Un nuevo amanecer
El sol había salido.
A pesar de su condición dañada, la ciudad aún permanecía en pie, habiéndose salvado de la ira de los misiles que ahora estaban en las manos del enemigo. Al darse cuenta de este afortunado giro de eventos, varios reploides y humanos por igual comenzaron a viajar hacia afuera, migrando hacia los bordes de la ahora aislada metrópolis, mirando hacia el mar que ahora reflejaba la luz del sol, creando unos destellos y chispas danzantes sobre la superficie del agua, sorprendentemente calmada y tranquila. La emergencia de la población humana les trajo algo de preocupación a los Maverick Hunters, pero tras algo de tiempo, parecía que no se tomaría ningún tipo de acción por la señal enviada la noche anterior. Muchos todavía seguían sin creer que Sigma les otorgaría esa clase de piedad, pero hasta el momento nada había sucedido. Un pequeño número de ellos fueron enviados a patrullar las calles y mantener un ojo sobre los residentes orgánicos de la isla. Y uno de dichos Hunters, un reploide azul que acababa de salir del subterráneo, tuvo que cubrirse los ojos cuando la luz del sol lo cegó momentáneamente, antes que su visión pudiera ajustarse.
– ¿Hacia dónde? – le preguntó a la persona a quien estaba supervisando, una humana vestida con un uniforme escolar que lo acompañaba.
– Eso no importa. – respondió ella. – Mientras podamos dar un buen vistazo a Arcadia.
Cuando ella se subió a su espalda, X dio un salto y pateó la pared de un enorme edificio, que estaba cerca del cuartel general, pero era lo suficientemente alto para poder ver hacia el océano, y a su vez, hacia la tierra principal. Al llegar a la cima, Chiyo se bajó y se acercó hacia el borde, mientras X la seguía sin quitarle la mirada de encima. Desde su posición, aunque estaba a una enorme distancia, la Ciudad Blanca aún era visible, la brillante estrella que proveía a la Tierra de vida bañaba a la lejana metrópolis en una luz cálida.
– Thunder Slimer... – dijo X quedamente para sí mismo. – Si hubiéramos esperado un poco más, podrías al menos haber visto esto.
Era hermoso, de cierta manera, y también parecía llamarlos, aunque eso hacía que la vista fuese todavía más dolorosa. Estaba burlándose de aquellos que miraban con anhelo hacia la ciudad, siendo la barrera de un vasto océano el obstáculo más visible que no podía cruzarse.
Aunque eso no les había impedido a algunos intentarlo.
Al buscar por todos los rincones de la parcialmente destruida Abel City, Zero y su equipo habían descubierto que algunos humanos (y también reploides) intentaron construir botes o dispositivos de flotación de toda la chatarra que pudieron encontrar, todo con la intención de viajar de vuelta a Arcadia por vía oceánica. Por supuesto, cualquier medio que sirviera para escapar seguramente resultaría en represalias por parte de Sigma, y todos fueron destruidos. Ciertamente esto estaba muy lejos de agradar a aquellos que gastaron dinero y energía en construirlos, pero los Hunters preferían tener que lidiar con humanos enojados por un tiempo. Después de todo, era mejor eso a que estuvieran muertos.
Aun así, una solicitud de ayuda ya había sido enviada, y la población humana esperaba conteniendo la respiración, a la expectativa de si habría o no una respuesta.
– ¿Qué opinas?
X salió de sus pensamientos al oír la voz de la chica que estaba vigilando. – ¿Qué?
– ¿Qué crees que va a suceder? – cuestionó Chiyo. – ¿Crees que Sigma tomará esto como una violación de las reglas que impuso?
X se quedó callado por un momento, tratando de conjurar una respuesta. En última instancia, decidió ser honesto.
– Bueno... no lo sé. – admitió. – Pero, por lo que he visto hasta ahora, no ha habido señal de que se hayan lanzado el resto de los misiles. Si Sigma hubiese tomado lo que pasó anoche de esa manera, probablemente ya habría tomado acción al respecto hace mucho.
– A menos que esté esperando a que la gente tenga esperanzas, y con eso hacerlos salir. – replicó Chiyo. Luego apretó sus labios. – Ya ha demostrado que no tiene problemas acabando con humanos. Más bien, demostró lo fácil que es hacerlo.
X no dijo nada, pues la imagen del cuerpo de Fujiwara siendo empalado por el sable de Sigma seguía fresca en las mentes de todos.
– Eso no volverá a suceder. – le dijo, aunque fuese más para aliviar sus propias preocupaciones. – Ya no estamos atrapados en una jaula, así que podemos enfrentar cualquier amenaza que nos venga.
– ¿Qué quieres decir? – cuestionó Chiyo. – Toda esta isla es una jaula.
– ¿Una jaula? – preguntó X.
– Sí, ¿no es obvio? – La humana de pelo oscuro lanzó una mirada hacia el océano, al igual que la ciudad que se alzaba a pocos kilómetros de distancia. – Estamos aislados del resto del mundo. Los Mavericks han bloqueado todo este lugar como su territorio, y están enviando a las máquinas menos avanzadas para patrullar las calles por la noche, probablemente para atrapar a cualquier rezagado con el que se encuentren. – Suspiró. – Y habrá mucho más de ellos si esto sigue así.
X se preguntaba si tal vez estaba siendo demasiado directo, pero no podía negar más lo que deseaba decirle. – Hablas como si ya no hubiera más esperanza para nosotros.
– Porque no la hay. Todos probablemente vamos a morir aquí.
Ambos, Chiyo y X, se quedaron en silencio. Un tenso e incómodo período de silencio se formó entre ellos, mientras la ligera brisa jugueteaba y ondeaba las largas fibras negras del cabello de la humana. La declaración de la chica dejó a X en shock, y el reploide azul no estaba del todo seguro de cómo responder.
– ¿Por qué dices eso?
– Piénsalo. Sigma es el líder de los Maverick Hunters. – Se detuvo un momento para corregirse. – Bueno, lo era, pero todavía sigue teniendo a la mayor parte de ellos bajo su mando y siguiendo sus órdenes. Tanto antiguos Hunters como mecaniloides, y sin mencionar... si puedo atreverme a decirlo... que muchos de ellos solían ser tus amigos, ¿o no?
X bajó la cabeza, sin responder, pero el silencio fue suficiente respuesta.
– No me malentiendas. – aclaró Chiyo. – De los que quedan, sé que son muy capaces, pero Sigma se llevó a los mejores entre los mejores con él. Estudié los diarios de mi padre sobre cada reploide o proyecto del cual fue parte. Varios de ellos fueron diseñados específicamente para mostrar alguna nueva característica o para combatir a los Mavericks. – Se acercó más al borde del edificio. – Fueron hechos para ser máquinas de combate. Y en los casos más recientes, ahora serán capaces de matar si eligen hacerlo. ¿Cómo es que eso no se te ha ocurrido?
– Sí lo he pensado. – respondió X. – Pero...
– ¿Pero qué? – inquirió Chiyo. – ¿Pero todavía hay esperanza? ¿Aún queda alguna posibilidad a la cual aferrarnos?
– Tiene que haberla. – replicó X. – Quiero decir... después de todo, tú aun sigues aquí, ¿no?
Chiyo desvió sus ojos cafés por un momento, volviendo a mirar hacia el océano y a Arcadia en la distancia. – No si descubren que sigo con vida.
Los ojos verdes de X se ensancharon. – ¿A qué te refieres?
– ¿Qué no es obvio? – cuestionó la humana. – Independientemente del "mensaje" o la "motivación" que Sigma esté intentando lograr, cuando vas al grano, tienes a una enorme porción de la población de Arcadia atrapada en una isla en el Mar de las Filipinas, la ciudad ha sido bombardeada, y está a riesgo potencial de volver a serlo. Tienes a gente separada de sus familias, hijos y padres desaparecidos. – Se detuvo para recuperar la compostura. Escuchar todo esto en voz alto estaba resultando ser mucho más difícil de lo que esperaba. – Están desesperados por escapar. Y si no pueden hacerlo, se asegurarán de que la persona responsable por su sufrimiento pague por ello.
X no necesitaba saber lo que estaba implicando, ya que su presencia frente a él era evidencia de ello. – Tu padre fue el que se alió con Sigma, no tú.
– ¿Crees que eso les importa? No sé de dónde sacaste esa idea de que los humanos son seres racionales y pensantes, pero... – se mordió el labio. – Somos una especie violenta e irracional cuando nos vemos en este tipo de condiciones, X. Y ya que el hombre que traicionó a su propia especie no está más aquí, se quedarán con la segunda mejor opción.
– Eso no va a suceder. – le dijo X. La chica se sorprendió cuando sintió que le colocaba la mano sobre el hombro.
– ¿Cómo puedes garantizar eso? – preguntó ella.
– En efecto.
Las unidades auditivas de X registraron una voz desconocida. El Hunter azul se giró violentamente para encontrarse con que no había nadie detrás de él.
– ¿Quién está allí? – demandó, sacando su arma. – Se lo advierto, estoy armado.
– ¿X...?
– También yo.
De repente, sintió que el cañón de un arma de pronto era presionado ligeramente contra la parte trasera de su casco. Los ojos de X se enchancharon, quedándose tieso y tratando de pensar en una estrategia, viendo que este extraño tenía la ventaja.
– Relájate, no tengo intenciones de hacerte daño. – La voz era suave y masculina, algo más profunda que la de X, pero había un cierto deje de juventud en ella. Juventud que había sido forzada a madurar demasiado pronto.
– Pero es una sorpresa que no te hayan matado todavía.
– Eso me han dicho. – X suspiró. No se dio la vuelta, pero decidió seguir hablando, inseguro de si creer o no en esta figura ambigua. – Aun así, si no me vas a disparar, ¿podrías al menos bajar tu arma?
– Actúas como si yo fuera el peligroso aquí. – dijo el extraño. – Como yo lo veo, tú bien podrías hacerme pedazos fácilmente si quisieras.
– No tengo razón alguna para hacer eso. – respondió X.
– No importa si no tienes razones. El hecho de que seas capaz es una razón por sí sola. – El reploide azul sintió que el arma del desconocido se quitaba de su casco, y el brazo que la poseía volvía a transformarse a su estado natural. – De acuerdo. Puedes voltear.
Lentamente, X hizo lo que le dijeron, y para su conmoción, el sujeto que lo había atrapado con la guardia baja era un poco más bajo de estatura que él. Y a pesar de estar mayormente cubierto por una gruesa tela y un par de gafas muy oscuras, la figura casi parecía un niño muy crecido, o un joven preadolescente.
– ¿Quién... eres tú? – cuestionó X. Y entonces recordó el relato de Chiyo anoche. – Espera un momento...
– ¡Eres tú! – gritó Chiyo. – El sujeto de anoche. Ray, ¿verdad?
La figura cubierta de tela asintió, cubriendo su cabeza con un viejo sombrero que mantenía su cabello fuera de vista. Asumiendo que lo tuviera.
– Por ahora, responderé a ese nombre, sí.
– ¿Eres un reploide? – preguntó X. Ray no respondió a la pregunta.
– Bueno, si ese es el caso, te agradezco por ayudarnos. – dijo Chiyo, aunque todavía miraba al extraño con precaución.
– Fuiste afortunada de que estuviera en el área. – dijo él. – Si no lo hubiera estado, dudo mucho que alguien hubiese llegado a salvarte.
Por sombría que fuera esa posibilidad, X no podía negar que era cierto. Pero ahora estaba viendo una oportunidad de descubrir más sobre este extraño desconocido.
– Entonces, ¿qué ESTABAS haciendo allí afuera?
Ray se ajustó la bufanda que cubría sus rasgos. La cara de la máquina mostraba muy poco entre la tela enrollada y el par de gafas. Sin embargo, X descubrió que, al examinarlo, había algunos rasgos que reconocía. Pero no podía ponerle un nombre a lo que estaba pensando.
– Yo... sentí curiosidad.
– ¿Curiosidad? – X levantó una ceja bajo su propio casco.
– Estaba buscando a alguien. – explicó Ray, y luego se rio. – A una humana, irónicamente.
– ¿Qué es lo gracioso? – cuestionó X.
– No lo entenderías. – espetó Ray. – Pero sí, estaba buscando a alguien, llamada Fumiko Takenada.
– ¿Fumiko? – preguntó X, reconociendo ese nombre. Por supuesto, con ello vino el doloroso recordatorio de lo que había ocurrido. – Lo... siento, pero ella...
– Lo sé. – respondió Ray antes que él pudiera terminar. – Es gracioso, porque no tengo razones para trara con humanos, pero... – Hizo una pausa. – Estoy en deuda con ella por algunas... cosas.
– ¿Como cuáles? – inquirió Chiyo.
– Eso no es importante. – replicó Ray, girándose hacia la amiga de la humana muerta. – Ella ya no está aquí, pero tú sí. Así que su hermano tendrá que depender de ti. – Luego se giró hacia X. – Y ambos tendrán que deshacer el daño que está hecho aquí. De lo contrario...
Se detuvo en seco. X estaba inseguro de a qué quería llegar este enigmático sujeto llamado Ray.
– ¿De lo contrario...? – repitió X.
– De lo contrario, la predicción de tu amiga se volverá realidad.
¿Predicción? Chiyo se quedó perpleja ante lo que Ray quería decir, pero mientras reflexionaba en sus declaraciones anteriores, encontró algo que podría quizás darles algunas respuestas.
– ¿Hablar de los humanos? – Ray asintió, y fue entonces que Chiyo se dio cuenta. – Espera, ¿por qué eso te importa? Claramente tú no eres uno de los Hunters, y además... – Se quedó mirando su atuendo. – A juzgar por tu vestimenta, no pareces del tipo que se queda en un lugar por mucho tiempo.
Ray no respondió al principio, sino que se ajustó sus gafas, como si se asegurara de que sus ojos permanecían ocultos de la vista.
– Sí viajo, pero no por mí mismo. – explicó. – Hay gente que cuenta conmigo para que les lleve recursos muy necesarios, y no puedo exactamente hacer eso si la isla se encuentra bloqueada.
– ¿Quiénes cuentan contigo? – inquirió X. – ¿Están atrapados aquí también?
– Yo diría que están mucho más seguros que cualquiera de nosotros. – replicó la máquina más baja. – Pero al mismo tiempo, no necesito que salgan y traten de venir a buscarme. Lo que significa que depende de ti. – dijo dirigiendo su atención hacia X, y luego hacia Chiyo. – Depende de ambos, ponerle un alto a las ambiciones de Sigma. Aún tengo que ir a recoger provisiones. Al menos podré reunir algo extra para llevarles.
Justo entonces, Ray se giró para marcharse. X comenzó a llamarlo ("¡Hey, espera!") y Chiyo también quiso protestar. Pero antes que ninguno de los dos pudiera alcanzarlo, la figura cubierta de tela gruesa se había ido, dejando tras de sí una repentina nube de humo negro que llenó el aire y cegándolos a ambos.
Y al disiparse la oscura neblina, Ray se había marchado. Como si nunca hubiera estado allí en primer lugar.
En el cuartel general...
– Depende de mí... – murmuraba Chiyo, luego que ella y X regresaron al subterráneo.
En aquel momento, ambos estaban haciendo el camino de regreso a la sala de reuniones. X había recibido instrucciones de traer a Chiyo de vuelta luego de su pequeño viaje afuera, ya que estaba preocupada por Kenichi.
– ¿Qué fue eso? – preguntó X.
La humana no respondió de inmediato. El corredor por el cual iban descendiendo parecía estar vacío, así que probablemente estaría bien decírselo aquí. Además, era obvio que X no se detendría hasta obtener alguna respuesta.
– Algo que dijo Ray. – respondió Chiyo. – Eso... me recuerda lo que leí en los diarios de mi padre.
X asintió solemnemente. – Claro, escuché que él quería que tú continuaras con su trabajo después que él se hubiera ido. Si las cosas hubieran resultado con Sigma.
– Sí, se trata un poco de eso...
X se detuvo por un momento, y Chiyo también dejó de caminar. – Y bien, ¿de qué se trata?
La humana se quedó callada unos momentos, preguntándose cómo articularía apropiadamente lo que quería decir. Porque honestamente, no estaba muy segura de qué pensar de ello. – Decía que, después de lo que fue la Operación: Día de la Independencia, este mundo nunca volvería a ser igual.
– ¿Qué quieres decir? – preguntó X.
– Piensa en esto. Antes de los mecaniloides, los humanos vivían en conjunto con los robots. Algo sucedió, y todos ellos fueron desactivados. Y después de eso, la inteligencia artificial por encima de cierto nivel fue prohibida, y se mantuvo así hasta que el Dr. Cain te descubrió.
X se quedó en silencio mientras ella continuaba, pero estaba absorbiendo todas sus palabras.
– Los reploides... incluso si tu viniste antes de aquellos que fueron calificados como tales, no son como los que les precedieron. Es cierto, hay evidencia de que algunos robots desarrollaban rasgos de pensamiento individualista y peculiaridades personales, pero incluso entonces, ni siquiera las máquinas de Wily se atrevieron a traicionarlo. – En eso se puso algo sombría. – Y un reploide acaba de demostrarle al mundo que, en su mente, los de su clase no necesitan a los humanos para sobrevivir. De hecho, probablemente piensan que están mejor sin ellos.
– Si ese es el caso entonces, ¿qué fue lo que tu padre planeó para ti? – preguntó X. – Si él asumió que tú también tendrías un rol en el supuesto nuevo mundo que Sigma quiere crear.
Chiyo se quedó callada por un momento. – Él... quería que yo asumiera su lugar donde él se quedó una vez que falleciera. Aunque sea un traidor a su propia especie, mi padre no deseaba la extinción de la raza humana. – Bajó su cabeza. – Él quería que yo... y mi familia, si llegara a tener una, continuáramos su trabajo. Él quería que yo trabajara con Sigma y sus fuerzas como si fuera una especie de obligación "generacional". Había planeado no sólo mi futuro, sino el de todos los demás.
– Y... ¿cómo te sientes respecto a eso?
Chiyo se mordió el labio. – Yo... no lo sé. Quiero decir, sí, esto significaba que mi padre no tenía intenciones de que yo muriera, pero el futuro que me estaba preparando era uno que yo no necesariamente querría aceptar.
– Bueno, no, nadie querría aceptarlo. Después de todo, ¿acaso no merecías opinar al respecto? – X estuvo de acuerdo. Luego miró hacia su brazo, recordando lo que residía en su interior. Él no pudo opinar cuando el Dr. Light le instaló esa arma.
– También hablaba de lo que él y Sigma llamaban "el nuevo mundo" o algo así. Después del Día de la Independencia, este mundo cambiaría para siempre, y yo tendría que asegurarme de que la raza humana se mantuviera al mismo nivel que los reploides. – Hizo una pausa de nuevo. – Creo que quería que yo, de alguna forma, asumiera la responsabilidad por los que vendrían después de mí.
– Es decir, ¿guiar a una nueva generación? – preguntó X.
– Supongo que podrías decirlo de esa forma. – dijo Chiyo. – Pero... pero no creo que quisiera ese tipo de responsabilidad. Quiero decir, sí, yo sé cómo construir algunas cosas, ya que pude construirle aparatos ortopédicos y arneses a Patarche cuando se hacía mayor, y Fumiko a menudo me llamaba para arreglar cosas que se habían roto, pero ¿cómo se traduce eso a tomar la posición de mi padre como experta en robótica?
X no estaba seguro de cómo responder.
– Yo... ni siquiera me he graduado todavía. No puedo encargarme de nadie, mucho menos de un montón de gente que vendrá después de mí.
X se quedó en silencio, mientras la humana mantenía la mirada gacha viendo hacia el suelo, luego de decir todo lo que pudo, ya que todo lo demás no era sino un desorden de palabras y frases que no tenían sentido. Al final, todo se reducía a la misma cosa, y era un problema con el que el reploide azul, pese a algunas diferencias en sus situaciones respectivas, podía empatizar parcialmente.
Después de todo, ¿no era él el primero de una "nueva generación"?
– ¡X! – llamó de repente una voz, atrayendo la atención de ambos, X y Chiyo. Roll venía corriendo, al parecer estaba buscando a su hermano, y fue entonces que notó a la humana acompañándolo. – ¡Allí están! Gracias por traerla de vuelta. Aunque me sorprende que no haya tratado de escaparse.
– Ya no tengo ningún lugar a donde ir. – respondió Chiyo. – Pero no pienso ir a ningún lado de todos modos.
– Bien, porque todavía tendremos que retenerte. – dijo Roll asintiendo con aprobación, para luego dirigir su atención hacia X. – Como sea, a ti te quieren en la sala de reuniones. Zero tiene un mensaje para ti.
– ¿Mensaje? – Los ojos verdes de X se ensancharon. Roll asintió de nuevo.
– Hay una situación ocurriendo en el sitio de las minas de Energón.
Sala de reuniones...
Situado frente al enorme monitor, un mapa de la isla artificial se manifestó frente a los Hunters y navegadores reunidos, con un pequeño punto parpadeando en el área de interés.
– Hasta ahora, nuestra inteligencia ha recabado suficiente información para confirmar que hay actividad inusual ocurriendo en la locación sospechada. – dijo Trinity en voz alta, señalando hacia el punto brillante. Otra ventana apareció en el monitor presentando un rastro que viajaba por un terreno rocoso con algunos lugares intercalados. – Tenemos razón para sospechas que las actividades que tienen lugar están relacionadas con Sigma.
Una pequeña discusión se soltó entre los presentes, mientras X mantenía los ojos fijos en la pantalla. – Entonces, ¿ya averiguaron lo que está sucediendo allí dentro?
– Aparte de la obvia extracción de minerales y recursos, no tenemos mucha información. – confesó Ai. – Aunque, antes del ataque de los misiles, había una fuerza de trabajo compuesta de humanos y reploides con la que perdimos el contacto. Hasta ahora, no hemos podido confirmar su estado, así que no podemos decir con certeza quién, o si es que acaso queda alguien que podamos rescatar.
– Eso no es todo. – añadió Trinity, mostrando una imagen de un ser mecánico con un casco protector de obrero, cuyo cuerpo se parecía mucho al de un Dig Laborer, pero más alto y con las extremidades más desarrolladas. – Aunque no estamos seguros de si esto es o no una situación de rehenes, logramos rastrear a un individuo al que hemos estado tratando de atrapar desde hace un tiempo.
– Unidad 037, Dig Laborer Modelo Alpha. – dijo Ai, cuyos ojos azules estudiaban la imagen. – Mejor conocido por su nombre predilecto, Gold Miner.
– ¿Y qué es lo que ha hecho? – cuestionó Roll. A pesar de no ser una Hunter, ella también quería saber lo que estaba sucediendo de todos modos.
– Fuera de algunos robos menores, no mucho. – respondió Trinity. – Aunque después de buscar en las áreas donde se ha estado ocultando, hay algunos rastros de minerales en bruto y metales preciosos que quedaron en ellos, junto con cristales de energía.
– Es decir, ¿creen que él está robando estas cosas? – preguntó X.
– Es una posibilidad. – replicó la navegadora rubia. – Después de todo, si Sigma planea apoderarse del mundo, me imagino que esas cosas no serían nada baratas. Necesitará todos los recursos a los que pueda echarles la mano.
X y Roll intercambiaron miradas, al llegar ambos a la misma conclusión. – ¿En dónde está Zero ahora? – preguntó X, presintiendo saber cuál fue la razón por la que fue llamado.
– Está cerca del sitio, pero el resto de su equipo se encuentra buscando en otras áreas de la mina. Hasta ahora, no han encontrado nada. – Trinity se giró para encarar a X. – Así que, ha solicitado algo de ayuda extra.
En la cadena montañosa...
Siguiendo los rastros de daño por todas las curvas y giros del camino que llevaba hacia arriba, el comandante de largos cabellos de los Maverick Hunters corría por el terreno yermo, acercándose más y más a su destino. Por supuesto, tenía confianza de que llegaría allí sin problemas, pero no era lo que tenía como prioridad principal en su mente.
– ¡Zero!
Ni siquiera tuvo tiempo de preguntarse dónde estaba el reploide, ya que una mancha de azul y blanco acababa de aparecer junto a él.
– ¡Por fin! – dijo Zero a su compañero. – ¡Ya estás aquí!
– ¡Lo siento! ¡Este lugar es muy difícil de navegar! – respondió X, aunque logró seguirle el paso al otro Hunter, una hazaña de la que él mismo se sorprendía. Nunca antes había podido seguirle el paso a Zero, incluso a velocidad máxima. ¿Sería por el poder de las mejoras del Dr. Light? – Y bien, ¿hay un Maverick que ha sido visto en este lugar?
– Claro. Se hace llamar Gold Miner, y ha estado manteniendo un perfil bajo por un tiempo, al menos hasta ahora. – explicó el Hunter rojo. – Probablemente haya visto una oportunidad con Sigma, y decidió prestarle sus servicios.
– ¿Crees que sea quien está detrás de todo lo que sucede en la mina? – cuestionó X.
– No puedo decirlo con certeza. – replicó el comandante rubio. – Pero lo que sí sé, es que cualquier conexión potencial que tenga con Sigma deberá ser investigada, y cortada de raíz antes que puedan continuar.
X asintió estando de acuerdo, continuando el viaje hacia arriba hasta que por fin ambos llegaron a la entrada de un enorme agujero en la ladera de una montaña, con luces alineadas en el interior sobre las paredes.
– ¿Este es el lugar? – preguntó X, y Zero asintió.
– De aquí es donde viene el suministro principal de energón para Arcadia. – le dijo el reploide más alto a su compañero. – De cualquier locación para ocupar, esta es la única que al menos puedo entender desde la perspectiva de Sigma. Controla las reservas de energía, y puedes obligar a cualquiera a hacer lo que sea.
X no dijo nada, mientras miraba dentro de la mina. Con la oscuridad que parecía envolver el túnel mientras continuaba más adentro, su visión avanzada todavía no le permitía ver del todo lo que se ocultaba dentro de los rincones desconocidos frente a él.
– X, ¿estás listo?
– ¿Huh? – dijo X en voz alta, dándose cuenta que estaba perdido en sus pensamientos. – Oh sí, claro. Lo siento.
– Mantente alerta mientras estemos aquí. – le indicó Zero a X, mientras ponía los brazos en jarras. – Aunque hayamos sido capaces de rastrear a Gold Miner aquí, no sabemos a quién más podríamos enfrentar.
En efecto, pensó X. ¿A quién más tendrían que potencialmente exterminar? ¿Qué otro aliado o amigo se verían forzados a enfrentar a continuación?
Estas preguntas seguían dando vueltas en la mente de X, pero sabía que no podía permitirse quedarse estancado en ellas. Todavía no, al menos. El tiempo para pensar en eso llegaría luego de que todo hubiese terminado. Por ahora, él y Zero tenían una misión que cumplir.
Sin que ningún reploide lo supiera, una pequeña cámara vio cómo los dos entraban a la mina, grabando cada uno de sus movimientos, y los presentaba a un observador oculto que miró a ambos intrusos con intriga.
– Así que han venido. No. – murmuró para sí mismo, luego corrigiéndose, con sus ojos enfocados en el más bajo y tranquilo de los dos. – Él ha venido.
...
– Diez mil... veinte mil... treinta mil... – Sus dedos se deslizaban por el papel moneda que tenía en su posesión, con su calculadora interna registrando todo lo que llevaba sumado hasta ahora. – Cuarenta mil... ¿cincuenta mil? – Se detuvo de repente, confundido cuando el número de billetes delgados de pronto se detuvo. Gruñó y siseó de rabia. – ¿Eso es todo? Diablos. Seguro, Sigma podría trabajar con esto de momento. ¿Pero dónde me dejará eso a mí?
El elusivo convicto, Gold Miner, estaba sentado sobre una enorme piedra, contando una enorme cantidad de billetes de Zennys que adquirió de un golpe previo, añadiendo la cantidad a lo que había hecho tras venderle a Sigma la información sobre cómo apoderarse de la mina. Por supuesto, le llevó algo de trabajo sigiloso de su parte, y de mantener la boca cerrada para evitar que nadie supiera el plan de Sigma, pero una vez que los misiles impactaron, sería libre de irse y hacer lo que quisiera. Y lo primero que hizo fue volver a la mina, no sólo para recolectar su pago, sino por su propio beneficio.
Hasta ahora, las cosas iban grandiosas, pero el antiguo trabajador estaba insatisfecho. Esto no era ni de cerca lo que había anticipado que haría. De alguna manera tendría que convencer a Sigma para que le pagara más por sus servicios, ¿pero cómo?
– ¡Gold Miner! ¡Gold Miner! – gritaron un par de voces, atrayendo la atención del Maverick que se dio dicho nombre a sí mismo.
– ¿Qué está sucediendo? – cuestionó. – Estaba en medio de algo importante.
Dos Dig Labours se aproximaban a su segundo al mando, sólo por debajo del que vigilaba la mina. Sus expresiones estaban ocultas detrás de sus máscaras, pero sus tonos denotaban claro pánico.
– ¡Malas noticias! ¡Unos tipos de los Maverick Hunters están aquí!
Gold Miner apretó su puño. Cierto, no era tan idiota como para creer que los Maverick Hunters no vendrían en absoluto, pero era demasiado pronto para su gusto.
– ¿Cuándo llegaron? – les preguntó a sus subordinados.
– Hace apenas unos minutos. – respondió el segundo Dig Labour. – Hemos recibido órdenes del Comandante de que debemos capturar y aprehender a los intrusos por cualquier medio necesario. Y nos dieron instrucciones de reportarte esto a ti.
– ¿Aprehenderlos? – cuestionó Gold Miner. – ¿Y por qué Sigma no quiere que los destruyamos?
– Esas son sus órdenes. – replicaron los secuaces del reploide. – Y también dijo que debemos asegurarnos que la fuerza de trabajo continúe con las excavaciones.
– Oh, eso no será un problema. Más les vale que sigan trabajando por sus vidas, o sino serán exterminados con el resto de los que causaron problemas. – dijo Gold Miner, y luego señaló hacia el túnel que estaba ocupando. – ¡Ahora, vayan y mantengan un ojo sobre ellos! ¡No pierdan de vista hacia dónde van!
– ¡Sí señor! – dijo el dúo antes de marcharse. Gold Miner volvió entonces a contar sus zennys.
– Así que, el sujeto que puede utilizar esas cápsulas ya está aquí, ¿eh? – murmuró para sí mismo. – Bueno, quizás él también me podría servir.
Luego empezó a juguetear con los billetes, luego de haber reunido un gran fajo de ellos. Pero no era suficiente, necesitaba más.
– No sé de qué estarás hecho. Pero si Sigma te quiere con tantas ganas, entonces lo que sea que hay dentro de esas cápsulas debe valer algo. – dijo el Maverick, refiriéndose a X. Aunque no poseía labios, si los tuviera ahora mismo se estarían curvando en una sonrisa malvada, mientras miraba los zennys en sus manos. – Lo que significa que las partes de tu cuerpo también deben ser valiosas. Quizás unos cientos de miles o más.
Esta historia continuará...
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