Poto + Luna = Sana (3)
A las cuatro de la tarde Jihyo llegó a su casa. Saludó a Ditto, corriendo por las escaleras para cambiarse de ropa y poder sacarlo a pasear.
Ditto era muy exigente con los horarios.
—Vamos, pequeño —dijo la chica, terminando de ajustarle la correa sobre el cuello y abriendo la puerta de la entrada de su casa.
Ditto ladró emocionado, disfrutando del aire fresco que las calles de Seúl le proporcionaban.
Su dueña estaba en las mismas, se tomó su tiempo para cerrar los ojos y sentir la brisa recorrer los poros de su piel. Adoraba esa sensación. Libertad.
Se acomodó el cabello y comenzó a caminar con su mascota a un lado. El recorrido que hacían era siempre el mismo: pasear por las veredas un rato y luego ir a la plaza que quedaba cerca. Era grande y siempre estaba llena de niños y otros perros.
Ditto movió la cola alteradamente en cuánto llegaron al parque. Los ladridos de otros caninos lo entusiasmaron y salió corriendo a gran velocidad tras ellos.
Al ser de una raza grande, un bonito Golden Retriever, Ditto logró arrastrar a su dueña con él. Hyo se sostuvo con fuerza, sintiendo sus pies resbalándose entre la tierra.
—¡Ditto, detente! —gritó la coreana, notando cómo este parecía tener un objetivo en específico, que al parecer no era otro cachorrito.
Aunque sus palabras no sirvieron de mucho, puesto que en menos de cinco segundos Ditto saltó sobre un cuerpo ajeno, tirando a su vez a Jihyo.
Allí se quedó, sobre la pobre chica que su perro había “atacado”, ambas en el suelo.
—¡Dios mío, lo lamento tanto! —una avergonzada Jihyo se recompuso rápidamente, estirando su mano a la chiquilla del suelo.
Para su sorpresa, en cuanto la contraria alzó la mirada, su corazón estalló de emoción.
¡Una chica hermosa, de bonitos orbes y probablemente de su edad estaba frente a sus ojos gracias al tontito de Ditto, que no sabe porqué salió corriendo de esa manera!
¿Fue una coincidencia? ¡Por supuesto que no! ¡Eso definitivamente fue gracias a su trasero y la luna!
Quizo gritar, pero mantuvo la calma esperando no espantar a la desconocida, quien aún no aceptaba su mano.
—Lo siento, en serio, no sé por qué hizo eso, él es tranquilo habitualmente —seguía hablando, nerviosa. Por fin la chica había recibido su ayuda, pero no dijo nada. Sus ojos eran maravillosos, muy armónicos, al igual que todo su rostro—. Lo siento de verdad. Yo-
—Está bien, no pasa nada —respondió por fin, dejando sorprendida a Jihyo por su dulce y tranquilo tono de voz. ¿Es real? ¿Estoy muerta? ¿Puede ser que en realidad Ditto no haya chocado con ninguna muchacha bonita y en vez de eso me haya arrastrado directo a la calle y justo pasó un auto que le puso fin a mi corta vida y ahora estoy en el cielo? Aquel razonamiento tenía mucho sentido en su cabeza porque la rubia frente a sus ojos parecía un ángel.
Salió de sus absurdos pensamientos cuando oyó al animal ladrar de nuevo, esta vez rodeando a la chica con la correa.
Jihyo quedó impresionada con aquello. Ditto, al contrario de lo que pensó, se veía emocionado estando cerca de la niña. Su colita se movía de izquierda a derecha velozmente, y daba pequeños saltos siguiendo la misma circunferencia que antes.
—¡Ditto, por favor! —por impulso había soltado ya su correa, así que se agachó hasta el animal para intentar recuperarla.
Hyo sintió morirse al escuchar una tímida risita salir de los labios contrarios. La rubia bajó cuidadosamente, logrando capturar el pedazo de tela en sus pequeños dedos y se la extendió.
Ambas en cuclillas, observándose fijamente, Ditto volviendo a ladrar y sus mejillas teñidas sutil de un rosa especial.
Eso en serio tenía que ser obra de sus benditas nalgas.
—¿Qué pasa, pequeño? ¿Por qué tal alterado? —la chica rompió el contacto visual, acariciando al canino con cuidado. La lengua de Ditto pasó por su mano, y río. Park, sintiéndose en las nubes, observaba la escena frente a ella con los ojos expandidos, brillantes—. ¿Reconociste el olor a gato, eh? —seguía soltando risas suaves, asintiendo divertida. De repente, volteó a Jihyo, levantándose de la tierra. La pelinegra se demoró un poco en hacer lo mismo, aún ida—. Tengo un gato en casa y tal vez tu perrito lo olfateó —concluyó, sonriendo. Ditto se había parado sobre sus patas traseras, apoyando su cuerpo sobre la chica. Fue tan adorable de ver, eran casi del mismo tamaño.
—Sí, puede ser. Lo siento otra vez —comenzó, haciendo gestos con las manos.
La rubia solo asintió, sonriendo una última vez lista para darse la vuelta y alejarse. Jihyo lo entendió por como sus pies se volteaban en sentido contrario a los suyos.
Quería decirle algo más, preguntarle su nombre, pedirle su número quizás. Nunca fue de pensar mucho las cosas que pasaban, pero algo en lo más profundo de su sistema le decía que no dejara pasar esa oportunidad. Que no fue al azar el que Ditto corriera hasta esa chica.
Sintió tantas cosas, tantas que se quedó paralizada.
La rubia ya se había alejado bastante y ahora sería raro volver a acercarse de la nada.
Maldijo en un suspiro estresado, agachándose hasta quedar otra vez a la altura de su perro y comenzar a acariciarle la cabeza.
—Ay, Ditto, ¿por qué no hablé más? —le preguntó, haciendo un puchero con sus labios. Ditto ladró en respuesta y no pudo evitar reír.
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