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◌ Capítulo 3 pt. 2

Para mi alivio, el viaje en auto no duró más de treinta minutos y fui inmediatamente recibida por un joven el frente de inmenso portón que protegía las casas de uno de los tres grandes clanes. No tuve que pasar más de un minuto dentro de los muros para darme cuenta de la enorme diferencia que había entre un clan inferior y este, desde la actitud obediente y educada de la servidumbre hasta la estructura de las casas, todo era muy distinto entre si.

Fuera de aquello, ahora mismo estaba siendo guiada por el joven en silencio. Si no fuera por mi concentración y observación atenta, podía jurar que me hubiera perdido por lo gigante que era la mansión que, según me fue explicando el chico, residía el próximo heredero de los Gojo.

— Llegamos –informó deteniéndonos al final de un pasillo, donde había una gran y elegante puerta corrediza– Joven maestro, he traído a Asai Seiren-san.

— Que entre.

Dos simples y secas palabras, no más, pero fueron lo suficiente como para alterar todos los nervios de mi organismo. Sin darme cuenta, apreté las mangas de mi kimono ante la intranquilidad que me atacaba, me había preparado todo el viaje en auto, pero parece que mi cuerpo se olvidó toda la calma que había reunido.

El chico, acatando la orden, deslizó las puertas corredizas y se hizo a un lado con una reverencia para dejarme el camino libre. Tragué saliva nerviosa, y obligándome a mantenerme inexpresiva, ingresé a la amplia habitación.

Di un rápido vistazo al suelo, observando como había un centenar de hombres desmayados. Los ignoré por completo y pasé de largo hasta hincarme en una rodilla con la cabeza abajo ante la figura infantil que se encontraba en el centro, siendo incapaz de verlo.

— Asai Seiren le presenta su más sincero respeto al joven maestro de los Gojo –dije, ocultando perfectamente el nerviosismo de mi voz– Saludos, joven maestro.

La sala, que parecía ser una de entrenamiento, quedó en un tenso silencio. No tenía idea de qué pasaba por su cabeza, pero por mi parte, mi boca parecía estar sellada luego de aquel saludo. Probablemente era por la "energía maldita" de este mundo y que yo la sentía por formar parte de un clan de hechiceros, pero la atmósfera a mi alrededor era tan pesada que incluso se estaba dificultando respirar o siquiera moverme.

— Levanta la cabeza.

Mordí mi lengua para evitar soltar una maldición y acaté su orden con lentitud, quedando congelada ante la vista, no, ante el paisaje que tenía delante. Los mil escenarios que pasaron por mi cabeza no lograron alcanzar ni lo mínimo de la realidad misma.

Preciosas joyas celestes que brillaban con frialdad, sedoso y corto cabello blanco se balanceaba por el ligero movimiento y pequeñas gotas de sudor bajaban por su rostro hasta perderse por el cuello del kimono de entrenamiento que portaba con dignidad.

A tan solo menos de dos metros tenía a Gojo Satoru viéndome con superioridad, y lo único que se me venía a la mente era lo majestuoso que se veía siendo iluminado por la luz del atardecer.

— ¿Tengo algo en la cara? –preguntó elevando una ceja.

Inmediatamente, mis mejillas se pintaron de un fuerte rojo, provocando que bajara otra vez la cabeza por la vergüenza.— N-no, joven maestro, discúlpeme si lo he ofendido, no fue mi intención...

— Como sea –dijo desinteresado pasando por mi lado y yéndose del área como si nada.

Me sobresalté ante su acto y rápidamente me puse de pie para trotar hasta donde él se encontraba, siguiéndolo unos pasos más atrás en completo silencio. Al verlo irse recordé que ahora mi trabajo era ser su escolta (sirvienta, sacrificio, díganle como quieran), lo que implicaba seguirlo a donde sea y no despegarme de él para protegerlo.

Fuera de aquello, no había notado lo rápido que latía mi corazón y lo caliente que estaba mi rostro. Me sentía mal por haber actuado como idiota, es decir, él actualmente sólo tiene catorce años y mi edad mental es de alguien de veinte, no está bien mi comportamiento.

— ¿Cuál dijiste que era tu nombre? –me preguntó sacándome de mis pensamientos.

— Asai Seiren, joven maestro –contesté calmándome.

— Asai... ¿no es ese el clan subordinado experto en artes marciales? –cuestionó girando levemente su rostro para verme de reojo.

Internamente me quise maldecir, tuve que haberme tomado un tiempo para interrogar al chofer o a esa sirvienta y sacarles más información. Lo único que me quedaba era seguirle la corriente.— Asi es.

— Tu energía maldita no es de alguien que practique artes marciales –comentó volviendo a ver el camino– ¿En qué te especializas?

—... No lo sé, joven maestro –confesé rendida, era mejor ser sincera– No me he tomado el tiempo para descubrirlo.

— ¿Por qué?

A pesar de que mi rostro no lo mostraba, estoy realmente sorprendida de que estemos llevando una tranquila conversación. Y sin darme cuenta, mi cuerpo estaba menos tenso que antes.

— Me avergüenza decirlo, pero no sé cómo –respondí– Tampoco he tenido la suficiente confianza con alguien como para preguntar.

— Ahora que recuerdo, tengo entendido que eres la hija del patriarca de los Asai ¿y aun asi nadie te enseñó? –interrogó mientras nos detenemos frente a una habitación.

Es demasiado curioso...

Abrí las puertas corredizas para que él ingresara.— Digamos que a una hija ilegítima no la tratan bien.

Zanjé el tema sin parecer irrespetuosa, no es que me molestara contarle la situación, simplemente no me parecía una conversación agradable. Asimismo, observé la habitación a la que habíamos llegado, era un amplio baño con una bañera ya preparada con el agua tibia y aromas suaves.

— ¿Desea que lo ayude o prefiere hacerlo solo, joven maestro? –pregunté viendo como él no se movía del centro del baño.

Gojo volteó a verme a los ojos, pero no duró mucho cuando volvió su rostro a la bañera.— ...Lo haré solo.

— Muy bien, lo esperaré en la puerta –dije– Si necesita algo, no dude en llamarme.

Hice una reverencia y cerré las puertas para darle privacidad. Le hice aquella pregunta como lo más normal, es decir, uno debe decidir si alguien quiere que te bañe o no, pero por alguna razón parecía que a Gojo le había sorprendido mi actitud.

Como si nunca le hubieran preguntado.

Suspiré apoyándome en la pared, justo enfrente a la puerta, para esperar tranquilamente y estar atenta en lo que necesite. Y en eso que él se bañaba, vi de reojo como una pequeña luz celeste se acercaba a mí con lentitud a través del pasillo.

No me alarmé ante ello al conocer la identidad de dicho objeto: una mariposa. Esta se posó en mi mano, la cual extendí para recibirla sin dañarla. No tenía idea de dónde provenía, pero esta mariposa celeste me había estado siguiendo desde el momento en que me encontré con mi supuesto hermano y hasta ahora no se despegaba de mi y siempre me buscaba.

No me gustan los insectos, pero por alguna razón, esta me encantaba. Era como si me hiciera compañía y no sentía hostilidad por parte de ella.

Estaba jugando con la mariposa entre mis dedos cuando las puertas fueron abiertas por Satoru, quien ya estaba cambiado por un sencillo pero costoso kimono blanco y el cabello un poco seco, pues había unas cuantas gotas cayendo de el.

— ¿Desea que le seque el pelo, joven maestro? –le pregunté al verlo.

— No, déjalo como está.

El albino quitó su mirada de mi para posarla en el insecto, y antes de que pudiera justificar su presencia, él la tomó rápidamente con una mano, aplastándola por completo.

— Ah... –solté sorprendida.

Él... la mató.

— Tiene energía maldita –dijo viendo su puño.

Mis palabras quedaron en el aire cuando la mariposa salió de su mano sin ningún daño, traspasándola por completo tal cual un fantasma a las paredes.

No era una mariposa normal.

— ¿Es tuya? –preguntó con un tono levemente curioso.

— E-en realidad no lo sé, me ha seguido todo el camino –respondí sin quitar mi expresión de sorprendida– Tampoco se aleja de mí, ¿usted sabe por qué?

— Si no sabes tú ¿qué sabré yo? –resopló caminando unos pocos metros hasta la siguiente puerta a su izquierda, deteniéndose frente a ella– Trae la cena a mi habitación, y no tardes, tengo hambre.

— Si, joven maestro, iré de inmediato –me reverencié aun si él no me vio, pues había cerrado las puertas en mi cara.

Rápidamente me di la vuelta y corrí buscando a alguien de la servidumbre que pudiera guiarme hacia la cocina, pues todavía no estaba familiarizada con la mansión principal.

El primer día siendo la sombra de Gojo Satoru no ha estado nada mal, en realidad me he sentido a gusto a pesar de que nunca he estado en la posición de sirvienta, pero puedo aprender. Además, no es como si me importara mucho cometer algún error, después de todo voy a morir pronto ¿no?





╰────────➤✎nota de autor

Primer encuentro con Gojo Y AME ESCRIBIRLO aunque si me costó porque tenia que adaptarme a la personalidad seca de él ajajja




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