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~X~

Quedaban dos semanas para que tuviera lugar el clásico de Quidditch Slytherin contra Gryffindor.

Y a Debbie no podía emocionarle menos.

A dos semanas del partido se empezaba a notar un ambiente tenso entre los estudiantes de ambas casas, que irritaba a Debbie.

Su mal humor se debía a que llevaba un tiempo sintiendo tensión en su grupo de amigos también.

Desde hacía ya unos días Corvus volvía a evitarlos.

Cosa que a Edmund le ponía los nervios de punta, por lo que llevaban discutiendo toda la semana.

En ese mismo instante se encontraba caminando junto a Edmund a la sala común de Slytherin, que era la dirección que había tomado Corvus cuando les vio acercarse a él.

El chico junto a ella iba despotricando y maldiciendo.

Debbie le escuchaba atentamente y asentía con la cabeza de vez en cuando.

Si bien a ella también le molestaba la actitud del chico, prefirió no pronunciarse ante ello hasta no saber el porqué.

Cuando ambos entraron a la sala común se sorprendieron al verle pelear con su primo.

-¡No puedes juntarte con ese sangre sucia! ¡No voy a cubrirte en esto Corvus, se lo diré a padre!

El pequeño rubio tenía la cara roja de furia y su primo le agarraba del cuello.

-¡Eso a ti no te importa! ¡Yo hago lo que me de la gana maldito inútil!

Debbie y Edmund se quedaron paralizados en su sitio, ninguno de los dos había visto nunca a Corvus tan enfadado, siempre parecía tener el control de sus emociones.

Draco pareció reparar en ellos, y, aprovechando que Corvus les daba la espalda habló a su primo.

-Ni siquiera sé por qué te juntas con ellos, Potter vale, ¿pero el sangre sucia? Sé que piensas lo mismo que yo de esos inútiles.

Corvus resopló y soltó a Draco, aún dándole la espalda a sus amigos.

-Mira niño, ambos sabemos que los sangre sucias son asquerosos, me repugnan y más aún en Slytherin pe....

Debbie estaba furiosa, pero quería saber como iba a acabar esa discusión.

Lamentablemente, hay cosas que uno nunca llega a averiguar, pues Edmund, al contrario que ella, era una persona impulsiva y pasional.

Y, haciendo gala de esas dos características interrumpió al chico de cabello rizado.

-Pues si tan asqueroso piensas que soy no entiendo por qué me soportas en primer lugar.

Corvus se giró hacia ellos, lució sorprendido e incluso asustado por unos momentos.

Abrió la boca, listo para dar una respuesta o decir algo mínimamente coherente, pero la puerta de la sala común de Slytherin se abrió de nuevo, dando paso a más alumnos aún.

Corvus pasó su mirada de los recién llegados a sus amigos unos segundos antes de suspirar y bajar la cabeza.

-Bueno, si eso es todo.... Yo me voy.

Edmund se dio la vuelta dispuesto a irse, pero chocó con otro alumno.

-¿Qué ocurre sangre sucia? ¿Ya te han dicho que no perteneces aquí y te vas a volver a tu asquerosa casa?

Pero no pudo continuar con sus amenazas, pues la varita de Debbie se clavaba en su cuello.

La chica no dijo nada, simplemente le dedicó una mirada fría, de esas que conseguía intimidar.

Ambos intercambiaron miradas, totalmente quietos unos segundos, tiempo que Edmund aprovechó para salir de allí.

Cuando su amigo se hubo ido, Debbie apartó su varita del cuello del chico lentamente, aún mirándole a los ojos.

-Vuelve a decile algo como eso y te juro que te arrepentirás.

El matón alzó una ceja burlón.

-¿Y qué me vas a hacer tú huerfanita? ¿Hablarme de tus....

Pero no pudo terminar su frase, pues de un momento a otro se encontró vomitando babosas.

Deborah bajó su varita y alzó una ceja.

-No seré tan suave la próxima vez.

Y dicho esto abandonó la sala para ir tras su amigo.

Corvus, habiendo observado toda la escena, solo soltó una maldición por lo bajo y subió a su habitación para tirarse a su cama y empezar a maldecir.

Debbie estuvo buscando a su amigo por todas partes.

Lo encontró sentado en la nieve fuera del castillo.

Se acercó a él lentamente, observando como lanzaba bolas de nieve a la nada y soltaba maldiciones.

-Hey.

Edmund se giró a mirarla unos segundos y ella aprovechó para sentarse junto a él.

El chico frunció el ceño hacia ella y la miró enfadado.

-¿Qué? ¿Vienes a llamarme sangre sucia asqueroso tú también?

Debbie le miró unos segundos sería antes de responder.

-Sabes que yo no haría eso, no es lo que pienso.

Al escuchar su conversación Edmund suspiró y se frotó los cabellos frustrado.

-Lo sé, lo siento, es solo que.... Estoy tan cansado de esto. Estoy harto de tener que escuchar como me insultan todos los días, de que, cada vez que hablo de algo muggle nadie me entienda y Corvus se ponga incómodo....

Frenó su discurso de golpe al mencionar a Corvus y sus ojos se cristalizaron.

Debbie apoyó una mano en su hombro.

-Sé que es una mierda, pero siempre puedes explicarme todas las cosas muggles que quieras, incluso me leeré tus libros.

A pesar de no ser una frase muy sentimental y el tono neutro que Debbie utilizó, Edmund se enterneció, pues, viniendo de su amiga eso era mucho.

Apoyó su cabeza en el hombro de Debbie y suspiró.

-Supongo que ahora estamos los dos solos.

Deborah no contestó. A pesar de estar enfadada con Corvus, ella había crecido rodeada de gente llena de prejuicios. No se rendiría con su amigo, al menos no aún.

                                ***

Dos semanas después el partido de Quidditch tuvo lugar.

Para extrañeza de Edmund, esta vez fue Debbie la que insistió en ir y no él.

Ambos se sentaron en las gradas de Slytherin y Edmund observó como su amiga parecía aburrida.

La chica había traído un libro y no despegó los ojos de él ni siquiera cuando presentaron al equipo de Slytherin.

Pero lo que más sorprendió al chico fue que ella comenzó a prestar atención en el momento en el que presentaron al equipo de Gryffindor.

Edmund observó a todos los jugadores, preguntándose a sí mismo si su amiga tenía un enamoramiento con alguno de los jugadores.

Pero sus dudas se despejaron cuando Lee Jordan presentó al jugador del equipo.

Un pequeño chico de cabello azabache y gafas redondas, con un sorprendente parecido a su amiga salió al campo.

Edmund sonrió levemente al ver como Deborah le observaba atenta.

La verdad es que no había querido tocar el tema de su hermano, pues, sabiendo lo reservada que era su amiga no le contaría nada.

Pero miró la cara de concentración de Debbie con una sonrisa renovada, ya tendría excusa para sacar el tema e indagar su relación con el elegido.

Se convenció aún más de su idea cuando Debbie agarró con fuerza su brazo.

La escoba de Harry se había vuelto loca y parecía apunto de mandar al chico a volar, literalmente.

Los gemelos daban vueltas debajo de él, tratando de evitar su caída.

Edmud miró a su amiga. A simple vista su expresión era igual de seria que siempre.

Pero él la conocía, además se lo de el apretón en su brazo, sus hombros se tensaron y se había inclinado levemente hacia atlante, mientras que, con un movimiento casi imperceptible había sacado su varita, que ahora descansaba en el regazo se la chica, esperando para ser usada.

Cuando Harry fue capaz de volver a subir a su escoba, Debbie pareció calmarse de nuevo.

El único pensamiento que recorrió la mente de su amigo fue: “El pequeño le importa más de lo que aparenta”

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