~III~
Regulus se despertó sobresaltado.
Había tenido de nuevo esa pesadilla. Voldemort le torturaba, pensaba que iba a morir y Krecher aparecía.
Aún podía recordar el dolor, como aquel monstruo se metió en su mente, buscó sus recuerdos más tristes y se los hizo ver, una y otra vez.
Se pasó una mano por la frente y descubrió que estaba sudando, no le sorprendió mucho, la verdad.
Decidió que necesitaba un vaso de agua, iba a pedírselo a Krecher, pero asumió que este dormía y no quiso.
Cuando salió de su habitación para ir a la cocina se sobresaltó al escuchar unos suaves sollozos que provenían de la habitación de enfrente.
Fue entonces cuando recordó que ya no estaba solo en aquella casa, y que la niña no debía de estar pasando una buena noche tampoco.
Suspirando cambió su dirección y se dispuso a entrar en la habitación.
Al abrir la puerta alcanzó a ver como la niña se escondía sobresaltada bajo las sábanas.
-¿Deborah? ¿Estás bien?
Se sentó en la cama, sin atreverse a tocar a la niña.
Unos segundos más tarde, una pequeña cabeza de desordenados cabellos azabache se asomó levemente y le miró.
Regulus palmeó el espacio a su lado en la cama y Debbie, poco a poco se acercó a él.
Cuando estuvo sentada a su lado Regulus pudo ver las lágrimas que corrían por sus mejillas.
-¿Qué ocurre?
Suavizó su tono de voz, intentando no asustar a la niña.
-Echo de menos a mis padres y no sé donde está mi hermano, tengo miedo.
El hombre suspiró de nuevo, y se dispuso a intentar tranquilizar a la pequeña.
-Es normal que los eches de menos, pero debes saber que no van a volver, lo mejor que puedes hacer ahora es seguir adelante.
La niña le miró confusa.
Y ahí fue cuando Regulus se dio cuenta de que una niña no comprendía bien lo que significa la muerte.
-¿No van a volver?
Regulus negó con la cabeza.
-Entonces... ¿Estoy sola?
Debbie jugaba nerviosamente con el anillo de su padre.
Regulus observó eso.
-¿Qué tienes ahí?
La niña le mostró el anillo algo recelosa, no quería que se lo quitara.
-Me lo dio mi papá, me dijo que nada malo podía pasarme si lo llevaba, pero me mintió.
El mayor apoyó una mano en el hombro su hombro antes de levantarse e irse de la habitación.
Debbie se quedó mirando a la puerta con un inevitable miedo a que aquel hombre no volviera.
Se relajó un poco cuando lo vio entrar, esta vez con su varita en mano.
Volvió a sentarse a su lado y le extendió la mano.
Debbie le pasó el anillo con duda y, con un movimiento de varita, Regulus lo incorporó a una cadena de plata.
Con delicadeza se la pasó por la cabeza y la colocó.
-Así no se te perderá.
Y dicho esto acarició la cabeza de la niña y se dispuso a irse.
Cuando se levantó de la cama un pequeño susurro le detuvo.
-¿Te... Te puedes quedar? Me da miedo estar sola.
Regulus suspiró y asintió con la cabeza.
Se tumbó en la cama esperando que la niña lo hiciera a su lado.
Pero, para su sorpresa, Debbie se acurrucó encima de su pecho y cerró los ojos.
-Gracias.
Regulus comenzó a acariciar el pelo de la niña inconscientemente, y, cuando esta se quedó dormida un pensamiento le asaltó.
Tengo que protegerla, a toda costa.
Cuando se despertó a la mañana siguiente y observó que la niña y no estaba sobre él.
Se había movido por la noche y ahora se encontraba boca abajo con las manos y las piernas extendidas.
Soltó una pequeña risa ante la tierna escena y se dio cuenta de una cosa.
Era la primera vez en mucho tiempo que dormía tan bien.
Miró la hora. Eran las 9am.
Sacudió a la niña levemente y esta gruñó.
-Vamos Deborah, si vas a vivir aquí de ahora en adelante tendrás que levantarte a una hora decente.
Debbie bostezó y se frotó los ojos para luego observar al hombre frente a ella.
No se había ido.
Asintió con una pequeña sonrisa y bajó tomando su mano hacia la cocina, donde ambos desayunaron.
***
Unas horas más tarde, Remus llegó con unos juguetes pertenecientes a la niña.
Estuvo jugando y pintando con su ahijada el resto de la tarde mientras que Regulus leía un libro y los observaba de reojo.
A pesar de no quererlo, una pequeña sonrisa apareció en su rostro cuando la niña le entregó el dibujo que había hecho para él.
Y más tarde, se sorprendió a si mismo colgando ese dibujo en las paredes de su habitación.
***
Habían pasado ya unos años, ahora Debbie contaba con 6.
La pequeña se había acostumbrado ya a Regulus y a toda la casa.
Remus venía de vez en cuando a verles y era genial.
Incluso tenía una amiga. Regulus decidió retomar el contacto con su prima Andromeda, por lo que ahora, Tonks y ella eran amigas.
Aquel día ambos caminaban por el ministerio, pues Regulus tenía unos asuntos que arreglar.
El hombre ya casi no notaba las miradas de desprecio que le lanzaban, pues ya estaba acostumbrado.
Pero sin embargo, Debbie a su lado agachó la cabeza, puesto que la hacían sentir mal.
Al notar como los pasos de la niña se hacían cada vez más lentos, Regulus se giró a verla y se sorprendió ante su imagen.
Se acercó a ella y alzó su barbilla con sus dedos.
-Sé que no es agradable, pero hay un truco para soportar a todos estos idiotas.
Debbie inclinó la cabeza hacia un lado confusa.
-No les dejes saber lo que piensas, no permitas que nadie descubra que te hacen daño, y así la gente pensará que eres indestructible.
Una pequeña sonrisa se asomó por el rostro de ambos y Debbie tomó su mano para continuar su camino.
Mientras ambos andaban Debbie se esforzó por copiar el rostro serio que Regulus portaba.
Y sin ella saberlo, este momento la acompañaría el resto de su vida.
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