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Capítulo 8.


─┈ꗃ ▓▒ ❪ act one ― chapter eight. ❫ ▒▓



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POR SI LAS MUERTES DE AQUELLOS dos jóvenes que las dos hermanas querían no hubiesen sido suficiente, pocas semanas más tarde sucedió otra trágica muerte que dejó a Elijah muy devastado. La bruja que amaba con todo su corazón, Celeste Dubois, fue asesinada en la bañera una mañana de verano. Había sido ahogada de mala manera, y nadie había estado ahí para evitarlo.

Quizás eso era lo que más le dolía al vampiro Original, al que apodaban como el Noble. No haber podido evitar la muerte de su amada.

Había sido un golpe demasiado fuerte para el vampiro, que no sabía cómo gestionar las emociones que le había dejado aquel suceso. Por primera vez en la vida, y eso que llevaba muchos siglos a la espalda, se sentía más solo que nunca. Había perdido a la persona que más había querido, después de haber perdido a Tatia cuando todavía era un humano y en sus primeras décadas como vampiro, después de haber perdido la oportunidad de prosperar junto a Katerina Petrova. Ahora que lo había conseguido, alguien había acabado con la vida de la bruja.

Elijah estaba en el baño que le pertenecía del hogar de los Mikaelson, abrazando al frío e inerte cuerpo de Celeste. Pegando su frente con la de la anciana bruja, gritó. Se culpaba a sí mismo de su muerte.


Un grito desgarrador y doloroso sale desde lo más profundo de su ser, haciendo que Aggie se acercase corriendo a velocidad vampírica hasta ese baño. La fémina se llevó las manos a su boca, incrédula.

¿Quién había matado a Celeste Dubois?

Se acercó a su hermano mayor, para abrazarle. Quizás no era la persona más indicada para darle su apoyo, pero era lo único que podía hacer en esos momentos. Apoyarlo, brindarle su cariño y hacerle saber que ahí estaba ella para todo lo que necesitase.

―Quiero enterrarla, lejos de todo esto ―murmuró el varón, mirando a su hermana―. Es mi culpa, yo debí haberme quedado con ella.

―No, no lo es. . . ―musitó la rubia, en un tono casi inaudible―. Nada es tu culpa, hermano.

―Si hubiese estado aquí. . . Si no la hubiese amado. . .

―Nada es tu culpa, Elijah ―repitió, depositando un beso en la mejilla impropia, un gesto que no hacía desde que era una niña, a decir verdad―. Voy a ayudarte, vamos.


Ambos hermanos, cargando el cadáver de la bruja el varón, se alejaron hasta llegar a los límites de la ciudad en la que vivían. En una zona rodeada de robles, aunque no había demasiados, sería el mejor sitio para enterrarla. Lejos del campo santo y dónde las brujas practicaban su magia ancestral, no podrían consagrar sus huesos si la enterraban ahí y nadie conocía el secreto.

―Dame la pala, lo haré yo.


Ella asintió, no muy convencida, y le esperó, tumbada en el césped. Miró al cielo gris, parecía que se había puesto de acuerdo para acompañar esa escena que estaban viviendo. Como si estuviese triste por la partida de Dubois.

Cuando terminó, decidió alejarse unos metros para darle tiempo y espacio para despedirse. Entendía que era algo difícil, pese no haber pasado por algo igual porque ella no amaba a Tyler ni mucho menos; pero entendía cómo podía sentirse en cierta manera, porque ella también tuvo que dejar ir a su mejor amiga para que Klaus no la encontrase.

Mientras esperaba a que su hermano mayor terminase, Agnetha se quedó pensando, a unos metros de él. Sus días habían cambiado radicalmente desde su llegada a Nueva Orleans pero, a su vez, habían vuelto a cambiar cuando adoptaron a Marcel. Si bien la idea había sido de Niklaus, no negaba que le tenía cariño al niño, que, a ojos inocentes que tenía, la veía como una mamá. Como la madre que perdió unos años atrás.

Y es que tenerlo entre ellos, a pesar de todos los enemigos que podían tener como familia y que podrían ir contra él si conocían que tenían un nuevo miembro integrado, se sentía bien. Era como si hubiese podido cumplir el sueño que tenía de ser madre, aunque no fuese su hijo biológico.

Agnetha no podía evitar mostrarse como aquella figura materna que todo niño debería tener. Una verdadera figura materna, no como lo fue Esther con ella, odiándola y despreciándola desde su nacimiento.



* *

n/a. llevamos al mitad del primer acto, si no voy equivocada, y no sabéis las ganas que tengo de poder editar el segundo acto, aaaaaaaa. se vienen muchas cosas antes de terminarlo, añadiré algunos capítulos que nunca escribí y se revelarán cosas que antes solo se mencionaban en el segundo acto.

¡gracias por el apoyo que le seguís dando al fic!


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