◌ Capítulo 24
La entrada de la escuela primaria estaba llena de actividad. Padres y madres charlaban entre sí mientras esperaban a sus hijos e hijas, algunos se inclinaban para ajustar las mochilas de sus pequeños, mientras otros estiraban el cuello con ansiedad para divisar a los suyos en la marea de uniformes.
Y yo estaba en medio de todo eso. De pie, justo enfrente del gran portón, con los brazos cruzados y la mirada fija en la salida. No me interesaba la charla banal que ocurría a mi alrededor, ni me importaban las miradas que algunos me dirigían, las que parecían preguntarse "¿Qué hace una chica tan joven aquí?" A veces podía escuchar los susurros, como si el hecho de ser joven me volviera automáticamente una rareza en este lugar.
No entendía qué tanto había que comentar. Ya llevaba viniendo aquí siete días a la semana durante los últimos dos meses. Parecía que los adultos aún no se acostumbraban a mi presencia, como si mi persistencia fuera algo inusual. Pero a mí no me importaba. Había algo que buscaba, y no iba a permitir que unos pocos murmullos molestos me distrajeran de ello.
— ¿Otra vez esa chica? –escuché a una mujer susurrar a su amiga, mirándome de reojo.
— Parece que sí, siempre viene por el niño Okkotsu –respondió la amiga con un tono bajo, pero lo suficientemente claro como para llegar a mis oídos.
Otra mujer, una más vieja con una expresión severa y labios apretados, se unió a la conversación con rapidez.
— Será mejor que nos alejemos de esa chica –siseó inclinándose un poco hacia las otras dos– Si tiene alguna relación con ese niño maldito, entonces ella debe ser igual. Nunca se sabe con esa gente.
Mis cejas se alzaron ligeramente al escuchar aquello. El "niño maldito", qué original, pensé con sarcasmo. Había escuchado rumores así desde que comencé a venir, pero cada vez que los escuchaba, no dejaban de parecerme igual de patéticos.
Giré mi cabeza lentamente hacia ellas, mis ojos fríos como el acero. Me quedé en silencio, sin decir nada, pero mis pupilas las perforaron, y las tres mujeres se sobresaltaron. Fue un simple cruce de miradas, sin palabras, pero suficiente para hacerlas callar y apartar la vista con rapidez. Una de ellas incluso fingió arreglarse el cabello, como si de repente le importara mucho cómo se veía, y las otras dos se limitaron a mirar sus pies, claramente incómodas.
Puse los ojos en blanco internamente. Gente sin carácter, atrapada en sus propias cosas de superstición y miedo. Ya no valía la pena seguir pensando en ellas, así que las ignoré nuevamente, centrando mi atención en los niños que salían de la escuela.
Entre la multitud de uniformes, vi a cierto pequeño. Su cabello negro era fácilmente reconocible, al igual que la forma en que se desplazaba entre los demás niños, manteniendo una distancia prudente mientras lo miraban como si fuera una especie de paria. Lo noté, claro, pero Yuta parecía no dejarse afectar. Sus hombros no se hundían, su postura era firme y sus pasos eran decididos.
Sus ojos recorrían la multitud de adultos, buscándome con una concentración intensa, hasta que finalmente me encontró. Al hacerlo, un ligero rubor cubrió sus mejillas, pero no era el mismo sonrojo avergonzado de antes; había algo diferente en su mirada. Seguridad, quizás, algo que había estado fomentando en él lentamente.
Sonreí un poco y agité mi mano para que viniera hacia mí. Yuta, al verme, rompió en un trote rápido, su rostro aún coloreado por la vergüenza, pero su andar mostraba una confianza que no tenía la primera vez que nos encontramos.
Llegó a mi lado, respirando un poco más rápido por el esfuerzo.— H-hola, Asai-san.
— Hola, Yuta –respondí viendo cómo su respiración se estabilizaba– ¿Qué tal te fue hoy?
— B-bien... aunque, bueno, matemáticas sigue siendo algo difícil –admitió, rascándose la nuca con un gesto de ligera vergüenza. Había cierto cansancio en sus ojos, pero también un brillo que demostraba su esfuerzo.
— Es normal que lo sea, apenas estás aprendiendo –le dije mientras comenzaba a caminar, sacándole la mochila de los hombros con suavidad para llevarla yo. Yuta abrió la boca para protestar, pero lo interrumpí con un movimiento de mano– Si tienes alguna duda, puedes preguntarme cuando quieras, así lo resolvemos entre los dos.
— S-sí, me gustaría eso –dijo, su voz más firme, con una chispa de alegría brillando en sus ojos.
Era casi agradable ver cómo poco a poco iba abriéndose más a la posibilidad de confiar en alguien. Comenzamos a caminar juntos por la calle, dejando atrás el bullicio de la salida escolar.
Era un día caluroso y el sol de la tarde caía pesadamente sobre la ciudad, haciendo que el aire se sintiera denso y un poco agobiante. Pero el ambiente entre nosotros era ligero, casi reconfortante.
Mientras avanzábamos por el camino que tomábamos para ir a su casa, me detuve en un cruce de calles, mirando hacia ambos lados antes de cruzar. Entonces, me giré hacia él, una idea cruzando por mi mente.
— ¿Sabes qué? Estaba pensando y hace calor hoy –empecé fingiendo un tono reflexivo– ¿Qué te parece si vamos a comer un helado?
Yuta me miró con sorpresa al principio, como si no se lo hubiera esperado. Pero luego, una gran sonrisa apareció en su rostro, sus ojos brillando con entusiasmo.
— ¡Sí, me encantaría! –respondió casi de inmediato.
Antes de que pudiera reaccionar, sentí un pequeño tirón en mi mano. Yuta, sin darse cuenta, había entrelazado sus dedos con los míos mientras respondía, como un gesto inconsciente de alegría y emoción. Me sorprendió por un breve momento, sintiendo el ligero calor de su mano en la mía, pero rápidamente esa sorpresa se transformó en una sonrisa tranquila. Era un gesto inocente, pero significativo.
Decidí no soltarlo. En cambio, apreté suavemente su mano, mostrando que estaba bien.
— Vamos entonces –le dije con una voz suave, guiándolo hacia la heladería más cercana– Merecemos un poco de dulce después de un día tan largo.
Yuta asintió con vigor, sin soltar mi mano mientras caminábamos. Era un pequeño gesto de confianza que no podía ignorar, y por alguna razón, me hacía sentir... bien.
Llegamos a la heladería, el lugar estaba lleno de risas infantiles y el sonido de cucharillas golpeando contra los vasos de helado. Mientras esperábamos nuestro turno, Yuta observaba los distintos sabores con una mezcla de duda y entusiasmo, y yo me dediqué a estudiar las opciones con más calma.
Cuando llegó nuestro turno, él eligió un helado de chocolate con trocitos de almendra, su cara iluminándose de alegría con la elección. Yo, en cambio, pedí un helado de limón. Sin embargo, justo cuando el empleado me estaba entregando mi vaso, lo detuve y pedí otro, esta vez de frutilla.
Noté cómo Yuta me miraba con curiosidad, era evidente que se preguntaba por qué había pedido dos helados, pero no se atrevió a decir nada. Quizás pensó que quería ambos sabores para mí, o que planeaba guardar uno para más tarde.
Con ambos helados en mano, salimos de la heladería y cruzamos la calle hacia la plaza que se encontraba justo enfrente. Había un banco libre bajo la sombra acogedora de un gran árbol, así que nos dirigimos hacia allí. Nos sentamos, sintiendo la suave brisa de la tarde que hacía el calor un poco más soportable.
Comencé a comer mi helado de limón, disfrutando del sabor ácido y refrescante, mientras Yuta hacía lo mismo con el suyo de chocolate. Sin embargo, antes de tomar otro bocado, extendí el helado de frutilla hacia un punto detrás de él, como si estuviera ofreciendo algo a alguien invisible para la mayoría.
— Aquí tienes, Rika –dije en voz alta con naturalidad.
Y, de repente, ella apareció. La maldición se materializó a nuestro lado, su forma espectral brillando débilmente bajo la luz del sol que se filtraba entre las hojas del árbol. Pero, a pesar de mi oferta, no tomó el helado de inmediato, mirándolo con una especie de recelo silencioso.
Agité el helado ligeramente en su dirección, sin cambiar mi expresión tranquila.— No sabía qué sabor te gustaría, así que compré de frutilla. Pero si no te gusta, podemos cambiar, yo me quedo con el de frutilla y tú puedes tomar el de limón.
Rika observó el helado por unos segundos más, como si estuviera considerando la oferta, y luego, sin una palabra, extendió una de sus manos gigantes para recibirlo. La maldición, siempre tan poderosa y aterradora para los demás, parecía casi... tímida en este momento.
Yuta, mirándola, se inclinó un poco hacia adelante con un gesto serio pero afectuoso.— Rika... se debe agradecer cuando alguien hace algo amable por ti –le dijo con suavidad, su voz llena de esa inocencia encantadora que lo caracterizaba.
Rika giró su rostro hacia mí, y aunque no tenía expresión facial clara, su voz sonó suave cuando finalmente habló.— G-gracias...
— No hay de que, disfrútenlo –dije enfocándome en mi propio helado nuevamente– No todos los días podemos disfrutar de algo dulce juntos ¿verdad?
Yuta sonrió encantado con la pequeña interacción y se centró en su helado nuevamente. Mientras comíamos bajo la sombra del árbol, observé cómo ambos parecían estar en su propio mundo, compartiendo un momento sencillo pero significativo.
Mientras seguía disfrutando de mi helado, mis pensamientos se desviaron hacia Rika. Para ser honesta, había supuesto que ella me odiaría desde el principio, después de todo tenía entendido que ella odiaba a cualquier ser humano que no fuera Yuta, y eso se aplicaba especialmente a mujeres y hombres adultos.
Aun así, estaba aliviada de que en estos dos meses, Rika y yo hubiéramos encontrado una especie de paz, un entendimiento tácito tras algunas amenazas silenciosas entre ambas. En el fondo, ambas sabíamos que lo único que queríamos era el bienestar de Yuta.
De hecho, ella no me caía mal. Al final del día, ella solo era una niña que había muerto en circunstancias trágicas y que se había convertido en una maldición. Era extraña, sí, pero no de una forma que me resultara particularmente desagradable.
Decidí aprovechar el momento para preguntar.— Yuta ¿qué tal has estado con Rika últimamente?
Él sonrió un poco, su expresión tornándose algo tímida pero genuinamente feliz.
— Ahora todo está mucho mejor –respondió– Rika ya no lastima a los demás, y... bueno, puedo llamarla a voluntad sin que se enoje.
Asentí, complacida por su respuesta. Eso era un gran progreso, considerando cómo había sido la situación antes.— Eso está muy bien, me alegra escuchar eso.. Y tú también, Rika, estás haciendo un buen trabajo.
Ella, quien seguía saboreando su helado de frutilla, se quedó en silencio por un momento antes de asentir. No era exactamente un gesto amistoso, pero era suficiente para mí, pues sabía que estaba siendo sincera a su manera.
Durante las últimas semanas, había estado explicándole a Yuta, poco a poco, qué eran exactamente las maldiciones y cómo funcionaba la energía maldita. Le enseñé que Rika no era su enemiga, sino más bien una extensión de su propia voluntad, un reflejo de sus sentimientos más profundos. Era esencial que aprendiera a comprender eso para que pudiera tener control sobre ella, y hasta ahora, parecía que mis palabras estaban dando fruto.
Estaba tan perdida en mis pensamientos que casi no noté cuando Yuta me llamó con un tono nervioso.
— Asai-san...
Parpadeé regresando al presente. Miré a Yuta, que estaba sentado a mi lado, con la vista fija en el helado que sostenía. Sus dedos se apretaban alrededor del pequeño vaso, arrugando el cartón.
— ¿Qué ocurre? –pregunté inclinándome un poco hacia él, tratando de entender qué era lo que le preocupaba.
Él tragó saliva, aún sin mirarme directamente. Se veía un poco avergonzado, como si estuviera a punto de revelar algo importante.
— Bueno... la semana que viene... se va a realizar un acto escolar –comenzó, su voz casi inaudible al principio– Y... me van a dar un premio por el mejor poema sobre la fundación de la escuela –continuó sin dejar de estar nervioso y aún sin mirarme a los ojos– Así que... quería saber si... si podrías venir al acto.
Por un momento, me quedé en silencio, procesando lo que acababa de decirme. Yuta estaba invitándome a mí, no a sus padres, no a algún otro adulto, sino a mí.
Sentí un calor suave y reconfortante extendiéndose en mi pecho. Este pequeño niño me estaba pidiendo que lo acompañara en algo que, claramente, era muy importante para él. Era un gesto de confianza que no podía tomar a la ligera.
— Claro que sí, Yuta –le respondí con una sonrisa sincera– Me encantaría ir.
Al escuchar mi respuesta, él finalmente levantó la vista, y sus ojos brillaban con una mezcla de alivio y alegría que pocas veces había visto en él. Esbozó una pequeña sonrisa, tímida pero genuina.
Observé cómo su expresión se relajaba, sus hombros bajando un poco, como si se hubiera quitado un peso de encima. Para Yuta este era un gran paso, y si mi presencia podía darle más seguridad y apoyo, entonces ahí estaría, sin dudarlo.
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El enorme salón de actos estaba lleno de padres y familiares que esperaban con ansias el inicio de la ceremonia. Yo, por otro lado, estaba rodeada de personas que no dejaban de lanzar miradas curiosas en mi dirección, como si fuera algún tipo de fenómeno extraño.
Sentada en la segunda fila, con mi pantalón negro de vestir, zapatos de tacón del mismo color y una blusa de hombros descubiertos de un tono rosa pastel, no podía estar más incómoda. Ya llevaba un buen rato observando el lugar, buscando algo que me distrajera de toda la atención no deseada que estaba recibiendo.
Pero hoy no estaba aquí por ellos; estaba aquí por Yuta. Él iba a ser premiado por su desempeño y ese era el único motivo por el que me molestaba en asistir a algo como esto. Así que me forcé a ignorar las miradas molestas, enfocándome en lo que importaba.
Finalmente, las luces del salón se apagaron, haciendo que todos guardaran silencio, y la voz de la directora resonó a través de los altavoces. Comenzó a hablar sobre la historia de la fundación de la escuela, la importancia de la educación y una lista interminable de cosas que no me interesaban en lo más mínimo.
Mis pensamientos se desvanecieron de inmediato de lo que estaba diciendo y mi atención se dirigió hacia mi lado cuando sentí un movimiento. Ahí, cierto albino se deslizó despreocupadamente en el asiento junto a mí, sus labios curvándose en una sonrisa descarada mientras se inclinaba para darme un beso suave en la mejilla.
— Justo a tiempo –le murmuré con una pequeña sonrisa.
— Lo sé, lo sé, perdón por la tardanza –respondió él colocando su largo brazo detrás de mi cuello para abrazarme– Tuve que dejar a Tsukimi y a Megumi en sus clases y me demoré un poco porque se habían olvidado el almuerzo.
Asentí levemente y volvimos a mirar al frente, ignorando por completo el monótono discurso de la directora que parecía no tener fin. Gojo, por supuesto, parecía estar en su propio mundo, jugueteando con su teléfono por debajo del asiento, mientras yo trataba de no rodar los ojos.
Finalmente, cuando me preguntaba cuánto más de este aburrimiento tendríamos que soportar, escuché algo que hizo que prestara toda mi atención.
— Ahora, es un honor para mí presentarles al ganador del concurso del mejor poema, Okkotsu Yuta –anunció la directora– Este joven ha demostrado un talento excepcional para la escritura, y ahora nos deleitará recitando su poema.
Los aplausos llenaron el auditorio mientras las luces del escenario se enfocaban en Yuta, quien apareció desde los bastidores vestido con un traje formal. Se veía impecable, pero también visiblemente nervioso mientras caminaba hacia el centro del escenario. Sus ojos se fijaron en el micrófono frente a él, pero parecía incapaz de hablar.
Los segundos pasaban y su nerviosismo aumentaba. Los murmullos entre los padres comenzaron a surgir, y pude ver cómo él luchaba por encontrar su voz. Viendo su angustia, hice un suave movimiento de mi mano para invocar a una de mis mariposas.
La pequeña criatura brilló tenuemente en la oscuridad del salón, volando con gracia hacia Yuta. Ella comenzó a revolotear a su alrededor, su luz suave capturando la atención del niño, y él, al sentir su presencia, levantó la mirada, siguiendo el vuelo de la mariposa con sus ojos. Poco a poco, la mariposa lo guió hasta que sus ojos se encontraron con los míos.
Le di una leve sonrisa y asentí, transmitiéndole toda la seguridad que podía ofrecerle desde la distancia. Y era como si esa pequeña conexión le hubiera dado el valor que necesitaba.
Yuta respiró hondo, relajó los hombros y finalmente comenzó a recitar su poema. Su voz, aunque al principio temblorosa, fue ganando firmeza con cada palabra que pronunciaba. El silencio en la sala era absoluto, todos los ojos puestos en él mientras sus versos llenaban el aire.
Lo escuché con atención, sintiendo cómo una calidez se extendía por mi pecho. Yuta lo estaba logrando, y no solo eso, lo estaba haciendo bien. Su poema era hermoso, cargado de emociones que ningún adulto podría haber imaginado que vinieran de un niño tan joven.
Cuando terminó, hubo un breve momento de silencio antes de que la directora lo elogiara calurosamente.— Una magnífica presentación, Okkotsu-kun, es un honor entregarte esta medalla y diploma por tu logro.
Vi cómo la directora colocaba la medalla alrededor del cuello de él y le entregaba el diploma. El orgullo que sentí en ese momento era indescriptible. No pude contenerme y fui la primera en aplaudir, mis palmas resonando con fuerza en la sala. Otros siguieron mi ejemplo, pero mi aplauso era el único que importaba.
Yuta, con una enorme sonrisa, buscó entre el público hasta que encontró mi mirada nuevamente. Sus ojos brillaban de felicidad y orgullo mientras me enseñaba la medalla con sus pequeñas manos.
Le devolví la sonrisa, asintiendo con satisfacción. Había hecho un gran trabajo y se merecía cada momento de ese reconocimiento, incluso más.
Muy bien, pequeño.
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『••¡JUJU-CORTOS!••』
Mientras salían del abarrotado salón de actos, Yuta agarraba la mano de Seiren con fuerza, como si temiera perderse en la multitud de padres y alumnos que se movían en todas direcciones. El sol de la tarde caía sobre ellos y la peligris solo quería salir de allí lo más rápido posible sin llamar la atención innecesaria de viejos metiches.
Sin embargo, de repente, una voz femenina y dulzona se escuchó por encima del bullicio.
— ¡Oh, vaya! –exclamó una chica de cabello castaño y ondulado, con una sonrisa exageradamente coqueta en el rostro mientras se acercaba a Gojo. Este hizo una mueca de inmediato, como si hubiera visto algo desagradable– Perdona, pero no pude evitar notar lo guapo que eres ¿podrías darme tu número?
Seiren estuvo a punto de intervenir con una de sus respuestas mordaces, pero antes de que pudiera abrir la boca, el albino ya había reaccionado.
Con una rapidez impresionante, sacó un pequeño spray de su bolsillo y, sin pensarlo dos veces, se lo roció a la chica en la cara. El chorro de líquido la alcanzó de lleno, haciéndola dar un grito de sorpresa y llevarse las manos al rostro, mientras intentaba limpiarse lo que parecía ser un líquido irritante.
— ¡¿Pero qué demonios...?! –chilló la chica, retrocediendo rápidamente, desesperada por sacarse el ardor de los ojos.
— ¿Qué es eso, Satoru? –preguntó la peligris, ignorando a la chica que se alejaba tambaleándose.
Gojo, con una sonrisa satisfecha, levantó el pequeño spray como si fuera un trofeo.
— Esto, bebé, es un "Espanta-viejas 2000" –respondió con un tono exageradamente formal– Lo conseguí de un vendedor ambulante. Garantía de efectividad.
Seiren levantó una ceja y no pudo evitar reir un poco mientras negaba con la cabeza, realmente no podía creer que su pareja había comprado gas pimienta para alejar a las mujeres.
Y Yuta, por su parte, los miraba con una mezcla de confusión y diversión, sin saber exactamente cómo reaccionar ante la situación.
— Vayámonos antes de que nos denuncien –suspiró Seiren retomando el camino.
— Puedo pagar la fianza –se jactó Satoru abrazándola por la cintura.
Con él, siempre había algo inesperado, y eso era lo que hacía que estar a su lado nunca fuera aburrido.
╰────────➤✎nota de autor
Cómo me reí escribiendo este juju-cortos porque siento que Gojo si sería capaz de hacer algo así 😭
Y necesitaba hacer un capítulo donde se retrate un poco como van avanzando Yuta y Seiren porque falta poco para que nos metamos en la línea temporal del manga, es decir cuando Megumi busca a Itadori por el dedo de Sukuna (vas a caer Gege 👊🏽)
Nos vemos el lunes bebés!
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