~XIV~
Deborah y Edmund caminaban juntos por el pasillo.
Para disgusto de la primera se dirigían a su clase de pociones. No es que se le dieran mal, pero Snape parecía odiarla sin ninguna razón aparente.
Se sentaron en su pupitre y esperaron a que el resto llegara, lo cual no fue mucho tiempo, pues nadie quería llegar tarde a clase de Snape.
Cuando el profesor llegó y la clase comenzó Deborah intentaba concentrarse todo lo que podía en las explicaciones que Snape daba, pero los gruñidos que soltaba su amigo de lo hacían difícil.
-¿Se puede saber qué demonios de ocurre?
Susurró la chica algo molesta.
Edmund le indicó con la cabeza el pupitre en el que Corvus y el idiota de Flint, este último se dedicaba a tirar bolas de papel a los Hufflepuffs que se sentaban delante de ellos mientras que Corvus miraba a Snape.
-No me puedo creer que se junte con ese idiota, solo falta que entre en el equipo de Quidditch por enchufe igual que el mimado de su primo.
Deborah suspiró.
Por mucho que a ella le desagradara que Corvus ya no fuera su amigo, Ed se lo había tomado aún peor.
La cosa empeoró cuando Corvus se hizo amigo de el capitán de el equipo de Quidditch.
Deb suponía que era debido a las ganas que tenía Edmund de entrar al equipo de Slytherin.
Ambos sabían que por muy bueno que fuera nunca elegirían a un mestizo traidor entrar.
Suponía que de alguna manera Ed se sentía aún más traicionado por Corvus cuando este se había hecho amigo de la persona que le impedía cumplir su meta.
-Ignoralos Ed, ellos se lo pier....
Pero la fría voz de Snape interrumpió a la chica.
-Veo que la señorita Potter no necesita prestar atención a la clase como el resto de los mortales. ¿Es usted demasiado buena para eso señorita Potter?
Debbie se disculpó y volvió a tomar apuntes pensando en cómo era Snape capaz de decir su apellido con tal cantidad de asco.
***
Hermione llegó algo apresurada a la mesa de Gryffindor y se sentó junto a sus amigos, quienes ya estaban cenando.
-¿Dónde te habías metido Hermione?
Un trozo del pollo que Ron estaba comiendo se calló de su boca al pronunciar estas palabras, causando que la nombrada pusiera una mueca de asco.
-Estaba en la biblioteca terminando el trabajo de transformaciones.
Harry miró sorprendido a su amiga.
-Pero Hermione, no hay que entregar ese trabajo hasta la semana que viene.
La chica se encogió de hombros.
-Voy adelantando. Por cierto, me he encontrado con Edmund Pevensie allí, el amigo de tu hermana.
Ante la mención de la chica el trío de oro miró muy poco disimuladamente a la mesa de Slytherin.
Deborah se encontraba en una esquina de su mesa, comiendo tranquilamente y sin hablar con nadie.
-¿Tu hermana no tiene más amigos Harry?
El nombrado se encogió los hombros, ya que sabía lo mismo que su amigo pelirrojo.
-No, no los tiene.
El trío miró sobresaltado a los gemelos Weasley, quienes les miraban divertidos.
-Antes solía ser amiga de Lestrange, pero ya no se hablan.
Hermione rodó los ojos.
-¿Cómo sabéis vosotros tanto de ella?
Los gemelos se sentaron uno a cada lado de la más pequeña.
-Querida Hermione, ya deberías saber que las bromas requieren mucho trabajo.
-Hay que conocer perfectamente a la víctima, saber sus horarios, amigos....
Pero el entretenido discurso de los gemelos se vio interrumpido por las puertas del comedor abriéndose.
Todos observaron como una niña Hufflepuff, que parecía de segundo año entró apresuradamente y con los ojos llenos de lágrimas.
-¡Director Dumbledore, mi hermano, en la biblioteca!
Y dicho esto la niña cayó al suelo, donde siguió llorando angustiada.
El director se levantó de la mesa de profesores y salió del comedor rápidamente junto a McGonagall.
La profesora Sprout se acercó a la niña de Hufflepuff y tras susurrarle algo ambas salieron también del comedor.
Un silencio sepulcral siguió a esto, pues todos sabían que habían petrificado a otro alumno.
-¿Sabéis quién era la chica?
Hermione asintió lentamente con la cabeza, con la mirada algo perdida.
-Compartimos clase de herbología y encantamientos con ella, se llama Lucy Pevensie.
Nadie se atrevió a contestar a la chica, pues sabían quien era el hermano de la niña.
En su lugar se dedicaron a mirar a Deborah, pero la única diferencia que habían notado en su comportamiento era que había dejado de comer.
Quien sí notó afectada a la chica fue Corvus Lestrange.
Se dio cuenta de que por mucho que disimulara ella apretaba con fuerza los cubiertos, haciendo que sus nudillos se volvieran blancos, tratando de agarrarse a algo.
Y sabía cómo era el sentimiento de su amiga, pues el había roto su servilleta al ver entrar a Lucy y ahora apretaba el anillo de su dedo con tanta fuerza que no sabía si sería capaz de quitárselo luego.
Cuando la cena acabó Debbie se levantó y salió rápidamente del comedor con un único objetivo en mente, ver a su amigo.
Tuvo una breve discusión con Pomfrey, la cual ganó tras asegurar de que entraría a la enfermería de una forma u otra.
Al entrar al lugar se vio rodeada por los brazos de la pequeña Lucy, quien lloró desesperada contra su pecho.
Algo incómoda ante la inesperada muestra de afecto, Debbie colocó sus brazos alrededor de la niña y le dio un par de palmaditas en la espalda intentado consolarla en vano.
-Mi familia no viene hasta mañana.
Susurró la pequeña.
Debbie suspiró y asintió con la cabeza.
-Ve a dormir, yo me quedo con él.
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