Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 11.

Mi primer día en este horrible lugar lleno de dementes. De todas maneras, no me siento muy diferente a estar afuera con todos los extraños que me rodean. Llevo un uniforme bastante horrible de tono descolorido y me han encerrado en una habitación de la que puedo salir solamente en un horario específico. Creo que este lugar, en vez de mejorarme, me empeorará.

— ¿Cross? — pregunta un enfermero al abrir la puerta. — Es la hora de receso. Puedes salir a caminar por donde quieras, menos por la zona de administración. ¿Te queda claro? — me coloca una pulsera con un especie de localizador. Supongo que para monitorearme.

—Me queda claro, tranquilo. Y no estoy loca. — odio que me traten así.

—Ningún loco admitirá que lo está. Solo respeta los límites. — sonríe. Tiene unos lindos ojos verdes y por su figura, seguramente hace ejercicio. Lo único que diferencia nuestros uniformes son las líneas negras que tienen sus pantalones.

Al salir, cierra la puerta y se va.

¿Y a dónde se supone que iré en este desconsolador lugar?

Camino por todos los pasillos sin saber qué busco y no hay nada interesante con lo que me pueda entretener. Es un lugar muy grande y hay más locos de los que cualquiera se podría imaginar. Y no, no es como en los cuentos de ficción. No hay chicos guapos de los que te puedas enamorar, ni ningún psicópata que se obsesione contigo. Hay problemas reales y hay mucho peligro si te atreves a acercarte a alguno de ellos. Así que por mi propia seguridad, marcaré distancia.

Llego a lo que se supone que es el jardín. Hay muchos árboles, césped y muchos de los internados están tomando aire fresco al igual que yo. Aunque me cuesta diferenciarlos, hay algunos guardias rondando por seguridad y eso me hace sentir más tranquila.

Encuentro una zona bastante despejada y me siento en uno de los bancos. El clima se vuelve cada vez más frío y no creo que nadie venga a darme un...

—Para el frío. — dice el mismo enfermero de ojos verdes que me sacó de la habitación. Justamente diría que nadie vendría a darme un abrigo y me sorprende un poco que lo haga.

Lo miro extrañamente, lo tomo de sus manos y lo coloco sobre mí.

—Gracias.

—No agradezcas. No estás aquí para ser castigada.

—Pues yo creo que sí.

—Solo mantente alejada de los demás internados. Suelen ser agresivos algunas veces.

— ¿No están aquí justamente para dejar de serlo? — frunce el ceño con una media sonrisa. ¿Por qué sonríe tanto? ¿Acaso le hago gracia de alguna manera?

—Hablas con mucho sentido común para tu supuesta situación. — frunzo el ceño. — Digo que no pareces estar tan loca después de todo. Saldrás pronto de aquí si sigues así. — aclara.

—Disculpa pero no soy responsable de que solo conozcas gente anormal.

—No, no es eso. Es que en todos mis años de trabajo, jamás he tenido una conversación razonable con ninguno de los pacientes. Por eso siempre trato de tratarlos con diversión. Ya que es lo único a lo que no reaccionan con agresividad.

— ¿Eres viejo aquí?

—No. Trabajando en el área, sí pero me trasladaron hace una semana a este centro. Fue suficiente para adaptarme rápidamente.

—Oh, genial. — digo sin ningún tipo de emoción.

—Cuando suene la alarma, regresa a tu habitación. — dice antes de desaparecer. Observar lo extraño que se comporta el resto, me pone nerviosa. Definitivamente saldré peor de este lugar. Mientras miro las caras de los demás para reconocerlos después, veo una cara familiar.

¡Oh, por Dios! Es ese chico.

El mismo al que vi cuando intentaba escaparme del hospital aquella noche. Aquel cuya pulsera me señaló mientras me miraba de una manera extraña. Está aquí.

No evito paniquearme y camino hasta él.

— ¡Oye! — lo alcanzo. Está lanzando piedras a la nada, apartado de los demás.

—Nací con el don de oír. ¿No te parece grandioso? — se ríe como tonto. ¿Qué dice? ¿Qué sentido tiene? Claro, casi se me olvida que por algo está en este lugar.

—Te conozco. Nos vimos en el hospital aquella noche, ¿lo recuerdas? — me agacho.

—Ah, sí. Ya sé quién eres. — me mira. — Eres la loca que intentó escapar, ¿verdad? — habla muy lento.

—Al parecer no era la única. ¿Qué hacías ahí?

—Qué raro. Tienes su rostro pero aun así puedo diferenciarlas. — ¿y ahora de qué habla?

— ¿Diferenciarme de quién?

— ¡Claro! Si estás aquí, significa que... — comienza a reírse como un desquiciado (cosa que está) — ¡Esa es mi chica! — grita con alegría.

— ¿De qué hablas? ¿Quieres responderme por favor?

— ¿Qué quieres? ¿Por qué te acercas a mí? — su humor cambia radicalmente. Ahora parece más serio.

—Intento al menos tener un amigo mientras esté en este lugar.

— ¿Amigo yo? Tendrás que conseguirme un chocolate. Cosa que nos tienen prohibido y está cerca de la zona de administración. Nadie ha podido traerme uno, por eso nadie puede ser mi amigo. — ahora se comporta como un niño de cinco años.

— ¿Y si está tan prohibido cómo sabes que están ahí?

—Porque ella siempre se los robaba. Era muy ágil para escabullirse de la seguridad y siempre me traía un chocolate cada día. Por eso fue mi única amiga, pero ya no está aquí. — sigo sin entender, pero trato de seguirle la corriente.

— ¿Y esa amiga...dónde está ahora?

—Tú lo sabes mejor que nadie. — su respuesta me deja muy inquieta pero justo cuando intento seguir preguntando, un seguridad me llama para llevarme con la doctora. Al parecer, tengo una nueva sesión.

Retomaré esta conversación en cuanto tenga la oportunidad.

—Me dijeron que te vieron hablando con Jorge, ¿es cierto? — pregunta la doctora mientras observa algunos de mis tantos análisis sobre su escritorio.

— ¿Quién es Jorge?

—El chico con el que estabas antes de venir aquí. — al menos ya sé su nombre.

— ¿Y qué tiene de malo?

—Nada. Solo que preferiría que no entablaras ningún tipo de conversación con nadie. — me quedo en silencio. — ¿Alguna persona te ha reconocido?

— ¿Cómo se supone que van a reconocerme si es mi primer día aquí?

—Sí, eso supuse. Solo te leo las preguntas que mi superior me estableció.

— ¿Su superior? Pensé que usted era la encargada de todo esto.

—Y lo soy, de momento, pero todos seguimos órdenes de alguien más siempre. —acomoda los papeles y me observa. — Quiero hablar. — no puedo evitar reírme de lo estúpido que suena lo que acaba de decir.

—Estoy aquí, solo dígame. — estoy perdiendo mi paciencia.

—No contigo, con Melodie. — la sonrisa se me borra instantáneamente.

— ¿Con Melodie? ¿Qué parte de que no existe tal "identidad" no entiende? Se me hace extraño que usted no esté interna aquí también. — me estoy enojando.

—Solo tienes que seguir intentándolo, sé que tarde o temprano se revelará.

— ¡Escúcheme! ¡Me está volviendo loca! ¡Usted me está volviendo loca! Solo diga lo que tenga que decirme y ya está. — me levanto y golpeo su escritorio.

Los guardias entran pero ella les hace una seña para que se retiren.

—Solo intento ayudarte, mantén la calma.

—¿Ayudarme? Todavía sigo preguntándome porqué dio por hecho que tenía este trastorno cuando sabe perfectamente que no tiene la certeza de eso todavía.

—Todo es parte del plan, tienes que confiar en nosotros. — antes de que pueda responderle, me fijo en el frasco lleno de chocolates que tiene en la esquina de su escritorio. Justo los que posiblemente Jorge querrá.

— ¿Sabe qué? ¡Estoy cansada! ¿Quiere conocer a Melodie? Pues aquí está. — comienzo a tumbar todos los carteles y reconocimientos que están colgados en la pared. — ¿Esto es lo que quiere? — sigo tumbándole cosas del escritorio hasta que ágilmente logro sacar un puño de chocolates del frasco y entrarlos en mis bolsillos sin que se dé cuenta.

— ¡Guardias! — entran inmediatamente. Me sostienen de ambos brazos y solo siento cómo una aguja inserta en mi piel.

Despierto.

No tengo idea de cuántas horas han pasado pero estoy en mi habitación. Me sorprende que no me hayan encerrado completamente, ni que me hayan quitado los chocolates que robé.

Luego de volver a mis cincos sentidos, salgo.

Todo está muy silencioso, así que camino con mucha cautela hasta encontrar el nombre "Jorge" en alguna de las puertas hasta que lo hago. La toco esperando que responda.

— ¡Ay no! Tú otra vez. — apenas puedo ver sus ojos por la ventanilla rectangular de la puerta. — ¿Qué quieres?

—Tengo algo para ti.

—No lo quiero, gracias.

—Por favor, no monté un escándalo por nada.

— ¿Montaste un escándalo? — su voz suena traviesa.

—Así es. Y todo para ganarme tu amistad. — susurro.

Abre la puerta.

—Y dime, ¿qué es eso que robaste para mí? — juega con los lazos de su abrigo. Le muestro los chocolates y salta como niño. — ¡No lo puedo creer! ¡Son mis favoritos!

—Eso supuse. Entonces, ¿somos amigos?

— ¿De verdad hiciste esto solo para tener mi amistad? No te creo. La personas no suelen hacer favores sin esperar algo a cambio.

— ¡Uy! ¿Quién te hizo tanto daño? Bueno, por lo general, es así, pero...considérame la excepción. Solo necesito a alguien con quién hablar para no volverme...literalmente loca.

—Mala elección de palabras, cariño. ¿Te recuerdo dónde estamos? — sonrío. Noto que tiene algunas fotografías pegadas en las paredes de su habitación y me da mucha curiosidad saber quiénes son.

— ¿Puedo ver tus fotos? — intento entrar pero me detiene.

— ¡No! ¡No puedes! ¡No puedes entrar a mi habitación... jamás! — está muy estérico.

— ¿Por qué? ¿No que ya éramos amigos?

—Sí, somos amigos pero no puedes entrar a mi habitación. Está prohibido. Son límites personales.

—Ok, lo entiendo, perdón. Al menos dime quiénes son los que están en esas fotos. —desde aquí no las veo con claridad.

—Es justamente por esas fotos que no puedo dejarte pasar. — ahora parece estar muy asustado.

— ¿Por qué? ¿Son personas que conozco?

—Solo una. Solo una. — le cuesta respirar. ¿Por qué se pone así?

Entra y cierra la puerta de golpe.

Este chico es más raro de lo que pensé. Debe de ser parte de la locura que lo trajo a este lugar. Total, no seguiré insistiendo.

Al darme la vuelta, casi me caigo del susto al chocar con alguien.

— ¡Ay, Dios! ¡Que susto! — intento recuperar el aliento con la mano en mi pecho.

—Deberías estar en tu habitación. — dice el mismo enfermero de ojos verdes: Derek Morrison. Finalmente lo leo en la diminuta placa de su uniforme.

—Yo solo, quería hablar con alguien.

—Muy bien, entonces, estoy aquí pero no puedes hablar con ningún otro interno.

— ¿Por qué no?

—Te lo tienen prohibido, especialmente con Jorge.

— ¿Por qué? ¿Cuál es el problema? — frunzo el ceño.

—Aunque lo supiera no podría decírtelo. Haces demasiadas preguntas que nadie podrá responderte. Solo adáptate. — me indica el pasillo de regreso hasta mi habitación y camino hasta llegar.

Todos me tienen harta.

Jack Connor.

Llevaba tiempo preparándome para esto, el momento en que mi abuela moriría, pero a la hora de la verdad, todo se vuelve más difícil. Y aquí estoy, con las cenizas en una urna en mis manos, viendo el vacío de mi oscura habitación desde el suelo.

— ¿Tío? — entra Lía.

Vuelvo a mis cinco sentidos, coloco las cenizas en la mesa y me acerco a ella.

— ¿Necesitas algo? — me agacho para estar a su altura.

—Te he visto muy triste hoy desde que la abuela llegó.

—Perdimos a alguien muy importante ayer, por eso estoy triste. No durará mucho, tranquila. Mañana estaré mejor. — beso sus pequeñas manos.

—Si yo puedo estar feliz aunque también perdí a mi padre, sé que tú también puedes serlo. — tocar el tema de Jacob y su desaparición, me pone peor.

—No lo has perdido. Lo voy a encontrar, sea como sea.

—Tranquilo tío, estoy bien. Lo amo mucho pero he aprendido a estar sin él. Además, te tengo a ti, a la abuela y al tío Frederick. Sé que ustedes jamás me abandonarían. — sonrío.

—Y así será, siempre. Estaremos contigo aunque con los años te cases y tengas muchos hijos. — juego con su naríz y le beso la frente.

— ¿Y dejarías que me case algún día? ¿Con un príncipe?

—Bueno, tendrá que pasar muchas pruebas primero y si sobrevive, entonces...tiene luz verde. — bromeo, aunque no tanto.

— ¿Y tú? ¿Cuándo me darás un hermanito? — inhalo profundamente.

—Pues antes quizás te habría respondido eso con más exactitud pero ahora, no lo sé.

—Porque ya no estás con Melanie, ¿verdad?

—Exacto.

— ¿Y qué hay de Sarah? Ella no me gusta mucho. Solo pelea contigo cada vez que viene.

—Esto no es nada importante. Solo son problemas de adultos. Ahora ve a ayudar a Frederick en la cocina, pero sin pegarte de la estufa, ¿ok? — le ordeno, asiente y se va corriendo.

Miro una vez más donde están las cenizas de mi abuela y respiro profundo para contener la tristeza. Mi madre sigue fuera de casa resolviendo sus asuntos personales al parecer.

Al bajar las escaleras, veo a Frederick leyendo algo.

— ¿Qué es eso? — husmeo.

— ¡Oh, mi lord! Son las noticias. El caso de Melanie está siento primicia en todas partes. Es una pena todo lo que ha tenido y sigue pasando.

—Ella no merece nada de esto.

—Y estamos de acuerdo. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar? Sabe que no solo tengo experiencia en la cocina. Suelo ser...letal cuando me lo propongo. — intenta verse rudo pero igual me sigue pareciendo gracioso.

—No, no te preocupes. Estamos haciendo lo que podemos. Seguimos investigando pero de momento la pieza que falta está desaparecida.

—¿Y es...?

—Martha, la madre de Melanie.

—Hace mucho tiempo que no escuchaba ese nombre. Esa mujer siempre me dio mala espina.

—Sí, a mí también. — tengo que encontrarla, confío en mi equipo. — Si mi madre llega dile que volveré en unas horas. Iré a ver a Melanie. — tomo las llaves de mi Cherokee y me marcho.

Melanie Cross.

¿Qué hora es? ¿Media noche? Y todavía no puedo conciliar el sueño. Este lugar es una pesadilla. Una pesadilla aburrida. Supongo que todos están dormidos ahora y no puedo salir otra vez. Me da mucho miedo encontrarme con un loco que sea capaz de cualquier cosa.

Justo cuando siento que el sueño llega a mí, suenan las alarmas de emergencias por violación de perímetro. ¿Qué está pasando? Me levanto y observo por la ventanilla del puerta. No hay nada, solo una luz roja parpadeando seguidamente.

El suspenso me está matando.

— ¡Mierda! — grito del susto después de que una cara chocara con la ventanilla de mi puerta. Cuando intenta entrar, aprieto las cerraduras para evitarlo. Solo puedo ver sus maniáticos ojos. Me contengo para no llorar del miedo hasta que por fin se va.

Cuando siento mucho silencio, abro la puerta y salgo lentamente. Estoy descalza y tengo mucho miedo. Solo quiero saber qué pasa.

— ¡Hey! ¡Tú! — me llama Jorge. Me alivia ver una cara conocida.

— ¿Qué está pasando? — lo alcanzo.

—Busca tus cosas, nos vamos de aquí. Un compañero encontró la manera de salir y los que no tenemos las puertas bajo llave podremos irnos. — dice con mucha alegría.

— ¿Qué? ¿Cómo han hecho esto?

—No tengo idea. Dormimos a algunos guardias, tenemos pocos segundos para escapar. — lo dice como si nada.

— ¿Qué?

—Muy bien, ¿quieres quedarte para que sigan haciendo experimentos contigo? Es tu problema. — camina lejos de mí.

—Está bien, espera. — digo antes de que se marche sin mí. Busco mis tenis, me los pongo y corro con él. ¿Dónde están los demás guardias? Mi pregunta se responde al ver a un montón de ellos amontonados como basura en un rincón. Al menos están respirando, lo sé por el movimiento de su abdomen. Aun así, me cubro la boca con las manos para no escapar un ruido que lo joda todo.

El miedo estalla más cuando también veo a todo un grupo de internados saliendo por lo que parece ser una excavación detrás de los troncos en los que estaba sentada esta mañana. Las alarmas suenan en todo el centro y muchos guardias corren hacia nosotros con armas en sus manos.

¡Ay no! ¿Qué hacen? ¿Nos matarán? No sé si avanzar o retroceder.

—No puedo hacer esto. Tengo que volver. — me detengo.

— ¡Ni te atrevas! ¡Te matarán! — me hala del brazo.

—Ellos no pueden hacer eso. — un disparo de ellos hace que salte del susto, contradiciendo lo que acabo de decir. Nos escondemos detrás de los árboles y trato de buscar a Derek entre todos ellos pero no lo veo. No sé si esto me alivia o me decepciona.

Cada vez salen más y más internados para enfrentarse a ellos mientras otros entran por el túnel que han encontrado.

—Se están acercando demasiado. — está nervioso. — Escucha, a la cuenta de tres vamos a correr sin mirar atrás.

— ¿Estás loco? — ataca los ojos y entiendo la referencia. Debo de dejar de decir esto mientras estemos en aquí. Es muy irónico de mi parte.

—Uno, dos y tres. — corremos sin mirar atrás. Me deja entrar primero y luego él. Gateo lo más rápido que puedo, ensuciándome con sabrá dios qué cosa pegajosa. Vienen más delante y detrás de nosotros, hasta que después de un medio recorrido apestoso, logramos salir en un puente.

¿Un puente? ¿Dónde demonios estamos?

Los demás siguen corriendo pero también hay helicópteros por la zona. ¿Qué rayos es este internado y por qué tiene seguridad aérea también? ¡Ah, claro! También hay asesinos aquí. Podría entenderlos pero de todas formas se me hace exagerado. Al ver cómo una patrulla le dispara al grupo que va delante de nosotros me deja inmóvil.

No tenemos salida. Huir fue una pésima decisión.

—Tenemos que saltar. — señala el mar que nos queda debajo.

—Definitivamente no. Prefiero entregarme.

— ¿Entregarte, cómo? ¿Cómo esos que han muerto de allá? — señala al grupo al que le ponen los dedos en el cuello para asegurarse de que están muertos. Saltar me está pareciendo la mejor opción aunque creo que nos llevaremos un fuerte golpe contra el agua.

— ¡Tú! — alguien me hala del brazo bruscamente. Es el mismo demente que chocó con mi puerta hace unos minutos. Es asqueroso.

— ¡Suélteme! — intento zafarme pero me tiene muy aferrada.

—¡Si yo no puedo escapar ustedes tampoco! — otro loco más con el que no podré lidiar. Jorge me ayuda y lo aleja de mí, pero no tarda en empujarnos de nuevo haciendo que caigamos bruscamente contra las fuertes corrientes del mar. Solo puedo sentir otro corrientazo que me desconecta de la realidad y hace que caiga en una profunda oscuridad.

Junior, Martha, Jack, Judith, Jacob, Javi, Jasper, Lisa, Lía, Karol, Frank, Robert, James, todos los recuerdos desde el menos hasta el más importante de mi vida, llegan como un reproducción infinita en mi cabeza.

¡Mierda! Ya lo recuerdo todo. Digo en mi subconsciente y... abro los ojos. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro