◌ Capítulo 26
El eco de los murmullos espeluznantes llenaba el aire, a veces eran acompañados por el crujido de algo arrastrándose, tal vez un objeto metálico en el suelo o las paredes siendo rasguñadas por manos de cualquier tamaño. Pisadas resonaban a lo lejos, pero no me molesté en girar la cabeza. Todo aquello era insignificante, parte del ruido de fondo de un lugar que había sido abandonado a su suerte hacía mucho tiempo.
Caminaba sin prisa, dejando que mis pasos sonaran en los pasillos desolados. El aire estaba cargado de polvo y energía maldita, una atmósfera pesada y densa que se colaba en los pulmones, pero no me importaba. Las ventanas estaban rotas o tan sucias que la luz de la noche apenas lograba filtrarse, creando sombras en las paredes manchadas de grafitis y suciedad.
Miré alrededor mientras avanzaba. Por el suelo estaban esparcidos toda clase de objetos: camillas oxidadas que rechinaban al mínimo contacto, batas médicas abandonadas como si sus dueños hubieran desaparecido en el aire, jeringas viejas que crujían bajo mis zapatos y máquinas de cualquier tipo. Todo señalaba que alguna vez fue un hospital funcional, ahora reducido a un desorden caótico.
Según la información que había recibido de Ijichi, este hospital fue cerrado de manera obligatoria. Y es que un día comenzaron a desaparecer enfermeros, doctores y pacientes. Algunos cuerpos aparecían a los días siguientes, muertos por causas inexplicables, mientras que otros ni siquiera fueron encontrados.
Lo que alimentaba el misterio era que, en las noches, las personas decían ver o escuchar cosas extrañas. Sombras que no pertenecían a nada humano, pasos en los pasillos vacíos, e incluso gritos ahogados en la distancia. No era de extrañar que, con el tiempo, la gente dejara de asistir a este hospital y que los empleados de salud comenzaran a renunciar hasta que finalmente no quedó nadie. Lo abandonaron, dejando todo tal como estaba.
Caminé hasta llegar al último piso, sintiendo como todo el edificio estaba lleno de maldiciones menores que habían quedado atrapadas aquí, alimentándose del miedo residual de los desaparecidos. Los pasillos estaban más oscuros, las ventanas rotas apenas dejaban entrar luz y la sensación de abandono era más palpable
— Que pereza –murmuré para mí misma mientras me detenía frente a un ventanal
Me tomé un momento para observar el exterior, apreciando el cielo cubierto por un manto negro, producto del Velo que coloqué antes de entrar a la zona. Con un simple gesto de mi mano, señalé hacia la barrera, y, como había anticipado, comenzaron a aparecer cientos de mariposas celestes que volaban en mi dirección mientras atravesaban el Velo.
Sus alas brillaban débilmente, como si llevaran consigo la luz de la luna misma. Se movían de forma elegante, casi hipnótica, acercándose desde el horizonte y volando hacia mí con propósito.
Con otro gesto de mi mano, las mariposas se dividieron en una formación perfecta, esparciéndose por todo el edificio. Entraron a través de las ventanas rotas, deslizándose entre las grietas de las paredes o, en algunos casos, atravesándolas completamente. Sus destinos eran los pasillos oscuros y las habitaciones olvidadas, allí donde las maldiciones de menor rango se escondían.
Las mariposas tenían una sola misión: devorar esas maldiciones. Sabía que no tendrían problemas con las de menor rango, eran demasiado débiles para enfrentarse a la naturaleza de esas criaturas, y pronto, el hospital se iría despejando de la presencia maligna que lo había invadido. No me molesté en seguirlas, pues las mariposas harían su trabajo, como siempre.
A medida que ellas continuaban alimentándose de las maldiciones, saqué mi teléfono del bolsillo, notando un nuevo mensaje.
Asai-sensei, algo pasó con el objeto maldito. Estoy volviendo a la secundaria, la situación está fuera de control.
Mi mirada brilló ligeramente al leer las palabras en la pantalla y con suma tranquilidad contesté.
Ten cuidado. No hagas nada imprudente, ya voy para allá.
Guardé el teléfono de vuelta en mi bolsillo, girando sobre mis talones para volver al pasillo, pero en cuanto lo hice, me encontré frente a una grotesca y enorme maldición que me bloqueaba el paso. Su cuerpo era una masa de carne distorsionada, con brazos que parecían alargarse en direcciones imposibles, ojos rojos brillantes que me miraban con odio, y dientes afilados sobresaliendo de una mandíbula desencajada.
Era aquella maldición de primer grados que había estado ocultándose todo este tiempo. Y ahora, al verse acorralada, no tenía más opción que atacarme.
— Así que tú eres la que quedaba –murmuré manteniéndome en mi sitio, sin moverme ni un centímetro.
La maldición rugió con una furia inhumana y comenzó a correr hacia mí, sus pisadas sacudiendo el suelo bajo mis pies. A medida que se acercaba, sus rugidos resonaban en los pasillos vacíos, pero no me moví. No tenía la necesidad de hacerlo.
Simplemente levanté mi mano, colocándola delante de mí con calma. Las mariposas, que se habían dispersado para devorar las maldiciones menores, emergieron de una pared cercana en un enjambre celeste brillante.
Antes de que la maldición pudiera tocarme, las mariposas se agruparon y se lanzaron hacia ella con una fuerza abrumadora, impactándola de lleno y tirándola por una ventana destrozada. El sonido del cristal y el cemento rompiéndose se mezcló con el rugido de la maldición mientras caía al vacío exterior.
Me acerqué con calma al enorme agujero que había dejado la criatura en la pared. Observé cómo caía en picada hacia el suelo, su cuerpo retorciéndose en el aire, intentando en vano aferrarse a algo que detuviera su caída. Chasqueé los dedos y, en ese mismo instante, las mariposas recibieron su orden.
Como si fueran un tornado, las mariposas giraron alrededor de la criatura mientras caía, envolviéndola por completo. En cuestión de segundos, lo que había sido una maldición de primer grado se desvaneció en el aire, devorada por completo, sin dejar rastro alguno.
Me quedé un momento más allí, mirando el vacío que había dejado la criatura.
— Ha seguir trabajando –suspiré antes de darme la vuelta y comenzar a caminar hacia el exterior del desolado hospital.
Pero antes de dar el primer paso, algo llamó mi atención. Me detuve en seco y giré ligeramente la cabeza, donde a través de una puerta semiabierta, dos pares de ojos aterrados me observaban desde el interior de una habitación.
— No teman, no les haré nada –dije en un tono calmado, intentando que mi voz no sonara tan fría como siempre.
Las dos chicas que estaban ocultas detrás de la puerta eran estudiantes, probablemente de secundaria. Llevaban uniformes y tenían el rostro pálido, claramente afectadas por lo que acababan de presenciar. Sus ojos seguían fijos en mí, llenos de miedo y sorpresa, asi que me incliné un poco hacia adelante, examinándolas más de cerca.
— ¿Están bien? –pregunté manteniendo la voz suave.
Ambas asintieron rápidamente, agradeciéndome en murmullos nerviosos. Fue entonces cuando noté que una de ellas sostenía un teléfono en la mano, la pantalla encendida y la cámara activada. Alcancé a ver el reflejo de la cámara grabando en la pantalla.
Decidí ignorarlo por el momento, al fin y al cabo los rumores y videos sobre maldiciones era justo lo que yo quería. Me acerqué un poco más y les indiqué con un gesto de la cabeza.
— Las acompañaré a la salida, no es seguro que estén aquí –ambas chicas se pusieron rápidamente a mi lado, aliviadas de poder salir de ese lugar.
Mientras caminábamos hacia el exterior, una de ellas, la más valiente de las dos, habló.— Fue... asombroso lo que hizo ¿qué era esa cosa? –su voz estaba cargada de curiosidad, aunque todavía temblaba un poco.
— Maldiciones –respondí brevemente– Son espíritus malignos que se alimentan de las emociones negativas de las personas, y ustedes han tenido la mala suerte de encontrarse con ellas.
No les di demasiados detalles, solo los necesarios para despertar su curiosidad y contestar a su pregunta. Sin embargo, mientras hablaba, no pude evitar notar que la otra chica mantenía su teléfono bien sujeto, como si no quisiera perderse un solo segundo de lo que sucedía o yo decía.
Al llegar a la salida, me detuve y las miré a ambas.— Tengan más cuidado, no deberían andar metiéndose en lugares como este –fingí un tono severo, sabiendo que no me iban a escuchar de todas formas– Además no siempre podrán encontrarse con gente como yo que las salve ¿de acuerdo?
Las chicas asentían rápidamente manteniendo el teléfono firmemente en su mano, y yo sabía perfectamente que esos videos caerían en el vasto mundo del internet. Y eso era justo lo que necesitaba para que los rumores comenzaran a circular. No importaba si al principio la gente los tomaba como historias de terror o leyendas urbanas, los testimonios de estas dos, junto con los videos, alimentarían esa llama.
De boca en boca se iría esparciendo la curiosidad. Adolescentes, como siempre, buscando adrenalina, emociones fuertes y respuestas, empezarían a ir a lugares infestados de maldiciones, lugares donde no les harían daño pero sí verían lo suficiente para alimentar sus dudas. Y así, el ciclo se repetiría.
Rumores que crecerían con el tiempo, haciéndose más sólidos para algunos, aunque solo fueran fantasía para otros. Era una cadena que se extendía lenta pero inevitablemente.
Y sin esperar una respuesta de las chicas, desaparecí para reaparecer sobre el tejado de un edificio cercano, no sin antes deshacer el Velo. Comencé a moverme rápidamente, saltando de techo en techo con agilidad y manteniendo mi mente enfocada en el próximo destino. Cada salto me acercaba más, y mi cuerpo, acostumbrado a estos movimientos durante años, apenas sentía el cansancio.
Pasaron unos cinco minutos de ese frenético ritmo hasta que finalmente me detuve al llegar a mi destino: una secundaria.
Frente a mí se alzaba el edificio, pero no fue su estructura lo que me hizo detenerme en seco. Sentí una abrumadora presión, pesada y sofocante, provocada por la enorme cantidad de energía maldita que emanaba de la escuela. Parecía cubrir todo el lugar como una nube densa e impenetrable, lo suficientemente fuerte como para ponerme alerta de inmediato.
La presión que sentía era inmensa, pero no me moví ni un solo paso. Sabía que aquello inevitable estaba por suceder, lo que había estado esperando durante más de diez años y para lo que me había preparado con cada fibra de mi ser. Todo estaba llegando a este punto.
Me quedé ahí, observando con la calma que siempre tengo, cuando de repente mis ojos captaron algo: una figura siendo expulsada violentamente desde uno de los pisos de la escuela.
Mi cuerpo reaccionó automáticamente, pero no con prisa ni agitación. Extendí las manos con absoluta tranquilidad, atrapando al chico que caía al estilo nupcial, sosteniéndolo como si fuera lo más natural del mundo. El muchacho de cabello oscuro y puntiagudo abrió los ojos con sorpresa.
— Asai-sensei –susurró con una mezcla de alivio y shock.
Bajé la mirada hacia él, viéndolo con tranquilidad antes de colocarlo con suavidad en el suelo.— Lamento llegar tarde, Fushiguro.
Antes de que Megumi pudiera responder, una presencia maldita se hizo evidente. Una criatura grotesca saltó desde el mismo lugar de donde él había sido lanzado, dirigiéndose hacia nosotros con la furia de un depredador. Me puse delante del pelinegro, preparada para actuar, pero no tuve que hacer absolutamente nada.
Una silueta descendió desde arriba, impactando contra la maldición con un puñetazo que la alejó de un golpe. La criatura soltó un chillido, pero fue silenciada rápidamente por la fuerza del ataque. Bajé la mirada hacia el chico que acababa de aterrizar junto a mí, notando su sudadera amarilla y su cabello rosa alborotado.
A pesar de la situación, una pequeña sonrisa apareció en mi rostro. Finalmente, el personaje más importante de esta obra, el protagonista de todo lo que estaba por venir: Itadori Yuji.
Había esperado años para ver este momento con mis propios ojos. El destino de este mundo acababa de empezar a girar de una manera completamente esperada y yo estaba en el centro de todo, tal como lo había planeado.
╰────────➤✎nota de autor
YA EMPEZAMOS CON LA LÍNEA TEMPORAL DEL MANGAAAA
Preparense bbs porque van a encontrar romance, diversión, acción, gogogo y alguna que otra incoherencia, pero nada de tragedia
Disfruten!
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