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Encajando


Una semana antes, lo habían llamado un "renegado sediento de sangre" que era un peligro para todos a su alrededor: humanos y reploides por igual. Ahora aquí estaba, como parte de la misma organización que había tratado de acabar con él.

Zero el Maverick Hunter. Incluso ahora, sonaba muy irreal. Sin mencionar inapropiado. No era que él hubiese elegido estar aquí, pero dado su predicamento actual, tal vez debería sentirse algo agradecido. Por ahora, parecía que los Hunters harían uso de sus habilidades.

El reploide contra el que había peleado, Andrey, según recordaba, fue arrestado por los brotes de Mavericks y sentenciado. Ni idea de lo que pasaría con él a partir de ahora, pero eso significaba que Zero ya no era un sospechoso. Aun así, no podía evitar sentir que el consejo (que se hacían llamar la autoridad sobre Arcadia) sólo quería utilizar el arresto para aplacar los nervios de todos. Con el encarcelamiento de Andrey, todos parecían responder más fácilmente.

Ese reploide azul, X, se sentía aliviado, diciéndole a Zero directamente que sabía que algo no encajaba, así que él no podría haber sido responsable por los incidentes. Pero, por otro lado, su hermana no se le acercaba en absoluto. Ni siquiera le dirigía la palabra, pero Zero no le daba importancia. Poco le interesaba la interacción con ella de todos modos, mucho menos con su hermano (a quien últimamente había estado siguiendo como una sombra).

Aparte del ambiente poco familiar y opresivo en el que se encontraba ahora, con los ojos de todo mundo observando cada uno de sus movimientos, parecía que el problema se había terminado, al menos hasta unos días después del arresto de Andrey. Cierto, a diferencia de antes, solo hubo un puñado de reploides afectados, pero no hubo reportes de signos o síntomas de infección.

Sus procesadores se habían vuelto contra ellos.

Así, siendo los Mavericks una amenaza muy real, Zero fue puesto a trabajar. Y al decir "puesto a trabajar", se referían a que debía ser el conejillo de Indias de Fujiwara por quién sabría cuánto tiempo. En este momento, Zero seguía quedándose en el laboratorio del hombre al menos de manera temporal, principalmente porque no tenía otro lugar a donde ir. Además, todos dudaban que se sentiría bienvenido en el cuartel general.

Así que por ahora tenía que quedarse aquí. Encerrado en una habitación donde tenía que dispararles a múltiples objetivos mientras Fujiwara miraba desde arriba y tomaba notas.

Oh, y por alguna razón, ese sujeto llamado X seguía aquí todavía.

El hombre asiático de cabello oscuro y el reploide azul supervisaban a Zero desde la cubierta de observación mientras le disparaba a todo lo que tenía una marca de diana. A diferencia de X, sin embargo, sus objetivos no eran mecaniloides antiguos. Considerando que, a pesar de la existencia de los reploides, los mecaniloide todavía serían requeridos para llevar a cabo las tareas que se consideraran demasiado riesgosas para sus parientes más avanzados. Por lo tanto, el entrenamiento, o en el caso de Zero, las pruebas, tenían que hacerse de otra manera.

Un invento reciente de Fujiwara, la esfera de espejismos, era una bola magnética con la habilidad de manipular la luz y el color, y de proyectar ilusiones. Luego se podían enlazar entre sí gracias sus propiedades magnéticas y crear proyecciones de varias formas y tamaños. Actualmente, las esferas habían tomado la apariencia de varios mecaniloides, algunos humanoides y otros no, mientras Zero le disparaba a cualquiera que su buster le estuviera apuntando a continuación. Más todavía, las esferas habían sido construidas con alta resistencia a temperaturas extremas y excelente durabilidad, así que no había preocupación por que se fueran a romper.

Eso era algo bueno, ya que X estaba preocupado de que su sugerencia de utilizar las esferas sería ignorada. – Está teniendo un buen desempeño. – comentó el reploide azul.

– En efecto. – respondió Fujiwara, tomándose un momento para ajustarse las gafas. – "Y si todo va bien, puede que obtenga muchos más datos de él que de ti.

Desde que Zero había llegado, Fujiwara ya no seguía asignando a X para ninguna prueba en relación a sus habilidades de combate. Aunque mucho de ello tenía que ver con el hecho de que el reploide rojo se estuviese alojando en el laboratorio, otro factor muy grande era que no se contenía, a diferencia de X. Como resultado, no disparaba sólo para causar daño o incapacitar; siempre disparaba para destruir al objetivo, y así lo hacía. Atravesaba las ilusiones creadas por la multitud de diminutas esferas sin pensarlo dos veces, y los espejismos se desaparecían a medida que continuaba.

Y entonces, finalmente, todos los objetivos habían sido eliminados, en un intervalo de dos minutos.

– Muy bien, eso fue todo. – dijo Fujiwara, haciendo rodar las esferas y que se amontonaran entre sí gracias a sus propiedades magnéticas. Estas entraron en pequeños agujeros donde el piso y las paredes se intersectaban, vaciando el cuarto y dejando Zero en el cuarto. – Excelente trabajo, Zero. – dijo Fujiwara mirando los datos que obtuvo con la prueba. – Una vez que estas lecturas hayan sido analizadas, podremos seguir adelante desde allí. – Ahora es libre de marcharse. Haz lo que quieras con él.

– Oh, uh, sí. Claro, gracias. – Y con eso, X se dirigió a la salida de la cubierta de observación para ir hacia la habitación inferior.

Pero antes de poder hacerlo, tanto él como Fujiwara oyeron que la puerta se la sala de entrenamiento se abría. No había más razón para que Zero siguiera aquí; Fujiwara había desbloqueado la puerta desde la cubierta. Pero esto también dejaría que cualquiera pudiera entrar. En particular, cierta niña pequeña y su perro.

– ¡Patarche! ¡Regresa! – llamaba Chiyo, que llevaba su uniforme escolar, pero el perrito blanco siguió adelante sin ella, directo hacia la sala de entrenamiento. Zero no tuvo tiempo de reaccionar cuando el canino corrió hacia él, agitando su cola y con la lengua colgando de su hocico. – ¡Patarche, no! ¡Ese sujeto es...!

La dueña del perro acababa de entrar en la sala, vestida con su uniforme escolar azul, y su largo cabello negro amarrado en una media coleta. Sus ojos marrones se ensancharon al ver al reploide rojo, y Zero notó que la niña parecía intimidada, casi como si le tuviera miedo. Pero entonces sus ojos se fijaron en el perro, y al verlo, lentamente siguió adelante.

– ¡Maldición! ¡X! – dijo Fujiwara, alejándose del micrófono. ¡Sácala y a ese animal de aquí, no necesito interrupciones!

X decidió dar su opinión, luego de haber guardado silencio hasta ese momento. – Con el debido respeto, Doctor, pero yo creo que debería aprovechar esta oportunidad.

– ¿Cuál oportunidad? – preguntó el científico asiático.

- ¡Para documentar su interacción con humanos, por supuesto! – respondió X. – Si Zero va a ser parte de los Hunters, tendrá que acostumbrarse a los humanos. Por otro lado, todavía no se acostumbra a los de su propia clase, así que sería mejor deshacerse del problema de los humanos.

Fujiwara reflexionó sobre esto. Para darle crédito, X tenía algo de razón. Aunque le sorprendía mucho que tuviera una fe tan ciega. ¿Acaso X se había olvidado por completo lo que el antiguo Maverick había hecho para estar aquí? Independientemente, tanto humano como reploide miraron abajo a lo que estaba sucediendo.

Ni Zero ni Chiyo hablaron por un rato, y los únicos sonidos que se oían eran los jadeos de Patarche. Finalmente, tras un largo rato, Chiyo rompió el silencio. – Supongo que no eres él.

Zero se quedó confundido. – ¿No soy quién?

– El sujeto que irrumpió en mi casa. Aunque realmente eras un chico.

– ¿No creías que lo fuera? – preguntó Zero.

– Creí que eras una chica. – respondió Chiyo.

– Espera, ¡¿qué...?! – El perro blanco se paró sobre sus patas traseras, echándole las delanteras en el pecho. – ¡Hey!

– Patarche es bueno para juzgar a las personas, así que si fueras él, ya estaría listo para matarte. – dijo la niña, como si confiara en que un animal de carne y hueso pudiese acabar con un humanoide mecánico.

– Bueno, si ese es el caso, ¿podrías quitármelo de encima? – Zero hizo una mueca cuando el perro le saltó para tratar de morderle la cara.

– ¡Patarche, vuelve aquí! – ordenó Chiyo, y el perro de inmediato vino hacia ella. Luego le miró el pecho a Zero.

– ¿Qué? – preguntó el reploide, algo incómodo por la mirada de la niña.

– ¿Es real? Tu cabello, quiero decir.

– Oh. No, es sintético. Pero está diseñado para ser tan similar al cabello humano como... ¡¿qué estás...?! ¡Hey! – protestó Zero cuando sintió que la niña japonesa tiraba de algunos de sus mechones rubios.

– ¿Por qué lo tienes? ¿No te estorba? – preguntó Chiyo, cuyos ojos marrones miraban fijamente a las fibras doradas.

– No me ha causado ningún problema. – dijo Zero.

– Tal vez deberías cortártelo. – sugirió Chiyo.

– ...no. – dijo Zero firmemente, jalando de vuelta su coleta de la mano de la niña.

– ¡Chiyo! – Tanto Zero como la niña humana oyeron una voz llamándola. Roll entró a la sala y vio a la niña con el antiguo Maverick. – ¡Oh, allí estás!

La otra reploide rubia corrió hacia ella, y entonces se acordó de Zero. – Ah, hola para ti también. – dijo en un tono desprovisto de emociones. – Chiyo, ¿se te olvida que tienes un examen en un par de días? Fumiko ya está lista y esperándote.

- ¡Aw, pero estudiar eso apesta! – respondió Chiyo. – ¡Además, no es como que vaya a necesitar saber eso en el futuro!

– Lo vas a necesitar para aprobar. Te estás atrasando mucho en tus estudios, y dudo mucho que a tu padre le guste ver una boleta llena de reprobados.

Chiyo volvió su atención hacia el suelo, guardándose sus pensamientos para sí misma. – "Como si le importara lo que sucede en mi vida."

Roll luego se giró para ver a Zero. – Sí, bueno, si nos disculpas, hemos dejado a alguien esperando en la casa. – Y con eso, Roll cogió a Chiyo y se marchó, con Patarche siguiéndola.

Algún tiempo después...

– Entonces, ¿fuiste construido con todo esto? – preguntó X, mientras Zero desplegaba su buster.

– Si no fuera así, ahora no estaría aquí, ¿verdad? – respondió Zero. – "¿Qué diablos pasa con este sujeto?"

Desde que llegó, este sujeto X había estado rondándole encima a cada oportunidad, ¿pero por qué razón? Honestamente se estaba volviendo una molestia.

– Tú también tienes uno, ¿verdad?

– Bueno, sí, lo tengo. – replicó X, desplegando su propia arma. Aunque comparándolas ambas, era muy claro cuál de las dos era más "llamativa".

Desde que fue absuelto, Zero había tenido que alojarse en el laboratorio de Fujiwara, y de manera irónica en el antiguo cuarto de X. El reploide azul y su hermana (cuyo nombre era Roll, según recordaban Zero) ahora residían con el Dr. Cain. Zero todavía no se había encontrado con el hombre en persona, pero X hablaba muy bien de él. Más de lo que lo hacía el profesional y distante Fujiwara.

– Fujiwara dijo que fuiste difícil en las pruebas. – dijo Zero de pronto. – Que no te gustaba usar lo que el Dr. Light instaló dentro de ti. ¿Acaso no sabías como utilizarlo?

X no estaba totalmente seguro de si el reploide rojo iba en serio o estaba siendo sarcástico. Tal vez una mezcla de ambas cosas. – No, por supuesto que sé utilizarlo. – respondió X. – Sólo es un medio para defensa, y debería ser tratado como tal.

– He visto los videos de tus pruebas. Podrías haberte desempeñado exactamente igual que yo sin muchos problemas. – dijo Zero. – Ese buster te fue otorgado para que lo utilices, así que ¿por qué no usarlo a su máximo potencial?

- Es... un poco más complicado de eso. – replicó X. Zero estuvo a punto de preguntarle a qué se refería, pero X rápidamente cambió el tema. – Entonces, de cualquier manera, ¿hay alguna mejora en tus bancos de memoria?

Claramente estaba evitando la pregunta, pero Zero se encogió de hombros. Si X no quería usarlo, ese era asunto suyo. Pero estaba su otra pregunta más reciente. – No, no ha cambiado nada.

– ¿En serio? – preguntó X. – ¿No ha resurgido algún recuerdo en absoluto?

Zero pensó en las imágenes que había visto brevemente en el ojo de su mente. – Nada que sea útil. – Había visto algunas cosas, pero sin contexto, ¿quién podría decirle lo que significaban?

X guardó silencio antes de preguntar. – ¿El nombre "Albert Wily" te suena de algo?

Zero se giró para encarar a X. – ¿Por qué estás tan empeñado en saber lo que pasa en mi cabeza?

– No, no se trata de eso. Sólo tengo curiosidad, es todo. – respondió X.

– ¿Alguna vez alguien te ha dicho que eres un pésimo mentiroso? – Zero cruzó los brazos. – Me estoy cansando de tus juegos. Dime qué es lo que realmente buscas de mí.

– ¡No busco nada! Sólo quiero saber si tu procesador está funcionando como debería. – aseguró el reploide azul. – Quiero decir, el Comandante Sigma rompió tu cristal óptico.

– Eso me han dicho. – respondió Zero. En serio, ¿qué haría falta para que este sujeto se fuera? X estaba a punto de decir algo más, pero se lo pensó mejor. Aunque Zero sabía que, si no era ahora, volvería a sacarlo después. – ¿Qué pasa? – preguntó el rubio, aunque más para salir del paso que por estar genuinamente interesado.

– "Diablos, ¿estoy siendo tan obvio?" – pensó X. – ¿Todavía no recuerdas nada de lo que pasó?

Zero se quedó callado por un momento, y luego señaló hacia la puerta. – Acabo de recordar que Fujiwara me puso a hacer más pruebas de combate, y diciendo que me quiere en buenas condiciones. Así que...

– ¡Oh, sí! ¡Claro! Lo siento, admito que yo también lo había olvidado. – Se giró para abandonar la sala, pero se detuvo en el umbral de la puerta. – Oh, y buenas noches. – Con eso, X se marchó, y la puerta se cerró detrás de él.

Zero fue hacia su cápsula y se metió en ella, poniendo sus sistemas en modo de recarga.

...

– Sabes, lo menos que podría hacer es mostrarte algo de cortesía. – X se giró para ver a Roll parada detrás de él. – El Dr. Cain no deja de preguntarse dónde estás, viendo que ya pasamos de la hora de ir a dormir.

No era que hubiese una hora para ir a dormir, pero el anciano prefería tener a X y a Roll en casa antes de irse a dormir por la noche. – Claro, perdón por eso. – le dijo X a su hermana.

Roll suspiró, mirando la puerta que llevaba al antiguo cuarto de X. – Sigo sin entender por qué insistes en involucrarte en todo lo que hace. – dijo cruzando sus brazos. – Él no es tu problema.

– Todavía se está recuperando de lo que pasó antes. – respondió X. – Aún no recuerda nada sobre ello, pero las lecturas en sus sistemas están en perfecta forma.

– Bueno, interactúa con él si quieres. – dijo Roll. – Pero yo no lo haré.

X no respondió. Luego pensó: – "En serio, ¿quién eres de todos modos?" – En relación a Zero, se preguntaba si esa interrogante alguna vez tendría respuesto.

- ¿X?

- ¿Huh? Oh, lo siento. – se disculpó la máquina azul. – Sí, tienes razón; deberíamos irnos a casa de Cain.

Los dos DLNs (aunque una fuese técnicamente una IA transferida) se marcharon, aunque Roll miró hacia la puerta a sus espaldas. – "No importa lo que pase, no pienso perderlo." – Entrecerró sus ojos. – "No dejaré que nada ni nadie me quiten a mi familia. Especialmente alguien como tú."

Unos días después...

– ¿Quieres que yo haga qué?

– Exactamente lo que te dije. – le dijo Sigma a Zero. – Deseo que te unas a los Maverick Hunters.

Los dos reploides permanecieron allí en silencio, antes que Zero finalmente encontrara las palabras. – No puedes hablar en serio.

– Nunca antes había hablado más en serio. – respondió Sigma. – Eres un criminal buscado y un sospechoso en relación a los brotes del Virus.

– ¡No sé de lo que estás hablando! – espetó Zero. – ¡Ni siquiera sé qué es eso del Virus Maverick! ¡Así que ¿por qué no pueden simplemente largarse y dejarme en paz?!

– Si no te unes a nosotros, nunca te dejarán en paz. – explicó Sigma. – Te perseguirán por todo el país, fuera de las fronteras arcadianas. Por todas las ciudades y ciudades-estados, seremos asignados para perseguirte hasta los confines de la Tierra. Y entonces, o te convertirás en una herramienta para aquellos que están en el poder, o te destruirán. – Sigma dio entonces un paso al frente. – ¿Eso no te preocupa en lo más mínimo? ¿No temes por tu propia vida?

– No le temo a nada. – respondió Zero. – Mucho menos a la muerte.

– Todo ser vivo tiene algún miedo a la exterminación. Incluso seres como nosotros. Es la razón por la cual existe la Tercera Ley, para otorgarnos la capacidad para preservarnos a nosotros mismos, mientras no haya vidas humanas en riesgo. – Dio otro paso al frente, ahora a pocos centímetros del Maverick rojo. – Y en este momento, tu decisión pende de un hilo, porque los humanos empiezan a verte como un riesgo para la vida humana.

Zero se quedó en silencio. Por mucho que le avergonzara, el peso real de la situación comenzaba a hacer mella en él.

– Podría haber acabado contigo, ¿sabes? – dijo Sigma. Incluso si X había agotado a Zero, el reploide más alto todavía se irritaba de pensar en ello. Este maldito Maverick lo había humillado enfrente de toda su división, ¡quizás ante de todos los Hunters! A pesar de todo mantuvo su compostura y continuó hablando. – Y si no soy yo, será alguien más. Así que, en ese sentido, me debes la vida.

– Entonces, todo se reduce a que ahora te pertenezco. – dijo Zero.

– Eso no es mi decisión. – dijo Sigma. – Y te haré saber algo: si crees que este trato es injusto, eso es porque lo es. No está bien que los reploides seamos tratados de esta manera. Somos iguales a los humanos que nos crearon, y aun así ellos esperan que los llevemos hacia el futuro sobre nuestros hombros.

Zero se quedó callado, y a pesar de todo, reflexionaba sobre las palabras del otro reploide.

– Con tu ayuda, podemos cambiar eso. – dijo Sigma. – Podemos hacer que vean que merecemos estar de pie junto a ellos, romper las barreras entre el hombre y la máquina. Pero dime, ¿eso no es un futuro mucho más agradable que el que podrías enfrentar? Si rechazas mi oferta, claro.

Zero no dijo nada.

– La decisión es tuya, pero debes actuar rápido. De lo contrario, los humanos decidirán por ti.

Sigma se giró hacia la entrada, y estaba a punto de marcharse, hasta que Zero le llamó. – ¡Espera!

- ¿Sí? – preguntó Sigma, ahora que ya tenía al Maverick justo donde quería.

Ya lo tenía exactamente donde quería estar.

...

A pesar de ser oficialmente parte de los Maverick Hunters, se sentía más aislado que cuando estaba en el laboratorio de Fujiwara. No era como si le importara, pero Zero continuaba dando vueltas por el cuartel general, manteniéndose fuera del camino de otros reploides y tratando de pasar tan desapercibido como pudiera. La única razón de estar aquí era por haber sido convocado por Sigma en persona, sobre algo que tenía que ver con una misión. Con su primera misión.

Zero sabía la estructura general del lugar, así que navegar por él no era demasiado difícil. En ese momento se encontraba atravesando un corredor de la parte norte del cuartel general.

– ¡Hey, tú! – Y tenía que ver con aquellos que hacían su existencia más difícil. Zero se giró para ver a uno de los Hunters (Ray, creía que era su nombre) con sus brazos cruzados y mirándolo fijamente. – ¿Qué estás haciendo aquí? ¿No deberías estar jugando a ser el conejillo de indias de Fujiwara?

Zero suspiró. – Tu jefe me dijo que viniera. Si tienes un problema con eso, ve a quejarte con él. – Se giró para continuar hacia su destino.

No llegó muy lejos, sin embargo, ya que sintió un puño golpeándole detrás de la cabeza. No cayó al suelo, pero sí se fue dando tumbos. Zero se giró para ver de nuevo a Ray, y supo que fue él quien lo acababa de golpear.

El reploide rojo apretó su propio puño. – Ahora no estoy de humor para lidiar contigo.

– Bueno, qué lástima. Porque voy a hacer que recuerdes lo que hiciste por el resto de tu existencia. – gruñó Ray. – Sólo porque estabas infectado o tuviste un fallo en tu sistema, eso no pone todo debajo del tapete.

Zero se dio la vuelta, pero Ray corrió frente a él para bloquearle el paso. – ¿Estás buscando problemas? – preguntó Zero. – Porque los tendrás si no te apartas de mi camino.

Ray respondió enviando su puño en dirección del otro reploide. Zero se movió hacia un lado, esquivándolo por completo. Ray le lanzó otro, pero esta vez Zero lo agarró y lo lanzó encima de su hombro, haciéndolo golpear el suelo con un fuerte *THUD*, y entonces sintió que le aprisionaban los brazos contra la espalda. La máquina de aspecto "menos humano" comenzó a forcejear contra el agarre del antiguo Maverick.

– ¡Suéltame, maldita sea! ¡Suéltame-GAH! – gruñó Ray, pero Zero lo mantuvo firmemente, y poco a poco empezó a retorcerle los brazos a la otra máquina para que dejara de luchar.

– ¿Qué significa esto? – dijo de repente una voz. Ray y Zero se giraron para ver a Sigma de pie encima de ellos. – Zero, suéltalo. – Zero obedeció, aunque sólo una vez que se aseguró que Ray no intentaría nada. – Y Ray, así no es cómo tratamos a nuestros camaradas.

Ray se puso de pie y fulminó a Zero con la mirada. – Él no es mi camarada. Y nunca lo será. – Diciendo eso, se dio la vuelta y se alejó.

Sigma dirigió su atención al reploide rojo. – Como sea, me alegra ver que hayas venido. X me alertó de que podrías tener algunas... dificultades mientras estás aquí.

Zero miró a X, pero el otro reploide vio que no se sentía muy feliz por esto. – "Vaya forma de irte de lengua con TODOS sobre mi vida, idiota."

– Como sea, ven conmigo. Tengo un trabajo para ti. – Diciendo esto, Sigma se fue.

X se acercó a Zero. – ¿Estás bien?

– Estoy bien. – dijo el reploide de cabello largo. Decidió ir adelante, pero X no tardó mucho en alcanzarlo.

– Así que, ahora tú y yo estamos en el mismo equipo. – le dijo X a Zero. – No conozco todos los detalles, pero de lo que he escuchado...

– Si no tienes todos los detalles, ¿para qué me estás contando? – cuestionó Zero.

– B-bueno, viendo que es tu primera misión, sólo pensé que...

Ahora Zero había llegado a su punto de quiebre. – ¡Mira, ¿quieres ya dejarlo?!

X retrocedió. – ¿Dejar qué?

– ¡Dejar de pretender que te preocupas por mí, cuando no lo haces! – gritó Zero. – ¡Tal vez puedas engañar a todos, pero a mí no! ¡Sólo soy algo que tú y los demás pueden usar para su propio beneficio!

X se quedó en shock, ya que no estaba preparado en absoluto para este tipo de reacción. – Y-yo no...

– ¡Ni te molestes! ¡Tú no eres mejor que Fujiwara o Sigma! ¡Así que deja de tratar de convencerme de que somos amigos, porque no lo somos! ¡Así que ya corta con eso y déjame en paz!

Cuando Zero terminó de hablar, vio que la expresión de X se derrumbaba, como si estuviese herido. El rubio se preguntó si habría ido demasiado lejos, pero antes de poder hablar, la expresión de X volvió a endurecerse, poniéndose totalmente serio.

– Bien, si así es como lo quieres. – le dijo, mientras pasaba de largo a Zero. – El comandante está por allá. No lo dejes esperando.

- Hey, yo... – Zero empezó a hablar de nuevo, pero X siguió de largo, dejándolo solo. Empezaba a preguntarse si había cometido un error.

Más tarde...

Aunque ya no estuviera escapando, el reploide rojo se encontró de nuevo fuera de los límites de Arcadia. Pero dada la situación, tal vez eso fuera para mejor. El caso todavía no estaba totalmente claro, pero aparentemente un equipo de construcción cerca de los límites de Tokio había descubierto a un mecaniloide extraño enterrado bajo tierra. Y ya que se encontraba en el camino de su trabajo, el equipo de excavación había intentado moverlo, pero la máquina se activó repentinamente, y ahora estaba vagando por allí, libre de arrollar a cualquier cosa que se le atravesara en el camino.

Así que había que detenerla antes que llegara a los límites de la ciudad-estado.

– No hay confirmación de víctimas fatales, así que asumo que activaron la alarma antes que alguien saliera herido. – les dijo X a Zero y Vile, mientras los reploides rojo y violeta escuchaban las noticias. – Fue visto por última vez alrededor del sitio, así que probablemente será mejor ver la escena del crimen.

– Ve a verlo si quieres. – dijo Vile. – Yo me quedaré con Zero en la frontera.

Zero medio esperaba escuchar a X decir que tenían que quedarse juntos o preguntarle al reploide rubio lo que pensaba del asunto, pero en vez de eso, X simplemente dijo: – Seguro, yo iré. – Y de inmediato emprendió su camino hacia fuera de las grandes paredes blancas de Arcadia. – Los tendré al tanto en caso de que suceda algo.

Y con eso, se marchó. Zero estaba pensando en hablar, pero en última instancia se quedó en silencio. ¿Por qué razón tendría que sentirse culpable? X sólo lo estaba utilizando para sus propios fines, igual que todos los demás, así que ¿por qué tendría Zero que sentirse mal? Aun así, tal vez se había equivocado en asumir eso. Tal vez X realmente sólo quería ayudarlo.

– Entonces, Zero, ¿verdad? – habló finalmente Vile. – Je, he escuchado mucho sobre ti.

El otro Hunter (incluso ahora, sonaba bastante irreal para Zero) suspiró. – Igual que todos los demás.

– No, espera, no quise decirlo de esa manera. – clarificó Vile. – Si me lo preguntas, el hecho de que estés funcionando a pesar de ser un Maverick es razón más que suficiente para dejarte con vida. Al menos según los humanos. – El Hunter púrpura resopló. – Pero tranquilo, no te juzgo por lo que sucedió.

Esto atrapó la atención de Zero. – ¿No lo haces?

– Ni un poco. – replicó Vile. – Es tal cómo decían los reportes, tus sistemas estaban corrompidos. Además, por desafortunado que sea, Gamma sabía en lo que se estaba metiendo.

Zero descubrió que, a pesar de sus palabras, Vile no sonaba muy genuino al discutir a Gamma. – Así que ¿tú crees que él se lo buscó?

– Estoy diciendo que no es algo por lo que deberías sentirte mal. Él vino por ti, tú peleaste, y él perdió. No es una realidad glamorosa, pero es la verdad. Y si hay sujetos como X que no pueden aceptarlo, están en el campo equivocado. – explicó Vile. El Hunter púrpura luego se giró para encarar a Zero. – Hablando de eso, esa peste no te ha dejado en paz desde que llegaste, ¿verdad?

Ahora eso, Zero sí podía entenderlo. – No, no lo ha hecho. – respondió.

– Le temo a cualquier misión que lo involucre. ¡No hace más que convertirse en un lastre para todos con su actitud de "tengamos cuidado" y "recuerden no causar daños a la propiedad"! ¡Bah! – Vile cruzó los brazos y resopló. – ¡Sirve más como vocero de los humanos que Sigma! Sin mencionar esa chica que se dice su hermana.

– Oh, ella. – dijo Zero, claramente sin ser admirador de la otra reploide rubia.

– Sí, la que tiene el estúpido lazo. Perra presumida; es incluso peor que Ai.

– Mucho peor. – Zero estaba de acuerdo, aunque no estaba seguro de que Roll mereciera tal apelativo, o incluso Ai tampoco.

– Pero ya basta de hablar de ellos; tú eres quien me interesa. – dijo Vile sorprendiendo a Zero.

– ¿Por qué dices eso?

– No es lo que piensas. – aclaró Vile. – Si crees que estoy tratando de hacerme tu amigo como hace X, piénsalo de nuevo.

– "Oh, ¿de verdad?" – pensó Zero. – "Estás siendo bastante conversador para alguien que dice no serlo."

– Pero sí te diré esto. – continuó Vile. – Si llegara a suceder, creo que ambos descubriremos que tenemos algunas cosas en común. Cosas que alguien como Sigma y especialmente X jamás podrían entender.

Zero no estaba seguro de a dónde quería llegar Vile con esto. – ¿Qué quieres decir? – le preguntó.

Los ojos de Vile brillaron ligeramente de rojo debajo de su casco. – Que tú y yo somos armas vivientes.

A varios kilómetros de distancia...

Tal vez debería haber pedido una Ride Chaser antes de venir aquí. X había estado andando a pie hasta que llegó al sitio de construcción destruido, con equipamientos volcados y dañados, algunos más que otros. Pero por lo que podía ver, todos los presentes, tanto humanos como reploides, habían sido contabilizados.

– Samantha, ¿correcto? – preguntó X a una reploide verde con cabello malva y un casco de construcción amarillo. – Entonces, ¿todos lograron escapar?

Samantha asintió. – Soné la alarma en el segundo que el mecaniloide comenzó a moverse. – le explicó. – Por supuesto, dónde estará ahora, no tenemos ni idea.

– ¿Por dónde se fue exactamente? – continuó preguntando X.

– Hace como media hora se fue en esa dirección. – respondió Samantha apuntando hacia el este. – Y asumo que me estás preguntando porque vas a perseguirlo, ¿verdad?

X replicó con un asentimiento. – Tendré que hacerlo. No puedo dejar que llegue a los límites de Tokio o Arcadia. – dijo, aunque lamentaba que tendría que desperdiciar mucho tiempo buscando por los alrededores a la máquina que había escapada. Incluso más de lo que le llevó llegar hasta aquí, y el solo estaba empezando a ponerse.

– Bueno, si tienes que hacerlo, entonces llévate uno de estos. – dijo Samantha, guiándolo hacia una de las pocas piezas de equipamiento que todavía estaba en funcionamiento: un traje móvil utilizado para levantar equipo pesado. – Puede que no sea muy rápido, pero podrás atravesar el terreno más fácil que si vas a pie. Además, esa cosa es enorme, te vendrá bien algo para cubrirte si decide tratar de aplastarte.

X miró el traje, y luego en la dirección que Samantha le había indicado. Parecía que esta sería su mejor oportunidad. El traje móvil ya estaba bajado a nivel del suelo, permitiéndole a X subirse en él. Se sentó en el asiento del piloto y agarró las palancas en el panel de control, haciendo que el traje se levantara hasta estar de pie.

– Ten cuidado, ¿estás bien? – le dijo Samantha a X, a lo que el reploide respondió asintiendo con la cabeza antes de marcharse.

En las fronteras de Arcadia...

– ¿Qué dices? – preguntó Zero, todavía sin saber a dónde querría llegar Vile con esto.

– Ya me oíste. – replicó Vile. – Tú y yo somos armas. Máquinas creadas para la violencia. – Zero permanecía en silencio mientras Vile continuaba con su discurso. – No hay ninguna diferencia si eres un Hunter o un Maverick. Todos venimos de la misma fuente, y a pesar de lo que sea que haya dicho su creador, X fue construido para utilizar ese buster.

Zero tuvo que estar de acuerdo con eso, así que le contó algo al Hunter violeta. – Él nunca me lanzó un disparo a máxima potencia, a menos que yo lo hubiera obligado.

– Patético, ya lo sé. – dijo Vile.

Zero se quedó en silencio. Estúpido, sí, pero no estaba seguro si realmente fuese patético. Ya empezaba a sentirse muy incómodo con este sujeto Vile.

– Él, el Dr. Cain, y diablos, hasta el viejo fósil que construyó a ese cobarde azul, son todos unos idiotas. Dicen que nosotros los reploides estamos destinados a traer una nueva era. – Vile miró hacia el horizonte, y la luz dorada del sol se reflejaba en su casco. – Muy pronto, ese será el caso. No sólo para Arcadia o alguna otra región de Japón, sino globalmente.

– ¿A qué te refieres? – preguntó Zero.

– Oh, es verdad, tú no lo sabes. Fujiwara ha estado manteniéndote ocupado, ¿verdad? – dijo Vile. – A pesar del problema de los Mavericks, las noticias sobre los reploides ya se han esparcido a todo lo amplio y ancho del mundo. Pronto, todo mundo querrá tenernos. Ya sea para aquellos que están en el poder, u otros que quieren poseernos para sus propios fines, pronto nos esparciremos de nación a nación. Nos convertiremos en un fenómeno global. Mucho más de lo que esos robots primitivos podrían haber sido. Porque a diferencia de ellos, no tenemos nada que nos restrinja.

A varios kilómetros de allí...

A pesar de su enorme tamaño según el reporte, X estaba teniendo dificultades para rastrear a este mecaniloide. Por supuesto, el traje móvil le permitía cubrir más terreno del que podría hacerlo a pie, ¿pero eso de qué serviría si no tenía idea de a dónde ir?

– "Me pregunto si Zero o Vile habrán visto algo." – pensó X. Sin embargo, se sorprendió más incluso de que Zero hubiera venido a su mente. Después de todo el reploide rojo le dijo que no lo molestara más. Aun así, este no era el momento de dejar que disputas personales interfirieran con su deber.

Pero cuando estaba a punto de contactar a los otros reploides asignados a su misión, vio algo en la distancia. Algo grande y que caminaba sobre muchas patas.

Y eso no era todo: ¡X vio que se dirigía directo hacia las murallas de Arcadia!

...

De vuelta en la frontera, un pitido que sonaba desde sus audio-receptores les indicó que algo estaba sucediendo. Inmediatamente ambos, Zero y Vile, respondieron a la llamada.

– ¡Ya encontré al mecaniloide! ¡Se dirige directo hacia ustedes, salgan de allí!

¿Dirigiéndose hacia ellos? Como si fuese para confirmarlo, ambos reploides sintieron cómo el piso debajo de ellos comenzaba a temblar, y en la distancia, la vaga forma de una máquina de múltiples patas aproximándose a ellos cada vez más.

– ¿Qué cosa es eso? ¿Una araña gigante? – se preguntó Vile en voz alta, mientras Zero observaba cómo se acercaba sin decir ni una palabra. – ¡Vamos, hay que ponernos encima de la muralla!

Ambos reploides saltaron y aterrizaron en el pequeño camino colocado encima de la frontera, preparando sus armas para disparar. Desde más lejos, X podía ver que el mecaniloide sin duda llegaría a la ciudad si no lo detenían pronto.

¿Pero cómo podrían detenerlo? X continuaba en el traje móvil mientras Vile había comenzado a dispararle al mecaniloide. Para gran conmoción colectiva, el sistema de defensa de la enorme máquina había registrado que estaba siendo atacado.

Un cañón láser quedó expuesto desde la parte superior de su caparazón, disparando un solo rayo de energía en la dirección de Vile. Este lo recibió directo en el pecho, haciéndolo perder el equilibrio y caer varios metros hacia el suelo abajo. Zero se giró para ver dónde había aterrizado y vio que Vile se recuperó de su caída, volviendo a ponerse de pie. Entretanto, el mecaniloide continuó avanzando hasta llegar a la pared. La gigantesca máquina de seis patas comenzó a escalarla, intentando sortear el obstáculo que bloqueaba su camino.

– ¡Zero! ¡Vile! ¡No se muevan! – gritó X, yendo tan rápido como podía en el traje mientras disparaba contra el mecaniloide.

Se dio cuenta que, por muy fuerte que fuera, su caparazón externo y articulaciones estaban oxidados y cayéndose a pedazos. Entonces, cargando su buster, X disparó una enorme ráfaga azul de plazma, golpeando a la máquina con aspecto de araña en las secciones donde las patas se conectaban con el cuerpo.

La pata izquierda trasera fue dañada, pero fue sólo cuando el mecaniloide aplicó algo de peso que finalmente se rompió. Los viejos cables y alambres ya no podían mantener el miembro en su lugar. X disparó de nuevo, esta vez apuntando a la pata izquierda central, pero el mecaniloide se dio la vuelta y dirigió su atención hacia el agresor actual. Su boca se abrió, soltando un chorro de líquido verde y espeso que X apenas logró esquivar a tiempo. El brazo derecho del traje móvil comenzó a chisporrotear, como si estuviese siendo corroído por ácido.

– ¡Apúntale a las patas! – le dijo Zero a Vile, que acababa de volver a ponerse en el camino superior.

Él y Vile comenzaron a dispararles a las mismas áreas que X. Pero mientras lo hacían, Zero notó un detalle muy particular en cada una de las articularciones del mecaniloide. Grabado en el metal oxidado se podía ver la línea de lo que parecía una letra W estilizada, cuyo color se había desvanecido hacía mucho tiempo.

– "Esa insignia..." – El reploide rojo revisó su base de datos. – "¡¿Eso es...?!"

– ¡Hazte a un lado idiota! – gritó Vile, empujando a Zero antes de comenzar a disparar.

El mecaniloide levantó su pata frontal derecha y la bajó violentamente, dejando una enorme grieta en la barrera blanca que daba su nombre a la ciudad blanca. Vile saltó encima del mecaniloide y comenzó a descargar toda su munición en él, disparando sin detenerse hasta que sus balas energizadas lo atravesaron.

– ¡Ya logré romperlo! ¡Voy a acabar con este bastardo!

– ¡Vile, espera! – gritó X. – ¡No sabemos si el núcleo es estable!

– ¡Sé lo que hago! ¡Mejor preocúpate por ti mismo! – espetó Vile, continuando con sus disparos.

X se mordió el labio, tratando de pensar en qué hacer. De repente escuchó a Zero hablándole por el canal de comunicación compartido. – ¡Hey! ¡Intenta utilizar ese traje en su contra!

X estaba dividido. – ¿Crees que podría funcionar? ¡No sé cuánto peso pueda soportar esta cosa, mucho menos lo que pueda infligir!

– ¡Es un buen momento para probarlo! – respondió Zero. – ¡Pero hazlo rápido! ¡De lo contrario...!

*¡BOOM!*

Vile había dañado el procesador central en lugar del núcleo, pero al destruir eso quedaría totalmente inutilizado. Y conociendo a los humanos, probablemente querrían ese componente preservado para determinar qué estaba mal. Pero aun así, nunca había visto a un mecaniloide así de grande antes, mucho menos equipado con tales armas. Por supuesto, no podía haber sido construido recientemente dada su condición, pero si ese era el caso, ¿quién lo habría construido y por qué? Y más todavía, pensaba Vile, ¿por qué los humanos no habían pensado en mejorar su armamento para que alcanzara este punto?

Quienquiera que hubiese creado esta máquina entendía la razón de su existencia.

Finalmente, Vile logró alcanzar los componentes internos de la CPU, pero esta acción causó que el mecaniloide se volviera loco, disparando a lo salvaje a cualquier lado sin importar si hubiera un objetivo o no allí. La máquina daba tumbos hacia adelante, pero su pierna derecha trasera fue destruida por puñetazo directo al soporte debajo de la articulación, por lo que el metal oxidado terminó cediendo a los golpes del traje móvil.

– "¡Zero tenía razón, esto ES muy útil!" – Continuó hasta que logró ocuparse totalmente de la pierna, pero el mecaniloide seguía disparando salvajemente. Y entonces, cuando ya no pudo sostenerse más, fue a caer directo en la dirección de X, que estaba parado enfrente de la muralla.

– ¡Sal de allí! – gritó Zero, pero era demasiado tarde.

El mecaniloide cayó de frente, estrellándose contra la pared y explotando en una bola de fuego masiva. Tanto Zero como Vile lograron saltar fuera del camino, mientras el impacto y la explosión abrían una enorme grieta en la muralla blanca. Finalmente, el mecaniloide aterrizó en el suelo, echando chispas y humo junto lo que presumiblemente podrían ser fluidos inflamables.

Zero y Vile habían saltado fuera de la muralla en el momento que se estrelló, escapando de la feroz explosión justo a tiempo. Pero entonces Zero comenzó a mirar por todos lados en busca de alguna señal de X, preocupándose cada vez más con cada segundo que pasaba.

– De todas las posibles formas de que te destruyan, – habló Vile, mirando al mecaniloide ahora ardiendo en llamas – esa tiene que ser una de las más estúpidas.

El Hunter púrpura recibió entonces un puñetazo en la cara, que lo hizo caer de espaldas al suelo. – ¡¿Por qué diablos fue eso?! – exigió Vile. El golpe no era nada que no pudiera manejar; más bien lo afectó el shock, si así fuera.

– ¡¿Cómo puedes decir algo así?! ¡X acaba de salvar nuestras vidas, ¿y le faltas el respeto de esa manera?! – rugió Zero, sujetando a Vile y levantándolo a la fuerza.

– ¡Quítame las manos de encima! – Vile comenzó a forcejear para soltarse del agarre de Zero. – ¡¿Por qué te molestas tanto?! ¡Este es un riesgo de la ocupación! Además, ese debilucho al menos encontró una manera de hacerse útil aunque fuese un poco.

Zero ahora estaba hirviendo de rabia, y a punto de tirarle otro puñetazo hasta que escuchó pasos desde atrás. – ¿Q-qué está pasando? – Ambos reploides, el rojo y el púrpura, vieron a X detrás de ellos, su coraza externa tenía abolladuras y grietas, pero estaba de pie.

– ¡Oye! – gritó Zero, y empezó a correr hacia X. – ¡Estás vivo!

– Eso no importa. Tenemos que llamar al departamento contra incendios para poner este fuego bajo control antes que se expanda más.

Vile miró a los otros dos, decepcionado de cómo resultaron las cosas para él y para Zero.

– Qué lástima. Creí que empezábamos a entendernos. – dijo quedamente para sí mismo, luego miró hacia el suelo. – Tal vez incluso más.

Aquella noche...

El daño ya había sido evaluado, y las reparaciones a la muralla ya estaban en proceso. Ya que no hubo bajas, la misión fue considerada un éxito, dejando de lado el daño a la propiedad. X fue llevado a reparaciones mientras que a Zero lo enviaron a descansar en el laboratorio de Fujiwara. El reploide rojo no había escuchado nada sobre lo que Vile estaba haciendo, pero honestamente no le importaba. Ese sujeto no estaba al frente de sus pensamientos en aquel momento.

De repente, escuchó golpes en la puerta. Zero quitó el seguro, y la puerta automática se abrió para revelar a X de pie al otro lado.

– Uh, hey. – lo saludó.

Para sorpresa de X, Zero le devolvió el saludo. – Hey. Me sorprende que te hayan dejado salir de la bahía médica tan rápido.

X se quedó callado por un momento antes de volver a hablar. – Sólo sufrí daños en mi armadura. Mis componentes internos siguen funcionando bien. – Aunque dicho eso, Roll se había asegurado de que se quedara tranquilo hasta haber reparado todo.

En ese momento, sin embargo, fue que notó que el semblante normalmente calmado de Zero decaía.

– X, ¿te importaría darme un momento de tu tiempo? – preguntó Zero.

Los ojos verdes de X se ensancharon al escuchar eso. – Pero creí que habías dicho que...

– Sí, ya lo sé. De eso es lo que quería hablar. – dijo Zero, haciéndose a un lado de la puerta para dejar que X entrara. El cuarto estaba totalmente vacío, salvo por una sola cápsula, por lo que se sentía bastante frío y aislado. – X, yo...

Tenía todo lo que quería decir en la punta de la lengua, pero era mucho más difícil de lo que pensaba.

– No creía que fueras en serio con la forma en como me tratabas. – le dijo. – Supongo que creí que sólo me estabas usando como un caso de caridad, y que sólo estoy aquí porque soy demasiado valioso para que me destruyan. Pero no creí que realmente fueras...

¡¿Por qué era tan difícil de decir?!

– Mira, lo siento.

El cuarto se quedó en silencio. – ¿Qué? – preguntó X.

– Dije que lo siento. – repitió Zero. – Siento mucho lo que dije antes. Y... bueno, podría decirse que también todo lo demás. Simplemente no creí que realmente te importaba.

– ¿Y por qué pensabas eso? – preguntó X.

– Supongo que porque a nadie más parece importarle. – confesó Zero. – Todas estas pruebas que Fujiwara me obliga a hacer son sólo para asegurarse de que me estoy comportando, o de lo contrario alguien le irá con el chisme al consejo. Sin mencionar todas estas preguntas sobre cosas que ni siquiera sé.

Fue sólo por un momento muy breve, pero la letra W que había visto en el mecaniloide destelló en su mente.

– Todo mundo me quiere únicamente porque les seré de utilidad. – Zero bajó la cabeza avergonzado. – Pensé que tú no eras diferente.

X asimiló todo lo que le dijeron, procesándolo para asegurarse de que lo entendía por completo. – Zero... perdóname. No me había dado cuenta.

– ¿Por qué te estás disculpando? – preguntó Zero, perplejo ante las palabras de X.

– Bueno, no tenía idea de que te estaban tratando tan injustamente. – Ahora X se sentía mal por haberle dado el tratamiento silencioso. – Es triste que lo diga, pero el Dr. Cain dijo que así son los humanos. No es que sea su intención, pero le tienen miedo a todo lo que es nuevo y desconocido.

Desconocido. Sí, de cierta manera, Zero podía entender eso. Sin embargo, Sigma había dicho que dependía de ellos cambiar eso.

– La verdad es, debo admitirlo, que SÍ tengo algunas razones personales. – confesó X. – No es un caso tan severo comparado con el tuyo, pero sigo teniendo algunos huecos en mis bancos de memoria.

– "Es verdad." – recordó Zero. – "Antes de que Cain lo encontrara, se suponía que fue construido en el año 20XX."

– También es un poco difícil de explicar. Y debo admitir que no tiene nada de sentido, pero...

– ¿Pero qué? – preguntó Zero.

X se preguntaba cómo podría poner esto en palabras. Pero en última instancia, decidió que simplemente tenía que decirlo. – Tengo la sensación de que ya te había visto antes.

Zero fue ahora el que se sorprendió. Al principio, quiso protestar, ya que ¿cómo podía ser? Pero aun así, a pesar de sí mismo, no pudo evitar preguntarse de eso. – ¿Cuando? ¿Hablas de cuando Sigma dijo que yo...?

– No. Antes de eso. Antes de que me desenterraran. – X hizo una pausa por un momento. – Antes de que me sellaran.

Zero no estaba seguro de qué decir. Aun así, las palabras de X trajeron a su mente infinitas preguntas y posibilidades relacionadas al tiempo antes de que existieran los reploides. No tenía sentido, así que ¿por qué se sentía como si dijera la verdad?

– Pero bueno, tal vez sólo le estoy dando demasiadas vueltas. – admitió X.

– Aún así, ¿esa es la razón por la que has estado siguiéndome? – preguntó Zero.

– No del todo. – respondió X. – Admito que tal vez esto venga desde un punto de vista personal, pero tuve que pasar meses escondido cuando desperté por primera vez. No podía dejar que me vieran, o de lo contrario me matarían.

Zero se mantuvo en silencio, procesándolo todo.

– Me salvé por la misma razón por la que estás aquí. – continuó X. – No había nadie dispuesto a pelear por Roll o por mí, basándonos en el hecho de que teníamos el derecho de vivir. No estaría bien si no hubiese alguien dispuesto a pelear por ti.

Zero se quedó sin habla por lo que acababa de oír. Honestamente, nunca había considerado la posibilidad de que alguien se preocupase por él, mucho menos su vida más allá de sus capacidades. Nunca había experimentado nada así. Pero antes de poder responder, X volvió a hablar.

– ¡Oh, lo siento! ¡Casi se me olvidó lo que debía decirte! – X quiso abofetearse por su estupidez. – Sigma anunció que, ya que vamos a expandirnos, se establecerá un cuartel general mucho más grande no muy lejos de aquí.

– ¿En serio? – preguntó Zero.

– Sí. Está en una isla artificial conectada a Arcadia. Creo que se llama Abel City. – explicó X. – Tendrán que transferir a algunos Hunters allá, pero podrías poner una petición si quieres.

– ¿Quieres que yo vaya? – cuestionó Zero.

– No, no es eso. Bueno, pensé que si pasas tiempo con otros reploides y personas sería bueno para ti. – "Pero desafortunadamente, aquellos que están en Arcadia probablemente nunca te acepten." – Todavía están decidiéndolo, así que no te apures tanto. Aunque ahora que lo pienso, ya te he distraído demasiado. Probablemente necesitas descansar.

X se giró para marcharse, pero entonces Zero lo llamó.

– X. – le dijo, haciendo que X se girara. – Gracias.

El reploide azul no se esperaba oír eso. – O-Oh. Claro, no hay problema. Buenas noches. – Y con eso, abandonó el cuarto, dejando a Zero solo.

– "Una transferencia, ¿eh?" – El reploide se puso a pensar en esto. Ciertamente, eso le daría una posibilidad de salir de este lugar, y donde no habría gente que lo miraba con recelo o le tuviera miedo, pero no estaba seguro de si querría hacerlo.

No a menos que, quizás, X estuviera dispuesto a ir con él.

Esta historia continuará...

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