~XXXV~
¡Hola! Me paso por aquí para hacer una pequeña aclaración en caso de que alguien se confunda.
Las cosas que pasan en este libro no siguen estrictamente el mismo orden que en Harry Potter, si bien es cierto que muchas lo hacen, adelanto y atraso algunas cosas para que sea más conveniente para la trama.
Dicho esto, a leer!
Tras dejar a su hermano en su sala común Deborah volvió a la suya sintiéndose completamente agotada, solo con ganas de tumbarse en la cama y quedarse allí hasta cumplir los treinta.
Pero, para su desgracia, la mitad de los Slytherins la esperaba al otro lado de la puerta de la sala común.
Deborah suspiró y se puso recta, adoptando una postura intimidante ante el nido de serpientes.
-Así que Potter.... ¿El tramposo de tu hermano va a participar en el torneo?
La morena ignoró el comentario de Malfoy y se dirigió hacia las escaleras que llevaban al cuarto de las chicas, pero una mano la detuvo.
-¿A dónde te crees que vas muñeca? Tienes que contestar a nuestras preguntas sobre el traidor de su hermano.
Neil Lament, un Slytherin un año más mayor que ella, tapaba su acceso a las escaleras tratando de intimidar con su altura.
Si bien Deborah era una persona bajita, no se dejaba intimidar, menos por idiotas como él.
Rodó los ojos y sacó su varita de el bolsillo de su pantalón para luego apuntar a Neil.
-Tragababosas.
Una luz salió de su varita mientras que el chico frente a ella se ponía morado, para luego correr y vomitar en una mochila.
El silencio se hizo en la sala común, todos los que se habían reído de el acto de Neil, ahora bajaban la cabeza.
Deborah se giró hacia sus compañeros.
-No seré tan amable con el próximo.
Y dicho esto subió las escaleras hacia su habitación, recordando a la gente de su casa, por primera vez en bastante tiempo, por que no debían meterse con ella.
***
Al día siguiente Deborah bajó las escaleras desganada.
Lo único que quería era tener un jodido año tranquilo, pero al parecer eso era mucho pedir.
Ed y Corvus la esperaban en la sala común para ir a desayunar. Cuando el primero la vio esbozó una pequeña sonrisa.
-Debs, ¿cómo estás?
La chica suspiró y se dispuso a salir de la sala común junto a sus amigos.
-Pues pensando en maneras de matar a Dumbledore.
Corvus asintió de acuerdo con la chica.
-Ese viejo está loco. Si tu hermano no ha metido su nombre alguien tiene que haberlo hecho, y sabiendo el número de veces que han intentado matarle desde que está aquí, no puedo imaginarme que sea algo bueno.
Deborah asintió. Aquella preocupación de que alguien estuviera acechando a su hermano le había perseguido desde que se acostó la noche anterior.
Entraron al gran comedor y Deborah alzó la mirada rápidamente en la búsqueda de su hermano.
Le encontró removiendo su plato con desgana. Él y Hermione estaban algo apartados del resto.
La morena suspiró triste y se sentó en su mesa.
Era de esperar que tendría problemas con sus compañeros, pero nunca esperó que Ronald fuera uno de ellos.
Fred Weasley desayunaba junto a su gemelo, Lee y ahora Ron y Seamus, quienes hablaban mal de Harry.
Lo cierto es que los gemelos creían a Harry. Si ellos no lo habían conseguido, Harry menos.
Salió de la conversación que sus hermanos y amigos mantenían cuando vio a cierta Slytherin entrar al comedor.
La observó sentarse en su mesa y se dio cuenta de que no se concentraba en su comida.
Siguió la mirada de la chica y se encontró con Hermione, tratando de animar a un afligido Harry.
Suspiró viendo como el chico parecía no querer comer y se levantó de su asiento interrumpiendo el discurso de Ron.
-¿Sabes Ronnie? Creo que deberías escuchar más a tus amigos, me voy.
Y dicho esto se sentó junto a los otros dos chicos, quienes le miraron sorprendidos.
-¡Hola Harry! Hermione....
Les saludó a ambos con un tono divertido que hizo que la chica soltara una risa.
-¿Me pasáis el azúcar? Dime Harry, ¿cuántas veces más vas a tener que estar al borde de la muerte para convertirte en su amo y señor?
-Es por motivos científicos.
Completó George sentándose junto a su hermano mientras fingía tener una libreta en sus manos.
Harry soltó una pequeña risa, que fue suficiente para que su hermana, quien había observado todo desde su mesa, se relajara.
***
El trío de Slytherins se dirigía a su clase de defensa contra las artes oscuras.
A diferencia de otros días hoy iban con tiempo de sobra, pues McGonagall les había dejado salir antes.
Se sentaron frente a la puerta de el aula y esperaron.
Unos minutos más tarde la puerta se abrió, pero en lugar del profesor Moody, salió Neville Longbottom, temblando como un papel y aferrado un libro de plantas contra su pecho.
-¿Estás bien chico?
Se apresuró a preguntar Edmund levantándose, pues temía por qué el chico se cayera.
Neville tartamudeó un rápido si e intento huir de allí.
Pero no llegó muy lejos puesto que se tambaleó.
Por suerte su brazo fue agarrado por Deborah, quien le ayudó a mantenerse en pie.
-Voy a llevarle a la enfermería, excusarme con el profesor o algo.
Sus amigos asintieron y Deborah agarró más fuerte a Neville.
-Venga Longbottom, vamos a que te vea Pomfrey.
El chico asintió y ambos comenzaron a caminar.
Después de unos segundos de silencio Deborah decidió hablar.
-Y, ¿por qué te has puesto así?
Neville agachó la cabeza antes de responder.
-El profesor Moody nos habló de las maldiciones imperdonables hoy y cuándo probó el cruciatus en la araña yo....
Deborah asintió, indicándole al chico que no tenía que continuar.
Ella sabía lo que les había ocurrido a los Longbottom, torturados hasta la locura.
Una vez ambos estuvieron en la enfermería le explicaron a Pomfrey lo que ocurrió.
Deborah dio una palmadita al hombro de Neville como despedida y el chico se sentó en la camilla que Pomfret le indicó pensado en algo.
Aquellos Slytherins, Pevensie quien se había preocupado, Deborah, quien le acompañó a la enfermería.
Quizás no todos daban tanto miedo como él pensaba.
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