◌ Capítulo 5
Ahora mismo me arrepiento completamente de haber aceptado este trabajo, en realidad, me arrepiento de no haberme matado cuando tuve la oportunidad.
Mi cabeza dolía como mil infiernos juntos y la fatiga se arraigó a mi cuerpo como si una enorme bola de acero estuviera tirando de mi tobillo. No puedo creer que estoy en esta posición simplemente porque caí como estúpida ante la voz infantil de Gojo.
¡Pero en mi defensa, es imposible negarse!
— Tuve mis dudas al principio, pero ahora que te veo bien, no pensé que una hija ilegítima de un clan inferior tuviera tanta energía maldita
Retuve un suspiro o comentario sarcástico ante las palabras de Satoru.— Gracias por su elogio, joven maestro, es demasiado para...
— No era un elogio –me interrumpió despectivamente mientras tomaba unas uvas para comerlas– Continua con el ejercicio.
Mi expresión se contrajo de molestia e ignoré al albino, quien estaba sentado en una hamaca sobre la sombra de un árbol comiendo bocadillos mientras yo me estaba por congelar debido a la fresca brisa de la mañana a pesar de estar sudando. Centré mi último gramo de esfuerzo en hacer que la lata enfrente mía se contrajera a partir de mi propia energía maldita.
Me sigo preguntando por qué quiso entrenar afuera si hace un frio de morirse.
Hacía casi tres semanas que acepté las enseñanzas de Gojo para aprender sobre cómo usar la energía maldita, y he de decir que fue lo peor que he hecho en mis dos vidas. Él piensa que todos nacimos estúpidamente perfectos y que podemos hacer todo a la primera, asi que estas tres semanas estuvo taladrando la cabeza con que no sé hacer nada.
Es fácil ¿cómo no puedes hacerlo? Yo lo aprendí a los dos años. Esto es un juego de niños.
¡De solo recordarlo hace que me enoje, se la pasa presumiendo lo genial que es! Es decir, estaba consciente de la personalidad narcisista que posee, pero no pensé que vivirla en carne y hueso sería tan estresante. Será muy favorito mio, pero eso no le quita lo molesto.
— Oh, lo hiciste.
Mi ceño fruncido se relajó al ver en la misma dirección que Gojo, encontrándome con tres latas de soda completamente estrujadas, haciendo que el líquido que contenían caiga hasta el suelo. Inconscientemente sonreí, un poco orgullosa de mi hazaña que me costó tres semanas conseguir.
Aunque pareciera mucho, en términos de tiempo solo me dediqué cuatro días en aprender este ejercicio, pues Gojo no tenía muchas horas libres debido a sus deberes como próximo heredero del clan.
— Bien hecho –dijo Satoru poniéndose de pie.
Mi sonrisa se tensó por un momento y mis mejillas se calentaron ligeramente al sentirlo justo a mi lado.— F-fue gracias a sus enseñanzas, joven maestro.
— Eso es obvio –suspiró indiferente despeinando sus cabellos– Ahora ya sabes las bases, solo queda saber cual es tu técnica maldita.
— ¿Cómo sabe que tengo una? –pregunté curiosa.
— Todas las personas poseen energía maldita, lo que nos diferencia de los civiles es que nosotros, los hechiceros, tenemos la capacidad de controlar a voluntad la energía y emitirla de cierta forma. Y eso... –señaló las latas sobre la mesa– Es prueba de que tienes suficiente control para usar la energía maldita, lo que significa que existe un noventa por ciento de que también tengas una técnica maldita.
Escuché con atención sus palabras, a veces me sorprende lo sabio que es a pesar de tener catorce años. O tal vez es que yo, que soy nueva en este mundo y casi no entendí las explicaciones del manga, me parece genial todo lo que sale de su boca.
Bueno... con esa apariencia, incluso si me dice que dos más dos es cinco, también le creería.
Alejé mis pensamientos y mantuve mi expresión seria, recordando que los días que estuve practicando fueron suficientes para aprender de donde nace la energía maldita, cómo sentirla en mi interior y, ahora, cómo usarla.
— Joven maestro, entonces ¿cómo sabré cual es mi técnica maldita? –pregunté, aprovechando que todavía no era su hora de almuerzo.
Había muchas que no sabía y que no se mencionan en el manga, asi que me gustaría saciar mi curiosidad antes de morir. Lo tomaría como un bonus de fan, algo que solo yo, que he transmigrado, puedo saber.
Gojo, habiendo escuchado mi pregunta, fue a recostarse nuevamente en su hamaca con su típico semblante tranquilo e indiferente mientras se cubría con una gruesa manta. Y como si fuera natural para mí, lo seguí desde atrás mientras ataba mi largo cabello gris en un moño bajo y lo decoraba con mi sencilla horquilla; luego tomé la tetera de la mesa y le serví su té favorito de frutilla.
— No tengo idea, no existe un método, un examen o un test específico que te diga qué técnica maldita te pertenece –dijo tomando unas galletas de chocolate– O la heredas de tu clan, o tienes el suficiente talento para crear una.
Tararee en afirmación, pensándolo mejor, yo nací en un clan especializado en artes marciales, por lo que debería haber heredado algo por el estilo al tener la mitad de sangre de los Asai, aunque también existe la posibilidad de no haber recibido nada.
— Después del almuerzo iremos al clan Asai, prepárate –habló repentinamente cerrando los ojos.
Me sorprendí un poco al escucharlo y no pude evitar preguntar.— ¿Puedo saber para qué, joven maestro?
— Naciste ahí ¿no? Tal vez tengan alguna respuesta.
No hablé más al notar que él no tenía intenciones de seguir la conversación y solo me dediqué a quedarme a su lado por si quiere más té o bocadillos. No mentiré al decir que me sorprende su iniciativa, mucho más al saber que él ni siquiera tiene que toparse con un clan inferior más que recibir algún que otro informe de su estado al estar subordinado a los Gojo.
Pensé en que tal vez Satoru tiene curiosidad sobre mi posible técnica maldita o que todavía no confía en mí (lo cual es razonable si nos conocemos hace casi un mes) y quiere asegurarse de que sea lo suficientemente fuerte como para morir en lugar de él. Es decir, nadie dejaría su vida en manos de una niña de trece años que ni siquiera sabe usar energía maldita.
Aunque sigo creyendo que todo esto es un desperdicio de tiempo. Es inútil que desarrolle una técnica maldita cuando mi destino es morir antes de que inicie la obra original, asi que ya me resigné a ese destino ya escrito. Sin embargo, como ya determiné, me voy a esforzar por servirle a Gojo lo mejor que pueda, y si para eso debo entrenar, aunque sea un poco, pues lo haré.
Inconscientemente, dirigí mi mirada hacia él, quien mantenía sus ojos cerrados como si estuviera durmiendo, aunque no lo estaba. Tres semanas fueron suficiente para aprender varios patrones de conducta.
Su cabello estaba un poco más largo desde la primera vez que lo conocí, sus largas pestañas parecían blancas cortinas que cubrían sus párpados con elegancia y su rostro tranquilo era sumamente precioso, incluso el pulcro yukata azul que llevaba puesta hacia juego con su apariencia de ángel.
Mis ojos acaban de ser bendecidos.
Estuve a punto de despertarlo ya que era hora del almuerzo, pero me distraje un momento al ver una hoja cayendo limpiamente sobre su frente. Mi cuerpo se tensó y no pude evitar hablar con desconcierto.
— Joven maestro, usted... ¿desactivó su infinito?
Como si sonara una alarma de incendios, Gojo se despertó y se sentó sobresaltado, causando que la hoja cayera sobre sus piernas. Desde mi posición no pude ver su expresión, pero después de un minuto eterno de silencio, él tomó la hoja entre sus manos y la apretó con fuerza, pude notarlo gracias a las venas que se marcaron en su dorso.
Quise preguntar si lo había ofendido o hecho enojar con mi pregunta, pero Satoru se puso de pie y se encaminó hacia la residencia sin dirigirme una sola mirada o palabra.
Con una rapidez que adquirí en tres semanas siendo una sirvienta, tomé los platos con comida y los acomodé sobre la mesa para que otro empleado se los llevara, también me llevé la manta para asi poder irme detrás de Gojo para acompañarlo en su almuerzo.
¿Ahora qué hice?
˚ ༘✶ ⋆。˚➷
Incómodo. No había otra palabra para describir la situación en la que nos encontrábamos.
Desde la mañana que hice aquella pregunta, Gojo ha estado evitando mi mirada y ni siquiera me hablaba. La minúscula pizca de cercanía hacia él que había logrado forjar estas tres semanas se habían ido al caño, y lo peor es que no tengo idea de por qué.
¿Tal vez está molesto porque señalé que desactivó su infinito? ¿Será que él lo considera un fallo? Me gustaría preguntarle, pero no estaba en posición para hablar.
Tampoco tengo ganas de hablar en este ambiente tan sofocante, ni el frio de afuera logra bajar la temperatura de aqui. Como él lo ordenó, nos dirigimos hacia el clan Asai en auto, y mi cuerpo estaba muy tenso de tenerlo a un asiento de mi con un aura completamente autoritario.
— Hemos llegado, Gojo-sama, Asai-san.
Al fin pude respirar con tranquilidad cuando la puerta del auto fue abierta, ahora que soy capaz de controlar un poco el mundo de las maldiciones, pude darme cuenta que Satoru había soltado su energía maldita como si nada, haciendo que me ahogue dentro del vehículo.
Fui la primera en salir, haciéndome a un lado para que él bajara. Una vez ambos estuvimos en suelo firme, nos dirigimos hacia las grandes puertas del clan Asai.
— Llévanos hacia el patriarca de los Asai –ordenó Gojo al guardia antes de que este pudiera hablar.
Solo bastó una fría mirada del albino para que el guardia se reverenciara y guiara el camino. En completo silencio, los tres caminábamos por un sendero de piedra, ignorando a cada persona que se inclinaba ante Gojo.
Mientras iba detrás de Satoru, recordé que no habíamos avisado que él venía de visita, por lo que comprendo las miradas sorprendidas y de miedo al no haber preparado nada digno para la llegada del heredero de uno de los tres grandes clanes.
— ¡Joven maestro!
Detuvimos nuestros pasos ante el llamado desesperado. A un costado venía corriendo un señor de unos sesenta años, cabello blanco debido a las canas y ojos grises.
¿Y este quién es?
— ¡Espero disculpe mi falta de respeto por no venir a saludarlo como corresponde! –habló haciendo una reverencia de noventa grados– Asai Tenko, patriarca de los Asai, saluda a Gojo Satoru-sama.
Oh, es mi ¿padre?
— Llévame al salón principal –ordenó el albino, importándole nada el saludo.
— Si, joven maestro –asintió obediente para luego hablarle al guardia– Lleva refrigerios y té, también busca a mi hijo.
Nos pusimos otra vez en marcha, aunque no caminamos mucho cuando ingresamos a un gran salón pulcro. Este tenía un sillón, como si fuera un trono, al final de la sala; y naturalmente, Gojo fue a sentarse despreocupado ahí mismo.
En estos momentos no supe que hacer, siempre he estado al lado de Satoru para cualquier cosa que necesite, incluso cuando a entrenado, estudiado o comido alguna de sus comidas del día; pero ahora era diferente, pues se trataba de una reunión entre líderes, no podía ponerme a su lado si soy una simple sirvienta.
Ignorando el ligero pinchazo en mi pecho, estuve a punto de arrodillarme al lado de este hombre cuando Gojo hizo una seña con su mano.— Seiren, ven aquí.
Sorprendida por sus palabras, no dudé en ir hacia él, quedándome de pie a su lado. No me di cuenta de la pequeña, casi invisible, sonrisa mía de no ser por la hostil mirada que me dirigía quien es mi padre en esta vida, haciendo que mi rostro se vuelva serio.
— Joven maestro ¿puedo preguntar el motivo de su repentina visita? –habló viendo esta vez a Satoru.
Antes de poder abrir la boca, las puertas del salón fueron abiertas de golpe, dejando ver a ese niño que vi por primera vez en este mundo. El chico no dudó en arrodillarse al lado de su padre.— Asai Eiji, heredero de los...
— Seiren, tráeme los cupcakes con fresas –lo interrumpe como si nada, señalando al guardia que traía los refrigerios– Oh, también esos bombones.
— Ya le dije que no interrumpa a la gente ¿qué pensarán de usted? –lo regañé suavemente como siempre lo he hecho desde hace tres semanas, olvidando la tensa relación que teníamos hasta hace unos momentos— Finja que los escucha, yo prestaré atención por usted.
— Eso ya lo sé, pero tengo hambre –suspiró cruzándose de piernas.
Negando con mi cabeza, recogí los bocadillos que me pidió y se los llevé, extendiéndole uno a la vez cada vez que él terminaba uno.
— Oh, ahora recuerdo a que vinimos –dijo limpiando la crema su labio superior con su lengua– ¿Cuál es la técnica maldita de los Asai?
— No tenemos una técnica maldita definida, joven maestro –respondió Tenko, notándose confundido por la pregunta– Pero nos especializamos en acumular energía maldita en nuestros puños y piernas para que al momento de golpear se expulse dicha energía maldita, causando un daño mayor. Es por eso que los miembros del clan Asai buscan un arte marcial que los beneficie.
— Ya escuchaste, debes aprender esa cosa que hacen ellos –habló Satoru recibiendo un bombón de chocolate que le di.
— Joven maestro ¿puedo ser sincera con usted?
— Adelante.
— Lamento decepcionarlo, pero no me gusta el ejercicio –dije ligeramente avergonzada con una gota de sudor bajar por mi frente– Me da... flojera hacer algún arte marcial, mucho movimiento para mi gusto. Además, ya vio como me puse con solo hacer ese simple ejercicio esta mañana.
Gojo me miró con una ceja alzada y suspiró rendido.— Entonces, si no quieres aprender de tu línea paterna, deberemos irnos por la otra.
Como si fuera una orden silencio, Tenko informó con ligeros balbuceos, como si no quisiera hablar de ello.— Aiko, su madre fue concubina mía hace unos años... era sirviente de la casa principal y...
— No me interesa tu historia de amor, dime si controlaba energía maldita o no –lo cortó Satoru con cansancio.
— Si, aunque no lo mostraba frecuentemente, ella podía alimentar a mariposas con su energía maldita y controlarlas –explicó– Es lo único que sé, lamento si no es lo que buscaba.
— Ahí tienes la respuesta –me dijo poniéndose de pie.
— Y usted ahora sabe que esa mariposa era mía y que la mató –repliqué tranquila.
— No me eches la culpa, fue tuya por no saber controlarla –refunfuñó infantilmente.
Olvidando a los dos varones arrodillados y que en la mañana no estábamos en las mejores condiciones, ambos comenzamos a salir del gran salón. Sin embargo, cuando estábamos a punto de traspasar las puertas, sentí un ligero movimiento a nuestras espaldas.
— ¡J-joven maestro!
En un pestañeo, mi mano envolvió la muñeca de Eiji para detenerlo, quien parecía querer hablar con Gojo. Mi expresión se endureció y no dudé en largar venenosas y frías palabras— ¿Cómo te atreves a querer tocar tan descuidadamente a Gojo Satoru-sama?
— ¡Suéltame, sangre sucia! –gruñó con molestia queriendo zafarse, pero mi agarre no se aflojó en ningún momento– ¡Mi conversación es con Gojo-sama, no con una bastarda y asquerosa sirvienta como tú! ¡¿Te crees mucho por volverte un simple juguete que pronto será desechado?
— Joven maestro ¿tiene ganas de hablar ahora mismo? –pregunté a quien tenía a mi lado, mostrándome indiferente a sus insultos.
Satoru, quien en ningún momento se dio vuelta a pesar de los gritos, giró su cabeza un poco y sonrió cínicamente.— No.
Con esa simple respuesta, hice un pequeño pero fuerte movimiento para empujar a Eiji lejos de nosotros, lanzándolo al suelo de espaldas.
— Cuida tus manos si no quieres ser ejecutado por insolente –hablé fríamente mientras limpiaba mi mano con mi kimono– La única razón por la que tu cabeza no está despejada de tu cuerpo es por la benevolencia de Gojo-sama, no lo olvides.
Sin darle oportunidad para hablar, cerré las puertas en su cara para seguir caminando con Satoru. Manteniéndonos en silencio, le extendí unos caramelos de miel que tenía guardados en mi faja.
— Puaj, ni que estuviera enfermo –escupió el caramelo y sacó la lengua con asco– ¿Acaso me quieres envenenar?
— Me descubrió –reí ligeramente, divertida por su expresión. A veces me olvido de que estoy tratando tan casual a la persona más importante de este mundo– Si no le gustan ¿por qué los recibió?
Guardé el resto de caramelos y mantuve mi pequeña sonrisa sin dejar de caminar. Sin embargo, no escuché nada proveniente de Satoru, causando que me preocupe al pensar que otra vez lo arruiné.
— Joven maestro, era una broma, yo no...
— Vámonos, tengo clases de historia.
A una velocidad impresionante, Gojo se adelantó hasta el auto. Mi mano quedó extendida, queriendo detenerlo y preguntar sobre qué ocurre, y solo logré ver parte de su cuello pintado de un tierno rojo.
¿Tendrá fiebre?
╰────────➤✎nota de autor
¿Por qué creen que Gojo tenía su infinito desactivado? Jajajsjasja nos vemos el otro viernes <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro