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Mentes maestras reveladas

– Quedarte hasta tarde se está convirtiendo en rutina para ti, ¿no es así? – cuestionó Zero, comunicándose con X vía enlace remoto. – No es que nuestros cuerpos se cansen, pero unas cuantas horas de silencio hacen maravillas para el procesador central.

– Ajá... – replicó X, todavía sin sentirse ni un poco cansado. – No puedo evitarlo. Desde que todos estos mecaniloides comenzaron a volverse Maverick, no puedo dejar de pensar en ello.

– No eres el único. – le dijo Zero. – Pero hasta que tengamos alguna evidencia, no hay nadie a quién conectar todo esto. Y los que lo estaban ahora están todos muertos.

X tuvo un escalofrío, ya que el Hunter rojo se refería al Cuarteto Skull. – Pero, asumiendo que estaban trabajando juntos, ¿por qué iba Vile a asesinar a los sujetos con quienes se ocultaba?

– Es Vile; probablemente estaba esperando la oportunidad de usar su cañón de hombro a su máximo potencial. – dijo Zero. – Aunque, incluso cuando era un Hunter, nunca trabajó bien con los demás. No creo que estuviera por encima de haberse deshecho de esos tipos cuando vino la oportunidad.

– Pero algunas de esas heridas no pudieron haber sido obra de Vile. – replicó X. – Es como tú lo dijiste; algunas parecen haber sido hechas por un arma diferente.

X se quedó callado por un momento, hasta que Zero le llamó la atención. Usualmente, era él quien trataba de cortar la conversación, pero ahora, era el reploide azul el que no hablaba.

– ¿Crees que sea cierto? – finalmente habló el otro Hunter. – ¿Que hay algunos de nosotros metidos en todo lo que está sucediendo? ¿Tendrá algo que ver con esto del Día de la Independencia?

– ¿Quién sabe? – respondió Zero. – E incluso si estuvieran conectadas, no hay forma de saber cuándo ocurrirá este Día de la Independencia, mucho menos quién es el cerebro detrás de todo.

X recordaba que el Cuarteto Skull había mencionado a un benefactor proveyéndoles para sus crímenes. – Pero, asumiendo que todo esté conectado, ¿crees que de verdad algunos de nosotros podrían estar involucrados?

– Lo que yo crea no es importante. – dijo Zero.

– ¿Qué quieres decir? ¡Claro que lo es! – dijo X. – Podríamos presentar la evidencia que ya tenemos, y tal vez podríamos...

– Creo que ya es tiempo de que descanses un poco, y guardes energía para mañana. No se te olvide que todavía tenemos que atrapar a Vile.

– Bueno, sí, pero...

– Buenas noches, X.

Con eso, el enlace se cortó, y X se quedó a solas con sus pensamientos de nuevo. X estaba perplejo en la forma como Zero evitaba el tema como si no quisiera discutirlo más. Dado como había notado cada detalle de las últimas dos escenas del crimen, el Hunter azul pensaba que el rubio estaría dispuesto a discutir teorías y posibilidades. En vez de eso, lo calló casi de inmediato.

Aun así, era algo que quería discutir, si bien fuera para escuchar la perspectiva de Zero al respecto.

Locación desconocida...

– Entonces ¿debería estar listo para activarse en cualquier momento?

– Sí. – dijo la más pequeña de las dos figuras, mientras le entregaba a la más alta un interruptor. – El sistema de seguridad principal ya fue penetrado. Sólo presiona ese botón, y todos los mecaniloides ejecutarán lo que dicta su programación. Cada mecaniloide dentro de la ciudad será tuyo para comandarlo.

– ¿Y no tendrán que rodear las medidas de precaución en sus procesadores? – cuestionó la figura más alta.

– Pensé que dirías eso. – dijo el más pequeño. – El comando borrará cualquier consideración por las Tres Leyes, pero no se volverán Mavericks; de otro modo, sus sistemas serían demasiado difíciles de controlar. – Recordó la prueba que había llevado a cabo con esos que se hacían llamar piratas. – Todo lo que queda es esperar.

Aunque el lugar donde se habían reunido estaba bañado en profundas sombras, los ojos con forma de orbe de la figura más prominente notaron un cambio en la expresión de su compañero. – ¿Qué sucede? – preguntó, no por preocupación, sino por molestia.

– ¿De verdad ESTÁS seguro que se puede confiar en Vile? – preguntó la figura más pequeña, ajustándose sus gafas. – Ya causó un enorme desastre.

– Tenía que matar al Cuarteto Skull. – dijo la más alta, mirando hacia la oscuridad profunda que los rodeaba. – Es sólo que no estaba al tanto de que uno de los usuarios de armas más habilidosos en la Unidad 17 volvería a meterse en problemas.

Justo recientemente, una tercera figura había sido agregada a estas reuniones, si bien nunca había tenido mucho que decir. Se ocultaba en lo profundo de las sombras más oscuros, pero un brillo rojo emanaba desde debajo de su casco.

– Pero ya lo hecho, hecho está. Todo y todos ya se encuentran en su lugar. Es sólo cuestión de tiempo.

– Pero recuerda. – dijo la figura más baja de las dos que hablaban. – Arcadia y Abel City serán mías cuando llegue el Día de la Independencia.

– Oh, claro que lo serán. Mi interés no está en esta ciudad, mucho menos en tu país. – dijo la figura más alta. – No, esto afectará a los de mi especie por todo el mundo. – Luego sonrió. – "Y yo estaré allí, al mando de todo."

3 de julio,3:45 pm, laboratorio delDr. Fujiwara en Arcadia...

Los enemigos holográficos caían ante las cuchillas giratorias de Zero uno tras otro; los lásers dejaron de disparar a todas partes mientras el Hunter rojo veía que no había más oponentes a los cuales enfrentar. Entonces, una pequeña pantalla apareció frente a él, mostrando su puntuación.

Todavía sólo leía un noventa y cinco por ciento.

– Tu puntuación promedio ha bajado últimamente. – oyó decir a Fujiwara desde la cubierta de observación arriba. El japonés continuó: – Si hubiese sido sólo por adaptarte a armas externas, probablemente lo habría dejado pasar. Pero los últimos registros también demuestran ese porcentaje cuando sólo estabas usando tu buster.

Zero suspiró; ya sabía que venía esto. – Noventa y cinco sigue siendo un porcentaje más que suficiente para aprobar. – le dijo al humano. – Y todavía me está obligando a hacer las mismas secuencias de entrenamiento que hago en Abel City.

– Entonces, tal vez algunas secuencias deberían ser programadas aquí. – dijo Fujiwara, y sin darle tiempo a Zero para empezar a discutir, continuó. – Como sea, discutiremos eso después. Ahora, es tiempo de pasar a la siguiente arma.

Zero colocó las dos cuchillas giratorias en un estante en la parte trasera del cuarto de entrenamiento, con varias armas listas para ser probadas. Cuando Abel City todavía estaba en construcción, el Dr. Fujiwara había construido una cámara de entrenamiento actualizada en su laboratorio, para experimentar más a fondo y registrar las habilidades y desempeño en batalla de Zero. Y con los avances de la tecnología, hizo mejoras adicionales a la sección para tener las últimas versiones de proyecciones y obstáculos holográficos. A diferencia de las múltiples habitaciones en el cuartel de Abel City, esta cámara de entrenamiento era igual de blanca que el resto del laboratorio. Pero a pesar de los colores más claros, Zero encontraba que la sobreabundancia del blanco le hacía sentirse confinado y aislado, como si la puerta casi se fusionara con la pared.

Casi lo hacía pensar que estaba atrapado en una especie de jaula esterilizada.

– ¿Cuál quiere que use ahora? – preguntó Zero a Fujiwara. Honestamente no le importaba cuál arma elegiría; lo único que quería era terminar de una vez con esta sesión.

– "Hmm, ¿cuál en efecto?" – pensóFujiwara, observando la selección. Finalmente, se decidió por la que más sorprendió a Zero. – Prueba el sable.

¿El sable? ¿No era una elección muy estándar? Bueno, como fuese, entre más rápido saliera de aquí, mejor. Cogió el arma y la sostuvo, proyectando una hoja de energía pura verde desde la empuñadura. Fujiwara insertó los comandos y preparó otra ronda para Zero. Nuevamente, enemigos holográficos se manifestaron ante él, y el Maverick Hunter sostuvo su arma con ambas manos. Fujiwara observó que Zero la sujetaba como una espada de samurái.

– Comienza.

Los enemigos se lanzaron de frente, saltándole a Zero todos a la vez. El Hunter rojo saltó hacia atrás y blandió su sable para bloquear un ataque inminente. El Maverick holográfico que se le había venido encima terminó con su brazo cercenado por el arma, dejándolo abierto para que Zero le atravesara el pecho, directo en el núcleo. Comenzó a dar tajos y estocadas, siempre recordando las diferencias entre combate a corta y larga distancia. Poco después de iniciar la prueba, todos los enemigos habían sido exterminados.

Y aun así, la puntuación seguía diciendo noventa y cinco por ciento.

– Sí. Requeriremos más sesiones en el laboratorio. – el Dr. Fujiwara. Justo en ese instante, la puerta automática se abrió, dejando entrar a una recién llegada Chiyo. – Creí haberte dicho que no entraras cuando hay una sesión en curso.

Ella le respondió con una mirada mayormente indiferente, pero su ligero encogimiento de hombros indicaba un pequeño deje de desprecio. – Esperé hasta que había terminado, así que no es como que vaya a amatar a alguien. – Miró a Zero, y aunque no cambió mucho, sus cejas se fruncieron cuando intercambiaron miradas, antes de volver su atención a su padre. – Hablando de matar, ¿ya están listas?

Zero estaba confuso, observando a Fujiwara y su hija mientras se miraban entre ellos. – Ya una de ellas está lista para probarse, pero discutiremos el asunto en privado más tarde.

Chiyo puso los brazos en jarras. – ¿Por qué no ahora?

– Como dije, lo discutiremos más tarde. – repitió Fujiwara.

– Y como dije yo, ¿por qué no lo discutimos ahora mismo? – espetó Chiyo.

– ¿De qué están hablando exactamente? – preguntó Zero.

Fujiwara pensó por un momento; luego bajó desde la cubierta de observación. – El prototipo ya está listo, así que no estará mal dar una demostración. – Se volvió hacia Zero. – Ven conmigo.

Desde que los reploides se habían expandido más allá de las fronteras de Arcadia, Fujiwara había juntado fondos suficientes para expandir su laboratorio, incluyendo varias salas de pruebas. Al entrar en uno de estas salas, Zero fue recibido con la imagen de una cabeza de reploide inactiva sin casco ni cabello, con los ojos cerrados e inmóvil. Un objeto pequeño y portátil descansaba junto a ella; parecía un arma de fuego de alguna clase pintada de rojo y blanco.

– Y... ¿esto es...? – cuestionó Zero, inseguro de qué clases de pruebas estarían haciendo aquí.

– Esto es algo que a mí se me ocurrió. – dijo Chiyo. – ¿No es así, papá?

El Dr. Fujiwara se quedó callado por unos momentos antes de responder a la pregunta de Zero. – Debido a que los incidentes con Mavericks han estado aumentando, es natural que la porción humana de la población reciba los medios para poder defenderse.

– ¿Y cómo harán eso exactamente? – preguntó el Hunter rojo.

– Así. – dijo Chiyo, cogiendo el dispositivo, apuntándole al centro de la frente la cabeza del reploide, justo encima de su cámara cerebral. – ¿Permiso para disparar, señor?

Fujiwara asintió. – Permiso concedido.

Chiyo jaló el gatillo, y en vez de una bala o un proyectil de plasma, un largo pico de metal salió disparado del cañón. El pico se extendió a medida que salía, perforando la cabeza del reploide debido a la velocidad a la que salió disparado. El metal filoso atravesó el centro de la cabeza, destruyendo el núcleo del procesador central. Varios componentes volaron fuera y echaron chispas de electricidad por donde salió el pico, que atravesó por completo la cabeza. La punta entonces se retrajo, deslizándose de nuevo dentro del dispositivo.

Chiyo se vio satisfecha con el resultado, aunque todavía tenía algunas quejas. – El gatillo todavía necesita mucha presión.

– Por ahora, hasta que la hoja láser pueda instalarse, tendrá que ser así. Después de todo, está cargado con resortes.

Zero se había quedado en silencio por un momento antes de encontrar las palabras. – ¿Pero qué es esta cosa?

– Todavía estamos decidiendo un título, pero en esencia es un arma oculta para que los humanos puedan utilizar contra reploides Mavericks. – le dijo Chiyo al Hunter rojo. – Ya que yo fui parte de un incidente que resultó en que me mandaran al hospital por mi hombro, porque me dispararon en el hombro – la joven dijo estas palabras intercambiando miradas con su padre – propuse que tengamos una manera oculta pero efectiva de defendernos. Después de todo – dirigió la mirada hacia Zero – nunca se sabe cuándo necesitarás una manera de mantener a un posible Maverick a raya.

En ese momento el Hunter recibió un mensaje desde el cuartel general en Abel City.

– Habla Zero, ¿qué sucede? – preguntó, recibiendo respuesta de Ai. Ni Chiyo ni Fujiwara podían oír la conversación entre el Hunter y la navegadora, pero ambos sospechaban que algo estaría sucediendo en la ciudad. – Entendido, ya voy en camino. – Terminó la llamada y giró su atención hacia los dos humanos. – Tenemos una situación en Abel City. Lo siento, pero el deber llama. – Y con eso, se marchó, dejando a los dos humanos a solas.

– Bueno, ya estamos solos. – le dijo Chiyo a su padre. – Entonces, ¿qué está sucediendo?

Abel City, 4:16 pm...

En efecto, tal como vino a averiguar, muchas cosas habían pasado desde la última vez que fue a Arcadia. Dado que el culpable detrás de los mecaniloides Mavericks seguía sin ser aprehendido, y Vile ahora era un fugitivo, el Comandante Sigma había estacionado miembros selectos por toda la isla artificia. Y no fue sólo en la ciudad; los Hunters fueron enviados a todas partes, incluyendo áreas como las minas energéticas, y al Polo Norte. Al volver al cuartel general, Ai lo había alertado que la Unidad 17 se dirigiría hacia la Torre de Telecomunicaciones. Todos a excepción de Zero y, para su sorpresa, X.

– Entonces, ¿a qué se debe eso? – preguntó Zero.

– Ni idea. – dijo la navegadora rubia. – Pero lo que diga el comandante, se hace. Ahora ¿te importa? Que estoy trabajando.

– Seguro, lo que sea. – Zero se marchó, dejando a Ai con el resto de los navegadores.

Y aunque Zero no lo vio, la reploide roja y blanca miraba alrededor a sus colegas, observando cómo trabajaban para seguirles el paso. – "Sigo siendo la que vino antes de todos ustedes. Que no se les olvide." – pensaba mientras tecleaba furiosamente en su estación. – "Sigo siendo tan buena como cualquiera de ustedes, incluso si no soy el modelo más nuevo." – Ai se giró para ver a Trinity que estaba en el centro de la sala, observando toda la isla.

– Trinity, ¿tienes acceso a la Torre de Comunicaciones? – preguntó el Comandante Sigma a la navegadora en jefe por el enlace de comunicaciones.

– Afirmativo, Comandante. – respondió la navegadora de pelo rosa. – Estoy conectada en el sistema. Desde ahora, nada escapará a mis ojos y oídos.

– Excelente. Comenzaremos a probar el alcance de nuestra red de comunicaciones.

– Sí, señor, entendido. – replicó Trinity.

En la torre...

En la Torre de Telecomunicaciones, Boomerang Kuwanger y Gravity Beetle estaban ayudando a Sigma con las pruebas de rango para enviar mensajes que tenía la torre. Un Hunter o navegador estacionado en un área específica apareció en uno de los monitores, otro apareció en otro monitor, y así sucesivamente.

– Habla el Comandante Sigma. ¿Todos me copian?

– ¡Sí, señor! – dijeron el coro de voces al unísono.

– Muy bien, manténganse en contacto con el cuartel general y alértennos de cualquier novedad. Ninguna parte de esta isla debe permanecer sin monitoreo, y vamos a mantener contacto con Arcadia para alertar si algún criminal logra escapar de Abel City. ¿Entendido?

– ¡Sí, señor! – respondieron los Hunters y navegadores.

– Muy bien. Eso es todo. – dijo Sigma, antes de darle la espalda a las pantallas. – ¿Necesitan algo más ustedes dos?

– No, estamos bien, señor. – dijo Gravity Beetle.

Kuwanger, sin embargo, no tenía interés en chácharas. – Spark Mandrill será estacionado en la planta de energía, ¿verdad?

– Correcto. – respondió Sigma.

– ¿Así que ahora todos están en su lugar destinado? – preguntó Kuwanger.

Sigma asintió. – Ahora, es tiempo para que los que están en el cuartel general hagan su parte. – dijo, y luego murmuró en voz baja. – Especialmente tú, X.

Arcadia, 5:37 pm...

Estaba trabajando en el dispositivo incompleto sobre su escritorio, probando las partes y componentes que necesitaba para construir el invento. Dado que ya había probado que el prototipo funcionaba, Chiyo no estaba preocupada por tener que hacer otra prueba. No, su problema actual era con su padre, o más bien, con lo que le dijo. Por cualquier razón, le dijo que mañana tendría que quedarse en Arcadia. Y no sólo eso, sino que tenía estrictamente prohibido ir a Abel City.

La adolescente de cabello largo se cuestionaba esto, pero Sho Fujiwara le dijo a su hija que tenía que quedarse dentro de los límites de la Ciudad Blanca mañana, sin importar nada.

...

¿Qué? ¿Por qué? – preguntó Chiyo, perpleja ante lo que el científico le acababa de decir.

La razón no importa. – le dijo el Dr. Fujiwara. – No vayas a Abel City mañana. Sea cual sea la razón.

Me estás diciendo que no vaya por ninguna razón, ¡pero decirme por qué no puedo ir no importa! – protestó la hija del hombre. – ¿Entonces de qué se trata? Porque me suena a que no hay ninguna buena razón para que no pueda ir. Estás actuando más raro de lo normal últimamente, ¿qué está sucediendo?

Aunque no estaba segura, Chiyo podría jurar que vio que la expresión usualmente estoica de su padre se tornaba nerviosa. Pero se fue tan rápido como vino, y Fujiwara regresó a su semblante usual.

No es nada de lo que debas preocuparte. – le dijo. – Mi decisión es final. No podrás poner argumentos para esto. – Se giró para abandonar la sala de pruebas. – No vas a poner un pie en Abel City mañana. Esta conversación ya terminó.

...

Y así, la dejó sola, totalmente confundida y frustrada. Honestamente, se había sentido así durante el último mes. Recientemente, notó que su padre se había enterrado más y más en su trabajo. Típicamente esto no atraería su atención, pero cuando no la dejó entrar a su propia casa, supo que algo estaba sucediendo. Incluso cuando ella era una niña, Fujiwara estaba más casado con su trabajo que con su madre. De nuevo, ella ni siquiera podía recordarla.

Todo lo que era parte de su vida cuando era pequeña se había ido. Cecilia, Patarche, la única que le quedaba era Fumiko. Por supuesto, no tenía relación con su situación actual, y en última instancia probablemente iba a suceder de todos modos, pero desde que el Dr. Cain encontró a X, todo su mundo había cambiado. El mundo de todos había cambiado. Y Chiyo dudaba que las cosas dejarían de cambiar en un futuro cercano.

El rostro de Fumiko apareció en su mente, seguido del cuerpo inmóvil y sin vida de Patarche. – No... no voy a permitir que eso cambie. – declaró. – Eso NUNCA cambiará.

De inmediato empezó a trabajar en el otro dispositivo que era para la chica que estaba un año detrás de ella. No estaba segura si terminaría el de Kenichi esta misma noche, pero al menos podría acabar el de Fumiko. Luego se los daría el día siguiente. Así ni siquiera tendría que ir a Abel City.

De repente, alguien tocó a su puerta, y Roll asomó su cabeza. – Hey, sólo quería avisarte que la cena ya está lista.

– Genial. – respondió Chiyo. – Bajaré en un rato.

Roll asintió y cerró la puerta, sabiendo que probablemente tendría que traerle la comida a la habitación de la humana de nuevo. Roll pensaba que estaba igual de inmersa que su padre en su trabajo. Aunque los dos eran más parecidos de lo que jamás admitirían, la reploide rubia tenía la esperanza de que Chiyo mantuviera algunas de sus cualidades más empáticas.

No era su asunto, pero el Dr. Cain le confesó que se había estado sintiendo muy intranquila últimamente. Al principio, estaba preocupada de que tuviera alguna relación con su salud, pero el anciano le aseguró que no era nada físico.

...

Entonces, ¿de qué se trata? – le había preguntado. – ¿Qué está sucediendo?

El Dr. Cain sólo suspiró, y sus ojos se fijaron en la copia de La Rama Dorada que tenía sobre el escritorio de su estudio. Después de un breve período de silencio, finalmente habló. – Roll... si acaso llegara, Dios no lo permita, a suceder algún desastre... no quiero que te preocupes por salvarme.

Roll no estaba segura de qué pensar de lo que acababa de decirle. – Dr. Cain, ¿de qué está hablando?

Sólo estoy diciendo que, si algo llegara a ocurrir, no quiero que te pongas en peligro. – le dijo. – Además... alguien tiene que estar allí para cuidar de Chiyo.

...

Hablaba como si no le quedara mucho tiempo, pero el Dr. Cain apenas estaba a mediados de sus setentas. En su tiempo, era diferente. De otro modo el Dr. Light no se habría enfermado tanto, pero ahora, era más común que la gente mayor llegara hasta finales de sus noventas o incluso hasta ciento diez años, y algunos hasta lograban durar más. Pero el Dr. Cain no estaba ni de cerca en ese punto, listo como para que le conectaran un dispositivo de soporte vital. Y además, también mencionó a Chiyo. Roll sin duda la cuidaría sin problemas, ¿pero por qué tendría que estar obligada a hacerlo? Aunque fuese increíblemente distante, el Dr. Fujiwara podría cuidar de su hija, ¿verdad?

Roll se preguntaba si todo esto estaba conectado a la persecución de ese sujeto llamado Vile. Ella ciertamente no quería que alguien como él anduviera libre por las calles, pero Cain parecía dejar implícito que había algo más que eso, algo más que lo tenía preocupado. Y viendo lo elusivo que se puso cuando le habló, dudaba que fuera a decírselo en el futuro cercano. ¿Pero por qué? Fuera lo que fuera, ¿por qué no podía ella saberlo? Tenía derecho a saberlo, ¿o no?

¿No tenía ella un derecho a una oportunidad de contribuir? Después de todo, si al Dr. Cain le preocupaba tanto eso que lo molestaba, ¿por qué no acudir por ayuda? ¿Lo estarían amenazando? Y si era así, ¿quién? ¿Y por qué razón? ¿Tal vez se trataba de Vile, o del responsable por los mecaniloides renegados?

Había demasiadas preguntas, pero ella no sabía cómo responderlas. Y aunque lo supiera, probablemente no podría hacer nada al respecto. ¡Ni siquiera podía mantener un ojo en ese sujeto Zero con quien X siempre se la pasaba! Por qué el reploide azul estaba tan insistente en ser su amigo la confundía, pero también la preocupaba. Sistemas infectados o no, no se le había olvidado que había intentado asesinar a su hermano menor.

E incluso si sus recuerdos no habían regresado a ella del todo, sí recordaba que, en cierta ocasión, había tratado de advertirle a su hermano mayor sobre cierto robot. Algo que lo había seguido desde uno de los escondites de Wily. Y si bien era imposible, Zero le daba esa misma sensación de ansiedad y tensión que experimentaba cuando la memoria de ese robot surgía. Y si bien los dos no podrían haber sido la misma máquina (al menos, ella no quería creerlo), Zero todavía seguía siendo peligroso. Así que incluso si no representaba una amenaza más que para los Mavericks, seguía siendo peligroso estar cerca de él.

Y cuando ese peligro hubiese atravesado su horrible cabeza, su hermano estaría en el medio de todo.

Paso superior de Abel City, 6:30 pm...

Aunque le dejaba perplejo que no lo hubiesen llamado a ir con Kuwanger o Mandrill, X no cuestionó las órdenes del Comandante Sigma. Él y Zero debían quedarse en el cuartel general a la espera de nuevas instrucciones, y poco después que Zero regresó a Abel City, los dos Hunters fueron enviados a patrullar. En aquel momento, los dos se encontraban transitando sobre el océano de las Filipinas por las carreteras principales que llevaban de Abel City a Arcadia. No tenían permitido salir de los límites de la isla artificial, pero tenían que mantener los ojos abiertos y estar pendientes de quién entraba o salía a la ciudad. Aunque eran accesibles para todos, muchos humanos usaban transportes públicos. Al mismo tiempo, los reploides usaban sus vehículos, dándoles a los Hunters una mejor oportunidad de llegar a donde fueran necesitados sin preocuparse mucho por el tráfico.

Irónico, pensaba X mientras avanzaban. Todavía estaba buscando una oportunidad de sacar la respuesta que quería de Zero. Cierto, ambos estaban en el trabajo, así que no había mucho tiempo para charlar. Con todo, X quería saber a qué se refería Zero con lo que dijo aquella noche. No le importaba lo que pensaba sobre los Mavericks potenciales entre ellos. Simplemente ¿qué podría haber causado tal reacción, y por qué?

De repente, ambos Hunters recibieron una llamada del cuartel general. – ¡X! ¡Zero! – decía Trinity con la voz urgente. – ¡Logramos rastrear una señal enviada por el hacker! ¡Viene desde la Base de Misiles en la costa este de la isla!

– ¿El Comandante Sigma ya fue alertado de esto? – preguntó X. Aunque fue muy ligero, el reploide podría haber jurado que escuchó gruñir a Zero.

– Ese es otro problema. – le dijo la navegadora. – Yo y las demás navegadoras hemos tratado de contactarlo, pero no hemos podido. Y el personal de la base tampoco responde.

X miró a Zero, notando que el Hunter rojo se mordía el labio. – ¿Zero?

– Tengo un mal presentimiento sobre esto. – Fue todo lo que dijo el rubio antes de girar su Ride Chaser y salir a toda velocidad hacia la Base de Misiles.

– ¡Zero, espera! – gritó X, siguiéndolo de cerca.

Costa este de la isla artificial...

A pesar de su nombre, la costa este de la isla no tenía arena o lugar para establecer resorts. Los kilómetros y kilómetros de la tierra excavada del océano habían sido convertidos en un área de almacenamiento y pasaje para los misiles bajo la superficie. X y Zero aparcaron sus Ride Chasers fuera de la entrada de la basa, preparándose para lo que fuera que los esperaba adentro. La entrada, para su sorpresa, ya se encontraba abierta, pero nadie sería tan estúpido como para hacer eso por accidente. Tal vez el hacker quería que estuvieran aquí.

Los dos estaban a punto de entrar, pero X intentó una vez más de sacarle la respuesta a su compañero. – ¿Por qué no iba a importar lo que tú piensas?

Zero suspiró. – X, ahora no es el momento.

– Más bien, yo diría que tu palabra valdría más que la de cualquier otro. – le dijo X. – Eres uno de los mejores Hunters que tenemos, y estás en la misma unidad que el Comandante Sigma, así que...

– X. Ya basta. – le ordenó Zero. – Ahora.

X se quedó callado por unos momentos antes de volver a hablar. – Ok. Pero después de esto, ¿crees que puedas al menos decirme qué te está molestando?

Zero no dijo nada, simplemente se apresuró a entrar a la base. X lo siguió de cerca, y los dos reploides se cubrieron uno al otro mientras buscaban por los pasillos oscuros y los largos corredores, sólo para no encontrar nada ni a nadie. ¿En dónde estaba todo mundo?

– ¡X! ¡Mira! – murmuró Zero, mirando por una baranda hacia el piso debajo de ellos, donde se podía ver una luz.

– Tal vez alguien nos pueda decir qué está sucediendo. – teorizó X.

Él y Zero bajaron al piso inferior y entraron a la sala de dónde provenía la luz. Adentro se encontraba una figura alta e imponente que ningún Hunter reconoció al principio.

– ¡No te muevas! – ordenó Zero, apuntándole con el buster.

Pero cuando la figura se dio la vuelta, X y Zero vieron quién era. – ¡¿Comandante Sigma?!

En efecto, el Comandante Sigma parecía haber llegado aquí antes que ellos. – Ah, X, Zero, allí están. – les dijo antes de observar el monitor dañado que emitía la luz. – Parece ser que nuestro hacker estaba utilizando la base como tapadera para trabajar sin ser detectado.

X y Zero caminaron hacia el monitor dañado, que mostraba el diagrama del procesador de un mecaniloide, listo para ser manipulado a voluntad. – ¿Pero qué hay de los cuatro Mavericks que arrestamos antes? ¿Cree usted que estaban trabajando con este segundo hacker? ¿Y también con el benefactor mencionado? – preguntó X a su superior, todavía observando la pantalla.

– Es probable. – dijo Sigma. – Creo que nos estamos acercando a descubrir al responsable de todo esto.

Zero no se giró para encarar al Hunter más alto, esperando que hiciera el siguiente movimiento. – Por cierto, Comandante, el cuartel general dijo que estaba teniendo problemas para contactarlo.

– Ah, sí. – dijo Sigma. – Perdónenme por eso. Estaba siguiendo al hacker adentro y tuve que desactivar mi transmisor para mantenerme encubierto. Lo perdí, pero ahora que ustedes están aquí, todo estará bien. – Comenzó a aproximarse a los otros dos Hunters por detrás. – Todo finalmente será como debe ser.

X fue tomado totalmente desprevenido por lo que pasó en los siguientes segundos. Acababa de girarse para ver a Zero y preguntarle qué pensaba de la situación, viendo que seguía habiendo varios factores desconocidos. Pero en vez de encontrarse con la mirada del reploide de pelo largo, X vio que su compañero se agachaba hacia el lado izquierdo, agarrando a Sigma por el brazo. El cual, para conmoción de X, acababa de desenvainar un sable.

– ¡¿Comandante Sigma?! – exclamó X, sin saber qué pensar de lo que estaba viendo. – ¡¿Zero?!

Sigma miró fijamente a Zero, sonriendo. No parecía sorprendido por la reacción del Hunter rubio. – Entonces dime, ¿cómo lo descubriste?

– ¡El perpetrador era demasiado hábil, no fue difícil juntar dos y dos! – gruñó Zero, sujetando a Sigma para evitar que pudiera usar su sable. – ¡No muchos reploides tienen especificaciones tan altas!

La sonrisa de Sigma se ensanchó. – Te alabo por tu trabajo de detective, Zero, pero creo que ya es tiempo de que tú también dejes de actuar.

X miró a su comandante, y luego a su compañero, incapaz de concentrarse en ninguno de los dos. – ¿De qué está hablando, Comandante? – preguntó el Hunter azul, sin siquiera preparar su propio buster ni por instinto. – ¿Qué está sucediendo?

Sigma volvió su atención hacia X. – El inicio de un nuevo mundo, eso es lo que está sucediendo. – declaró el líder Hunter. – El día de la independencia está sobre nosotros.

Los ojos de X se abrieron de par en par ante la terrible realización. De pronto todo comenzaba a encajar. Todo lo que había visto en relación a los mecaniloides renegados, el Cuarteto Skull, el escape de Vile; X ahora podía ver cómo su propio comandante habría sido capaz de ejecutar esos planes. Y aun así, pese a ser confrontado con la revelación de frente, X no podía procesarla. No, ¡se rehusaba a creerlo! ¡El Comandante Sigma no podía estar detrás de todo esto!

No si estaba en sus cabales. – ¡¿Comandante, acaso está infectado?! – cuestionó X, ahora sí preparando su buster. – ¡Si es así, tal vez aún haya tiempo! ¡Podemos limpiar sus sistemas de lo que sea que se haya metido en usted!

El Hunter azul parecía querer tranquilizar a su comandante, pero Sigma negó con la cabeza. – Estás totalmente equivocado, X. Pero ¿cómo podrías saber nada del conocimiento que he ganado? – Se libró del agarre de Zero, saltando para alejarse de ambos. – Pero estoy seguro que tu amigo aquí sabe de eso. – dijo cruzando los brazos. – Considerando que él y yo estamos del mismo lado.

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Arcadia, hogar del Dr. Cain, 7:12 pm...

Estaba tramando algo. El anciano ya no lo podía negar más. El Dr. Sho Fujiwara estaba tramando algo, y Cain dudaba que fuese algo bueno. Al principio había descartado la posibilidad, pensando que sus preocupaciones eran paranoias infundadas, pero con los mecaniloides y la búsqueda de Vile en curso, empezó a darse cuenta de algunas cosas. Debería haberlas notado mucho antes, pero sólo ahora estaba pensando en ellas. Y si lo que temía se había vuelto realidad, sería una perfecta ironía que hubiese logrado juntar las piezas justo al final.

Al principio, había tratado de convencerse que sólo fue coincidencia, pero al pasar el tiempo, el Dr. Cain se dio cuenta que ninguno de los mecaniloides en Arcadia se habían vuelto Mavericks; cada incidente había ocurrido dentro de los límites de Abel City. Luego vinieron los rumores sobre el "Día de la Independencia" y posibles Mavericks dentro de las filas de los Hunters, cosas que al principio no podía entender, pero ahora, parecía tener sentido. Y eso le aterraba.

Después de todo, antes pensaba que podría ser un simple fallo o un virus, pero ¿quién le decía que un reploide no sería capaz de decidirlo por su cuenta?

De pronto oyó un golpe muy fuerte en su puerta, pero no la abrió. En lugar de eso, se quedó en su estudio, sabiendo lo que iba a suceder. Ya era demasiado tarde. Ellos ya habían venido por él.

*¡SLAM!*

El Dr. Cain dio un respingo al escuchar que su puerta delantera era derribada; sus oídos no pudieron más que escuchar los pasos retumbantes de las máquinas significativamente más grandes que él aproximándose. Los intrusos no tardaron mucho en encontrarlo, y sus gigantescas siluetas se enmarcaron en las sombras de la oscura sala. Una figura más pequeña, de un humano, se encontraba con ellos.

– Dr. Cain. – dijo el Dr. Fujiwara, mientras dos reploides que estaban con él bloqueaban la puerta. – Tenemos algo que discutir.

Abel City, Base de misiles...

Los ojos verdes de X, que ya de por sí eran enormes, se ensancharon aún más cuando giró la mirada hacia Zero. – Espera... ¿qué?

Zero miró a X, negando con la cabeza. – No. No, él está mintiendo. – dijo el Hunter rojo a su compañero. – ¡Está mintiendo!

– Piénsalo, X. – continuó Sigma. – Él estuvo presente contigo cuando arrestaron al Cuartero Skull; ciertamente tiene los medios para obtener la información que necesita.

– Cállate. – le advirtió Zero, con su puño cerrado temblando.

– Oh, ¿y no es uno de nuestros mejores Hunters? – preguntó Sigma. – Estoy considerando muy seriamente hacerte mi segundo al mando por todo el duro trabajo que has hecho para hacer esto posible.

– ¡CÁLLATE! – gritó Zero disparando. Sigma desvió el disparo con su sable y agarró a Zero por el cuello, levantándolo del suelo. – ¡No le creas, X! ¡Yo no estoy con él!

– ¡Comandante, Zero, deténganse por un momento! – suplicó X a los dos, aunque ahora empezaba a preguntarse si debería tomarle la palabra a un reploide por encima del otro. – ¡Dejen de pelear, por favor!

– Estoy tratando de contenerme, Zero. – le dijo Sigma al Hunter rojo que ahora estaba en sus garras. Tuvo que esquivar una patada que el reploide mandó en su dirección, todavía forcejeando por soltarse. – ¡Porque eres un excelente actor! Pero primero, ¡hay cosas que tenemos que atender!

Sacó su sable y le dio un tajo a Zero por el pecho, haciendo saltar chispas eléctricas por donde la hoja de energía lo cortó. El Hunter rojo aterrizó en el suelo, herido y desorientado, y el comandante lo cogió del casco, levantándolo para ponerlo delante suyo.

– ¡Esta es tu oportunidad, X! – le dijo Sigma al reploide azul. – ¡Tú decidirás su destino!

– ¡¿Q-Qué?! – X no entendía nada de nada.

– No pareces seguro de la lealtad de Zero, así que aquí está una prueba para ti. – le dijo Sigma al Hunter azul. – Ya sea que lo creas o no, lo hayas pensado o no, tu amigo aquí tiene mucho que ver con muchos de los problemas que han estado surgiendo últimamente. Incluso aunque él todavía no lo sabe.

– ¡No sé de lo que estás hablando! – gritó Zero. – ¡Bastardo! ¡Ya suéltame!

– ¡Comandante, por favor! ¡Déjelo ir! – suplicó X.

– Si quieres detenerme, entonces ya sabes lo que tienes que hacer, X. – dijo Sigma, apretando su agarre sobre Zero que seguía forcejeando. – Puede que requiera un poco de esfuerzo de tu parte, pero sé que eres capaz de dispararnos a ambos.

X negó con la cabeza. – ¡No, no! ¡Comandante, necesitamos llevarlo al cuartel general! ¡Podemos ayudarlo!

– ¡Suficiente! – gritó Sigma, harto ya de las súplicas de X. – La decisión es tuya. Para detenerme, tendrás que dispararme a través de él. – Miró a Zero que todavía forcejeaba en su mano. – O si de verdad crees que no estoy en mis cabales, debes impedir que Zero me extermine."

– Comandante...

– ¿Qué será, X? – preguntó el Hunter más alto. – ¿Tú qué crees?

Honestamente, X no tenía idea de qué pensar. Todo esto le había llegado demasiado pronto. Su comandante sostenía a su amigo como rehén, todo el tiempo diciendo que era un traidor. Y Sigma no estaba siendo demasiado transparente sobre si "él" era o no quién estaba hablando. ¿Acaso su mente estaba tan corrompida? ¿O era algo totalmente diferente?

Cualquiera que fuese el caso, preguntárselo no haría nada para sacarlo de este atolladero.

– ¿Cuál es tu decisión? – cuestionó Sigma. – Podría haber vidas en riesgo. ¿No te importa eso?

– ¡X, hazlo! – gritó de repente Zero. – ¡No te preocupes por mí, yo estaré bien! ¡Sólo dispara-GAH! – Fue interrumpido cuando su captor apretó más el agarre.

– ¡Los Hunters no podemos permitirnos dudar en jalar el gatillo! ¿No lo recuerdas, X? – preguntó Sigma al Hunter azul. – ¿No recuerdas todo lo que te ha costado esa actitud de dudar que tienes? ¡Ahora puedes redimirte!

– ¡X! ¡Dispara!

X se quedó donde estaba, incapaz de moverse. Toda su cámara cerebral se vio inundada de mensajes y conclusiones conflictivas. Mucho de lo que el Comandante Sigma dijo tenía sentido, ¿pero que Zero fuese un Maverick?

– Aún si estoy mintiendo, eventualmente te darás cuenta que deberías haberlo matado aquí y ahora. – Sigma continuó sujetando a Zero, esperando que X hiciera un movimiento. Y esperó, esperó y esperó. Eventualmente, su paciencia se agotó. – Y por eso, es que debo hacer esto.

Sigma arrojó a Zero al suelo, y el reploide que ya estaba bastante dañado fue perdiendo la conciencia lentamente. – Comandante... – dijo X. La horrible verdad se encontraba justo frente a él, incapaz de negarla o ignorarla.

– Una vez más, X, has fallado la prueba. – dijo Sigma, aproximándose al Hunter azul. – Y como siempre, has fallado espectacularmente.

X posicionó su buster enfrente de sí mismo. – Atrás. – ordenó, todavía incapaz de procesar que su comandante estaba detrás de todo lo que sucedía. Pero sí podía comprender que estaba en peligro, a pesar del shock. – ¡Atrás! – gritó cuando Sigma dio otro paso.

– ¿Crees que quiero matarte? – preguntó el reploide más alto. – Oh no, te necesito bastante vivo.

No lo mencionó, pero acababa de ver a una figura aproximándose a X desde atrás. Antes que X pudiera cuestionarlo o demandar respuestas, todo su cuerpo fue invadido por un poderoso choque a sus sistemas, electrocutándolo hasta su esqueleto de metal. Luego, tras unos momentos, se desplomó sobre sus rodillas, y luego al suelo. Sus ojos verdes perdieron todo rastro del mundo hasta que todo quedó en una pesada oscuridad. Primero, Sigma se colocó frente al Maverick Hunter caído, y luego dirigió su atención hacia el Maverick Hunter caído; luego dirigió su atención hacia el sujeto que acababa de incapacitar a X.

– Sigues perdiendo tu tiempo. – dijo Vile, dándole una buena patada al cuerpo inconsciente de X. No recibió ninguna reacción, indicando que el Hunter azul había quedado en estasis. – Nunca aprenderá.

Sigma sonrió. – Por eso es que le vamos a enseñar. – le dijo al ex-Hunter de color violeta. – Cuando el evento de mañana haya terminado, tú volverás por ellos. – Señaló al cuerpo inconsciente de Zero junto al de X.

– No. No lo haré. Yo no. – protestó Vile, y luego miró a X. – No por él.

Sigma se rio. – Pero no es para él. Es para mí. Mantén a esos dos en un lugar seguro, tendremos un gran día mañana, y todo tiene que estar en su lugar.

El Hunter más alto comenzó a alejarse. Mañana sería el día de la independencia, sólo que no para los humanos.

Esta historia continuará...


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