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◌ Capítulo 32

Solté un largo suspiro mientras ajustaba la coleta alta que sujetaba mi cabello gris. Mis dedos trabajaban con precisión, asegurándome de que cada hebra quedara en su lugar, aunque sabía que no tardaría en desordenarse.

Frente al espejo de mi habitación, inspeccioné mi reflejo con una calma habitual. El conjunto deportivo que había elegido para el día era sencillo pero funcional: un pantalón largo y suelto de color rojo que me permitía moverme con libertad, un top blanco que se ajustaba perfectamente y una chaqueta roja. Mis zapatillas blancas completaban el atuendo, listas para cualquier tipo de movimiento que la jornada pudiera exigir.

Tras dar un último vistazo y sentirme satisfecha, me dirigí hacia el campo de entrenamiento de la escuela. Mis pasos eran firmes y silenciosos, pero en cuanto estuve cerca del campo, el bullicio típico de los estudiantes rompió el silencio como un cristal hecho añicos.

A la distancia, vi a cinco de ellos reunidos en lo que parecía ser una mezcla de entrenamiento y caos controlado. Al menos, eso era lo que quería creer. Panda estaba girando sobre sí mismo como un trompo gigante, sus enormes brazos sosteniendo a Nobara de los pies, quien no paraba de gritar maldiciones, siendo claramente ignorada.

Y antes de que pudiera intervenir, el oso decidió soltarla al aire con un giro final que hizo que la chica volara como un muñeco descontrolado.

— ¡Panda! ¡Te voy a matar! –gritó Nobara, el viento cortando su voz mientras giraba en el aire.

Solté otro suspiro, más pesado esta vez, y levanté los brazos justo a tiempo. El impacto de su cuerpo no fue nada que no pudiera manejar, aunque no me molesté en amortiguarlo del todo. Nobara cayó en mis brazos como si fuera un saco de papas, claramente aturdida pero sin un solo rasguño.

— ¿Estás bien, Kugisaki? –pregunté con voz tranquila.

Ella parpadeó, todavía tratando de procesar lo que acababa de pasar.— ¡Asai-sensei, gracias a los cielos! ¡Gracias por salvarme!

— No hay de qué, pero debes aprender a aterrizar sola en vez de enfocarte en gritar –la bajé con cuidado mientras que ella bufó y se cruzó de brazos, claramente no satisfecha con mi respuesta.

Panda, mientras tanto, se detuvo en seco, como si finalmente notara mi presencia.— Oh, Asai-sensei, buenos días.

Una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios, apenas perceptible, pero suficiente para suavizar mi habitual expresión seria.— Buenos días. Parece que ya estamos todos, asi que podemos empezar.

— Ya era hora –Maki bufó desde donde estaba, cruzada de brazos y con su habitual actitud confiada.

La ignoré deliberadamente, como solía hacer. Maki siempre tenía una manera de expresarse con una familiaridad excesiva hacia los mayores, algo que ya no me sorprendía. Entre ella y Gojo, parecía que la importancia por la autoridad era una regla que disfrutaban romper. Pero no podía negar que esa actitud también la hacía destacar; era su manera de imponerse en un mundo que no siempre le daba el crédito que merecía.

— Hoy practicaremos combate cuerpo a cuerpo –hablé dejando que mi voz cargara el peso necesario para captar su atención. Todos me miraron, curiosos pero atentos– He notado que le dan demasiada importancia a sus técnicas malditas, y aunque son esenciales, no deben depender totalmente de ellas –mis ojos grises recorrieron el grupo, asegurándome de que cada uno entendiera mis palabras– Habrá momentos en los que se queden sin energía maldita, y si eso ocurre ¿qué harán? ¿Quedarse quietos mientras el enemigo los aniquila? No, por eso también deben entrenar su condición física y, al menos, dominar un arma.

Mi tono era firme pero no agresivo. Sabía que mis estudiantes me respetaban, y ese respeto no se ganaba con gritos, sino con resultados.

— Divídanse en parejas, todos menos Maki –mis ojos se dirigieron a ella con una ligera inclinación de cabeza– Tú entrenarás conmigo.

La peliverde sonrió de lado, obviamente sintiéndose halagada, aunque no dijo nada. Parecía que incluso ella sabía cuándo no cruzar ciertos límites.

Antes de que pudieran empezar a moverse, Nobara levantó la mano.

— Asai-sensei ¿puedo ir a cambiarme? Esto no es muy cómodo para entrenar –se señaló su uniforme de siempre.

La observé por un momento, evaluando su tono y su expresión. Finalmente, asentí.

— Está bien, pero más te vale volver rápido o... –hice una pausa lo suficiente amenazadora– No te compraré ese maletín de maquillaje que viste el otro día en la ciudad.

Nobara, quien ya había comenzado a alejarse a paso tranquilo, se detuvo en seco. Una sonrisa enorme y maliciosa se extendió por su rostro, y antes de que pudiera reaccionar, salió disparada como un relámpago hacia los dormitorios.

— ¡Gracias, Asai-sensei! –gritó mientras desaparecía.

No pasó ni cinco minutos antes de que estuviera de vuelta, calmada y con un conjunto deportivo impecable. Al verla solté un suspiro, aunque me aseguré de mantener mi expresión neutra. Esa chica haría cualquier cosa por conseguir lo que quería, especialmente si estaba relacionado con la moda.

— Bien, ahora que todos están listos, comencemos –mi voz resonó firme, acallando cualquier distracción que pudiera quedar en sus cabezas.

Observé cómo se formaban las duplas: Nobara con Inumaki y Panda con Fushiguro. Una combinación interesante. Era evidente que la castaña ya estaba buscando la forma de mantener su ventaja, mientras que Megumi analizaba a Panda con una expresión calculadora. Ambos sabían que este ejercicio sería algo más que un simple calentamiento.

— Lo primero que harán serán estiramientos –caminé entre ellos, asegurándome de que captaran cada palabra– Es importante que calienten adecuadamente; no quiero que terminen lesionados, asi que tienen diez minutos.

Nobara, por supuesto, fue la primera en quejarse.— ¿Estiramientos? ¿En serio? Esto parece una clase de educación física de secundaria normal.

Mi mirada se fijó en ella, tranquila. La dejé hablar, como siempre hacía, antes de continuar como si no la hubiera escuchado. Era algo que solía desarmarla rápidamente.

Una vez que terminaron los estiramientos como se los pedí, recogí un par de pañuelos de una bolsa y los extendí hacia las parejas.

— Esto es lo que harán ahora. Uno de ustedes llevará el pañuelo atado en cualquier parte del cuerpo que crea conveniente, siempre y cuando esté a la vista. Por ejemplo, Fushiguro, te lo atas donde quieras y tu objetivo será evitar que Panda te lo quite, y tú, Panda, deberás intentar arrebatárselo. Pero no pueden usar energía maldita –los ojos de Nobara se entrecerraron en señal de protesta, pero continué sin dar lugar a interrupciones– Solo podrán utilizar su propia condición física, pueden correr, saltar, esconderse, usar objetos del entorno para obstaculizar el camino del otro... lo que sea. Solo dos reglas: no se maten y no salgan de los límites de la escuela –caminé de vuelta hacia el centro del grupo, cruzándome de brazos– Cuando el pañuelo sea atrapado, cambian roles. Cada uno debe conseguirlo cinco veces antes de terminar.

Todos asintieron, aunque podía sentir la ligera resistencia de Nobara en su expresión. Sabía que no tardaría en entrar en el juego una vez que comenzaran.

— Adelante –indiqué con un gesto, y las parejas se dispersaron rápidamente, cada una buscando la mejor estrategia para ganar.

Y con un chasquido de mis dedos, dos mariposas celestes salieron de la nada, sus alas delicadas reflejando la luz matutina. Les susurré órdenes silenciosas, y cada una voló hacia una dupla, dispuestas a monitorearlos. Así podía mantener un ojo en sus progresos sin necesidad de seguirlos directamente.

Cuando el campo quedó vacío, aparte de Maki y yo, me agaché para recoger un largo palo de madera que había quedado olvidado en el suelo. Lo inspeccioné rápidamente, probando su peso y equilibrio antes de extenderlo hacia ella. Maki lo tomó con una mano, pero enseguida frunció el ceño, alternando su mirada entre el palo y yo.

— ¿Y usted? –preguntó, su tono cargado de desconfianza– ¿Por qué no tiene uno?

Dejé escapar una pequeña sonrisa, apenas curvando los labios, lo suficiente para transmitir un dejo de arrogancia que sabía que la irritaría.— No lo necesito.

La peliverde entrecerró los ojos, claramente no satisfecha con mi respuesta, pero su expresión rápidamente se tornó una mezcla de emoción y desafío.

— ¿Qué quiere que haga? –preguntó apretando el palo con ambas manos.

— Intenta golpearme con eso –respondí tranquilamente, señalando el palo con un movimiento leve de la cabeza– Si lo logras, te deberé un favor.

Sus ojos se iluminaron, y una sonrisa peligrosa se extendió por su rostro.

— ¿Cualquier favor? –preguntó con ese tono que anticipaba una travesura.

— Cualquiera.

Maki no perdió el tiempo. —Entonces, cuando lo haga, quiero un arma de categoría especial del depósito.

Abrí la boca para responder, pero antes de que pudiera articular una palabra, Ella ya estaba sobre mí. Con una velocidad impresionante, lanzó un golpe directo, utilizando el palo como una extensión de su brazo. No retrocedí ni moví un pie. En lugar de eso, cuando el palo estuvo a punto de alcanzarme, lo sujeté con una mano, girándolo por encima de mi cabeza con un movimiento rápido y fluido.

El resultado fue inmediato: Maki perdió el control de su centro de gravedad y voló por encima de mí, aterrizando a un par de metros detrás con el palo aún en su mano.

— Eso no funcionará –dije tranquila– Golpes como ese no sorprenderían ni a una maldición de cuatro categoría.

Maki apretó los dientes, poniéndose de pie rápidamente. Su expresión ya no era de juego; estaba completamente concentrada.— Muy bien, si eso es lo que quiere, entonces no me contendré.

Con esa declaración, se lanzó nuevamente. Esta vez no era un ataque improvisado; cada movimiento estaba calculado. Maki se movía con una velocidad y precisión que dejaban claro que era una maestra en el manejo de armas. Su primer golpe fue un barrido lateral dirigido a mi abdomen. Lo esquivé con un ligero paso hacia atrás, permitiendo que el palo cortara el aire frente a mí.

Sin detenerse, Maki giró sobre su propio eje, utilizando el impulso del barrido fallido para lanzar un golpe descendente hacia mi hombro. Alcé mi brazo para desviar el ataque con la palma, y el impacto resonó como un eco en el campo vacío.

Maki no se detuvo ahí. Ajustó su agarre y arremetió con una serie de estocadas rápidas, cada una dirigida a puntos vulnerables: el cuello, las costillas, las rodillas. Su habilidad era impresionante, pero no lo suficiente. Yo me movía con calma, esquivando cada ataque con movimientos mínimos.

— Vamos, sé que puedes dar más –dije para motivarla.

Ella gruñó, visiblemente frustrada pero también determinada. Apretó el palo con más fuerza y lanzó un golpe desde arriba, seguido de un giro rápido para golpear con el extremo contrario. Este ataque tenía más intención, pero aún así era insuficiente.

Esperé hasta que el palo estuvo lo suficientemente cerca y, con un movimiento casi imperceptible de mi muñeca, lo intercepté. El golpe fue suave pero decisivo. El sonido de la madera partiéndose en dos llenó el aire. Maki retrocedió, mirando incrédula los restos de su arma.

Sin darle tiempo a reaccionar, recogí los dos pedazos del palo roto y se los lancé con precisión. Ella los atrapó al vuelo, aunque el peso desigual pareció incomodarla un momento.

— No te detengas, ahora tienes dos armas, úsalas –dije autoritaria, solo una exigencia implícita de que continuara.

Maki asintió, su mirada fija en mí mientras ajustaba los restos de madera en sus manos. Sabía que mis palabras anteriores habían calado hondo; la peliverde nunca aceptaba un consejo a la ligera, pero cuando lo hacía, lo integraba con rapidez.

Sin perder tiempo, volvió a atacar. Utilizó ambos palos en un ritmo fluido, alternando entre golpes y fintas. Su velocidad era impresionante y la sincronización de sus movimientos mostraba que ya estaba adaptándose al nuevo desafío. Sin embargo, yo mantenía mi postura relajada, esquivando con movimientos mínimos mientras calculaba el mejor momento para terminar el enfrentamiento.

Finalmente, cuando uno de sus ataques laterales dejó una pequeña abertura, agarré ambos palos con fuerza. Maki intentó resistirse, pero con un fuerte tirón los utilicé para atraerla hacia mí. En el mismo movimiento, levanté mi rodilla, golpeándola directamente en el estómago.

El aire escapó de sus pulmones en un jadeo sofocado y su cuerpo se desplomó hacia atrás. Y Antes de que pudiera recuperarse, lancé un puñetazo directo al rostro, con intención suficiente para dejarla fuera de combate. Sin embargo, Maki reaccionó en el último segundo, girando sobre el suelo con agilidad y esquivando mi golpe.

El impacto de mi puño contra el suelo fue brutal, dejando un cráter visible en la tierra. Maki, aún sin aliento, me miró con los ojos entrecerrados, evaluando lo cerca que había estado del golpe.

Me enderecé lentamente, viendo cómo ella se sentaba en el suelo, recuperando el aliento. Una ligera sonrisa curvó mis labios.— Bien hecho. Desde la última vez que entrenamos juntas, has mejorado bastante, tu velocidad ha aumentado, y me alegra ver que no estás desaprovechando las habilidades que tienes.

Maki frunció el ceño, aún frotándose el abdomen donde la había golpeado.— ¿Pero?

— Pero aún te falta –continué con calma– Ahora mismo estás en un nivel suficiente para manejar maldiciones de segunda categoría sin problemas, pero si alguna vez te encuentras con una de primera categoría o una especial, ten por seguro que morirás.

Maki gruñó, girando los ojos hacia otro lado.— Ya lo sé, no tiene que repetirlo.

La observé con detenimiento, una leve sonrisa curvándose en mis labios. Ella había cambiado mucho desde que la conocí el año pasado, pues comparada con la versión que recordaba del manga, esta Maki era mucho más fuerte, más hábil, más decidida. Y eso no era casualidad. Ella había insistido tanto en entrenar conmigo que, aunque no fuera algo oficial, había terminado considerándola mi discípula.

Cada sesión de entrenamiento estaba enfocada en dos cosas: velocidad y fuerza, los pilares de su estilo de combate. Sin embargo, no descuidaba las artes marciales, disciplina que Maki aprendía con rapidez. A pesar de que yo misma no era una experta en ellas, mi sangre como Asai, sumado al conocimiento de mi vida pasada, me permitía enseñarle lo esencial para complementar sus habilidades.

Miré el cielo, donde algunas nubes se deslizaban lentamente. Era un contraste con el dinamismo de Maki, quien estaba ahora sentada en el suelo, recuperándose de nuestro último intercambio. Sin apartar la vista del horizonte, le pregunté algo, aunque ya sabía la respuesta.

— Maki ¿por qué quieres volverte tan fuerte?

Ella frunció el ceño, quizá cansada de la pregunta que otros le habrían hecho antes. Pero respondió, como siempre, con la misma firmeza.— Quiero ser la líder del clan Zen'in.

Asentí comprendiendo perfectamente lo que sus palabras implicaban. Maki había sido despreciada toda su vida por no poseer energía maldita, tratada como un paria dentro de un clan donde el linaje y las habilidades sobrenaturales lo eran todo. Ese desprecio fue lo que la empujó a abandonar su clan, pero no a su ambición. Ella quería demostrarles, a su manera, que no seguiría las reglas de los demás.

Bajé la mirada hacia ella y pronuncié las palabras que sabía la desconcertarían.

— Voy a ayudarte a ser la líder del clan Zen'in.

Maki se sobresaltó, mirándome como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.— ¿Qué?

Sostuve su mirada con seriedad, sin retractarme.— Te voy a ayudar, Maki. Ese clan ha sido un lugar de sufrimiento y mediocridad por demasiado tiempo. Si alguien va a cambiar eso, tiene que ser alguien como tú.

La peliverde me observó en silencio, procesando mis palabras. Finalmente, habló, aunque su tono era más cauteloso.— ¿Y por qué le importa?

Mi mirada se perdió entre las nubes del cielo, tomándome un momento para pensar con cuidado mis palabras. No podía decirle todo, no aún. Si Maki supiera mis verdaderas intenciones, las implicaciones de lo que planeaba, podría asustarse o simplemente rechazarlo.

Decirle que tenía en mente asesinar a los altos mandos, crear una crisis en el mundo de la hechicería y revelar la existencia de este mundo a los civiles sería como arrojarle todo un edificio encima. Y aunque confío en su potencial, no es momento de exponer mis cartas.

Finalmente, hablé, manteniendo mi tono tranquilo pero firme.— Ese clan está podrido, Maki. Lleno de reglas machistas y de gente que se aferra al poder sin importar el costo, pero tú... tú tuviste el coraje de darles la espalda, de buscar un cambio. Eso ya es más de lo que muchos podrían hacer. Sin embargo, este mundo no premia el coraje si no está respaldado por poder.

Sus ojos se entrecerraron, pero no dijo nada. Continué, mi voz tomando un matiz más severo:.

— Es ingenuo pensar que puedes enfrentarte a todo un clan cuando ni siquiera puedes ver maldiciones –solté haciendola tensar– Pero, al mismo tiempo, tampoco estás completamente desamparada. Has sido bendecida con habilidades físicas que están fuera de lo común, habilidades que, si las desarrollas correctamente, podrían llevarte más lejos de lo que imaginas.

Maki permaneció en silencio, escuchando cada palabra a pesar de lo duras que pudieran sonar. Sabía que era testaruda, pero también sabía que, cuando se trataba de mí, escuchaba con más atención de lo que admitía.

— Voy a ayudarte con lo que necesites: dinero, influencia, respaldo en los exámenes, lo que sea –dije viendola con más seriedad– Pero quiero algo a cambio.

Sus cejas se alzaron levemente, y su tono fue cuidadoso cuando preguntó.— ¿Qué cosa?

La miré directamente a los ojos, sin rodeos, y le solté la verdad.

— Si vas a ser líder, no lo harás sola. Lo harás con tu hermana.

La tensión en sus hombros se volvió visible al instante. Su expresión se endureció, y sus ojos brillaron con una mezcla de sorpresa y desconfianza.

— ¿Por qué ella? –preguntó, como si la idea misma fuera absurda.

— No seas infantil, Maki, ni rencorosa –suspiré volviendo a ver el cielo mientras cerraba los ojos, recolectando la información que me daban mis mariposas sobre como iban los demás– Mai y tú se necesitan tanto como respirar. Lo sabes.

— ¿Qué tonterías está diciendo? –gruño molesta.

— Sabes perfectamente a qué me refiero –mi tono fue más firme, sin dejar espacio a interrupciones– Ustedes dos son gemelas. En este mundo, eso no es una simple coincidencia. Mai nació con una gran cantidad de energía maldita, mientras que tú naciste con habilidades físicas que otros solo podrían soñar. Dime algo ¿por qué deberían ir por caminos separados?

Maki no respondió de inmediato. Sus puños se apretaron, y por un momento, pareció que iba a soltar alguna réplica mordaz, pero no lo hizo.

— Eso de que los gemelos son una maldición... Es solo otra regla absurda que inventaron para mantener el control –suspiré abriendo los ojos y me agaché frente a ella– No sigas sus pasos, rompe esa narrativa.. Ustedes dos tienen la oportunidad de hacer algo diferente, de convertirse en el mejor dúo que este mundo haya visto.

Sus ojos buscaron los míos, llenos de dudas y emociones conflictivas. Pero no aparté la mirada. Sabía que había plantado una semilla en su mente, ahora solo quedaba esperar a que germinara. 

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••¡JUJU-CORTOS!••

En el cálido apartamento, el aroma de una cena en preparación llenaba el aire. Seiren estaba concentrada picando verduras con una precisión impecable y la calma de la escena se rompió cuando Gojo entró al lugar, su usual sonrisa confiada iluminando la habitación.

— Bebé, tenemos que hablar –dijo de pronto.

Sin dejar de cortar, ella alzó una ceja.— ¿Qué hiciste ahora?

— Yo... perdóname, Seiren.... te engañé.

En ese mismo instante, el aire en la habitación pareció congelarse. La temperatura descendió tan bruscamente que incluso el siempre relajado Satoru se tensó. Las paredes parecieron crujir bajo la presión maldita que emanaba de Seiren, quien se detuvo en seco y, con una tranquilidad inquietante, dejó el cuchillo sobre la tabla.

Girándose lentamente hacia él, sus ojos grises brillaron con una intensidad que podría haber hecho temblar a cualquier maldición.

— ¿Podrías repetir eso?

Gojo sintió un sudor frío recorrerle la espalda, algo que no le ocurría desde sus días de estudiante. Riendo nerviosamente, se arrodilló frente a ella y unió sus manos como si estuviera rezando.

— ¡Era una broma, solo una broma! –soltó apresuradamente al ver como algunas mariposas comenzaban a aparecer en el apartamento– Me encontré con una maldición de clase especial y nos tomamos la mano porque quería molestarlo ¡pero no pasó nada más, lo juro!

El silencio que siguió fue aterrador. Seiren, sin perder la compostura, tomó un plato del fregadero y lo lanzó con precisión hacia él. El proyectil rebotó sin esfuerzo contra el Infinito de Gojo, que había activado por instinto.

— Si vuelves a bromear con eso, te aseguro que no habrá Infinito que te salve –dijo Seiren con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos– Te partiré la columna.

El albino, todavía en el suelo, rió nerviosamente mientras asentía.— Anotado, bebé.

Seiren volvió a su tarea como si nada hubiera pasado, mientras Gojo la observaba desde su posición en el suelo, recordándose una vez más por qué nunca debía subestimar a su novia.





╰────────➤✎nota de autor

Maki y Mai mis bebitas, las amo, claro que iba a hacer algo por ellas. Y cuando leí el primer enfrentamiento de Jogo y Satoru, se me vino a la mente esto y me encantó ajajjasjjas

Eeeeee y otra cosa, los capítulos han sido más largos que otras veces, para que sepan 👊🏽

Jajajaja ¡Nos vemos el próximo viernes!

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