~LXXIV~
La mansión Malfoy estaba en completo silencio, cosa que era normal.
Corvus se había criado allí y estaba más que acostumbrado a aquel silencio, pero ahora le parecía abrumador.
Estaba sentado junto a Draco en la habitación de este, ambos en completo silencio.
Esperaban a que Narcissa viniera a avisarles de que el señor oscuro había llegado a la mansión, pues este había pedido hablar con Draco.
A pesar de que la mujer sabía para qué quería Voldemort hablar con él, se había negado a contárselo y logró convencer a Bellatrix de lo mismo.
Aquellos meses no fueron más que una tortura para Corvus.
Su madre se había decidido a entrenarle personalmente y los castigos eran duros. Un par de cicatrices surcaban su mejilla derecha además de otras muchas heridas que no dejaban marca.
Su trabajo como mortífago no consistía en salir a hacer misiones, sino en torturar y sacar información a los prisioneros, cosa que no le dejaba dormir por las noches.
Cada vez que cerraba los ojos recordaba las caras y los gritos de las personas que él había dañado y se convencía de que no era más que un monstruo.
Pero lo peor de todo es que aún no sabía si Deborah estaba viva muerta.
Él mismo observó como su madre le lanzó más cruciatus de los que pudo contar y como su amiga se quedaba inmóvil en el suelo.
Imaginar que ella estaba muerta también era una de sus pesadillas recurrentes, al igual que Ed y Jade odiándole, aunque estaba convencido de que aquella última era verdad.
-¿Corvus?
La voz de su primo salió en un tono bajo.
El nombrado se sobresaltó, pues estaba completamente metido en sus pensamientos.
-¿Qué crees que es lo que quiere de mi?
El tono asustado de su primo no pasó desapercibido para él.
-Supongo que te usará para vengarse de Lucius por lo de la profecía.
Antes de que Draco pudiera contestar la puerta fue abierta.
Por ella entró Narcissa, con los ojos rojos y un rastro de lágrimas en sus mejillas, pero aún así les dedicó una sonrisa a ambos.
-Ya está aquí.
Los chicos asintieron y se levantaron para seguir a la mujer al salón, en el que Bellatrix le mostraba emocionada un cuerpo inerte a Voldemort.
-Y entonces le maté mi señor. Pero no puedo llevarme todo el crédito, mi pequeño le torturó hasta que me suplicó que acabara con su sufrimiento.
La mujer se rió como una desquiciada y se acercó a su hijo para apretar sus mejillas.
Este no sentía otra cosa que no fueran nauseas y unas terribles ganas de llorar, más ocultó aquello con la máscara de indiferencia que tan aprendida tenía.
-Bellatrix, tu hijo es todo un artista a la hora de torturar, pero me temo que no podré seguir manteniendo el trato que hicimos Corvus.
El moreno sintió sus rodillas temblar, sabiendo al instante lo que significaban aquellas palabras.
-Acércate Draco.
El nombrado temblaba de miedo, pero aún así, juntando todo el valor que tenía dio un par de pasos hacia el señor oscuro.
-¿Si mi señor?
Voldemort esbozó una retorcida sonrisa que hizo reír a Bellatrix.
-Ambos sabemos que tu padre me ha fallado y también sabemos que todo fallo tiene consecuencias. Por lo tanto tengo una misión para ti. Te unirás a los mortífagos y matarás a Dumbledore. Discutiremos los detalles mañana, hoy solo vamos a hacerte la marca.
Corvus agarró el brazo de Narcissa cuando notó el mal estado de esta y observó impotente como su primo recibía la marca.
-Y recuerda pequeño Malfoy, todo error tiene consecuencias.
Finalizó el hombre mirando amenazadoramente a Narcissa.
Draco, que entendió la indirecta, se apresuró a asentir.
-No le fallaré mi señor.
Tras aquello tanto Voldemort como Bellatrix se marcharon, puesto que tenían planes que discutir.
Una vez solos Narcissa se lanzó sollozando a los brazos de su hijo.
Corvus, incapaz de seguir viendo esa escena, subió rápidamente a su habitación.
Una vez allí conjuró un mufilato y soltó un grito de frustración mientas lágrimas caían de sus ojos.
Golpeó el espejo de su habitación, rompiéndolo en mil pedazos, pero le importó poco.
Sollozó y pateó su baúl de Hogwarts, provocando que este se abriera.
Se quedó paralizado y cogió entre sus manos aquella fotografía que llevaba tanto tiempo sin ver.
En ella salían Edmund y él en su quinto año en Hogwarts. Acababan de empezar a salir y Ed insistió en tomarse una foto con su cámara muggle.
Suspiró apretando la foto contra su pecho y llorando en silencio.
-Te quiero.
Fue el susurro que salió de su boca.
***
Por otro lado Edmund se encontraba tumbado en el sofá de la casa de Jade, mirando al techo.
Al final fueron juntos a tomar esa copa, pero Jade acabó yéndose con una chica y le dio la llave de su piso.
Suspiró y cerró sus ojos sintiéndose estúpido.
Varias personas habían intentado ligar con él aquella noche, y por mucho que quisiera pasar página aún no podía.
El rostro de Corvus aparecía en su mente cada vez que una persona con intenciones románticas se acercaba a él.
Era consciente de que fue Corvus quien le dejó y que lo mejor para él sería pasar página y comenzar a ver a otras personas, pero no podía.
También estaba todo el asunto de él siendo un mortífago.
Se levantó del sofá frustrado.
Debería odiarle. Se había unido al bando del señor tenebroso de aquellos que asesinaron a su madre.
Pero una vez más su corazón se negaba a escuchar lo que su cerebro dictaba.
Había algo en él que le decía que debía tener esperanza.
Observó con curiosidad el lugar donde todos los dibujos de Jade estaban colocados.
Se acercó a ellos analizándolos uno por uno, buscando despejar su mente.
Abrió lo que parecía ser un baúl, curioso por lo que había dentro y sacó de allí un cuaderno que no tardó en reconocer.
Tomó en sus manos el libro que tanto había visto a Jade usar durante sus años de Hogwarts y acarició el cuero de la portada sonriendo con nostalgia.
Volvió a sentarse en el sofá y abrió el cuaderno.
Las primeras hojas estaban llenas de paisajes y de dibujos de una habitación que Edmund supuso que era la del antiguo hogar de la chica.
Pasó un par de hojas más y se encontró con el retrato de una mujer.
Era muy parecida a Jade, pero varias arrugas se esparcían por su rostro.
Pasó una página más y sonrió divertido.
Las siguientes cinco páginas eran todas dibujos de Deborah.
Deborah de espaldas, de frente, leyendo, junto a otra persona.... Pero siempre estaba Deborah.
Edmund sintió pena por Jade antes de pasar otra página y quedarse paralizado.
En ella había un precioso dibujo de Edmund apoyado en un árbol con Corvus sentado en su regazo.
Sus versiones de aquel dibujo se sonreían el uno a el otro y la mano de Ed acariciaba la mejilla de Corvus.
Un par de lágrimas se deslizaron por las mejillas de Edmund, recordando los tiempos en los que todo era más fácil.
Cerró el cuaderno con pesadez y lo devolvió a su sitio.
Limpió sus lágrimas y tomó aire.
No podía dejarse caer ahora, tenía que luchar por un mundo mejor, uno en el que su relación con Corvus hubiera podido prosperar, un mundo en el que los nacidos de muggles pudieran vivir sin miedo, un mundo en el que su madre seguiría viva.
¡Hola!
Nuevo capítulo y aparece de nuevo Corvus.
Como dato sin importancia que os dejo aquí, en este punto del libro creo que Corvus tiene el pelo tan largo que lo lleva atado.
¿Qué os ha parecido?
¿Cuál ha sido vuestra parte favorita?
¿Tenéis alguna teoría?
Nos vemos!
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