Capitulo 1
Mal.
Desperté sobresaltada, no era la primera vez que soñaba con aquel oscuro bosque, el Páramo, ya que mi madre siempre me decía que ése es nuestro lugar.
Pero ése misterioso chico no había aparecido en mis sueños hasta ahora, lo cual era extraño.
Inmediatamente llevé mi mano a mi cuello pues me sentía vacía, bueno, más vacía que todos los días. Me asusté.
El collar no estaba.
Me levanté de la cama inmediatamente y empecé a buscarlo, no podía perder aquella reliquia familiar, era el único regalo que mamá me había dado en toda mi vida.
Me mordí el labio inferior con fuerza mientras desordenaba mi habitación, desesperándome cada vez más.
Vi un destello en la ventana y me acerqué, tomé el objeto y suspiré aliviada antes de colocarme el collar con el dije de dragón dorado.
Levanté la mirada, a lo lejos se encontraba el reino perfecto.
Recordé el anillo que llevaba el intruso de mi pesadilla.
Busqué mi cuaderno y un lápiz antes de empezar a dibujar aquel objeto, esa era una manera perfecta de recordar cada uno de mis sueños.
-Te encontraré y te destruiré, aunque sea lo último que haga. -Le susurré al vacío antes de ir a peinarme y vestirme.
Atrapada. Así me sentía siempre.
Tanto en mi pesadilla como en mi realidad.
Decidí que tenía que despejar mi mente así que tomé mi mochila y metí en la misma algunas latas de aerosoles para dejar mi marca en las paredes, eso siempre me calmaba.
Salí del Castillo de las Gangas y empecé a caminar por la ciudad.
Era otro día gris y sombrío en mi vida, en mi hogar.
La isla de los Perdidos era un pedazo de tierra en medio del mar, había un puente para cruzar hacia un reino pero estaba roto, así que no podíamos salir. No había magia, ni wifi, sobrevivíamos como podíamos, con las pocas sobras que los miserables de nuestros vecinos, la gente buena de Auradon, nos enviaban.
Esta mi casa, rodeada de villanos y sus descendientes, en donde el mal gobernaba.
Mi madre, Maléfica, la emperatriz de la oscuridad, se había autoproclamado como la líder de esta maldita isla.
El mal era lo único que conocía, y lo disfrutaba bastante.
Todos los días era una buena oportunidad para robar, traicionar y planear cómo salir de este lugar, aunque eso era en vano, la cúpula que nos aislaba del resto del mundo jamás se rompería.
Estando aquí no podías confiar en nadie, porque si lo hacías, probablemente serías víctima de una broma cruel, todos eran unos traidores.
Y yo no era la excepción.
Estaba caminando por las calles, buscando nuevas víctimas para divertirme, con mi mochila colgada al hombro, en donde llevaba las latas de spray para pintar lo que quisiera en cualquier pared.
En este mundo malvado no había reglas, ni amor, ni sueños, ni confianza.
Salí de mis pensamientos cuando llegué a las afueras del bar de Pescado y Papas Fritas de Úrsula, en el cual una de mis archienemigas, Uma, trabajaba. Ella estaba con su pandilla, Harry Hook, el hijo del Capitán Garfio y Gil, el hijo de Gastón, los tres intentaban pescar algo para renovar el menú.
Entonces el descendiente del enemigo del rey Bestia, gritó.
- ¡Pesqué algo! -Anunció antes de sacar la caña del agua lo más rápido posible, sus amigos dejaron sus cañas a un lado para acercarse al más idiota de su tripulación, esperando ver un buen botín, pero en su lugar, vieron una bota vieja enganchada en el anzuelo.
Aproveché que los tres se habían distraído para tomar el garfio que el pirata había dejado en el suelo.
Cuando los tres se voltearon, no sin antes gritarle que estaba perdiendo el tiempo, les sonreí falsamente, sosteniendo el objeto más preciado del chico vestido de rojo lejos de su alcance.
-Vaya, vaya, vaya... Miren lo que ha caído en mis manos, tu padre se decepcionará aún más de ti si sabe que lo perdiste. -Acomodé mi cabello.
-Vete al infierno, arpía. Pero antes, devuélvemelo, es mío. -Gruñó él.
-Dáselo, Mal. -Exclamó la chica de trenzas, que estaba a punto de desenvainar su espada.
- ¿Y quién va a obligarme, Camaroncito? -Me burlé, diciéndole ese apodo que ella tanto odiaba, ya que cuando éramos niñas le había tirado un balde lleno de mariscos podridos y el olor jamás se le había ido. Gil soltó una carcajada apenas dije aquella palabra y Harry lo golpeó. -No eres una pirata, aunque te vistas como una, no eres una bruja del mar si no puedes apoderarte de él, siempre serás Camaroncito, una inútil, una deshonra, jamás lograrás conquistar los océanos.
Dicho esto, el hijo del enemigo de Peter Pan intentó recuperar su garfio, así que lo esquivé y lo arrojé al mar.
-Si tanto lo quieres, ve a buscarlo. -Solté una carcajada cuando el chico saltó del muelle. -Pero no vayas solo, de seguro te acompañará tu fiel amiga. -Me acerqué a mi archienemiga para acto seguido empujarla, haciendo que ella cayera del mismo.
- ¡Un fiel pirata siempre se hunde con su barco! -Gritó el descendiente de Gastón antes de lanzarse para nadar con ellos.
Solté una carcajada antes de meterme al mercado pues necesitaba robar algo más, caminé por los puestos y le sonreí a la princesita de la isla, que estaba con una pequeña niña de vestido verde y rodetes. Suponía que le estaba enseñando a hurtar todo lo que necesitaba para coser vestidos, era algo que ambas tenían en común.
Las dos se acercaron al puesto de telas usadas y mientras la peliazul distraía al vendedor, Dizzy Tremaine tomaba todo lo que deseaba, cuando la pequeña se alejó, Evie se acercó más al hombre para acto seguido arrebatarle la bufanda que llevaba.
- ¡E, ven! -Le grité a la hija de la reina malvada, haciéndole una señal para que me siguiera, mientras sacaba una lata de spray para pintar una M de color violeta en una de las paredes.
Ambas corrimos hasta subir al balcón desde el cual podíamos ver cada rincón del enorme lugar lleno de puestos ambulantes.
No fue difícil localizar a un chico escurridizo con un gorro bordó y campera de cuero, que seducía a las mujeres para luego robarles y romperles el corazón, en tan solo un par de minutos logró conseguir demasiadas joyas y demás cosas, entonces se alejó para buscar a alguien que molestar, aunque no tardó mucho tiempo en chocar con el chico de cabello blanco y negro, que había estado buscando nuevos abrigos de pieles, pero al parecer no había tenido éxito.
- ¡Jay! ¡Carlos! -Les gritamos desde donde estábamos, ambos se voltearon a vernos y nos sonrieron. -Larguémonos de esta pocilga, no hay nada interesante.
Dicho esto bajamos del balcón y volvimos a la calle principal, en donde había una pared que todavía no había sido pintada, así que saqué las latas de pintura en spray y empecé a pintar la sombra de mi madre y en su interior escribí "Larga vida al mal".
- ¿Cruella no va a castigarte por no conseguirle más ropa? -Cuestionó la peliazul, mirando al más pequeño del grupo. -Mi madre podría prestarle algo pero la tuya tiene mal gusto, las pieles ya han pasado de moda. -Mencionó mientras se miraba en un vidrio de una botella rota que estaba en el suelo.
-E, lamento decirte que sos la princesa de lo obvio. -Se burló el chico de cabello largo antes de despeinar a Carlos, quien se quejó. - ¿Crees que te encierre en su armario y no te deje salir por dos días, otra vez? -Hizo una mueca.
- ¿¡Por qué estamos hablando de eso!? Jay, no quiero soñar con esos abrigos otra vez, ¿¡y si me hace limpiar toda la mansión otra vez!? -Masculló frustrado. -Ustedes siempre consiguen lo que necesitan, en cambio yo no.
-Cálmate, de seguro que los duendes se las han guardado para poder dormir más abrigados durante el invierno, podemos ir a buscarlos para tomarlas, sabes que son bastante estúpidos. -Intervine, terminando de darle los últimos detalles a mi graffiti.
Los tres eran las únicas personas en las que confiaba, siempre estábamos juntos.
Un pequeño niño chocó conmigo y lo fulminé con la mirada, entonces se largó a llorar y le quité el chocolate que tenía en sus manos, finalmente se marchó corriendo.
Mis amigos y yo nos reímos con malicia, al igual que las personas que estaban a nuestro alrededor.
Escuchamos un grito y vimos cómo todos los demás desaparecían en tan solo unos segundos, me volteé para ver a los duendes que escoltaban a la emperatriz del mal.
-Hola, mamá. -Sonreí.
- ¿Ahora te dedicas a robar? Qué gran decepción, tú puedes hacer cosas mucho peores, no como el inepto de tu padre. -Me recriminó ella, sacándome el chocolate de las manos, cuanto odiaba que me comparara con él.
-Pero mamá, ¡se lo robé a un bebé!-Me quejé.
-No me importa, porque eso no nos va a sacar de esta prisión. -Gruñó ella. - ¡Oh! Casi lo olvido, tengo buenas noticias, los cuatro han sido seleccionados para ir a otra escuela, en Auradon. -Me señaló a mí y a mis amigos, sonriendo.
- ¿¡Qué!?-Gritamos, los demás intentaron escaparse pero los duendes los detuvieron.
- ¡No voy a ir a un internado insoportable repleto de princesitas primorosas!-Sentencié, cruzándome de brazos
- ¡Y príncipes lindos y adinerados!-Añadió Evie, la miré extrañada.
-Yo no uso uniformes a menos que sean de cuero de verdad, ni soportaré príncipes presumidos. -Dijo el chico de cabello largo.
-Mamá dice que en Auradon hay perros, esas bestias salvajes que van a comer a los niños que no se comportan como es debido...-Habló el más pequeño, mi mejor amigo le ladró en el oído y el primero se estremeció.
- ¿Ves? Nadie quiere ir, tenemos cosas más importantes que hacer como robar ropa que tienen los duendes. -Musité y empecé a alejarme de ella junto con mis amigos.
-Ni se te ocurra dar un paso más, mocosa, porque te quemo en la hoguera. -Amenazó la mujer, a pesar de no poder usar su magia seguía siendo bastante intimidante y peligrosa, entonces me detuve. -Los cuatro se van a ir, es una orden, serán ustedes los que nos concederán nuestra libertad ¡o serán destruidos!-Gritó, haciendo que todos nos sobresaltáramos. De mala gana la seguimos hasta el Castillo de las Gangas, o sea, mi casa.
-Van a ir a ese reino y me conseguirán la varita del hada madrina para que domine el bien y el mal a mi voluntad. -Prosiguió mamá una vez que se sentó en su trono.
-Nuestra voluntad. -Corrigió la reina malvada antes de hacerle una señal a su hija, quien se le acercó.
-Sí, nuestra voluntad. -Afirmó la emperatriz del mal. -Y si te rehúsas, los destruiremos. -Insistió, iba a quejarme pero sus ojos empezaron a brillar intensamente al igual que los míos, intenté resistirme a la hipnosis pero era en vano, ya que era más poderosa que yo.
-Sí mamá, te traeremos la varita...-Accedí finalmente para que se detuviera, odiaba que hiciera eso. Suspiré cuando me dejó en paz. - Pero cuando regrese con ese artefacto mágico, me dirás quién fue mi padre.
-No entiendo para qué quieres saber quién fue ese inútil, saberlo no hará que reviva, pero esta bien, solo tráemela. -Dijo ella y fui a sentarme en las escaleras, desde donde podía escuchar la charla que mi mejor amiga estaba teniendo con su madre.
-Evie, mi linda malvadita, vas a conseguirte un príncipe lleno de dinero para casarte con él, luego lo asesinas sin piedad, te quedas con todas sus pertenencias, incluyendo un castillo con cientos de espejos. -Mencionó.
- ¡Cientos de espejos!-Repitió la peliazul sonriendo.
-Nada de sonreír, así te arrugas más rápido. -Le recordó ella.
-Carlos no se va a ir a ningún lado hasta que consiga mis nuevos abrigos de piel, además de que debe arreglarme el cabello, limpiar la mansión y demás. -Exclamó Cruella. -Hay perros en Auradon, no sobrevivirá ni un día ahí, es tan débil.
- ¿Y no me extrañarás?-Murmuró su hijo, aunque todos sabíamos que ella no lo haría. - ¡No quiero que esas bestias salvajes me coman!
- ¿Por qué iba a extrañarte, si no sirves ni para conseguirme algo tan simple como ropa nueva?-Replicó la mujer, vi como mi amigo bajaba la mirada, pues eso le había dolido.
- ¡Jay tampoco irá! A diferencia de Carlos, él sí es útil, siempre logro llenar los estantes de mi tienda gracias a la basura que él me trae. -Habló Jafar antes de que su hijo le empezara a mostrar todo lo que había recolectado, cuando el hombre vio que el chico de cabello largo encontró una lámpara rápidamente empezó a frotarla, pero nada sucedió. -Maldito bastardo, ¡quiero una lámpara real! ¡No es tan difícil de conseguir! ¡Eres más imbécil de lo que creía!-Protestó, empujándolo. El chico apretó sus puños, sabía que estaba harto de los maltratos, pero no podía quejarse porque sabía de lo que su padre era capaz.
-Evie no va a irse hasta se deshaga de esa horrible uniceja. -Se quejó la reina malvada. - ¡Estas condenada a ser horrible por toda la eternidad! ¡Así jamás conseguirás a un príncipe, mucho menos a un rey!-Exclamó, su hija la miró espantada.
- ¿¡Qué pasa con todos ustedes!?-Gritó mi madre antes de empujarme para que la dejara pasar así que me senté en la mesa y suspiré.-¡Desde hace 20 años que estamos atrapados aquí y ahora tenemos la oportunidad perfecta para vengarnos de Blancanieves y esos enanitos, de Aladdin, Jasmine y ese genio, de esos dálmatas escurridizos y de la Bella Durmiente y su insoportable príncipe! Reina, dale el espejo mágico, los ayudará a encontrar cualquier cosa que necesiten.
La última le entregó a su hija aquel artefacto mientras que la emperatriz del mal me entregó su libro de hechizos, el cual guardé en mi bolso. Mamá me hizo una señal para que la siguiera hacia el balcón del castillo y la obedecí.
Miré toda la ciudad, a lo lejos se veía el reino, suspiré.
-Tienes que liberarnos, así cuando pueda destruir a Aurora, tú te encargarás de su hija. La libertad de todos depende de vos y tus amigos, así que no nos fallen. -Murmuró la mujer detrás de mí y asentí sonriendo con malicia, ella se alejó y me quedé mirando el paisaje durante unos segundos, hasta que la escuché llamarme y la seguí rápidamente.
Salí de la casa, en donde una limusina nos estaba esperando, vi como la peliazul se despedía de Dizzy y le prometía que volvería pronto antes de ingresar al auto, Jay robó algo de oro del vehículo antes de subirse al mismo y Carlos corrió para escaparse de Cruella y entró.
-No me extrañes mucho, Camaroncito, volveré pronto para seguir arruinándote la vida. -Le guiñé el ojo a la hija de Úrsula que se encontraba entre la multitud que se había acercado a ver qué sucedía, finalmente entré a la limusina.
- ¡Tráeme un perrito! ¡Tráeme una lámpara! ¡Tráeme un príncipe! ¡Tráeme la varita!-Escuchamos a nuestros padres y simplemente los ignoramos.
Auradon, prepárate para recibir a cuatro pesadillas que terminarán con la paz del reino de una vez por todas, pensé.
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