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~XVII~

Cuando aquella noche ordenaron la evacuación de todos los alumnos a sus salas comunes Deborah estaba en la enfermería.

Negándose a dejar a Edmund solo en una situación de probable peligro se escondió tras las cortinas cuando Pomfrey fue a avisar de que tenía que irse.

Tras aproximadamente una hora y media de no saber nada, las puertas de la enfermería se abrieron, trayendo mucho ruido.

Deborah volvió a su escondite y observó como un matrimonio pelirrojo entró bruscamente seguidos de Dumbledore, McGonagall, Pomfrey y otro montón de cabezas pelirrojas.

Supo de inmediato que eran los Weasley, pero al contar se dio cuenta de que faltaban dos.

No distinguía bien sus caras desde su posición, pero si se podían escuchar los sonoros sollozos de la señora Weasley.

-Mi niña, mi niña....

Un escalofrío la recorrió al suponer lo que había ocurrido, el monstruo había tomado a una víctima definitiva.

Bajó la mirada triste, la pequeña Weasley no se merecía aquel final.

Deborah pasó horas tras la cortina escuchando los sollozos de aquella mujer y su familia.

Pasado un rato McGonagall entró llamando a los Weasley, quienes la siguieron a toda prisa.

Cuando Debbie pensó que estuvo sola salió de su escondite, pero se quedó paralizada al toparse de frente con los gemelos Weasley.

No se paralizó por verlos allí, sino por las caras que llevaban. Ambos tenían un rastro de lágrimas por sus mejillas, los ojos rojos y ni un atisbo de la sonrisa que siempre estaba allí, nunca les había visto serios.

-¿Potter? ¿Qué haces aquí?

El corazón de Deborah se encogió al escuchar la voz ronca y triste del chico.

Y los gemelos, pudieron observar como por un segundo la coraza de la chica se rompió.

Su expresión inescrutable pasó a ser una entristecida, subió un brazo hasta colocarlo en el hombro de George levemente.

-Siento mucho vuestra perdida.

Quitó su mano rápidamente y su expresión volvió a ser la misma de siempre.

Se dio la vuelta y se sentó en la silla junto a la camilla de su amigo, sin hacer contacto visual con ellos.

Fred, algo aturdido por todo lo que había sucedido, sonrió levemente y agarró una silla para arrastrarla junto a la de ella.

Su gemelo imitó sus acciones, completamente sorprendido por el comportamiento de la chica.

Deborah apretó los puños cuando sintió que ambos se colocaban junto a ella. Sabía perfectamente que no tendría que haberles hablado en primer lugar, su estúpido corazón blando le había ganado.

-¿Te importa si nos quedamos contigo? Solo hasta que sepamos algo de nuestros padres.

Por mucho que Debbie hubiera deseado decir que no, algo en ella le indicaba que no era lo correcto, que de alguna manera no podía dejar a dos chicos que acababan de perder a un familiar solos, que no podía hacer lo que él le hizo a ella.

Se encogió de hombros de manera indiferente indicándoles a los gemelos que podían quedarse.

Los pelirrojos asintieron y no dijeron nada más, después de todo, ninguno tenía muchos ánimos para hablar.

***

Todo había salido de perlas. Harry había derrotado al monstruo de Slytherin y recuperado a la pequeña Weasley.

Está de más decir que a Deborah le entraron ganas de matar a alguien cuando se enteró de lo que había hecho su hermano, aunque se alegraba de que la pequeña estuviera bien.

Hablando de los Weasley, ahora los gemelos la saludaban por los pasillos, aumentando el odio de su casa hacia ella, cosa que no podía importarle menos.

En aquel momento se encontraba de nuevo en la enfermería, esperando junto a Pomfrey a que la mandragora hiciera efecto en los petrificados.

La pobre mujer no daba a basto ella sola, así que Deborah, con tal de no salir de la enfermería, se había ofrecido a ayudar a suministrar la medicina.

Se habían despertado ya un par.

Un niño de primero de Gryffindor que al principio se aterró al verla, pero que acabó haciéndole una foto y pidiendo que se la firmara.

El niño se había quedado allí, haciéndole fotos a todo mientras que el mareo del despertar se le pasaba.

-¿Qué?....¿Dónde estoy? ¡Es un basilisco Harry!

Deborah se dirigió rápido a la camilla de Hermione, al ver que Pomfrey estaba atendiendo a otra chica.

-Tranquilizate Granger, está todo bien.

Dijo tomándola suavemente de los hombros y ayudándola a tumbarse.

-Pero no lo entiendes, tengo que hablar con Harry, es el monstruo de Slytherin.

Deborah se alejó de ella una vez se hubo tranquilizado.

-Por ese bicho no te preocupes, ya está muerto y enterrado.

-¿Debs?

Al escuchar aquella voz, Deborah se giró ignorando a Hermione.

-Ed.

Caminó hasta él y le ayudó a incorporarse.

El chico le dedicó una brillante sonrisa.

-¿Qué tal ha estado todo esto sin mi presencia?

Debbie solo sonrió.

-Te he echado de menos, mucho.

Una hora más tarde Lucy entró corriendo y se lanzó encima de su hermano mayor sollozando.

Deborah se alejó de ellos para darles privacidad.

Una parte de ella siempre había querido una relación así con su hermano, pero otra le decía que era mejor así, que lo último que necesitaba Harry era a alguien tan frío como ella.

Sintió una mano en su hombro y se giró para ver a Corvus, quien también observaba el reencuentro de los hermanos.

-La niña ha recorrido medio Hogwarts gritando que su hermano había vuelto y dando abrazos a todo el mundo.

La chica se encogió de hombros.

-Es una Hufflepuff.

Cuando Lucy se separó de su hermano y este reparó en la presencia de Corvus, su rostro pasó de ser alegre a serio.

-¿Qué hace él aquí?

Debbie suspiró, no queriendo aguantar aquello.

-Ed, Corvus lleva viniendo a verte desde que te petrificaron.

El más alto dio un paso en dirección a Edmund.

-Me alegro de volver a verte vivo y me gustaría hablar contigo en privado.

Edmund miró a Debbie con algo de duda, pero ella asintió con la cabeza, dándole ánimos.

Tras unos segundos más, Ed terminó por aceptar, por lo que Deborah y Lucy salieron de la enfermería.

-Deborah, ¿por qué se pelearon Ed y Corvus?.

La nombrada observó a la niña.

-¿Tú hermano no te lo dijo? Hubo una época en la que no podía parar de hablar de ello.

-Nunca me dijo nada de la pelea, siempre me hablaba de vosotros, de cómo cada día confiabas más el él o cómo adoraba hacer de rabiar a Corvus, pero un día dejó de hablar de él.

Debbie pensó su respuesta, pues no quería violar la intimidad de su amigo.

-Digamos que a todos nos resulta difícil desprendernos de las cosas que nos dicen de niños, Corvus no fue la excepción y Edmund le quería mucho, por lo que se sintió muy dolido ante sus acciones.

Lucy asintió con la cabeza algo pensativa.

Ambas chicas caminaron juntas hasta el comedor, pues era la hora de la cena.

Una vez allí Lucy abrazó rápidamente a Debbie, dejando a la chica paralizada, pues no estaba acostumbrada a muestras de cariño.

-Gracias por cuidar de Ed y de mi.

La niña se marchó corriendo a su mesa antes de que ella tuviera tiempo a contestar.

Deborah contuvo una sonrisa y se sentó en su mesa, contenta de que aquel terrible curso ya había acabado.

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