~XI~
Debbie miraba por la ventana, montada en el tren que la llevaría a su hogar.
Edmund hablaba animadamente sobre quidditch y Debbie fingía prestarle atención.
El tercer trimestre había pasado sin pena ni gloria.
Corvus seguía sin hablar con ellos, Malfoy era igual de insoportable, Snape aún la odiaba por algún motivo que ella era incapaz de comprender....
Lo único a destacar fue el día que Harry recuperó la piedra filosofal.
Cuando Debbie escuchó la noticia gracias a Pansy Parkinson, (otra niña irritante de primero) no mostró ninguna reacción, pues sabía que era lo que aquella pequeña sabandija esperaba.
En su lugar, empujó todas sus emociones a otro lugar y siguió leyendo tranquilamente su libro.
Pero tras la cena se escabulló hacia la enfermería, donde su hermano yacía inconsciente.
Se acercó silenciosamente a la camilla y le observó.
Aquella cara dulce e inocente.
Debbie sintió pena por él.
Ella había escuchado toda clase de rumores a lo largo de aquel curso, pero los que más le preocuparon fueron los que hablaban de sus tíos.
Al escuchar que aquellas personas prácticamente maltrataban a su hermano había escrito a Regulus, quien le prometió investigar sobre el tema.
La chica no pudo evitar acariciar suavemente el cabello de su hermano, preguntándose como hubiera sido todo si ese monstruo no hubiera entrado a su casa aquel fatídico día.
Tras suspirar, recordándose que aquello solo eran estúpidas fantasías salió de la enfermería y se fue a su habitación.
De lo que ella no se percató fue de que había sido observada por alguien.
Dos pelirrojos idénticos observaron a la chica irse, preguntándose si de verdad ella era tan frívola e insensible como creían.
***
Regulus Black había ido a buscar a Deborah, como hacía todos los años.
Pero aquel tuvo una peculiaridad.
No entró al andén, se quedó junto a la columna con el resto de padres muggles.
Desde que había recibido la carta de la niña expresando sus preocupaciones por su hermano había estado planteándose hablar con los tíos de estos.
Puede que él no conociera a Harry, pero era el hermano de su niña.
Aquella cría, a la que al principio adoptó como una manera de sentirse menos culpable por todo lo sucedido con su hermano, se había convertido en su razón para levantarse por las mañanas.
Daborah era de su familia, por lo tanto Harry también lo era. Y si algo le había enseñado su vieja madre es que la familia es lo más importante.
Cuando vio llegar a aquel hombre gordo como una morsa y con cara de pocos amigos se acercó a él.
Vernon Dursley no se consideraba un hombre especialmente valiente, pero al notar como aquel hombre de largo cabello atado en una coleta, vestido elegantemente de negro y con una cara neutra pero aterradora se acercó lentamente a él tembló.
-¿Eres Dursley?
Al escuchar la demandante voz de el desconocido un escalofrío recorrió su espalda y asintió rápidamente con la cabeza.
-Si, si. Soy yo.
El hombre frente a él le miró desinteresado.
-Yo soy Regulus Black. Soy el tutor legal de la sobrina de tu mujer.
Vernon abrió los ojos con sorpresa. Por supuesto que sabía que había otra Potter, pero supuso que estaba muerta o en algún orfanato.
Regulus sacó su varita despacio y comenzó a jugar lentamente con ella, pasándosela de una mano a otra.
Aquel simple gesto fue más que suficiente para aterrar a Vernon.
-Quería hablar de Harry. Ha llegado a mi conocimiento los malos tratos que le dais al chiquillo. No voy a meterme en su manera de criar, solo quiero advertirle, de que como el chico no duerma en una cama y tenga una habitación decente volveremos a vernos y no seré tan educado.
Vernon dio dos pasos hacia atrás, intimidado ante la dura mirada de el hombre.
-Si, claro, no se preocupe, el chico tendrá una cama.
Una sonrisa se extendió por el rostro de Regulus, una sonrisa que inquietó más de lo que calmo al muggle.
-Eso espero señor Dursley, eso espero.
Y dicho esto se alejó de aquel hombre.
Regulus rodó los ojos. Aquel era un idiota de primera.
Le mantuvo vigilado hasta que vio al pequeño Potter salir.
Iba en la compañía de la familia Weasley y una niña con gran cabello.
Aquel niño era una copia y pega de su padre, salvo sus ojos por supuesto.
Cuando el chico se acercó a Vernon, este pareció darse cuenta de la mirada de Regulus, puesto que tragó saliva y arrastró al chico lejos de allí.
-Hola Regulus.
El hombre contuvo su sonrisa y giró su cabeza para ver a la niña que tanto había echado de menos.
-Hola Deborah. ¿Qué tal ha ido el último trimestre?
Y así procedió a escuchar las historias que la chica le contaba mientras cargaba el baúl de esta.
La verdad es que le encantaría abrazar a la pequeña.
Aquella niña, sin haberlo planeado se había convertido en su mayor preocupación y a la vez su mayor orgullo.
Y la extrañaba mucho cada vez que iba a Hogwarts.
Pero por mucho que el deseara mostrar afecto a esa chiquilla no sabía como.
Él era un Black, y los Black no mostraban sus sentimientos, al menos no en público.
Aunque a Deborah nunca pareció importarle no recibir un abrazo suyo, ya que siempre tendría a sus tíos Andy y Ted y a su prima Tonks, Regulus no pudo evitar sentirse culpable.
Sentía que la había convertido en una persona tan contenida como él.
Y sabiendo todos los problemas emocionales que traía eso, se había convertido en su pesadilla.
Muchas veces, no mostrar tus sentimientos era peor que gritar y llorar como un loco, él lo sabía bien.
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