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~XXXII~

Deborah removía aburrida su comida, sin escuchar demasiado el discurso de Dumbledore.

Para muchas personas volver a Hogwarts era una alegría, su segunda casa, deseaban volver en cuanto salían.

Pero tanto para Deborah, como para muchos Slytherins, volver a Hogwarts significaba volver a ponerse sus máscaras.

Corvus, por ejemplo. El chico se había vuelto prácticamente un corderito desde que estaba con Edmund. Había dejado de despotricar ante todo lo que se encontraba y dejó de lado ese mal hábito de compararse a sí mismo con todos. Aún era algo gruñón y sólo se dejaba tocar por Ed, aunque no es como si Debbie fuera a intentarlo, pero en el momento en el que entraba a Hogwarts volvía a fulminar con la mirada a todos los que se cruzaban con él.

Ed, quien a pesar de ser mestizo recibía insultos y era llamado sangre sucia por las personas de su casa. Su amigo era un Slytherin y tenía una lengua venenosa, pero también era un chico divertido, le encantaba hacer  chistes y usar su sarcasmo para intentar sacar una sonrisa de los bloques de cemento que eran su amiga y su novio, pero al entrar a Hogwarts siempre se volvía más huraño y esperaba a bromear hasta que estaban los tres solos.

Deborah, por su parte, era una chica seria, difícil de agradar y con un gran carácter. Edmund solía decir que llevaba a una pequeña diva escondida dentro de ella. Pero debido a la casa en la que estaba y a su apellido, había aprendido a mantener un perfil bajo, a hacerse respetar una vez para luego pasar desapercibida, a contener sus emociones y sus impulsos. Esa faceta impenetrable que ella tenía se había comenzado a derrumbar debido a los acontecimientos del año anterior, donde parecía más un fantasma que una humana.

Pero este año estaba dispuesta a tapar esas grietas que se habían formado en su muro y a no dejar que volvieran.

Solo necesitaba un año tranquilo.

Gritos y murmullos de gente enfadada, sacaron a la chica de su ensimismamiento.

Edmund, se giró hacia ella, sabiendo que no había prestado atención.

-El viejo ha cancelado la copa de Quidditch.

Deborah se encogió de hombros indiferente y se dispuso, ahora sí, de escuchar lo que el viejo decía.

-Este año tendrá lugar el torneo de los tres magos, donde un alumno de cada colegio competirá en tres pruebas y el ganador será recompensado con dinero y gloria.

Murmullos emocionados se extendieron por todo el gran comedor, pero el trío sentado en Slytherin no estaba muy contento.

-¿Qué es esa mierda de torneo?

Preguntó Ed confuso.

Corvus resopló.

-Es un torneo que celebran las escuelas de magia para ver quien es la mejor, básicamente. Pero hace años que no se celebra, puesto que alguien murió la última vez.

Debbie se cruzó de brazos.

-Y por supuesto, el viejo ha decidido que ahora es buen momento para reactivarlo, como si sus alumnos no hubiesen estado en suficiente peligro de muerte los últimos tres años.

Cuando Dumbledore anunció que sólo alumnos mayores de diecisiete el alboroto se hizo aún mayor.

Las voces de los gemelos gritando que no era justo se escucharon en el gran comedor, y por un momento Deborah se sintió aliviada de saber que no podrían arriesgar sus vidas, pero apartó ese pensamiento rápido de su mente, pues ella solo se preocupaba por sus dos amigos y su familia, no por los idiotas Weasley.

Cuando la cena terminó el trío se dirigió a la sala común de Slytherin y se sentaron en un sofá alejado del resto.

-Vale, lo de el torneo es una idea de majaderos, ¿pero habéis escuchado que van a venir Búlgaros y Francesas?
Este colegio va a ser mi paraíso bisexual.

Debbie miró a Corvus esperando que el chico estallara en celos, pero al contrario de lo que se esperaba, el más alto se encogió de hombros.

-Será una bonita vista que tener todos los días.

La pareja intercambió miradas y las dirigieron a su amiga.

-Aprovecha tú, que nosotros estamos pillados.

Deborah negó con la cabeza.

-Ya os lo he dicho más de una vez, las citas, el amor y todo eso no van conmigo.

Dicho esto se levantó para dirigirse a su cuarto.


***

Deborah se sentó en su pupitre de pociones, esperando a que la clase comenzara.

Ed y Corvus estaban sentados juntos detrás de ella, lo que la dejaba sin compañero de pupitre.

Pero no duró mucho, pues un alto chico de cabellera pelirroja y larga se dejó caer junto a ella.

-¿Qué tal Potter?

Deborah suspiró con cansancio ante la presencia del chico.

-¿Otro año Weasley? Empiezo a pensar que no tienes amigos.

Fred sonrió divertido y se inclinó hacia ella.

-Tengo, solo quiero ampliar la lista.

La chica rodó los ojos ante su insinuación.

-Escúchame bien Weasley, solo porque os tolere a tu hermano y a ti no significa que seamos amigos, no vamos a ser amigos, nunca.

Pero como siempre, sus cortantes respuestas solo parecieron divertir al chico.

-Ya veremos Potter, ya veremos.... Por cierto, soy Fred no George, para que sepas el nombre de tu futuro amigo.

Deborah desistió rápido en decirle que no eran amigos, pues sabía que al chico no la escucharía.

-Lo suponía, eres el único de los dos idiotas que viene a molestarme solo, por eso me agrada más tu hermano.

Fred se llevó la mano al pecho con una fingida indignación, pero justo cuando iba a contestar, Snape entró en el aula.

Deborah suspiró atendiendo a lo que decía el profesor.

Weasley cada año estaba más pesado.

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