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Capítulo 1.

No sé cuánto tiempo ha pasado, solo sé que volví a desmayar. Tenía la esperanza de que todo fuese una pesadilla pero lamentablemente, no lo es. Mi mente sigue en blanco, podría describirlo como una laguna en donde el agua se queda inmóvil pero muchas personas están ahogándose en su interior. Solo veo destellos de ciertas personas que no reconozco, mirándome. ¿Quién soy? ¿Con quién he hablado? ¿Qué he hecho en mi vida?

Luces, más luces y despierto.

Mis ojos se abren rápidamente, tengo mucho frío y sigo en el hospital. Trato de sentarme y con mucho sacrificio, lo logro. El contacto de mis pies descalzos contra el fresco suelo me provoca un intenso mareo.

Inhalo y exhalo hasta que consigo recuperarme.

Sigo con un catéter en las venas de mis manos. No podré salir de esta habitación sin quitármelo, así que me lo llevo. Por suerte, lo que sostiene la bolsa del suero, tiene ruedas debajo y lo arrastro conmigo hasta la salida. Es de noche. El hospital luce muy solitario y escalofriante. Solo veo a enfermeras entrando y saliendo de diferentes habitaciones y no me agrada estar aquí, necesito irme.

Tomo un poco de algodón de un carrito auxiliar que encontré en el pasillo y saco la jeringa de mi vena. Dejo el porta sueros en una esquina y corro hasta la que creo que es la salida.

¡Atención! ¡El paciente 8654 no está en su posición! ¡Atención! ¡El paciente 8654 no está en su posición! — suenan los altavoces de repente. ¿Paciente qué? Me pregunto. Veo extrañamente a otro chico que luce aún peor que yo. Debe de estar muy deshidratado. Lleva la misma bata y un porta sueros de su lado.

¿Será él, el paciente del que hablan o yo?

Me mira de forma extraña, señalándome la pulsera que lleva en su muñeca con su dedo. ¿Qué es eso? Cuando veo las mías, llevo una también. El espanto que me dan un grupo de enfermeros corriendo hacia mí me pone nerviosa, pero cuando se desvían hasta alcanzar al sujeto extraño, me da un inmenso alivio. Reviso mi pulsera y por suerte, mi número es 2706. Lo buscaban a él, no a mí. Así que respiro profundo.

No puedo perder tiempo, tengo que salir de aquí.

— ¿Melanie Cross? — pregunta una enfermera del grupo que ha venido. ¿A quién llama así? ¿A mí? ¿Por qué me mira a mí? — No debería estar aquí, tiene que volver a su cama. — dice nuevamente.

—Tengo que irme, necesito...necesito... — ¿qué necesito? Me estoy volviendo loca. — Necesito tomar aire fresco. — sigo con estas enormes vendas en la cabeza.

—Muy bien, puedo acompañarte a dar un paseo si quieres pero no vuelvas a salir sola. Es peligroso. — su voz es muy suave.

— ¿Peligroso? ¿Por qué?

—Si me acompañas puedo explicártelo mejor. — intenta acercarse pero me alejo. No confío en ella. No confío en nadie.

—No te acerques. Necesito llamar a alguien. — miro a mi alrededor.

— ¿A quién? ¿Recuerdas algún número de teléfono? — parece estar confundida. Siento que debo llamar a alguien pero ni siquiera sé a quién.

— ¡Sí! ¡Sí! Lo recuerdo. Recuerdo...recuerdo algo. — miento. Solo quiero que me deje en paz para poder largarme de aquí.

—Está bien, te llevaré a un teléfono. — me extiende su mano pero no la tomo. Sabe que no daré un paso si no camina ella primero. Lo nota y la sigo. Me lleva hasta la oficina de registros donde al parecer tienen uno.

Al ver que se queda en la puerta, le echo una mala mirada.

— ¿Podrías darme algo de privacidad? — tengo el teléfono en manos.

—Tu condición no me lo permite.

— ¿Mi condición? Creo que tu prioridad es no darme disgustos porque mi salud puede empeorar. Así que si no quieres cargos de consciencia, sal de aquí y déjame hablar a solas. Lo que sea que tenga que hablar, no es de tu incumbencia. — no me arrepiento de hablarle así.

Parece entenderlo y se retira.

Cuando cierra la puerta, suelto el teléfono y rebusco entre los archivos que están sobre el escritorio. Luego de revisar muchos de ellos, finalmente encuentro mi foto delante de uno. Soy yo. Al menos sí puedo reconocerme.

"Melanie Cross Johnson", dice el expediente. ¿Melanie Cross Johnson? ¿Esa soy yo?

Lo abro de inmediato, antes de que la enfermera vuelva a entrar.

Melanie Cross Johnson, nació el 6 de febrero del 1996, en la ciudad de Washington. Fue abusada sexualmente por Frank G. uno de los criminales más buscados de la ciudad y se le conoce por ser hija de Richard Johnson, otro criminal muy poderoso. Cuyos hombres, hoy están muertos. Con el paso del tiempo, se ha visto envuelta en diferentes situaciones peligrosas en compañía de sus amigos. De los cuales, hasta hoy, se ha podido librar con algo de ayuda.

Ahora se ha convertido en toda una diseñadora y emprendedora, que ha sacado adelante a muchas personas incluyendo a su corta familia que consta de dos personas: Martha y Junior. Pero al parecer todo eso se destruirá tras ser declarada posible culpable de la muerte de dos personas en su propia fiesta de cumpleaños.

Todo eso alcanzo a leer con algo de dificultad. ¿Esta es mi vida? ¿Por tanto he pasado? Ni siquiera sé cuántos años tengo. Calculándolos, creo que tengo 25. 25 años de una vida miserable. ¿Y diseñadora? ¿Diseñadora yo? ¿Violada?

En vez de mejorar, con esto creo que empeoro.

La cabeza comienza a darme punzones muy fuertes que no me dejan seguir con la investigación. ¡Dios, me duele mucho! Siento que estallará en cualquier momento. Coloco las manos en mi cabeza constantemente y me agacho al suelo tratando de soportar el dolor.

¡Quiero dejar de sentirme así! ¡No quiero sentir más dolor!

Cuento: 1,2, 3... y no consigo aliviar nada. Doy cientos de vueltas por toda la estrecha habitación y encuentro muy extraño que todavía la enfermera no haya entrado a vigilarme. De repente suena una ambulancia y percibo mucho movimiento. Me acerco lentamente, abro un poco la puerta y no hay nadie. Ella no está ahí. Es mi momento perfecto para escaparme pero con esta estúpida bata, ¿cómo lo hago? Me detendrían de inmediato.

Observo toda la habitación buscando una solución y aparece en mis ojos. Tomo un abrigo enorme de color oscuro y una gorra que hay en una silla. Perfecto para la ocasión. Salgo con ellos puestos, tratando de pasar desapercibida. Creo que ha llegado un paciente con problemas más grandes que los míos. No hay ni una sola enfermera en toda el área, ya que todos parecen estar en emergencias.

Camino hasta la salida trasera y casi se me sale el corazón del susto al ver a un hombre de ojos azules entrar. Por suerte no me está mirando, ya que va muy concentrado en su teléfono. Giro un poco la cabeza para que no logre verme, hasta que finalmente logro salir.

¡Por fin! ¡Aire fresco!

Pero ¿a dónde iré ahora? Está claro que no quiero volver allí. Siento que no debo confiar ni siquiera en los propios doctores. Todos parecen tener malas intenciones conmigo después de leer mi supuesto archivo. ¿Y si quizás me confundí? No me he visto en el espejo todavía, ¿cómo pude deducir que era yo?

La mirada perversa de un grupo de hombres que están en una esquina me asusta. Están fumando detrás del hospital.

— ¡Hey, tú! — me grita uno de ellos y lo ignoro, buscando una manera de ponerme segura. Las calles están muy solitarias, solo hay algunos coches aparcados cerca y nada más. Observo y observo hasta que veo una puesto de teléfono público al otro lado de la calle. Tiene una puerta, al menos ahí podré encerrarme hasta que se vayan.

Cruzo la calle y entro.

Los miro a través del cristal y poco después se levantan. Están caminando hacia mí. ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? Esta puertecita no es muy resistente. ¡Dios! ¡Debí quedarme en ese hospital!

— ¡Sal! Necesito hacer una llamada. — me dice el mismo, dándole toquecitos a la puerta.

— ¿Justo ahora que lo estoy usando? Tendrá que esperar. — le reprocho. Saca su apestoso cigarrillo de la boca.

— ¿Qué dijiste? ¡Sal de ahí, ahora! — me amenaza.

— ¡Solo deme 2 malditos minutos y se podrá comer el teléfono si quiere! — estoy muy cabreada. Desde que abrí lo ojos no he podido sentirme de otra manera.

Tomo el teléfono y simulo estar marcando algún número. Por suerte, el hombre se aleja un poco más. Tengo que llamar a alguien. ¿Por qué me siento tan sola? Saber que he tenido una vida, amigos, una familia, quizás alguna pareja y no recordarlos, es lo peor que a alguien le podría pasar.

Los ojos me arden y me siento mareada todo el tiempo.

— ¡Te queda un minuto! — insiste el irritante vagabundo.

Recuerda, chica. Algo tienes que recordar. Me presiono a mí misma.

Cierro los ojos esperando algún indicio y nada. Miro todas las tarjetas de números telefónicos que hay pegadas en los cristales y de alguna forma u otra, al verlos, mi cabeza pasa imágenes fugases de una serie de números que no conozco. Cada vez que veo en mi mente esa serie de dígitos, algo me sangra por dentro.

Genuinamente marco los números en orden en las teclas y está sonando. ¿A quién estoy llamando? Este imbécil sigue muy impaciente afuera y cada vez me mira de peor forma.

Agente Connor. — contesta un hombre. Esa voz me retumba en el pecho y ni siquiera sé por qué. Me quedo en silencio. ¿Quién es el agente Connor? Parte de la policía, supongo.

—¿Quién es usted? — estoy nerviosa.

—¿Melanie?

¿Cómo...? ¿Entonces así me llamo de verdad? ¿Y él cómo lo sabe?

—¿Usted sabe quién soy?

—Melanie, ¿dónde estás? ¿Por qué no estás en tu habitación? — suena asustado. ¿Qué está pasando? ¿Cómo sabe que mi nombre Melanie, cómo sabe que estaba en el hospital?

Frunzo el ceño y cuelgo el teléfono sin más. Mi vida es una mierda; es lo único que me ha quedado claro hasta ahora.

Salgo.

— ¿Ve que no es tan difícil esperar su turno?

—Eres muy respondona, ¿verdad? — apesta a alcohol.

—No es su problema.

— ¿Tienes idea de lo que les pasa a las mujeres respondonas en esta ciudad? — se acerca y me alejo. — ¿Los golpes en la cabeza te dejaron demente o qué? — sigue acercándose. No tengo salida. Solo hay un bote de basura detrás de mí. — Te voy a enseñar a respetar a la gente mayor. — sigue amenazándome pero antes de que me haga algo, tomo la tapa metálica del basurero y le pego en la cara con ella.

Sus demás amigos también vienen hacia mí y no me queda más que correr. Desgraciadamente salen más de la dirección a la que me dirijo y me detengo.

Estoy sin salida.

—Ya no pareces ser tan brabucona ahora. — dice el mismo.

—Oh, sí. Sí que puedo serlo. — lo empujo contra sus amiguitos con todas mis fuerzas e intento cruzar la calle pero otros dos me sostienen. — ¡Suéltenme! — intento zafarme pero es imposible con lo débil que estoy.

De repente ya no siento ninguna mano sosteniéndome y caigo en la cera. Se han ido corriendo, menos uno, el mismo vagabundo del inicio.

— ¡Apártate de ella! — suena una voz muy amenazadora detrás de él. En cuanto se gira, su cara de perversión cambia radicalmente a una de miedo y sale corriendo al igual que los demás. Sigo tirada en el suelo pero más aliviada de que por fin alguien me haya liberado de esos maniáticos.

Respiro profundo y miro a la persona que prácticamente me ha salvado. Es un hombre. Tiene esos mismos intensos ojos azules que me resultan muy familiares. ¿Por qué me está mirando así? Es como si viera un fantasma. Sus ojos brillan por las lágrimas que caen de ellos.

¿Está llorando de verdad? No entiendo su reacción.

— ¿Melanie? — su voz se quiebra. ¿Por qué todos me llaman Melanie? ¿De verdad soy esa tal Melanie Cross Johnson de la que leí en esos archivos?

Intenta ayudarme a levantarme pero lo aparto. Puedo hacerlo sola.

—Fuiste tú. Tú me llamaste. — ¿Y ahora de qué habla? — ¿Me recuerdas, verdad? Dime que me recuerdas. — cierra sus ojos suavemente como si escuchar mi respuesta fuera algo glorioso para él. ¿Qué le sucede a este hombre? No puedo hacer más nada que fruncir el ceño al verlo. — El número que marcaste, es el mío. — señala el teléfono del que he salido. — Lo recordaste. Me recordaste.

Es muy confuso. Siento que ya lo he visto antes pero no sé dónde.

— ¡No! ¡Ustedes...! ¡Tú...! ¡Me implantaron un chip en el cerebro para que viera esos números! Son como... códigos en mi cabeza. ¡Solo quieren atormentarme! — me presiono la frente con los dedos. Estoy muy aturdida.

—Solo es mi número de teléfono. — contesta suavemente. Por alguna extraña razón, hace que me calme. Parece estar tan relajado que me hace sentir igual. Es como si la intensidad de sus ojos traspasaran mi alma y conociera cada parte de ella.

— ¡Melanie! ¡Oh por Dios! — grita la enfermera en el otro lado de la calle.

— ¡No! ¡No! ¡No puedo entrar ahí otra vez! — trato de levantarme pero me mareo.

—Escúchame. — mantengo los ojos cerrados. — Mírame. — me ordena. Abro los ojos y lo veo. —Ellos solo te están protegiendo. Te están cuidando hasta que te recuperes y puedas enfrentar el problema en el que estás. — la enfermera ya nos alcanzó. — Pero los maniáticos como estos, los que te atacaron, no lo harán. ¿A dónde irás para protegerte de ellos? ¿Cómo lo harás sola y sin poder recordar? — me hace entrar en razón

Respiro profundo.

—Confía en mí. No dejaré que nada malo te pase. — se levanta y me extiende su mano. Miro la cara amigable de la enfermera y es donde me doy cuenta de que estoy huyendo de las personas equivocadas. No puedo salir de esto sola, esa es la realidad. Al menos no ahora. No mientras siga teniendo este vacío en mi cabeza que tanto me atormenta.

Coloco mi mano sobre la suya y me levanta. Sus fuertes brazos no me dejan caer.

—Ven conmigo. — la enfermera me extiende su mano también y me acerco a ella. — No puedes usar estas cosas, podrían lastimarte. — me quita la gorra con cuidado.

Mientras vamos caminando de regreso al hospital, miro al hombre que me ha ayudado a entrar en razón. Está inmóvil con sus manos en los bolsillos. ¿Por qué se me hace tan familiar? Solo me observa con sus ojos brillantes. De no ser porque tengo mala vista, diría que he visto dos lágrimas salir de sus ojos otra vez, pero no estoy segura. Quizás es efecto de la iluminación.

«Confía en mí. No dejaré que nada malo te pase»

¿Por qué siento que he escuchado eso antes? Estoy segura de que lo he visto en otra parte, pero mi mente está hecha un desastre. Daré todo de mi parte para que sus recuerdos se unan con los míos y pueda conocerme como aparentemente él lo hace. 

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