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XXXVI. LA VIDA DE ELIZABETH NOTT

CAPÍTULO TREINTA Y SEIS:

LA VIDA DE ELIZABETH NOTT.


      Nova sintió sus pies golpear el suelo. Estaba tan acostumbrada al sentimiento de pasar por un Portkey que sus rodillas no temblaron al aterrizar en la oficina de Dumbledore. Notó a Harry tropezar ligeramente antes de enderezarse. No podía describir la expresión en su rostro, pero era pura agonía intentar mirarlo. El peso de la muerte de Sirius estaba comenzando a afectarlo. Cuando él había estado peleando contra Voldemort, su concentración había estado en eso. En sobrevivir. Ahora, en el silencio de la oficina de Dumbledore – que se había reparado del reinado de Umbridge – finalmente la idea de que Sirius se había ido apareció en la mente y el corazón de Harry.

      Harry se mantuvo callado mientras ellos esperaban en la oficina de Dumbledore. Ponía a Nova de los nervios. No le gustaba el silencio, especialmente no después de lo que había sucedido —. Lupin dijo que todos estarán bien—, habló ella, encogiéndose cuando su voz salió más alta de lo que quería entre tanto silencio —. Ron tendrá... Ron tendrá cicatrices en sus brazos por el cerebro, pero nada más será permanente.

      Harry no se molestó en responder. Simplemente miró la pared, que Nova notó había comenzado a temblar. Había un retrato de un hombre que Nova nunca había visto antes, estirando sus brazos y bostezando como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo —. Ah...—, mencionó después de soltar un segundo bostezo —. Harry Potter. ¿Y qué te trae aquí en las tempranas horas de la mañana? Se supone que esta oficina es solo para el director. ¿O Dumbledore te mandó aquí? Oh, no me digas que...—, volvió a bostezar —. ¿Otro mensaje para mi tatara-tatara-nieto bueno para nada?

      — ¿Tatara-tatara-nieto?—, preguntó Nova tranquilamente. Él pareció notar su presencia, y frunció el ceño.

      — ¿Otro de ustedes en la oficina del director? Dumbledore me va a escuchar. Sí, mi tatara-tatara-nieto, Sirius Black. A Harry parece agradarle bastante.

      Nova no tuvo el corazón para admitir en voz alta que Sirius se había ido. Simplemente redirigió su mirada a Harry, quién de repente caminó hacia la puerta como si dejar la oficina fuera a despejar su mente. Dumbledore debía de haber puesto algún hechizo, porque el mango de la puerta no giró. Por el momento, ellos estaban encerrados.

      —Espero que esto signifique que—, espetó uno de los magos en uno de los retratos —, ¿Dumbledore volverá pronto con nosotros?

      Harry se giró hacia el mago y asintió.

      —Oh, bien—, asintió —. Todo ha sido bastante aburrido sin él—, se sentó en el trono que estaba pintado en su retrato, luciendo indiferente. Todos los retratos lucían indiferentes. Ellos no sabían lo que había pasado. Lo que Harry acababa de perder —. Dumbledore te tiene en muy alta estima, estoy seguro que lo sabes—, continuó —. Oh, sí. Muy muy alta estima.

      Nova gentilmente se sentó en una de las sillas de la oficina de Dumbledore. Estaba observando el escritorio, incapaz de quitar sus ojos de encima del mueble. Su mente estaba viajando en un millón de direcciones diferentes. Estaba la obviedad – el hecho que ella nunca sería capaz de volver a la mansión Nott. Su Padre no se lo permitiría. Tal vez podría preguntarle a Dumbledore que transportara algunas de sus cosas, e incluso tal vez quedarse en Hogwarts durante el verano, pero sabía que las posibilidades eran bajas. Entonces, estaba Malfoy de quién preocuparse. Había visto la increíble intensidad de dolor que había cruzado su rostro cuando descubrió sobre ella y Ron. Y el dolor era lo que más la afectaba. Podía lidiar con ira, con su hostilidad, pero saber que ella lo había vuelto a lastimar la estaba matando.

      Theo. Merlín, estaba Theo. ¿Qué iba a hacer?

      El hogar estalló en llamas, los hermosos ojos esmeralda brillando señalaban el regreso de Dumbledore. Todos los magos y brujas que cubrían la pared le dieron la bienvenida, no pareciendo notar su rostro demacrado. Dumbledore siempre había lucido acorde a su edad, de la forma más respetuosa que Nova podía conjurar. Pero incluso así, él nunca había lucido desgastado por los eventos que pasaban a su alrededor. Mirándolo ahora, era como si nunca hubiera lucido más mayor y frágil. Como si alguien hubiera colocado el peso del mundo sobre sus hombros —. Gracias—, le dijo suavemente a los retratos, pero su atención no estaba puesta en ninguno de ellos. Estaba en un tipo de bandeja, a lo que sacó un fénix sin plumas de su bolsillo y lo colocó sobre ella.

      —Bueno—, habló finalmente —. Estarán complacidos de escuchar que ninguno de sus compañeros sufrirán daños permanentes a causa de los eventos de ésta noche.

      Ni Harry ni Nova se atrevieron a decir algo. Romper el silencio era dañar la burbuja de cristal que Harry había creado para sí mismo, para mantenerse cuerdo.

      —Madam Pomfrey está curando a todos ahora—, continuó Dumbledore —. Nymphadora Tonks podría necesitar pasar un tiempo en St. Mungo, pero parece que se recuperará perfectamente—, Dumbledore miró a Nova —. Parece que tu Padre también se recuperará—, ella no le dijo que no le importaba. Dumbledore suspiró, y ese fue el sonido que casi rompió a Nova. Él nunca había sonado tan exhausto —. Sé cómo se sienten los dos—, agregó tranquilamente.

      De repente, Harry no era tan silencioso —. No, no lo sabe—, dijo, su voz alta, con la fuerza de quince años de dolor en el corazón acompañado por heridas.

      — ¿Ves, Dumbledore?—, dijo el primer retrato que había hablado, el tatara-tatarabuelo de Sirius Black —. Nunca intentes entender a los estudiantes. Odian eso. Ellos prefieren ser trágicamente malentendidos, hundirse en lástima propia, calentarse en su propia--.

      —Eso es suficiente, Phineas—, Dumbledore observó a Harry, queriendo que dijera cómo se sentía —. No hay vergüenza en cómo te sientes, Harry. Al contrario... el hecho que puedas sentir dolor como éste es tu mayor fortaleza.

      —Mi mayor fortaleza, ¿uh?—, la voz de Harry quemaba como el fuego, pero tenía la frialdad del hielo —. No tiene idea... no sabe...

      — ¿Qué no sé?—, cuestionó Dumbledore.

      Harry se movió alrededor, toda la ira del mundo en sus ojos. Nova quería reaccionar, detenerlo de lo que sabía que iba a suceder, pero no era su lugar y ella no era la que acababa de perder a alguien —. No quiero hablar sobre cómo me siento, ¿de acuerdo?—, siseó Harry.

      — ¡Harry, sufrir así prueba que sigues siendo humano! Éste dolor es parte de tu humanidad--.

      —ENTONCES, ¡NO QUIERO SER HUMANO!—, Nova saltó ante el volumen de su voz, pero Harry no había terminado con su enfado. Él tomó uno de los instrumentos plateados que Dumbledore tenía sobre la mesa a su lado y lo arrojó a través de la habitación. Los retratos se alzaron en sorpresa, pero Nova solo observó a Harry sin realmente mirarlo. Todo lo que veía era a un chico que acababa de tener su corazón roto. No de una forma trivial, en que la persona que amaba se había alejado de él. Sino que de la forma real, de la forma en que lo hacía sentir como si alguien hubiera tomado su corazón y lo haya arrancado de su pecho —. ¡NO ME IMPORTA!—, arrojó otro objeto, otro que Nova observó destruirse en un pestañeo —. ¡TUVE SUFICIENTE, VI SUFICIENTE! ¡QUIERO UNA SALIDA, QUIERO QUE TERMINE! ¡YA NO ME IMPORTA–!—, tomó la mesa y la tiró. Las patas se rompieron, y Nova observó a una de ellas girar sin control por el suelo.

      —Te importa—, discutió Dumbledore suavemente. No se movió para detener a Harry. Solo observó al chico frente a él —. Te importa tanto que sientes como si te fueras a desangrar hasta la muerte por el dolor.

      — ¡YO– NO!

      —Oh, sí. Has perdido a tu madre, a tu padre, y a la persona más cercana a un padre que has conocido. Por supuesto que te importa.

      — ¡NO SABES CÓMO ME SIENTO! TÚ– PARADO ALLÍ– TÚ–.

      —Harry—, mencionó Nova suavemente, pero él la ignoró. Se giró hacia la puerta y colocó su mano sobre el mango, tirando de el con más fuerza de la necesaria —. Harry—, repitió, pero aún él no la escuchó.

      —Déjeme irme—, dijo Harry, su tono letal. Era el mismo tono que había poseído cuando persiguió a Bellatrix.

      —No.

      —Déjeme salir—, discutió Harry.

      —No—, repitió Dumbledore.

      —Si no me deja – si me mantiene aquí encerrado – si no me dejas--.

      —Insisto, continúa destruyendo mis posesiones—, dijo Dumbledore con calma —. Me atrevo a decir que tengo demasiadas—, caminó alrededor de su escritorio, frente al campo de visión de Nova, y se sentó detrás. Él lucía bien allí. Más bien de lo que Umbridge alguna vez lo había hecho —. Pero no te dejaré salir, ni a la señorita Nott, hasta que escuchen lo que tengo que decir.

      — ¿Crees – crees que quiero – crees que me importa una – ¡NO IMPORTA LO QUE TENGAS PARA DECIR! ¡No quiero escuchar nada de lo que tengas para decir!

      —Lo harás—, respondió Dumbledore —. Porque no estás tan enojado conmigo como pretendes estarlo. Si vas a atacarme, como sé que estás cercano a hacerlo, me gustaría habérmelo ganado. Y porque eres un buen amigo de la señorita Nott, y a ella le gustaría tener una explicación. Podría haberla enviado a otro lado. ¿Por qué enviarla aquí contigo y no a St. Mungo para asegurarme que está bien después de haber sido atacada con una maldición Cruciatus?

      Harry envió una mirada a Nova por un momento antes de cruzar sus brazos por sobre su pecho. Ella no sabía por qué él se estaba quedando ahora. Tal vez él se sentía culpable por lo que había dicho antes. Cuál fuera la razón, Nova estuvo agradecida. Dumbledore continuó —. Es mi culpa que Sirius muriera. O debería decir casi toda mi culpa – no seré tan arrogante de aclamar la responsabilidad por completo. Sirius era un hombre valiente, inteligente y energético, y éste tipo de hombros normalmente no están contentos con ocultarse en casa mientras creen que otros están en peligro. Sin embargo, nunca deberías haber creído ni por un instante que había algún tipo de necesidad de tu parte para que fueras al Departamento de Misterios ésta noche. Si te hubiera dicho la verdad, Harry, como debería haberlo sido, hubieras sabido hace mucho tiempo que Voldemort podría intentar atraerte al Departamento de Misterios, y nunca hubieras sido engañado para ir ésta noche. Y Sirius no hubiera tenido que ir tras de ti. Esa culpa yace conmigo, y solo conmigo—, pausó —. Por favor, siéntate.

      Harry dudó por un momento antes de moverse lentamente, tomando asiento al lado de Nova.

      — ¿Debo entender que mi tatara-tatara-nieto – el último de los Blacks – está muerto?—, cuestionó Phineas.

      —Sí, Phineas—, contestó Dumbledore.

      —No puedo creerlo—, Phineas se giró y desapareció. Nova no supo a dónde había ido, pero asumió que iba a preguntar y comprobar que la muerte de Sirius era cierto. Ella sintió la menor pena por él. Incluso si no le agradaba Sirius, debía ser solitario descubrir que el último de los Blacks estaba muerto.

      —Les debo a ambos una explicación. Una explicación a ti, Harry, por los errores de un anciano. Por ahora, veo lo que he hecho y lo que no respecto a ti. Nova, por la cuestión que sé que pronto me preguntarás al escuchar lo que tengo para decirle a Harry—, el sol estaba comenzando a alzarse, pero no le otorgó ningún alivio a Nova el comienzo de un nuevo día —. Adiviné, quince años atrás, cuando vi la cicatriz en su frente, lo que podría significar. Así INE que podría ser el símbolo de conexión forjado entre ti y Voldemort.

      —Me dicho esto antes, profesor—, señaló Harry honestamente.

      —Sí, sí, pero ya ves – es necesario comenzar con tu cicatriz. Ya que se volvió aparente, poco después de que te unieras al mundo mágico, que tenía la razón, y que tu cicatriz nos estaba dando advertencias cuando Voldemort estaba cerca de ti, o cuando se sentía alguna emoción poderosa—, Harry simplemente lo observó —. Y ésta habilidad tuya – de detectar la presencia de Voldemort, incluso cuando está disfrazado, y saber lo que siente cuando sus emociones se alzan – se vuelto más y más pronunciada desde que Voldemort volvió a su cuerpo y a sus poderes por completo. Más recientemente, me preocupé porque Voldemort pudiera percatarse de la conexión existente entre ustedes dos. Claramente, llegaría un momento en el que entrarían tan profundamente en su mente y sus pensamientos que él sentiría tu presencia. Estoy hablando, por supuesto, de la noche cuando lo presenciaste atacar al señor Weasley.

      Nova se enderezó mientras Harry asentía —. Sí, Snape me lo dijo.

      —Profesor Snape, Harry—, corrigió Dumbledore —. ¿Pero no te preguntaste por qué no fui yo el que te explicó esto? ¿Por qué no te enseñé yo Oclumancia? ¿Por qué ni siquiera te miré por meses?

      —Sí—, balbuceó Harry, su voz mucho más tranquila ahora que estaba obteniendo las respuestas que se merecía —. Sí, me lo pregunté.

      —Ya ves, creí que no pasaría mucho antes que Voldemort intentara forzar su entrada a su mente, manipular y maldireccionar tus pensamientos, y estaba dispuesto a darle más incentivos para hacerlo. Estaba seguro que si él creía que nuestra relación era – o lo había sido alguna vez – más cercana que la de un director con su alumno, él vería la oportunidad de utilizarte para espiarme. Temí bajo qué usos te pondría, la posiblidad de que él podría intentar poseerte. Harry, creí que tenía la razón al pensar que Voldemort te usaría de tal manera. En aquellas raras ocasiones cuando tuvimos contacto cercano, creí ver una sombra de él detrás de tus ojos... estaba intentando, al distanciarme de ti, protegerte. El error de un anciano...

      >> El objetivo de Voldemort en poseerte, como lo demostró ésta noche, no sería mi destrucción. Sería la tuya. Él esperaba, cuando te poseyó cortamente hace un rato, que te sacrificaría con la esperanza de poder matarlo. Sirius me dijo que sentiste a Voldemort despertar en tu interior la misma noche que tuviste la visión del ataque de Arthur Weasley. Supe inmediatamente que mi mayor miedo era cierto: Voldemort había descubierto desde entonces que podía usarte. En un intento de evitar que Voldemort asaltara tu mente, arreglé clases de Oclumancia con el profesor Snape.

      Fue entonces cuando su atención se tornó de Harry a Nova —. Usted, señorita Nott, nunca debería haber usado la Oclumancia contra su Padre. Fue arriesgado. De todas formas, contactar al profesor Snape fue lo correcto. Ya que Harry no ha dominado aún la Oclumancia, fue esencial descubrir si Sirius estaba vivo o no—, Nova pestañeó en sorpresa —. Kreacher mintió cuando dijo que Sirius estaba en el Departamento de Misterios. No eres su amo, Harry, y él puede mentirte sin la necesidad de castigarse.

      —Él – ¿él me envió a propósito?—, inquirió Harry, atontado.

      —Oh, sí. Kreacher, me temo, ha estado sirviendo a más de un amo por meses.

      — ¿Cómo?—, cuestionó Harry —. Él no ha salido de Grimmauld Place por años.

      Nova no sabía qué significaba todo esto. No sabía quién era Kreacher, tampoco dónde estaba Grimmauld Place. Pero sus ojos seguían saltando del uno al otro, escuchando con atención.

      —Kreacher encontró su oportunidad poco después de Navidad cuando Sirius, aparentemente, le gritó que se fuera. Él lo interpretó como una orden para salir de la casa. Fue con el único miembro de la familia Black a la que aún respetaba... la prima de Black, Narcissa, hermana de Bellatrix y esposa de Lucius Malfoy. Kreacher me lo dijo anoche. Ya ves, cuando le diste aquella advertencia críptica al profesor Snape, él se percató que habías tenido una visión de Sirius estando atrapado en las entrañas del Departamento de Misterios. Él, como tú, intentó contactar con Sirius inmediatamente. Debería mencionar que los miembros de la Orden del Fénix tienen métodos de comunicación más confiables que el hogar de la oficina de Dolores Umbridge. El profesor Snape descubrió que Sirius estaba vivo y a salvo en Grimmauld Place.

      —Sin embargo, cuando no regresaste de tu viaje al bosque con Dolores Umbridge, el profesor Snape se preocupó porque siguieras creyendo que Sirius estaba cautivo por Lord Voldemort. Alertó inmediatamente a algunos miembros de la Orden del Fénix—, Dumbledore disparó una mirada a Nova antes de sacar algo de su escritorio —. Señorita Nott, mientras comprendo que tiene las mejores intenciones, éste asunto es algo privado. No obstante, hay algo que siento que debe ver en relación a la voz que escuchó ésta noche provenir del arco. ¿Sabe quién le estaba hablando?

      —Era... era mi mamá, ¿no, señor?—, respiró Nova. Dumbledore asintió solemnemente —. Cuando... cuando Sirius... um... cuando pasó, me percaté que era su voz.

      —Su madre me dio instrucciones específicas para darle esto cuando creyera que era el momento correcto. Creo que ese momento es ahora—, él sacudió su mano y señaló un piedra larga y circular que reposaba sobre una mesa. Él la levitó hasta los tres de ellos y vertió una esencia en su interior que provino del vial que había sacado de su escritorio —. Colocaré un hechizo Silenciador alrededor de Harry y yo mientras discutimos asuntos más importantes. Puede sentarse o pararse para ver estos recuerdos, no importa. Solo debe saber que estos son recuerdos directos de Elizabeth Nott, tu madre.

      El recipiente de piedra que Dumbledore le pasó a Nova lucía incluso más precioso.

      Dumbledore alzó su varita y conjuró el hechizo Silenciador sobre él y Harry, y de repente, Nova fue dejada en silencio. Ella observó la piedra en sus manos, la sustancia que Dumbledore había vertido en su interior. Lentamente, ella bajó su cabeza al interior del recipiente y sintió las paredes de la oficina de Dumbledore desvanecerse en nada más que calidez y luz.


──────────────


      Estaba de pie en el medio de Hogwarts, pero era distinto de alguna forma. Nova supo, al mirar el pasillo, que no era el mismo año en el que ella estaba. Sus sospechas solo fueron confirmadas cuando vio una figura caminando, acercándose a ella. Saltó fuera de su camino e intentó ocultarse, pero él pasó justo a su lado como si no la hubiera visto.

      — ¿Vas a algún lado, Nott?—, llamó una voz calma suavemente. Nova creyó que alguien le estaba hablando, pero observó al hombre girarse con una pequeña sonrisa. Fue entonces que ella lo reconoció. No supo cómo no lo notó antes. Mientras ella siempre había sido parecida a su madre, Theo era el reflejo de su Padre. Era como si estuviera mirando a Theo, antes que el peso del mundo haya sido colocado sobre sus hombros.

      —Creo que eso no es asunto tuyo, Macmillan—, respondió Edgar Nott. El apellido familiar detuvo a Nova. La hermosa mujer, con cabello color miel, aquel destello de travesura en sus ojos. Ésta era Elizabeth Nott. Ésta era la madre de Nova.

      —Ahí es donde te equivocas, Nott—, replicó Elizabeth, acercándose a él con entusiasmo. Nova estaba conmocionada por ver la aparición de otra rápida sonrisa sobre el rostro de su Padre —. Soy la prefecta de Slytherin y, por lo tanto, podría darte una detención si así lo deseo.

      — ¿No puedes solo sacarme puntos y terminar con todo esto?

      —No me apetece quitarle puntos a mi propia casa, Nott. Detención el sábado. Puedes encontrarme en el salón de Slughorn a las siete en punto—, su Padre lució afrontado cuando Elizabeth sonrió y pasó a su lado, presionando un beso sobre su mejilla —. ¡No me odies, Nott! ¡Sabes que tú te metiste en esto!

      — ¡Nunca odie más a nadie!—, su Padre gritó en respuesta, pero era con ese tono que sugería que no odiaba a Elizabeth Macmillan en lo absoluto. Y cuando su madre llegó al final del pasillo, ella se giró para mirar a Edgar Nott antes de suspirar sabiamente.

      —Algún día—, susurró ella —. Algún día me mirarás dos veces, maldito tonto. ¿No puedes ver que estoy enamorada de ti?

      Los recuerdos se movieron, el pasillo se desvaneció y, en su lugar, apareció el salón de Pociones. Lucía diferente al que Nova conocía. Slughorn, el profesor de ese momento, había decorado la habitación en una forma que te daba la bienvenida. Habían pósters colgados en las paredes y velas encendidas en dos enormes candelabros en la esquina del escritorio de Slughorn.

      Elizabeth sonrió cuando Edgar entró, sentanda en el escritorio a su lado con sus piernas colgando y moviéndolas de atrás hacia delante —. Tu castigo—, comenzó Elizabeth después de un par de segundos —, es ayudarme con este maldito trabajo de Pociones. Slughorn accedió a que usáramos su salón. No tengo esperanzas cuando se trata de Pociones.

      La boca de Edgar se curvó hacia arriba —. Si necesitabas ayudar, Macmillan, podrías solo haberla pedido.

      —Ah, pero ya ves—, respondió ella, apuntándolo con un dedo —. Eso significaría que tendría que tragarme mi orgullo. Así que, opté por planear esto y traerte aquí con la falsa pretensión de que estás en problemas.

      — ¿Con qué poción necesitas ayuda, Macmillan?

      —Amortencia. He estado intentando toda la semana y no puedo conseguir que huela a nada. ¿No se supone que debe oler a cosas que te atraen? Todo lo que huelo es el fondo de mi caldero quemándose—, Elizabeth se bajó del escritorio y señaló al caldero, que ya estaba burbujeando —. Tengo los huevos de Ashwinder, las espinas de rosas, y el polvo de luna. ¿Qué falta?

      —Obviamente no estás leyendo tu libro de Pociones—, respondió Edgar, soltando una pequeña carcajada —. Debes agregar el extracto de hierbabuena, Macmillan.

      —Oh.

      —Sí, "oh"—, Edgar rodó los ojos y caminó hasta los gabinetes de la habitación, tomando el vial de extracto de hierbabuena que necesitaba —. Y con esto. ¡Solo un par de gotas!—, gritó cuando Elizabeth vertió casi la mitad de la botella al caldero —. Estás intentando enamorar a alguien, no que mueran por ti. Ahora, revuelve—, Elizabeth siguió sus instrucciones fácilmente, revolviéndolo y observando el humo comenzar a emanar desde la poción —. ¿Lo hueles?

      —Sí—, dijo Elizabeth, asintiendo y dándole una enorme sonrisa —. Huele al helado de Florean's, hojas de menta, y el perfume de mi mamá—, lo miró curiosa —. ¿Y tú? ¿Qué hueles?

      —Césped recién podado—, mencionó él, a lo que Elizabeth rodó los ojos y murmuró algo sobre jugadores de Quidditch —. Limones—, pausó por un momento antes de tirar de la manga de su camisa —. Arándanos.

      Nova vio la sonrisa en el rostro de su madre. Reconoció la esperanza en sus ojos —. ¿Nott?

      — ¿Hm?

      —Sabes que mi shampoo tiene olor a arándanos, ¿cierto?

      Su Padre soltó una pequeña risa —. Sí, Macmillan. Sí, lo sé.

      —Nott—, llamó alguien, metiendo su cabeza en el salón. Era Severus Snape, un mensaje oculto en sus ojos —. Es hora.

      Elizabeth frunció el ceño cuando Edgar comenzó a guardar sus cosas, pero su corazón se detuvo cuando él la miró —. Macmillan—, mencionó después de unos momentos. Snape estaba bajo el marco de la puerta, incómodo, con su ceño fruncido y luciendo perpetuamente enojado —. ¿Te gustaría ir el próximo viaje a Hogsmade conmigo?

      —He estado esperando que me invitaras todo el año, Nott. ¿Qué crees?

      Los recuerdos volvieron a cambiar, tornándose menos coloridos. Nova estaba parada en la mansión Nott ahora, su madre sentada al lado de Snape. Sus manos estaban temblando —. Elizabeth, lo lamento. Pero esto es lo correcto. El Señor Oscuro vendrá por ti y Edgar si no obedecen—, los ojos de Snape bajaron al torso de Elizabeth, al que ella se aferraba con fiereza —. ¿Descubriste el género?

      —Mellizos—, respondió Elizabeth, asintiendo ausentemente —. Voy a tener mellizos. Severus, ¿estás seguro que ésta es la única manera? Yo--, Elizabeth pausó para limpiar sus lágrimas —. Quiero que mis hijos estén a salvo. Quiero que vivan la vida que quiero para ellos. Sé que lo entiendes. Quieres lo mismo para Lily. Sé que lo haces, no te molestes en negarlo—, alzó una mano temblorosa para cubrir su boca —. ¿Cómo les digo que su Padre es un Mortífago?

      —Superarás esto, Elizabeth.

      —Gracias, Severus. Siempre has sido un buen amigo. Aprecio todo lo que haz hecho—, Elizabeth le dio una pequeña sonrisa y cubrió sus manos con las de ella —. Tal vez, algún día, Lily aceptará tus disculpas. No te rindas de la esperanza, Severus.

      —Siempre fuiste demasiado optimista para tu propio bien, Elizabeth—, pero él alejó sus manos. Solo las miró —. Tus hijos serán afortunados de tenerte.

      Fue extraño cuando los recuerdos volvieron a cambiar. Ya que, ésta vez, Nova podía ver a dos niños sentados con su madre en Florean's. Theo estaba cubierto con helado de chocolate, pero Nova estaba disfrutando su helado de frutillas con su novedosa invención de una cucharada. Elizabeth les sonrió. Y fue como un golpe al estómago de Nova. Esto era lo que ella recordaba de su madre. Ésta era la Elizabeth a la que ella quería aferrarse para siempre. La silla frente a Nova soltó un chillido y los ojos de la pequeña Nova se encontraron con Severus Snape, absortos con la nueva figura presente en su mesa.

      —Severus—, mencionó Elizabeth, rígida —. Asumo que has venido aquí a contarme sobre tu pequeña misión ésta noche. Aunque no tenga sentido, el Señor Oscuro está muerto.

      —No estaría soltando promesas vacías, Elizabeth—, respondió Snape, su mirada endurecida.

      —No estés enojado conmigo porque el Señor Oscuro se fue a expensas de Lily. Sabes que no le desearía eso a una madre. No desearía eso para su hijo—, Nova sintió la mano de Elizabeth sobre su nuca, pasando sus dedos por su cabello —. Va a matarse, Severus. Y entonces, mis hijos no tendrán un padre.

      —Puedo asegurarte que eso no pasará.

      —No puedes asegurarme nada.

      —Si algo le pasa a Edgar, me aseguraré que tus hijos estén a salvo, Elizabeth—, habló Snape, como si no hubiera lugar para discusiones —. Lo haré.

      — ¿Por qué?—, susurró Elizabeth.

      Snape nunca respondió, pero Nova podía verlo en sus ojos. Debido a la madre de Harry, debido a que, por alguna razón, Lily Potter era importante para Severus. Y porque Elizabeth Nott era la Slytherin más amable que Severus Snape había conocido. Ella sabía lo que Lily significaba para el hombre que había estado forzado a cumplir con el estereotipo de su casa. Snape nunca tuvo la oportunidad de decirle a su madre lo que ella significaba para él.

      —Elizabeth, ¿qué haces aquí?—, Nova reconoció la voz. Éste no era el Edgar Nott que seguía teniendo un resto de inocencia. Éste era el Edgar Nott que Nova conocía, el que no sabía otra cosa que enojo y odio —. No deberías haber venido.

      — ¿Y arriesgar a que mis hijos pierdan a su padre? No, Edgar. Tú no deberías haber venido—, hubo una explosión, y Nova vio a su madre caer. La vio tomar su estómago entre sus manos mientras Edgar lanzaba hechizos —. Ve—, gritó Elizabeth a su esposo —. Estoy bien, ¡ve! ¡Será mejor que te mantengas a salvo, Nott!

      Hubo un momento en que él solo la miró. Nova quería gritarle, demandarle, que ignorara sus palabras y fuera a salvarla. Pero él no la escuchó. En su lugar, asintió y le dio una pequeña sonrisa.

      —Siempre, Macmillan.

      Su madre cerró los ojos. Nova supo que no despertaría.

      Cuando Nova lentamente levantó la cabeza fuera del Pensieve, Harry y Dumbledore la estaban mirando, ambos esperándola. Al parecer, ellos habían terminado con la conversación que Nova no tenía permitido escuchar, pero ahora sabían que eso era lo último presente en la mente de Nova. Ella no se percató que tenía lágrimas deslizándose por sus mejillas hasta que Dumbledore le ofreció un pañuelo. Él no dijo nada al respecto.

      —Es hora de que te diga lo que debería haberte dicho años atrás, Harry. Voy a contarte todo. Solo te pido paciencia. Tendrás la oportunidad de enojarte conmigo – de hacer lo que quieras – cuando haya terminado. No te detendré—, los ojos de Dumbledore se desviaron a Nova —. Y señorita Nott. Le diré ahora que su madre no amó a nada más en el mundo que a usted y a su hermano. A partir de lo que el señor Lupin me dijo, usted cree que es maligna. Fue un honor demostrarle que no lo es.

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