~IV~
1 de septiembre.
Cinco personas atravesaban el andén nueve y tres cuartos.
Regulus apretaba la mano de Debbie inconscientemente, él estaba casi más nervioso que ella.
La niña hablaba tranquilamente con su prima Tonks.
Y sus padres observaban con una sonrisa.
Cuando llegaron Andromeda acarició la cara de su hija.
-Pásatelo bien, estudia que el año que viene tendrás los extasis y cuida de tu prima.
La adolescente de pelo rosa asintió y abrazó a sus padres.
Regulus por otro lado se agachó a la altura de Debbie.
-Estudia mucho Deborah, y recuerda lo que siempre te digo.
La niña le dedicó una pequeña sonrisa antes de interrumpirlo.
-Mantén siempre la tranquilidad y la cabeza alta.
Regulus no pudo evitar sonreír con orgullo y acarició las mejillas de la niña.
-Cuídate mucho, mantente cerca de tu prima y al mínimo problema me escribes, ¿de acuerdo?
Debbie asintió y abrazó al hombre frente a ella.
El tren emitió un pitido y ambos se separaron.
Tonks tomó la mano de su prima.
-No te preocupes tío, yo la cuido.
Y dicho esto ambas chicas desaparecieron entre la bruma para luego subirse al tren.
Unos minutos después el tren partió y Regulus miró desganado el lugar en el que había estado.
-¿Y ahora qué?
Había dedicado los últimos once años de su vida a cuidar de aquella niña, se había convertido en su mayor preocupación, y ahora que no estaba se sentía perdido m
Sintió una mano en su hombro y vio como Andromeda y Ted le miraban con una sonrisa.
-Ahora vamos a tu casa a tomar un té.
***
Mientras tanto, Tonks llevaba de la mano a su prima, dirigiendola al vagón donde estarían sus amigos.
Debbie miraba alrededor curiosa, dejándose guiar por su prima, su cara era adornada por una pequeña sonrisa.
Cuando ambas entraron al compartimento, Tonks saludó a sus amigos.
-Chicos, ella es mi prima, Debbie Potter.
Debbie pudo observar a un chico pelirrojo con pecas, que levantó la mirada de su libro y le dirigió una sonrisa amable.
-¡Hola! Encantada de conocerte pequeña, yo soy Elisa Bloome.
Estrechó la mano que aquella chica rubia de sonrisa radiante le dedicaba.
-Hola.
Giró la cabeza, para observar como, desde el final del compartimento, un chico de larga cabellera castaña la saludaba levemente antes de volver a mirar por la ventana.
Debbie le dedicó un asentimiento de cabeza y se sentó junto a su prima.
-Tonks, ya te vale, no has escrito en todo el verano.
La mencionada rodó los ojos quitándole importancia a los reclamos de su rubia amiga.
-Por favor, no creo que Connor se haya molestado en escribir a alguien.
Ante sus palabras, el chico de cabello castaño la sacó el dedo del medio con una expresión fastidiada, provocando las risas de los demás.
Debbie les miró silenciosa y con una pequeña sonrisa, le caían bien.
La más pequeña se mantuvo escuchando la conversación de el resto hasta que vio pasar a la señora del carrito.
Después de avisar a su prima de hacia dónde iba a ir, salió del compartimento y persiguió a la señora.
Pero no llegó muy lejos, puesto que un brazo agarró bruscamente el suyo.
Observó asustada como tres chicos bastante grandes y mayores que ella la miraban con cara de pocos amigos.
-Así que es cierto, si que había una Potter en el tren.
El chico del centro, se acercó más a ella, provocando que tuviera que retroceder.
-¿Sabes que por culpa de tu puto hermanito mis padres están en Azkaban?
Debbie retrocedió aún más cuando los tres chicos sacaron sus varitas.
Pero no les dio tiempo a conjurar nada, puesto que una figura se interpuso entre ella y los matones.
-¿Así que molestando a gente más pequeña? Debería darte vergüenza Pucey.
Debbie reconoció la voz de la amiga de su prima, Elisa, la diferencia es que ya no parecía tener ese tono alegre que le había dedicado, ahora era más bien uno fiero.
Los tres chicos comenzaron a discutir con ella, pero Debbie, avergonzada y triste por la situación se escabulló y se metió en los baños.
Una vez encerrada en uno de los servicios, un par de lágrimas cayeron por sus ojos.
Se sentía avergonzada de no haber sido capaz de defenderse, y tonta por estar aún algo asustada.
Cerró sus ojos e intentó pensar en cosas positivas.
La imagen de Regulus se le vino a la mente enseguida. Aquel hombre era su héroe, le había salvado la vida.
Pensó que, una de las cosas que más le gustaban de él era lo fuerte que era. Nunca parecía afectarle nada de lo que la gente le decía.
Ella envidiaba esa habilidad.
Ella conseguiría esa habilidad.
Salió del baño enjuagandose las lágrimas y se miró al espejo.
Intentó copiar la mueca de indiferencia que tantas veces había visto en Regulus.
Se conformó al lograr una lo suficientemente seria y suspiró antes de salir del baño haciéndose una promesa.
No voy a volver a llorar.
Caminó por el tren hasta llegar a la puerta del vagón de su prima, más no se atrevió a entrar, avergonzada por la anterior situación.
Así que siguió su camino en busca de un compartimento vacío.
Lo más parecido que encontró a eso fue uno en el que sólo había dos personas.
Debbie suspiró y se esforzó en mantener una expresión sería cuando abrió la puerta.
-¿Puedo quedarme aquí? El resto están ocupados.
Los dos chicos dirigieron la mirada hacia ella.
Ambos eran de pelo moreno, pero el de uno de ellos era rizado, mientras que en el otro caía en forma de tazón.
El de el pelo liso le dedicó una pequeña sonrisa antes de asentir.
-Claro, así por lo menos dejo de hablar solo. Llevo intentando entablar conversación con él durante todo el viaje, pero ha sido imposible.
El de el pelo rizado bufó y rodó los ojos.
-No es mi culpa que seas tan extremadamente pesado.
Debbie se esforzó en no mostrar una sonrisa ante lo divertido de la situación.
-¿Os conocíais de antes?
El de pelo rizado negó con la cabeza.
-Yo estaba tan tranquilo leyendo, hasta que este idiota entró y comenzó a hablar, no se ha callado desde entonces.
Pero esta vez el otro chico no contestó, parecía absorto en sus pensamientos.
Unos segundos más tarde levantó la cabeza y la dedicó una sonrisa.
-Que maleducados somos, no nos hemos presentado, soy Edmund Pevensie.
El otro chico le miró molesto.
-No me ha interesado saber tu nombre antes, no lo hace ahora.
Edmund alzó una ceja y le miró incrédulo.
-Pues a mi no me interesa tampoco el tuyo, ¿cómo te llamas tú?
Se giró hacia Debbie, quien había observado en silencio toda la conversación.
-Deborah Potter.
Y al contrario de lo que ella hubo esperado, ninguno de los dos reaccionó de una manera especial.
Edmund entonces se giró hacia el chico de cabellos rizados.
-¿Vas a decirnos tu nombre o seguirás siendo el idiota desconocido?
El nombrado cerró su libro exasperado.
-Me llamo Corvus, Corvus Lestrange.
Corvus les observó a ambos de la misma manera que Debbie había hecho segundos atrás, esperando a que dijeran algo desagradable.
En respuesta, la chica decidió sentarse por fin y se colocó a su lado, mientras que Edmund se encogía de hombros.
-¿Y a qué casa queréis ir?
Muchos dicen que la gran mayoría de las amistades en Hogwarts se forman en el tren.
Esta no fue la excepción.
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