~VI~
Debbie se removió incómoda en su cama, incapaz de dormir.
Llevaba ya una semana en Hogwarts y lo único que quería era volver.
Nadie en su casa hablaba con ella salvo Corvus y Edmund, las personas que se dirigían a ella solo lo hacían para burlarse.
Dándose por vencida ante la idea de dormir, Debbie bajó las escaleras hacia su sala común y se sentó en un sillón frente a la chimenea, tratando de entrar en calor.
Estornudó aún tiritando, esa maldita cama con humedades había acabado por enfermarla.
-¿Mala noche?
La chica miró sorprendida a Corvus, mientras este se sentaba a su lado.
A pesar de que era uno de sus únicos amigos, ninguno de los dos era muy hablador, por lo que no habían conversado mucho.
Debbie sólo asintió, envolviendo sus piernas entre sus brazos, mirando la chimenea fijamente.
Corvus suspiró y se pasó una mano por sus rizados cabellos.
-Yo no me he criado con mis padres, ambos están en Azkaban, por lo que mi tía Narcissa se ha ocupado de mi.
Debbie le miró sorprendida, era la primera vez que le escuchaba hablar tanto.
-Cuando tenía 5 años me escapé de la casa de mi tía y conseguí llegar a un barrio muggle, fue ese día en el que descubrí que ellos no eran los monstruos que mis tíos y mis padres me habían contado. Aunque aún pienso que somos mejores que ellos.
Debbie le miraba atenta, aún no sabía porqué le contaba todo esto.
Corvus debió darse cuenta de su expresión confusa, puesto que suspiró.
-A lo que quiero llegar es a que tuve que adaptarme, vivo en una casa de puristas y ellos piensan que soy uno más, porque me adapté, es lo que necesitas hacer tú.
Debbie se pasó las manos por su enmarañado pelo.
-¿Y como me adapto?
El chico junto a ella se encogió de hombros.
-Podrías empezar por defenderte, demostrarles que no tienes miedo.
Unos segundos de silencio le siguieron, en los que la chica pensaba en sus opciones.
-Pero tengo miedo.
Corvus negó con la cabeza.
-Entonces fije, ellos no tienen por qué saber qué estás asustada.
Debbie asintió con la cabeza, comprendiendo las palabras de su amigo.
-Gracias Corvus.
El nombrado se levantó, dirigiéndose a las habitaciones.
-No hay de que Debs.
La chica sonrió débilmente hacia su dirección y una vez se quedó sola miró al fuego pensativa.
No podía dejar que la pisaran y se rieran de ella. Tenía que ser más fuerte que ellos, tenía que dar más miedo que ellos.
Suspiró y volvió a su habitación.
Una vez allí observó a todas sus compañeras de habitación durmiendo.
Luego miró su húmeda cama y la otra que había libre.
Porque sí, en esa habitación había otra cama decente, pero aquellas chicas la habían llenado con sus cosas y habían prohibido que ella se tumbara allí.
Se dirigió hacia la cama buena y de un golpe brusco tiró las pertenencias de sus compañeras al suelo, causando que ellas se despertaran.
-¿¡ Qué demonios haces Potter!?
Pero antes de que alguna de ellas pudiera decir algo Debbie ya había sacado su varita y las apuntaba con una mirada seria.
-Esta es mi cama ahora, colocar vuestras mierdas en un armario como el resto de la gente.
Les mantuvo la mirada unos segundos, pero al final las chicas desistieron.
Puede que la chica Potter no fuera la más popular, pero todos habían visto lo buena que había resultado ser en encantamientos y transformaciones, y no querían recibir un maleficio suyo.
Al ver como el resto se rendía y volvía a sus camas, Debbie bajó la varita e hizo lo mismo.
Cerró las cortinas de su cama y hundió su cara en la almohada reprimiendo una sonrisa, esperaba que ellas no hubieran notado como sus rodillas temblaban.
Se fue a dormir sintiéndose orgullosa.
Sintió que se estaba adaptando.
***
Una semana después el número de gente que se metía con Debbie había disminuido.
Ella no les hacía frente, pues aún le daba miedo, pero no retrocedía y mantenía una cara indiferente, como si no le importase lo más mínimo lo que el resto dijera.
Eso y su notable mejora en encantamientos mantenía a los matones de Slytherin algo más calmados.
Aquella mañana los tres Slytherin salían de clase de pociones.
Edmund y Corvus se peleaban sobre la utilidad de las radios muggles mientras que Debbie miraba al suelo enfadada.
El maldito profesor Snape la odiaba, y ella no entendía la razón.
Estaba segura de que el único motivo por el que no le quitaba puntos era porque sería quitárselos a él mismo.
Los tres se detuvieron cuando un chico rubio, Gryffindor y algo mayor que ellos los detuvo.
-Edmund, creía haberte dicho que no te juntaras con ellos.
Los dos restantes intercambiaron miradas, sin saber quién era aquel tipo.
Corvus se cruzó de brazos mirándole con cara de pocos amigos mientras que Debbie le miraba aburrida, puesto que había tenido que enfrentar a un montón de idiotas como aquel.
Edmund gruñó.
-Cállate Peter, la única persona que decide con quien estoy soy yo, no tú, no eres mi padre.
Y dicho esto agarró los brazos de sus amigos y se dispuso a irse.
Pero su hermano le detuvo, agarrandole bruscamente.
Debbie sacó su varita disimuladamente, no creía estar preparada para un enfrentamiento directo, pero confiaba en poder aturdirle si era necesario.
Corvus avanzó hacia ellos furioso, dispuesto a pelear, al igual que Edmund, el cual intentaba sacar su varita.
-¿Ocurre algo Pevensie?
Peter soltó rápidamente a su hermano quien retrocedió mirándole furioso.
-No, yo solo....Estaba....
El pelirrojo al que Debbie reconoció como el amigo de su prima alzó una ceja.
-¿Molestando a los de primero? Cinco puntos menos para Gryffindor.
El rubio se marchó de allí gruñendo y Charle se giró para mirarles con una calmada sonrisa.
-¿Qué tal Hogwarts hasta ahora Deborah?
La nombrada se encogió de hombros.
-Interesante supongo.
Charlie suspiró al ver lo que había cambiado la niña en tan poco tiempo.
-Deberías hablar con tu prima, está preocupada por ti.
Debbie asintió y Charlie se fue.
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