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~XV~

Deborah se encontraba sentada junto al cuerpo inerte de su amigo.

Le habían petrificado hace dos días y ella solo había dejado la enfermería para dar clases o ir a las cocinas a por algo de comer.

Aunque esto último tampoco lo hacía mucho, ya que la pequeña Lucy siempre le traía algo de picar cuando venía y se sentaba junto a ella a hacer sus deberes.

Ambas chicas temían dejar solo a Edmund, pero Lucy era la más asustada. A la niña le aterraba quedarse sola desde el día en que su hermano fue petrificado.

Por eso ahora caminaba a paso rápido hacia la enfermería.

Acababa de salir de su última clase de el día e iba a ver como estaba su hermano antes de comer.

Para su desgracia, iba tan rápido que no se fijó en el grupo de Slytherins UE venía andando hacia ella.

El choque fue inevitable, ella y Rosier calleron al suelo.

El chico se levantó rápidamente y la apuntó con su varita mientras que ella intentaba recoger sus cosas.

-¿Cómo te atreves a tocarme maldita sangre sucia?

Lucy tembló, y agachó la mirada demasiado asustada para hacer frente al chico.

-Déjala Rosier, es solo una niña.

Le sorprendió oír la voz de Corvus Lestrange defendiéndola, era cierto que el nunca se había metido con ella, pero tampoco era de para a abusones.

-Niña o no esta asquerosa me ha tocado, y ahora pagará las consecuencias.

-Hey, ¿algún problema?

Lucy subió la mirada esperanzada y se alivió al ver a los gemelos Weasley, con el trío de oro tras ellos.

Rosier encaró a los gemelos y posó juguetonamente su varita en el pecho de uno de ellos.

-¿Y si hay algún problema que os importa a vosotros? Tenéis suerte de que el monstruo de Slytherin todavía no vaya a por traidores, pero no creo que dure mucho, así que yo que vosotros elegiría mi bando.

Uno de los gemelos sonrió divertido y sacó su varita.

-Te alegrará saber que nosotros ya tenemos un bando, así que lárgate antes de que te meta un petardo en el uniforme.

Rosier parecía dispuesto a contestar, pero el agarre de Corvus lo detuvo.

-No merece la pena, vámonos.

El mayor asintió y ambos se fueron de allí.

Harry y Hermione ayudaron a Lucy a levantarse mientras que los gemelos y Ron recogieron sus cosas.

-Muchas... Muchas gracias por ayudarme, de verdad.

Lucy les sonrió unos segundos, hasta que se dio cuenta de todo el tiempo que había pasado.

-¡Tengo que irme! Deborah debe estar ya en la enfermería y seguro que ni siquiera ha comido.

Y dicho esto la pequeña Hufflepuff se fue, dejando a un grupo de Gryffindors confuso y a Corvus, quien se había quedado a escuchar, algo preocupado.

La noche llegó a Hogwarts y Lucy se despidió de Deborah para irse a cenar.

Cuando se hubo quedado sola, la morena suspiró y miró a su amigo.

Si bien su padre era hijo de muggles y su madre era una muggle el no era completamente hijo de personas no mágicas.

Era por eso que Debbie no se había preocupado por él en un inicio, y ahora se maldecía por ello. Si se hubiera dado cuenta de que él estaba en peligro no le habría dejado solo.

-Hey.

Se giró confusa al escuchar aquella voz, que hacía mucho tiempo que no escuchaba.

-¿Qué haces aquí Corvus?

El nombrado se sentó en una silla junto a ella y le extendió un plato de comida.

-Venía a ver cómo estabais.

Debbie aceptó la comida y mordió el pollo mirando al chico con recelo.

Corvus, por su parte se dedicó a observar a Edmund.

Aquel chico había sido su primer amigo, Ed nunca le trató diferente tras saber su apellido, por desgracia no podía decir lo mismo él.

-Llevo días sin dormir, desde que le petrificaron. La culpa me está comiendo vivo.

La morena dejó de comer y le observó.

-¿Por qué? Esto no es tu culpa.

-Tampoco la tuya.

Un silencio algo incómodo siguió a ese comentario.

Ninguno de los dos era especialmente hablador o abierto con sus sentimientos.

Corvus se acomodó en su silla, listo para quedarse haciendo compañía a sus antiguos amigos.

A las 12 de la madrugada, Deborah empezaba a quedarse dormida, por mucho que no quisiera.

Corvus se había levantado de su asiento hace un rato y ahora observaba a Edmund de cerca.

Suspiró para mirar a la chica.

-Siento haberos dejado solos. Yo no quería pero.... Draco amenazó con contarlo en casa, y yo no podía permitir que Lucius y Narcissa se enteraran. Es como de dije aquel día en primero, adaptarse o morir.

Debbie escuchó atenta a su amigo.

-Suponía que era algo así.
A mi me crío Regulus Black, una persona que dejó de hablar a su propio hermano porque estaba aterrado de lo que le ocurriría si sus padres se enteraban.

Corvus asintió y ninguno dijo nada, no hacía falta, ambos se entendían.

-Cuando Edmund despierte no os volveré a dejar solos.

                                ***

Corvus cumplió su palabra, siempre venía a la enfermería tras la cena y se iba a altas horas de la madrugada, para que sus amigos no sospecharan.

Ya habían pasado meses, aquel día había partido de Quidditch, pero a Deborah no podía interesarle menos.

Pero no pudo tener otro de sus días monótonos y aburridos junto a su amigo petrificado, pues las puertas de la enfermería se abrieron de golpe dejando paso a McGonagall, Pomfrey y dos cuerpod flotante.

Cuando colocaron los cuerpos en las camillas y McGonagall se giró, se sobresaltó ante su presencia.

-Señorita Potter, ¿qué hace aquí?

A Debbie no le hizo falta responder, observó con cara de poker como Pomfrey se quejaba de que se negara a dejar la enfermería.

Tras una breve charla a la que ella no prestó atención, McGonagall salió a toda pris de allí y Pomfrey se metió en su oficina.

Deborah se levantó de su asiento y se dirigió a las camillas donde descansaban los nuevos petrificados.

La primera era una chica de Ravenclaw, rubia, algo más mayor que ella y con insignia de prefecta.

Cuando miró la segunda camilla se quedó paralizada unos momentos.

Pues allí descansaba la pequeña Hermione Granger.

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