arreglo la corbata y lo abrazo otra vez.
—Eres un sol. Te adoro. — dice, me da una sonrisa y se marcha.
Sigo sorprendida pero no me desagrada. Creo que es porque Freddy y Javi se comportaban de una manera diferente a la de Junior. Quizás por eso nunca sospeché. Pensé que todos se comportaban de la misma manera.
Llamada entrante de Jack.
—¿Amor? — contesto.
—¿Cómo estás nena?
—Bien. Mejor de lo que esperaba. — juego con los lápices de mi escritorio.
—¿Puedes bajar? Estoy enfrente de tu enorme empresa. — me emociona que esté aquí y rápidamente bajo en el ascensor. Camino hasta la salida y lo veo.
Colgamos los teléfonos.
—Señora Cross, ¿cree usted que tenga un par de horas en su apretada agenda para pasear con su prometido? — lo abrazo por encima de los hombros y lo beso.
—Por supuesto que sí. Todas las horas que quiera, señor. — sonrío.
Me abre la puerta del coche, sube y conduce.
—¿Dónde estamos? — pregunto cuando siento que se detiene. Creo reconocer el lugar pero no estoy segura.
Me da una mirada, una media sonrisa y baja.
—Ven a verlo tú misma. — me abre la puerta y me ayuda a salir. Nos adentramos en el lugar y me da mucha nostalgia cuando me doy cuenta. Es el parque al que Martha me traía muchas veces de pequeña. Puedo verme corriendo por todo el lugar mientras me comía una paleta de algodón de azúcar o jugada con un globo.
—No quiero que recuerdes este lugar solo con melancolía. Por eso... — me compra un algodón de azúcar. — Quiero que también lo recuerdes como te sientes en este momento. — no puedo evitar sonreír y emocionarme como una niña. Como esa niña que amaba tanto este lugar.
Me monto en el columpio mientras él me mece. Nos sentamos para hablar de muchas tonterías, caminamos alrededor de toda la zona, nos tomamos fotos y regalo globos a los niños del enorme ramo que Jack me compró. Esta ha sido una gran tarde. Nunca tendré las palabras suficientes para agradecerle por sanar tantas de mis grandes heridas.
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