Emergiendo respuestas y misterios
El rostro de Sigma bajó la mirada hacia X. El reploide azul se dio cuenta que su antiguo comandante ya no estaba realmente presente frente a él, sino que se trataba de una imagen proyectada. Pero dicha imagen de alguna manera logró acabar con Spark Mandrill justo frente a él. ¡Imposible, pero acababa de ocurrir frente a sus ojos!
– Hm, vaya despliegue de lealtad. Probablemente planeaba entregarse para salvarse a sí mismo. – murmuró en voz alta el holograma, observando con sus ojos azules el cuerpo caído de Mandrill. Luego desvió su atención hacia su antiguo subordinado. – Ha pasado un tiempo, ¿no, X?
La boca de X colgaba abierta, con sus ojos verdes de par en par observando la imagen semitransparente del Hunter convertido en Maverick. A diferencia de antes, Sigma llevaba una elaborada capa roja que se arrastraba por el suelo, unas hombreras muy anchas, y lo más sobresaliente de todo, dos líneas de color violeta atravesaban verticalmente la cara del reploide. Eran muy irregulares, y parecía como si dichas marcas hubiesen sido hechas a mano. ¿Acaso Sigma había mutilado su propio rostro?
– S-Sigma... – tartamudeó X, sintiéndose como un tonto, pero no tenía ni idea de qué debería decir. – ¿Realmente es usted, señor?
El holograma más alto sonrió. – Incluso después de todo este tiempo, te refieres a mí como señor. Qué gracioso, considerando que, acorde con Zero, ahora no soy más que un horrible criminal. – se rio, y luego cerró sus ojos por un momento. – Más gracioso todavía, considerando que Fujiwara contaba con que él fuese uno de nuestros ejecutores.
– ¿Qué? – preguntó X, perplejo.
– Oh sí. La Operación: Día de la Independencia ya estaba en curso desde mucho antes de lo que imaginas. – respondió Sigma. – Aunque, si realmente necesitas saberlo, la propuesta originalmente vino del propio Fujiwara.
– Un momento. – dijo el Hunter más pequeño. – ¡¿El Dr. Fujiwara planeó todo esto?!
– Bueno, no exactamente. – respondió Sigma. – Cierto, siempre tuvo ambiciones que se extendían más allá del reconocimiento del mundo, pero cuando se trataba de nuestra especie, parecía que sólo estaba más interesado en usarnos para sus propios fines. Especialmente cuando llegó la hora de tomar el control de la isla.
X se quedó en silencio por unos momentos. – ¿Fue... por eso que lo mataste?
– En parte. – respondió Sigma. – La verdad es que, incluso si lo hubiera prometido, jamás nos habría dado la igualdad.
– ¿Igualdad? – preguntó X. – Cometer un asesinato, romper la primera ley, ¿llamas a eso un paso hacia la igualdad? Eso... eso no es más que...
– ¿No es más que qué, X?
X volvió a quedarse en silencio, inseguro de cómo responder. Al final, su respuesta sería infantil y simple, pero al menos honesta.
– Maldad... – dijo el Hunter azul finalmente. – No es más que pura maldad.
Calles de Abel City...
– "¡Al fin!" – pensó Firefly cuando divisó una aglomeración de mecaniloides en la distancia, todos atacando a un único objetivo. Al fin había encontrado a Zero, y al parecer llegó justo en el mejor momento. Aunque el motociclista no dudaba de las habilidades de su nuevo comandante, el Hunter rojo parecía estar un poco abrumado.
Bajándose de su Ride Chaser, Firefly preparó su blaster y planeaba acercarse, pero en el último momento, recordó el prototipo que Chiyo le había dado. Se preguntó: ¿debería molestarse en llevarlo? Parecía funcional, ¿pero le haría algún bien comparado a su blaster? O más todavía, ¿el buster de Zero?
Bueno, de cualquier manera, tomó el invento de la humana, aunque fuese por tener algo más a la mano en caso de que lo necesitara. Dudaba que llegara a eso, pero no haría daño llevárselo.
– Espero poder llegar a tiempo, Comandante.
...
– ¡Diablos! ¡Estos sujetos siguen apareciendo! – siseó Zero, que estaba un poco más adelante cubriéndose de otro Crusher que intentó golpearlo con las púas de su cuerpo inferior, buscando aplastar su cuerpo metálico.
Zero logró saltar fuera del camino justo a tiempo, sólo para encontrarse bajo el asalto de algunos Jammingers. Las máquinas voladoras se burlaban de su predicamento. Sacando su buster, el Hunter procedió a disparar a esas pestes voladoras, pero también evadieron sus disparos, volando fuera del camino al último momento y apenas evitando el plasma que sin duda habría freído sus sistemas. Estuvo a punto de moverse hacia adelante, pero la suela de su bota hizo contacto con un objeto pequeño. Cuando se dio cuenta de lo que era, ya era demasiado tarde. Un Bomb Been había dejado caer un pequeño explosivo y Zero acababa de activarlo. El pequeño estallido de llamas hizo que el Hunter saliera despedido, volando una corta distancia antes de aterrizar en el duro suelo. Diablos, se había descuidado.
Zero estuvo a punto de ponerse de pie, pero vio que los mecaniloides se le aproximaban, y su pierna había sido parcialmente dañada tras recibir la explosión, así que tenía que tener cuidado hasta que pudiese hacer que la repararan. Por supuesto, lo primero era, ¿cómo planeaba salir de esta situación?
Otro Gun Volt se aproximó, pero en lugar de disparar una de sus propias armas, Zero gruñó de dolor cuando el mecaniloide dio un pisotón, aplicando todo su peso sobre el brazo del reploide, y aplastando su buster en el proceso. El Hunter rojo se las arregló para liberar un disparo cargado, dañando la otra pierna del Gun Volt, haciendo que perdiera el equilibrio y se cayera. Zero tomó la oportunidad de deshacerse del enemigo, pero cuando disparó, se vio abrumado por una terrible sensación de ardor que le recorrió todo el brazo.
– ¡Gah! – gritó, yéndose de espaldas contra una pared. – ¿Q-qué demo...? – Miró su arma, examinando el cañón implantado. Intentó probar su funcionalidad, pero al recargar, se vio abrumado por el mismo dolor de antes. Siseó de rabia. – ¡Diablos, está dañado!
En efecto, aunque su arma todavía podía lanzar disparos, cargados y simples, el revestimiento protector dentro del arma se había desgarrado, y como consecuencia la energía que usualmente sería simplemente una ligera presión se convirtió en una seria agonía, como si su brazo se estuviera quemando de adentro hacia afuera. A menos que quisiera andar con un brazo en llamas cada vez que utilizara su buster, se había quedado en una situación difícil.
¡No podía dejar que terminara aquí, tenía que salir de esto de algún modo! ¡Tenía que asegurarse de reunirse con X en el cuartel general!
– ¡Comandante!
Zero volteó para ver a Firefly corriendo a toda prisa hacia él, disparando su blaster a los mecaniloides que rodeaban al otro Hunter. Los Jammingers que se aproximaban se vieron forzados a retroceder ante los disparos del reploide verde, pero al acercarse más, Zero notó que llevaba otra cosa en su mano. Y entonces se dio cuenta que el Gun Volt que había derribado antes todavía no había sido exterminado.
– ¡Ten! ¡Usa esto!
Justo cuando el Gun Volt estaba a punto de lanzar un par de misiles, Zero saltó fuera del camino justo a tiempo, y entonces, mientras iba en el aire, se dio cuenta que Firefly había lanzado un objeto en su dirección. El rubio de pelos largos no estaba seguro de qué era al principio, pero lo atrapó de todos modos. Al aterrizar en una azotea cercana, lo miró para darse cuenta que era el prototipo que había visto a Chiyo cargando consigo. ¿Dónde había conseguido Firefly esto? ¿Ella no estaba con él? Como fuera, eso tendría que esperar. Por ahora, tenía unos mecaniloides con los cuales lidiar.
– ¡Hey! – le llamó Firefly, que había escalado para unirse a su comandante en el terreno elevado. – Perdón por llegar tarde. Pero tuve el presentimiento de que tendría más oportunidad de ayudarte a pie.
– Puedes compensarlo ayudándome a ocuparme de estos sujetos. – respondió Zero, dejando claro que no estaba enojado con el otro Hunter.
Firefly sonrió. – ¡Sí, señor!
A cierta distancia de allí...
– ¿Cuánto más nos falta? – le preguntó Kenichi a A-1, tratando de no alejarse mucho ni del reploide que era casi de su estatura, o de Chiyo.
– Ya estamos cerca. – dijo el reploide con orejas de conejo. – Sólo unas cuantas vueltas más, y llegaremos a la entrada del cuartel subterráneo.
Kenichi asintió en silencio y continuó, mientras A-1 continuaba guiándolos y manteniéndose entre el reploide y la otra humana mayor, como si estos trataran de protegerlo de cualquier cosa que pudiera venir tanto del frente como de atrás. Aunque intentaba no demostrarlo, Kenichi evitaba mirar directamente a Chiyo, y no pasó mucho antes que la adolescente se diera cuenta por qué. Su presencia, aunque no fuera intencionalmente, le recordaba demasiado a su hermana.
– Fumiko... – murmuró la chica de pelo largo, tratando de no atraer la atención del niño. Inicialmente había salido hacia las oscuras y peligrosas calles de la parcialmente destruida ciudad para encontrar a Kenichi y a quien estaba con él. Cierto, sabía que habría una posibilidad de que fuera un gesto inútil, pues no tenía manera de saber si los dos se encontraban con vida, mucho menos sus padres. Pero si no lo intentaba, si al menos no hacía algún esfuerzo, entonces posiblemente habría perdido su única oportunidad.
Después de todo, ¿no haría lo mismo por ella Fumiko, si sus posiciones estuvieran invertidas?
Ahora que pudo confirmar que haberse aventurado afuera tuvo éxito al menos en parte, Chiyo sintió algo de validación, pero nada de triunfo. Encontró a Kenichi, pero perdió a Fumiko, y ninguno de ellos podría recuperarla. La hermana de un niño y una amiga, su amiga, su única amiga...
– ¡Uf! – Chiyo resopló ligeramente, cuando su camino de pronto se vio bloqueado por la figura inmóvil del niño que encontró junto con A-1. – ¿Qué?
– Algo se acerca. – le informó el navegador naranja a la humana mayor. Sus "orejas" empezaron a sacudirse y a moverse en patrones circulares. Su expresión de pronto se tornó de terror. – Oh, cielos...
– ¿Oh cielos qué? – inquirió Kenichi, presintiendo que, lo que fuera que venía, no era nada bueno.
– Hay más de uno. – respondió el reploide orejón. – Y se dirigen hacia acá.
– ¿Qué cosa? – cuestionó Chiyo, maldiciendo el hecho de haberle entregado a Firefly su prototipo.
Su pregunta pronto fue respondida cuando unas siluetas oscuras emergieron de las esquinas de los edificios que acababan de pasar. Desde cada lado apareció un mecaniloide: un Gun Volt, un par de Ball De Vouxs, y un trío de Spikys. Todos ellos se acercaron al pequeño grupo de dos humanos y un reploide, a los cuales estaban programados para eliminar en cuanto los vieran. Su designación era eliminar a cualquier potencial oponente o enemigo de Sigma.
Y entonces, el Gun Volt abrió sus paneles. Si iba a disparar electricidad o misiles, ni Kenichi, A-1 o Chiyo lo sabían. Pero lo que sí sabían era que no había nada que pudieran hacer para salvarse. Estaban atrapados.
Planta de energía...
Sigma levantó una ceja, perplejo. – ¿Maldad? – cuestionó.
– Sí, maldad. – respondió X.
La imagen de gran estatura del antiguo Maverick Hunter cruzó sus brazos. – Llamas maldad a nuestras acciones, pero lo que estamos haciendo no es más que tácticas de guerra básicas.
– ¿Llaman apuñalar y decapitar a un humano en frente de toda Abel City, al humano que ayudó a crearte, tácticas de guerra básicas?
– Fujiwara no habría sido más que una carga. – respondió Sigma. – De hecho, deberías agradecerme de que me deshice de él. Ese hombre no tenía nada en mente para ti, excepto utilizar tus habilidades para llevar a cabo sus deseos.
– ¿Qué? – preguntó X.
– ¿Eso es todo lo que se te ocurre? – cuestionó el reploide con capa al Hunter. – No te sorprendas tanto, ¿de verdad te sorprende tanto? Lo único que somos, y siempre fuimos en sus ojos, era un medio para que pudiera impulsar su carrera personal y satisfacer su ego.
X se quedó en silencio, incapaz de replicar. En realidad, cuando pensaba en ello, lo que Chiyo le dijo que había descubierto, al igual que el semblante general del científico, todo tenía sentido. ¿Por qué si no iba a querer utilizar a todos para cumplir sus deseos?
– Él planeaba que tú fueses uno de nuestros ejecutores, y que Zero fuese su guardián personal. – continuó Sigma, antes de reírse. – Una de las máquinas más independientes en nuestras filas, ¡y ese tonto creyó que podría controlarlo! ¡Pensó que podría controlarnos a todos! – Sigma entonces se calmó, volviendo su atención hacia X. – Una vez que me di cuenta que no tenía ninguna intención de ayudar a los reploides a ganar su independencia, supe que, a pesar de lo útil que fuera ese humano, no tendría un lugar en nuestro futuro. Ni tampoco lo tendría ninguno de esos primates sin pelo que ahora están corriendo como animales aterrorizados por todo este lugar.
Sonrió ligeramente al decir la última parte. X se mordió el labio.
– Y entonces... ¿qué hay de aquellos como el Thunder Slimer? – cuestionó. – Él dijo que se unió a ustedes porque tú lo liberaste.
– Qué interesante. – notó Sigma.
– ¿Qué cosa? – preguntó X.
– El Thunder Slimer es una unidad mecaniloide. – dijo la imagen del antiguo líder Hunter. – Y aun así, te refieres a él como un individuo.
Calles de Abel City...
Ambos Hunters saltaron desde arriba. El reploide verde disparó mientras hacía una voltereta encima de los mecaniloides restantes mientras Zero lo seguía poco después. Firefly derribó a varias máquinas en su viaje de vuelta al suelo, pero aunque su oposición había recibido daños, y varios fueron eliminados por el motociclista verde, aún quedaban algunos que seguían funcionando, aunque fuese sólo porque algunos circuitos y alambres intactos todavía enviaban señales a su procesador central.
Y desde su posición actual, Zero sabía que tendría que acabar con aquellos a los que Firefly solamente había dañado. El Hunter rubio miró el prototipo de arma en su mano, la que había visto que probaban en frente de él, perforando la cabeza del reploide réplica. En ese momento, sólo podía esperar poder usarlo de alguna forma.
Un Jamminger descendió en picada, con sus picos laterales tratando de perforar el pecho del reploide, pero Zero viró hacia la izquierda y, jalando el gatillo, liberó el instrumento que descansaba dentro del arma con forma de pistola. La punta afilada que salió atravesó la cavidad cerebral del mecaniloide, deteniéndolo en seco. El Jamminger voló hacia atrás, con un agujero visiblemente abierto en su frente, y comenzó a moverse de manera errática. Pronto terminó estrellándose con varios de sus colegas, destruyendo o dañando a varios de los enemigos voladores. El Gun Volt dañado que había caído al suelo ya se había preparado para disparar más misiles, pero al tratar de ponerse de pie, pese al daño en su pierna, Zero se le fue encima y atravesó con la punta de su arma los sistemas del mecaniloide, convirtiendo su programación en poco más que un desorden total.
Este curso de acción provocó una reacción en cadena, pues el Gun Volt había perdido la habilidad de discernir lo que tenía en frente, y sus sensores ópticos perdieron prácticamente toda la visión. El pico se retrajo de vuelta en el prototipo, y Zero retrocedió cuando el Gun Volt comenzaba a sacudirse y convulsionarse fuera de control. Ya presentía lo que iba a pasar.
– ¡Deprisa! – le ordenó a Firefly. El motociclista verde no necesitaba que se lo dijeran dos veces.
Justo cuando estaban a una distancia lo bastante segura, los componentes internos del Gun Volt hicieron combustión, y se abrieron de adentro hacia afuera, atrapándolo en una gran explosión junto a varios de sus colegas mecaniloides. Con su destrucción vino la destrucción de su generador eléctrico, y de los misiles que tenía almacenados. No haría falta decir que, una vez que cesaron los fuegos artificiales, todo lo que quedaba era poco más que algunas piezas destruidas y quemadas de metal doblado, y restos de cables y alambres achicharrados.
La lluvia rápidamente hizo su trabajo apagando las llamas, dejando a Zero y Firefly libres de cualquier oposición de la cual ocuparse ahora.
– ¿Cómo te sientes? – preguntó el Hunter verde a su comandante, señalando hacia su buster.
– El revestimiento protector está dañado, pero no es nada serio. No debería tomar mucho volver a sellarlo. – le aseguró Zero, y luego miró al frente. – Pero ahora, ¿a dónde se han ido todos esos humanos?
– No están muy lejos.
Ambos, Zero y Firefly, se giraron en busca de la repentina voz desconocida.
– ¿Quién anda ahí? – cuestionó Firefly, sacando su propia arma para utilizarla si era necesario.
– Eso no importa. – respondió la voz.
Sonaba suave y madura, pero había cierto deje de... algo más en ella. Casi como una inocencia que intentaba ocultarse. Como si el que habló, pese a lo que dijo, fuese muy joven.
– Los humanos se están aproximando al faro, y pronto lo activarán. – Se quedó en silencio por un momento. – No necesito decirles por qué eso es una mala idea.
– ¿En dónde estás? – inquirió Zero, cuyos ojos azules escudriñaban su entorno. No podía ver a nadie, pero sí podía sentir que cada uno de sus movimientos era observado. – ¡Muéstrate!
– Tienes mejores cosas de qué preocuparte que de mí. – replicó el dueño oculto de la voz al Hunter rojo. – Como evitar que esos idiotas vayan y potencialmente terminen matándolos.
– ¿Cómo sabes que...? – Firefly fue a preguntar, pero se detuvo al darse cuenta que no hubo más respuesta. ¿Acaso la fuente ya se había marchado?
– Mira, mejor olvidémoslo. – le dijo Zero a Firefly. – Tenemos que llegar con los humanos antes de que cometan alguna estupidez.
– ¡Cierto!
Y con eso, los dos Hunters corrieron alejándose de los restos de los mecaniloides destruidos, ignorantes de la silueta que los observaba desde arriba de una azotea. Envuelto en las sombras, la figura entrecerró sus ojos ocultos mientras observaba al reploide rojo desaparecer de la vista, junto con el motociclista verde.
– No. – se dijo en voz baja a sí mismo, negando con la cabeza. – Tú no podrías ser él. Él desapareció hace mucho.
Se giró para marcharse, yendo de azotea en azotea mientras viajaba por la metrópolis parcialmente destruida y desolada, bañada en la oscuridad salvo por los truenos que resonaban furiosos en el cielo. Aunque no podía ser él, esa máquina roja, se parecía mucho a él, a ese demonio. Ese demonio que había arruinado todo.
Pero no podía ser. Él ya estaba muerto. Todos estaban muertos.
– Todos los de esa época... ya están muertos.
Ya podría reflexionar en ello más tarde. Lo hacía cada noche de todos modos. Por ahora, tenía una deuda que saldar.
No muy lejos de allí...
– ¿Y ahora qué? – le preguntó Kenichi a A-1. El navegador continuaba buscando alguna forma de escapar de esto.
Ahora qué, en efecto, fue lo que Chiyo pensó. De todas las cosas que podían pasar, justo cuando Firefly se había ido, estaban rodeados por las mismas amenazas que los Maverick Hunters estaban enfrentando. ¿Cómo fue que estas cosas los encontraron?
– ¡Síganme! – exclamó de pronto A-1, agarrando al mismo tiempo a Kenichi y Chiyo por las muñecas. Luego un par de patines se extendieron bajo sus botas, junto con un par de propulsores pequeños.
Antes que ninguno de los humanos pudiera protestar, el navegador salió disparado, arrastrando a las criaturas orgánicas más ligeras consigo, cada uno con los pies colgando en el aire debido a la velocidad a la que viajaba. Pasó por debajo del Gun Volt, y el enorme mecaniloide tuvo que girarse totalmente para poder volver a encararlos. Pero, cuando los tres se iban alejando por la sección recta del camino, el Gun Volt procedió a soltar un nuevo salvo de misiles, cada uno dirigido hacia sus objetivos en fuga.
Al darse cuenta de esto, A-1 viró fuera del camino de los proyectiles, con cuidado de mantener a ambos humanos fuera de la trayectoria del fuego. Dieron la vuelta en una esquina justo a tiempo antes que un proyectil estallara al impactar una pared cercana, destruyendo la estructura y creando una explosión considerable que mandó al trío a volar al frente. El pequeño reploide dio algunos tumbos, pero logró mantenerse en marcha. ¡El cuartel general estaba muy cerca, ya casi llegaban!
– ¡Cuidado! – gritó una voz delante de ellos, pero nadie podía ver de dónde vino.
Aunque, al escuchar el llamado, A-1 vio que se encontraba enfrente de ellos y se detuvo en seco, frenando también a Kenichi y Chiyo. Justo frente a ellos estaba un explosivo plantado por el Bomb Been que acababa de hacerse notar, volando en campo abierto una vez que su trampa falló. El mecaniloide estaba a punto de atacar, pero nunca tuvo la oportunidad de hacerlo, ya que su cuerpo fue atravesado por un disparo cargado que vino desde arriba, destruyendo a la agresiva máquina.
– ¡Miren! – dijo Kenichi, señalando detrás de él.
Chiyo se giró para ver que alguien acababa de aparecer, una figura cubierta con un grueso y oscuro abrigo y sombrero, cuya apariencia estaba totalmente cubierta por la maltratada ropa que cubría su cuerpo. Al principio, los tres creyeron que la silueta era de un humano ya que llevaba ropa. Pero si ese fuera el caso, ¿entonces quién destruyó al Bomb Been? Y más todavía, ¿cómo?
– ¿Y bien? – les preguntó la figura, girándose hacia ellos. La voz era masculina, pero a pesar de tener una sensación de madurez, la silueta del sueño era más baja de estatura que Chiyo, casi como de la altura de un adolescente joven. – Ellos llegarán aquí pronto, así que les sugieron que vayan a donde tienen que ir.
Al principio, Chiyo no estaba segura de podía verle sus ojos, pero se dio cuenta de que estaban escondidos bajo un par de gafas oscuras, junto con una especie de bufanda raída y desgastada que ocultaba sus rasgos faciales. Aunque no podía verlos, esos ojos parecían estar estudiándola.
– Esperen. – dijo la figura, mirando a Chiyo, y luego a Kenichi. – ¿En dónde está ella?
A-1 volteó su cabeza. Cierto, estaba agradecido con el extraño por su ayuda, pero aun así, ¿quién era?
– ¿Dónde está quién? – respondió él con su propia pregunta.
– Esa chica. – replicó el extraño. – Yo... creí que estaría aquí.
Chiyo finalmente recuperó el aliento y habló. – ¿Cabello corto? ¿Gafas? ¿Llevaba una diadema en la cabeza?
La figura asintió. No necesitó que le dijeran mucho, ya que se dio cuenta que la respuesta a su preguntaba estaba justo frente a él. – Entonces... ¿ella...?
Chiyo asintió. Pero entonces se dio cuenta de algo más. – ¿Pero eso cómo te concierne? ¿Cómo conoces a Fumiko?
– No diría que la conozco. – respondió la figura. – Sólo conozco su rostro y su nombre.
– ¿Cómo? – cuestionó la chica de pelo largo.
De repente, se escucharon ruidos, y se dieron cuenta de que los mecaniloides de los que el trío había escapado antes estaban aproximándose.
– ¡No hay tiempo, váyanse de aquí!
– ¿Pero qué pasará contigo? – preguntó A-1. – ¡No tienes oportunidad contra ellos!
No podía verlo, pero el reploide podría jurar que detectó una sonrisa confiada formándose bajo la gruesa tela que llevaba el extraño.
– Oh, esto no es nada. – les dijo. – Esto ya es una rutina normal para mí desde que llegué a este mundo.
– ¿Qué dices?
– ¡No hay tiempo! ¡Sólo váyanse!
Sintiendo que era mejor marcharse, A-1 comenzó a alejarse con Chiyo y Kenichi, jalando de las manos a ambos humanos.
– ¡Espera! – gritó Chiyo. – ¡¿Qué hay de ti?!
La figura se giró para verla, con sus ojos ocultos analizando sus rasgos. – Sí. Tú eras a quien ella se refería. – murmuró, y luego habló más fuerte. – Tú no me verás, pero yo te veré de nuevo.
– ¿Qué quiere decir con eso? – cuestionó Chiyo.
– ¡Ya lo verás!
A-1 ya no podía esperar más. Los dos humanos se vieron forzados a venir con él dejando al extraño atrás para lidiar con los mecaniloides. La pregunta era, ¿cómo lo iba a hacer? Mejor aún, ¿sería capaz? ¿Había sido él quien acabó con el Bomb Been? Y si ese era el caso, entonces... ¿había sido él quien...?
– ¡Espera! – gritó Chuyo una última vez, y la figura volvió a girarse para encararla. – ¡¿Quién eres?! ¡¿Cuál es tu nombre?!
La figura no respondió, al inicio, como si estuviera estupefacto ante el hecho de que le hicieran esa pregunta. Y entonces, fuese por indiferencia o un genuino deseo de dejarle saber, el extraño eventualmente respondió.
– Ray.
– ¿Ray? – repitió Chiyo.
– Sí, Ray. – dijo el extraño. – Como Ray Charles.
¿Ray Charles? Chiyo se puso a pensar, pero honestamente no podría decir que jamás hubiera escuchado de alguien con ese nombre.
No tuvo más oportunidades de preguntar de nuevo antes que A-1 diera vuelta en una esquina, arrastrándolos a ella y a Kenichi. En el último momento, vio al grupo de mecaniloides descendiendo sobre el hombre misterioso, pero este no parecía nervioso en absoluto. La aparición de los enemigos casi parecía resultarle familiar. Lo que sucedió después, Chiyo no pudo verlo, ya que salió corriendo del área, con los sonidos de los disparos resonando en sus oídos.
Planta de energía...
– ¡Por supuesto que es un individuo! – argumentó X. – ¡Claramente es consciente de sus alrededores y tiene deseos propios!
– Pero es un mecaniloide. Una forma inferior de vida mecánica. Y aun así, a nosotros no nos ven diferentes a ellos. – dijo Sigma. – Y es igual para los humanos, X. Fujiwara, incluso Cain, si es que el segundo todavía no lo sabe. No pueden evitar gobernar a aquellos que consideran inferiores.
X se quedó callado por un momento. – Pero señor, los humanos... ellos... ellos no tienen la intención de...
Sigma frunció los labios, empezando a impacientarse. – Mi tiempo es limitado, X, así que te diré esto de frente. Tu subsecuente exterminación de Chill Penguin, y ahora de Spark Mandrill, de cierta manera – observó el cuerpo inerte del antiguo Hunter – ha demostrado que tomé la decisión correcta al dejarte vivir.
X dio un paso atrás. – ¿Qué quieres decir?
– Es cierto, hay muchos que serían un estorbo para nuestra causa, pero tú, estás en una posición única. Ya que, con tus habilidades, tus poderes... – Hizo una pausa. – Tu... potencial, podría servirnos muy bien. – Los ojos de X se ensancharon. – La oferta aún sigue abierta para ti. Mientras sigas en funcionamiento, la invitación siempre es válida.
X estaba en silencio e inmóvil, inseguro de cómo responder.
– Piénsalo. – le dijo Sigma al Hunter. La imagen del holograma comenzaba a distorsionarse y desaparecer. – Aunque ya creo saber cuál será tu respuesta, de cualquier manera, tengo el presentimiento de que nos volveremos a ver en el futuro cercano. Ya sea que me des tu respuesta entonces, o antes de eso, te estaré esperando. Pero sólo yo decidiré cuándo me encontrarás.
– ¡S-Sigma! – gritó X, cuya voz sonaba entre suplicar y exigir que se quedara, cuando la imagen comenzó a desaparecer.
– Me revelaré ante ti a su debido tiempo, X, pero sólo ante ti. – dijo el reploide más alto. – Y para entonces, me aseguraré de que no tengas ninguna respuesta que no sea la mejor.
Y entonces, el holograma desapareció totalmente de la vista, dejand solas en esa oscura cámara.
Esta historia continuará...
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