~XXIV~
Edmund Pevensie se consideraba un buen amigo.
Antes de los 11 nunca tuvo ninguno, puesto que todo el mundo le encontraba algo pesado. Pero cuando entró a Hogwarts todo cambió, conoció a Deborah y a Corvus, dos personas que cambiaron su vida de maneras diferentes.
Aquella noche, tumbado en medio de ambos en mitad de el Gran Comedor, después de la noticia de que Sirius Black había conseguido entrar a Hogwarts, era algo que nunca podría haberse imaginado.
Deborah a su derecha estaba tumbada de lado, dándole la espalda, pero aún así él podía notar como la chica temblaba.
Y a su izquierda estaba Corvus, el cual le miraba fijamente.
Cuando se giró hacia este le dedicó una pequeña sonrisa y rozó sus dedos.
Ed también sonrió mirando al chico, aún no de creía todo lo que había ocurrido en tan poco tiempo.
Parecía que había sido ayer cuando Debs se fue a Hogsmade dejándolos a ambos solos en la habitación de Edmund.
Ninguno de los dos tenía muchas ganas de hablar, pues se habían peleado recientemente; así que Corvus leía mientras que Ed estaba tumbado en su cama jugando con una pequeña pelota.
Y así estuvieron cerca de una hora, hasta que Corvus pareció hartarse y cerró su libro con un sonoro golpe que hizo sobresaltar a Ed y que su pelota saliera rodando.
-¿Vas a seguir enfadado mucho tiempo?
Preguntó el más alto con un tono brusco.
Ed rodó los ojos cansado y se levantó para coger su pelota, pero Corvus se colocó delante de él.
-Contéstame, por favor.
Suavizó un poco su tono de voz, por lo que Ed le miró a los ojos, algo irritado.
-¿Qué quieres que te diga? Te he explicado ya cien mil veces que no me gusta Lupin y que todo esto es absurdo, porque aún si me gustara tú no eres nadie para decirme quien me puede gustar y quien no. Ya tengo bastante con mi abuela ofreciéndome terapias de conversión en Navidades, muchas gracias.
Corvus se pasó una mano por el cabello frustrado y negó con la cabeza.
-Ya te dije que el echo de que te gusten los chicos me da igual.
Ed explotó, acercándose a él bruscamente, harto de no entender lo que le ocurría a su amigo.
-¡Entonces dime que ocurre! ¿Qué demonios te molesta tanto?
Corvus le miró a los ojos y por unos segundos pareció plantearse esa misma pregunta, parecía que intentaba transmitirle algo con la mirada, pero a Ed no le dio tiempo a descifrar puesto que Corvus juntó sus labios en un beso brusco.
Edmud parpadeó confundido ante el rápido latido de su corazón y tras unos segundos cerró los ojos y agarró la cintura de el chico, comenzando a corresponder.
Pero tan pronto como se acercó, Corvus se separó y se sentó en la cama negando con la cabeza mientras susurraba negaciones nerviosas.
Ed suspiró y trató de calmar su sonrojo o el temblor de sus manos, pero falló miserablemente, por lo que se agachó frente al chico.
Con sus manos acarició las mejillas húmedas de Corvus, algo preocupado, pues nunca le había visto llorar y este apoyó su mano en una de ellas.
-¿Qué ocurre Corvs?
El nombrado alzó la mirada y Ed pudo observar a un Corvus completamente vulnerable.
-Tengo miedo Ed, miedo porque no soy normal, miedo porque si se enteran en casa o aquí me matarán. Me gustas Edmund, y eso me aterra, porque no debería sentirme de esta manera y no hacía ti.
Edmund abrió los ojos con sorpresa y con su corazón desbocado juntó sus frentes cerrando los ojos.
-Sé que da mucho miedo descubrir que eres diferente, que te sales de lo que la gente considera normal, que hay personas que no te van a aceptar, pero no hay nada malo en ti, y de la última persona que quiero que te asustes es de mí, no cuando provocas estas emociones en mi.
Corvus cerró los ojos, entendiendo el mensaje y también acarició la mejilla de Edmund, sintiéndose feliz y aliviado.
-¿Y ahora que hacemos?
Preguntó en un susurro, no queriendo romper el ambiente que habían creado.
Ed sonrió sin poder evitarlo.
-Pues no sé tú, pero yo tengo ganas de besarte otra vez.
Corvus sonrió ampliamente, por primera vez en mucho tiempo y volvió a juntar sus labios, esta vez de forma más delicada y duradera.
Cuando se separaron en busca de aire, Ed no pudo evitar soltar una risita nerviosa.
Corvus le abrazó con fuerza, apoyando su mentón en la cabeza de el más bajito.
-Si vamos a seguir con esto no podemos contárselo a nadie Ed, si Lucius o alguien de su círculo se entera no quiero ni pensar en lo que me harían.
Ed se separó para mirarle estando algo más serio que antes.
-No te harán nada porque yo les mataré a todos antes de que te toquen un pelo, pero si aún con mi invencible protección te sientes inseguro no se lo diremos a nadie.
El intento de broma de Ed hizo sonreír levemente a Corvus, quien asintió con la cabeza.
Ed sonrió tumbado en su saco, recordando aquel día y miró a Corvus con amor, pero su paz se acabó al escuchar el saco de su amiga revolverse.
Se giró y observó como la chica se movía inquieta en su sitio, una clara muestra de nervios.
El chico se mordió el labio preocupado, con todo lo que estaba pasando aquel año su amiga cada vez tenía más ojeras y eso a él no le gustaba, pero cuando intentaba hablar el tema ella le cortaba o le quitaba importancia y Ed odiaba que se guardara sus preocupaciones para ella, pues a la larga eso explota.
Además de eso la culpa le comía por dentro al no haberle contado a Debs todo lo que había ocurrido con Corvus.
Ella era su mejor amiga y él solía contárselo todo, odiaba que justo en el momento en el que ella más le necesitaba, él mentía y guardaba secretos.
Ed extendió su mano y acarició levemente la espalda de la chica, quien se sobresaltó y se giró hacia él bruscamente.
-¿Estás bien Debs?
Ella asintió de una manera poco convincente y volvió a girarse para “dormir”.
Edmund suspiró y se giró hacia Corvus quien también estaba preocupado por la escena que acababa de presenciar.
-Tenemos que contárselo.
Corvus asintió de acuerdo y rozó sus manos.
Ed suspiró y se tumbó boca arriba, jugando con los dedos de Corvus hasta que cayó dormido.
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