~LXXVII~
Deborah y Edmund se sentaron en el sillón de la mansión Black el uno junto al otro, totalmente agotados.
Ambos habían acabado sus respectivos exámenes hace bien poco, además de estar yendo a continuas misiones de la orden, las cuales cada vez eran más peligrosas.
Edmund apoyó su cabeza en el hombro de su amiga.
-Tendrías que haberme pegado en el momento que se me ocurrió meterme a estudiar medimagia.
Deborah dio unas palmaditas al hombro del chico sin muchos más ánimos.
Lo cierto es que no era sólo su cansancio, el ambiente estaba cada vez más tenso en la orden, causando que todos estuvieran nerviosos.
Además la cabeza de Deborah no dejaba de dar vueltas a su teoría sobre el mortífago infiltrado.
Los otros habitantes de la mansión Black no se encontraban mucho mejor. En cuestión de unos días haría un año desde que entró en ese coma.
Susan entró a la mansión con la misma cara de cansancio que todos parecían llevar y se sentó junto a ellos.
-Odio a los políticos, no serían capaces de ver el peligro inminente aunque se lo pusieras en sus narices.
Muchas de las misiones de la chica consistían en el reclutamiento y la diplomacia con otros miembros del ministerio, lo que le frustraba mucho.
La charla se vio interrumpida por una lechuza entrando a toda prisa y posándose en el regazo de Deborah.
Hedwig picoteó la mano de la chica con insistencia para que cogiera la carta que tenía atada en la pata.
Algo confundida Deborah tomó el arrugado papel y comenzó a leerlo con dificultad, debido a las pequeñas gotas de agua esparcidas por la carta y a la mala letra de esta.
Una vez captó el mensaje se levantó y tomó su varita.
-¿A dónde vas?
Preguntó Ed, levantándose preocupado.
-Hogwarts.
Respondió la chica rápidamente, mientras se apresuraba a salir de la mansión.
-Voy contigo.
***
Deborah y Edmund pisaron los terrenos de Hogwarts y se apresuraron a ir al despacho de McGonagall.
Una vez allí, tocaron la puerta y entraron para encontrarse con un Harry llorando desconsoladamente mientras que la profesora trataba de calmarle.
Deborah avanzó preocupada hacia su hermano y se agachó frente a donde estaba sentado, acariciando levemente sus brazos.
Harry la miró a los ojos mientras más lágrimas caían.
-Yo no sabía lo que hacía ese hechizo.... Lo siento.
Fue todo lo que pudo decir entre sollozos, claramente alterado.
Deborah acarició el cabello del chico en un intento de calmarlo.
Edmund por su parte decidió ir a la enfermería para ver cómo se encontraba el rubio.
Una vez entró allí avanzó hacia la camilla donde este estaba tumbado.
-Hola Malfoy.
El nombrado giró su cabeza hacia él y se sorprendió al verle allí.
-¿Qué haces aquí?
Edmund esbozó una pequeña sonrisa y se sentó en una silla.
-Me he enterado de lo que ha ocurrido y he venido a ver como estabas.
El adolescente negó con la cabeza incrédulo.
-¿Por qué? Nunca nos hemos llevado bien, lo único que hice fue cargarme tu relación con Corvus.
Edmund se estremeció al oír el nombre del moreno, pero aún así esbozó una triste sonrisa.
-Porque eras solo un niño. Además, tu primo se las apañó muy bien solo para joder nuestra relación.
El sonido de la puerta de la enfermería abriéndose llamó la atención de ambos.
Edmund sintió cómo sus rodillas temblaban y agradeció estar sentado en aquel momento.
Frente a él estaba Corvus. Su largo y rizado cabello estaba atado en una desordenada coleta y una nueva cicatriz adornaba su rostro.
Corvus por su parte era incapaz de apartar la mirada del que una vez fue su pareja. Ed también había cambiado aquel año, sus ojeras se habían hecho más grandes y los inicios de lo que sería una barba se veían bajo sus pecosas mejillas.
Tras unos segundos en los que sólo pudieron mirarse el uno al otro, Corvus carraspeó y caminó hasta quedar junto a su primo.
-¿Estás bien?
El rubio asintió.
-Lo he conseguido, será esta noche.
Susurró al moreno, quien se tensó ante aquella información.
Corvus se armó de valor y alzó la mirada para dirigirse al chico que les observaba.
-¿Qué haces aquí?
A pesar de que intentó que su tono de voz fuera duro e hiriente no funcionó, nunca funcionaba con él.
Edmund se levantó de su asiento, luchando contra su deseo de lanzarse a los brazos del chico.
-Sólo he venido a asegurarme de que Draco estaba bien y a volver a insistir en lo que una vez te dije. Siempre hay una salida, nunca es tarde.... Aún podemos ayudaros, aún puedo.
A pesar de que el mensaje iba para ambos, su mirada estuvo conectada con la de Corvus todo el tiempo.
El del cabello rizado sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas y negó con la cabeza.
-Sabes cuál es mi respuesta Edmund.
El nombrado asintió con tristeza marcando sus ojos.
-Tenía que intentarlo. Si cambiáis de opinión, Deborah y yo nos quedaremos aquí esta noche.
Los ojos de Corvus se abrieron con sorpresa y una mueca de horror cubrió su rostro.
Draco miró con pena a su primo mientras que Ed dejaba la sala.
***
Harry y Dumbledore aparecieron en la torre más alta de Hogwarts.
El chico intentó ayudar al director, pues este aún estaba débil, pero el anciano le agarró del brazo y le escondió, colocándole la capa encima.
-Harry, necesito que me prometas que no te moverás de aquí, ocurra lo que ocurra.
El chico intentó asentir, pero pronto descubrió que no podía. Dumbledore le había petrificado.
La puerta de la torre fue abierta de nuevo y Harry sintió como todo su mundo se venía abajo.
Draco se apresuró a desarmar a Dumbledore y le apuntó con su varita, sollozando y sin parar de temblar.
-Buenas noches Draco.
Saludó el anciano tranquilamente, lo que no ayudó para nada a los nervios del rubio.
-¡Cállese! Lo que voy a hacer ya es lo bastante duro sin que usted lo empeore.
Contestó el chico entre lágrimas.
-Supongo que vienes a matarme y supongo que eres la persona que ha estado causando estos accidentes durante todo el curso.
Draco asintió, fingiendo una sonrisa cínica.
-Sí. ¿Cómo te sientes sabiendo que has tenido un mortífago junto a ti y no te has dado cuenta?
Su voz iba teñida de todo el veneno y la rabia que llevaba dentro.
-Pero no eres un asesino Draco, no tienes por qué hacer esto, podemos ayudar...
-¡Basta!
Interrumpió el chico sollozando.
-¿Es que no lo entiende? Si no le mato ahora él me matará a mi, matará a mi madre y a mi primo.
Dijo sollozando aterrado.
Desde su lugar de paralizado lágrimas corrían por las mejillas de Harry, mientras luchaba contra el hechizo de Dumbledore, sintiendo la necesidad de correr hacia Draco y protegerle de todo aquel que quisiera hacerle daño.
-¿Y qué hay de Harry?
La pregunta de Dumbledore sobresaltó a ambos chicos.
-¿Qué pasa con él?
Preguntó Draco a la defensiva.
-¿No vas a decirle que le quieres? ¿No vas a luchar a su lado?
El rubio frunció el ceño.
-Incluso si hiciera lo que usted me dice y me uniera a la maldita orden ya no hay salvación para mi. Harry estará mucho mejor sin mi, no necesita a otro monstruo en su vida.
Dumbledore sonrió apenado hacia el chico.
-¿Por qué no dejar que sea Harry quien decida eso?
El nombrado se resistía al hechizo con todas sus fuerzas, tratando de gritar, intentado que Draco reparara en su presencia.
Las palabras de Dumbledore parecieron funcionar, puesto que Draco comenzó a bajar la varita, pero la puerta se abrió de golpe, causando que el rubio volviera a ponerse a la defensiva.
Bellatrix entró junto a un par de mortífagos y felicitó a Draco, el cual miraba a todos lados preocupado, se suponía que Corvus debía estar allí.
De un momento a otro Snape entró en la torre observando la escena.
-Severus por favor.
Harry sonrió, pensando que estaban salvados, teniendo por primera vez en su vida esperanzas en Snape.
-Avada Kedavra.
¡Hola!
Capítulo intenso el de hoy.
Estoy contenta porque echaba de menos a Corvus pero triste porque no se va con Ed :(
El siguiente capítulo contará la batalla desde el punto de vista de Debs.
¿Qué os ha parecido?
¿Cuál ha sido vuestra parte favorita?
¿Qué creéis que va a ocurrir en el siguiente?
Nos vemos!
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