El hijo de Wily
Esto era una trampa, eso lo sabía muy bien. Este idiota se engañaba a sí mismo, creyendo que tenía la ventaja sobre el Hunter rojo mientras continuaban con este ridículo juego de persecución. Muy bien, como fuera, pensó Zero. Si eso le ayudaba a finalmente echarle la mano a este sujeto, mejor para él. Ya le había hecho perder suficiente tiempo, y francamente, se estaba volviendo un fastidio.
O más bien, justo después que el Mole Borer quedó fuera de comisión, comenzó a sentir que esto se estaba prolongando más de lo necesario, incluso con las circunstancias actuales.
– ¡Hey, ¿te estás quedando rezagado, hombre afeminado?! – Zero oyó a Goldminer reírse delante de él, su voz haciendo eco en las paredes compactadas y llenas de minerales en las profundidades de las Minas de Zalts Mine. – ¡Ya casi llegamos!
El deseo de gritarle algo en respuesta le vino a la mente, pero el Hunter rubio contuvo su lengua, eligiendo seguir el sonido de la molesta voz de Goldminer. Siguió adelante, hasta que el casco dorado sobre la cabeza del Maverick desapareció en el repentino velo de oscuridad que consumía el túnel al frente, pillando a Zero con la guardia baja por unos segundos antes de que sus ojos se ajustaran a la iluminación, de la cual apenas había algo. Aun así, la visión nocturna le permitía navegar más de unos pocos metros delante de él.
En los siguientes pasos, vio el resplandor distante de un objeto, que se parecía a un casco de construcción similar a los que poseían los Dig Laborers, sólo que compuesto de material más iridiscente. Un par de gafas protectoras se unieron rápidamente al casco, y el brillante pero extrañamente "flotante" conjunto parecía formar la aparentemente desacoplada cabeza de Goldminer.
Zero inmediatamente supo que había perseguido al Maverick lo más lejos que podía ir, pero al mismo tiempo, Goldminer parecía no estar exactamente en pánico. Tal vez fuese porque ahora se vería forzado a pelear, ya que el Hunter rojo le había cortado todas sus posibles rutas de escape, pero a medida que se acercaba, comenzó a ver más y más objetos aparentemente "cobrando" vida, ganando un resplandor brillante desde el interior, y este patrón continuó por lo que parecía ser cada objeto que rodeaba la silueta invisible de Goldminer.
Luego de unos momentos, pronto se dio cuenta Zero que estaban viendo gemas. Gemas enormes de diferentes minerales y metales preciosos, el antes negro como la noche espacio se ilumino en una luz brillante, y la superficie de estos invaluables materiales naturales se reflejaba por todas las paredes rocosas de la sorprendentemente enorme cámara. Cerca del centro, los objetos que componían la pila de tesoros parecían haber sido dispuestos de forma que se parecían a un trono improvisado. Goldminer tenía los brazos reposando sobre filas de diamantes de tamaño mediano, y su espalda se apoyaba en la formación sólida de varias piedras amontonadas juntas, cuya forma era irregular, pero que juntas podían manipularse para servir de la misma manera.
– ¿No son hermosas? – cuestionó Goldminer, mirando a Zero desde su trono hecho de riquezas, todas las cuales él mismo había desenterrado personalmente. – Yo las reclamé todas, sólo para que sepas. Ni una sola cosa que hay aquí ha sido desenterrada por la mano de nadie excepto la mía. Y planeo que siga así.
Zero no mostró ninguna señal de diversión. – ¿Y qué? ¿Planeas llevártelas todas contigo en una gran explosión?
– En absoluto. – declaró Goldminer, señalando hacia su lado izquierdo, donde había un pequeño dispositivo atado a él. – Seguro, he puesto mi firma en cada una de ellas. – señaló, y Zero notó algunos emblemas bastantes peculiares, casi del tamaño de una hormiga, sobre la superficie de todos los tesoros que había encontrado el Maverick. Todos con la misma inicial de su nombre. – Pero esos son rastreadores, esto de aquí – señaló de nuevo al dispositivo de su cinturón – conecta a un explosivo situado debajo de esta pila. Un solo toque de esto, ¡y los dos volaremos!
Zero apretó los dientes. – ¿Estás dispuesto a hacer esto por unas simples rocas brillantes?
Goldminer no poseía ninguna de las características faciales del Hunter rubio, pero Zero podía sentir que su comentario no le cayó exactamente bien al Maverick, cuyas gafas destellaban peligrosamente. – Sabes, Armadillo vino a darme una advertencia sobre ti. – le dijo sujetando su pistola. – Pero parece que eres igual de ingenuo y tarado que él.
Zero simplemente cruzó sus brazos, mientras observaba los movimientos de Goldminer. El otro reploide permaneció sentado sobre su pila de tesoros. – ¿Porque tenemos suficiente sentido común para saber que no vale la pena morir por algo tan trivial como esto?
Eso pareció sacarle una reacción al Maverick, cuya máscara siseaba de furia ante esta ofensa percibida. – Lo que sea. – espetó Goldminer. – No necesito que me juzgues, o lo que veo como valioso. ¡No necesito nada de ti, escoria que apoya los humanos!
Apuntó y disparó, lanzando una ráfaga de tiros. Zero rápidamente utilizó las gemas cercanas y metales preciosos como cobertura de los disparos, lo cual proveía razonablemente bien. De hecho, su presencia servía para proteger al Hunter de los disparos de su oponente, un hecho que al parecer Goldminer pasó por alto o simplemente no le importaba. Independientemente de ello, el Demonio Rojo preparó su propio buster, todo el tiempo manteniendo un ojo sobre el dispositivo que colgaba del cinturón de Goldminer.
– X... – murmuró para sí mismo, mientras sus ojos azules captaban un resplandor de algo brillante y amarillo. O más apropiadamente, oro. – Más te vale que no te hayas metido en problemas.
Planta de armas abandonada...
– ¿En serio tienes que hacer esto? – le oyó preguntar a través del comunicador. – Ya tienes todo lo que estaba grabado en esa computadora, ¿verdad? Significa que ya puedes volver, ¿no?
Ray B. suspiró, ocultando el mentón más debajo de su capa. – Conseguí lo que estaba en esa computadora en particular. – le dijo a su contacto en Abel City. – E incluso así, no sé si será suficiente para ustedes. Pero es lo mejor que puedo hacer de momento, desafortunadamente.
– Entonces ¿por qué sigues allí si ya hiciste todo lo que podías? – preguntó Roll. – Lo cual suena bastante despectivo de tu parte, si puedo agregarlo. Ten en cuenta, Chiyo y Kenichi están aquí gracias a ti.
La máquina encapotada resopló ligeramente. – Qué gracioso, considerando cómo uno de los primeros actos mayores de mi nueva vida resultó en muertes. – Luego murmuró: – La mayoría de ellos eran los seres a los que me construyeron para ayudar.
– ¿Qué dijiste? – preguntó Roll, trayendo a Ray B. de vuelta de sus murmullos.
– Nada. – le respondió. Luego murmuró por lo bajo: – Nada que recuerdes, de todos modos. Y es todo lo que deseo olvidar.
Siguió adelante, y la oscuridad de la fábrica le recordaba un poco a la misma que amenazaba con quitarle la vista por completo, junto con las densas sombras en la cámara de Ra Moon. Donde había sido encontrado por Wily hacía tanto tiempo.
Y a partir de allí, quien solía ser dejó de existir, porque no merecía llevar el nombre que el Dr. Light le puso. Ese nombre ya no existía. Ese robot ya no existía. Nada de esa era existía ahora, el mundo, idealista pero curioso de nueva vida, la vida como él mismo, estaba totalmente hecho trizas.
Ya fuese que estuviera condenado a suceder eventualmente, o que quizás el mundo que el Dr. Light deseaba nunca existió en primer lugar, no lo sabía. Pero no podía negar que, a pesar de lo que otros le decían, ciertamente él tuvo una mano en hacer que las cosas empeoraran, dejando de lado las circunstancias.
Después de todo, Wily no era responsable de todo.
Pero a diferencia de antes, todos parecían estar impotentes, incapaces de hacer nada, y cualquier esperanza de unidad no parecía más que un sueño tonto.
Cámara de Armadillo...
– ... y entonces, allí fue cuando te encontraron. – terminó de hablar el Maverick aprisionado. – Y ahora, aquí estamos, apuntándonos uno al otro con nuestras armas.
X se quedó en silencio, sus ojos verdes muy abiertos y la boca colgándole abierta. Armored Armadillo seguía confinado en su prisión de hielo del cuello para abajo, y el pequeño Met que había traído desde la cámara secreta de afuera los miraba curioso a ambos, aunque si realmente podía procesar todo lo que había sido dicho seguía siendo un misterio.
El Hunter de armadura azul y blanca movía sus labios, pero se le hacía increíblemente difícil producir incluso un solo sonido.
– ... ¿cuántos? – dijo finalmente, casi croando, y los enormes ojos del Met se quedaron observando a las dos figuras más grandes frente a él. Uno parecía estar al borde del completo colapso, mientras que el otro simplemente se había "rendido" de cierta manera.
– Aparte de ti, no existen más creaciones de Light. – dijo Armadillo. – Mucho menos nadie o nada del tiempo cuando estaba con vida. Tú eres la última cosa en cuya creación él tuvo una mano.
X se quedó en silencio. Bajó la cabeza para ver la tierra seca de la cámara interna, la cascada rugiente que continuaba su flujo rítmico. – ... ¿Todos ellos? – preguntó débilmente, tratando de ocultar su preocupación en aumento de la vista del soldado mayor. No literalmente, pero en ese momento, el Hunter azul se sentía como un niño comparado con Armadillo.
– Todo ocurrió antes de tu tiempo. – le dijo el mamífero mecánico de bandas al otro reploide. Inmediatamente se corrigió: – O más bien, poco después. Habías sido sellado acorde con las fechas encontradas en los registros. Si hubieras emergido, habrías sido potencialmente recolectado y enviado junto con los demás a quién sabe dónde.
X se mordió el labio. – ... No estoy sugiriendo que hubiese matado a alguien. Especialmente a ningún humano.
– ¿Entonces qué habrías hecho?
X se quedó en silencio.
– Ten en cuenta, puede que sean nuestros ancestros, pero nosotros los reploides no somos iguales a los robots. – dijo Armadillo. – Podríamos huir y escondernos si eligiéramos hacerlo. – Ellos, por otro lado... – Dejó salir un gruñido por lo bajo. – Muchos fueron construidos para ser solamente obedientes a sus creadores y a sus parientes cubiertos en carne.
– Incluso... – X comenzó a hablar, pero luego titubeó. – ¿Incluso los de Light?
– Y los de Wily's. – terminó de decir el antiguo Hunter por su antes aliado. Luego empezó a murmurar, muy quedo, aunque X logró escuchar un poco. – Aunque... aparentemente aquel que sirvió en el papel de "Break Man" tenía el mismo código imbuido en su sistema. Pero cuando el Dr. Light intentó utilizarlo, parecía que no... – Armadillo se detuvo, notando que X ahora sujetaba al Met en sus manos, y la pequeña máquina amarilla observaba al guerrero veterano con unos enormes ojos que miraban inquisitivamente. – ¿Qué pasa?
– Bueno, considera que es tu día de suerte. – replicó X, para confusión de su enemigo. – Vine aquí para ponerle fin a tu operación ilegal. Y en lo que a mí concierne, mi parte de hacerlo ya está completa. Lo cual deja tu destino en mis manos, ¿o no?
Armored Armadillo, que había sido despojado de su armadura protectora y ahora estaba atrapado en hielo, se quedó perplejo. – ¿A dónde quieres llegar?
– Si te tengo en mis manos, eso significa que yo decidiré qué sucederá contigo, ¿no? – continuó X.
– ... sí, técnicamente.
– Entonces, en ese caso... – Los ojos verdes del otro reploide se fijaron en su cuerpo atrapado. – Te estoy poniendo bajo arresto.
En el escondite de Goldminer...
– ¡Vamos, niño bonito! – gritó Goldminer, mientras seguía disparando cada vez que vislumbraba a Zero, por breve que fuera. – ¡Deja de ocultarte y dispárame de una vez! ¡¿O estás preocupado por arruinar esa preciosa cabellera tuya?!
Ese comentario hizo que se le hiciera muy tentador levantarse y encajarle uno o dos disparos en la boca para que se callara, pero Zero mantuvo su cabeza abajo para evitar la continua oleada de balas de plasma que lanzaban en su dirección. Y no, no tenía nada que ver con su cabello. Aun así, necesitaba una forma de pasar a través de la ráfaga de proyectiles que lanzaba en su dirección. Sin embargo, incluso aunque Goldminer no perdía el tiempo en bombardear el área con disparos a la menor señal de ver rojo o amarillo, eso dejaba al Hunter sin tiempo para preparar una ofensiva.
Al menos, no una que no resultara en él siendo acribillado de agujeros.
Aun así, si podía cerrar la distancia entre ambos, quizás podría hacer un disparo. Seguro, no podía garantizar que fuera uno bueno, mucho menos cargarlo mucho, si acaso un poco. Al mismo tiempo, debía intentar algo. Aunque estuviera en problemas o tuviese todo bajo control, el reploide rubio sabía que, de alguna manera, X lo estaba esperando.
Desde su lugar arriba de la pila de tesoros, Goldminer dejó de disparar por un momento, oyendo la repetitiva, casi rítmica y armoniosa melodía del arma siendo vaciada constantemente, el barril todavía caliente con humo, y el dedo en el gatillo del Maverick todavía temblando y listo para volver a disparar de nuevo en cualquier momento. Aun así, tenía que pensar en algo rápido.
Cierto, algunas heridas aquí y allá tal vez fueran manejables, pero el Maverick había venido hasta este lugar mayormente para cubrirse. Si tenía suerte no era importante en su mente; lo que realmente importaba era hacerle el trabajo al Hunter lo más difícil posible, ¿y qué mejor manera de hacerlo que rodearse a sí mismo con lo que en esencia eran docenas de escudos? Los diamantes crearían la protección perfecta, y más todavía, todos eran suyos. Todas y cada una de las piezas presentes habían sido desenterradas por él y sólo él. Todas las gemas, metales, y minerales preciosos que habían sido fundidos y convertidos en ladrillos y formas sólidas hechas con cortes limpios y texturas suaves, todos le pertenecían a él.
Él era el propietario de esta montaña.
Vio un destello de oro por la esquina del ojo, debajo de sus gruesas gafas. No perdió ni un instante antes de disparar e inmediatamente se emocionó al escuchar un grito de dolor, y rastros de humo comenzando a salir de una esquina cercana. Goldminer comenzó a dirigirse rápidamente hacia la fuente.
Esta montaña era suya y de nadie más, nadie podría reclamarla. Ni siquiera el mismo Sigma.
...
Eso estuvo demasiado cerca. O quizás, apenas lo suficientemente cerca.
Siseando mientras se aplicaba presión en la herida, Zero maldijo internamente al Maverick por este repentino golpe de suerte, pero su concentración permaneció en tratar de hacer que el humo del disparo que lo golpeó se apagara, o al menos taparlo por completo.
Aun así, incluso con eso, había el problema de acercarse lo suficiente a Goldminer para conectarle un golpe potencialmente fatal. Pero, para poder hacer eso, primero tendría que cerrar la distancia o quitarle el arma al Maverick.
O sino, pronto se dio cuenta cómo sus dedos color marfil palpaban la superficie lisa y pulida de algunos diamantes bastante grandes, así que quizás todo lo que necesitaba estaba ya a su alrededor.
Después de todo, la mejor ofensiva era también la mejor defensa.
Cámara de Armadillo...
Decir que la declaración de X lo dejó en shock sería quedarse corto. Más bien, si no hubiera quedado encerrado en hielo, Armored Armadillo probablemente habría golpeado al Hunter azul por decirle semejante insulto.
– ¿Te atreves a burlarte de mí? – le gruñó, aunque la prisión de hielo todavía no lo dejaba salir, pero seguía esforzándose por tratar de ejercer dominancia sobre su oponente. Aunque técnicamente la batalla ya hubiese terminado.
– No, jamás me he burlado de ti. – respondió X simplemente. – Pero no confío en que no intentarás escapar una vez que te libere, así que tendré que utilizar esto.
Abrió su compartimiento de la espalda y metió la mano en él, palpando con la mano hasta que sintió las esposas de estasis con la punta de sus dedos. Cogiendo un par de ellas, el Hunter azul miró fijamente a Armadillo, escudriñando con sus ojos verdes hasta su más mínimo movimiento.
– Sigo sin saber si es que eres totalmente idiota o al menos tienes algún resquicio de inteligencia. – declaró el Maverick de bandas. – Pero aun así, un resquicio no será suficiente. Apenas has podido arreglártelas por pura suerte hasta ahora. Y la suerte es muy quisquillosa. – Suspiró. – No lograrás acabar con Sigma de ese modo.
X se mordió el labio. – Ya me ocuparé de Sigma eventualmente. Pero lo haré acorde con las reglas impuestas por la ley.
– Ya no hay más leyes. – respondió Armadillo. – Ninguna que nos veamos obligados a obedecer en contra de nuestra voluntad. Fueron esas mismas leyes las que llevaron a muchos de nuestros predecesores a ser utilizados a la fuerza por las agendas de otros. – Hizo una pausa. – Y eso no les dejó más opciones que rendirse para ser convertidos en chatarra y desechados.
X se quedó en silencio por un momento, tratando de conjurar alguna respuesta. – Ya no vivimos en esa era. Las relaciones entre hombre y máquina, ha evolucionado más allá de ese punto. Lo entienden mejor ahora. Están...
– No, no lo han hecho. – Armadillo interrumpió a X. – No han evolucionado, ni tampoco lo ha hecho nuestra relación. – Giró sus ojos para encarar al otro reploide. – Nosotros sí. No somos como aquellos que vinieron antes de nosotros, X. ¿O acaso te consideras igual a los otros que fueron construidos por tu creador?
La otra máquina se quedó perpleja por la pregunta del mamífero mecánico. – ¿Qué tiene eso que ver con...?
– ¿Cuál de los dos consideras que eres? ¿Un robot o un reploide? – continuó Armadillo, sin dejar que X terminara de hablar, dejando a este último aún más confuso.
– ¿Por qué importaría eso?
– Respóndeme a la pregunta. – exclamó el antiguo Hunter, cada vez más impaciente. – ¿Cuál de los dos eres?
X se puso a pensar si debería o no repetir lo que dijo, pero al reflexionar un poco más, decidió simplemente reformular su pregunta. – Me gustaría saber primero qué es lo que hay en riesgo en relación a mi respuesta. Incluso si los antiguos lazos ya no significan nada en este caso, según lo que dijiste. – Hizo énfasis en ese punto. – Seguramente, el hecho de que soy el único que puede moverse debería ser un indicador de que uno de los dos está en desventaja, ¿no? Lo cual significa que podría acabar contigo en cualquier momento, pero me estoy conteniendo de hacerlo.
El Maverick violeta y dorado se sorprendió por esto, pero su shock no duró mucho. Más bien, resopló burlándose de las palabras del otro reploide.
– No lo harías. – le dijo. – Si recuerdo correctamente, Marth esencialmente hizo la mitad del trabajo por ti, y también Sigma fue quien se deshizo de Mandrill. Ninguno de ellos murió por tu causa.
X sintió que se le apretaba la garganta, pese a no poseer rasgos orgánicos como un esófago o sistema digestivo. – ¿Y tu punto es?
– Ese es mi punto. – dijo Armadillo. – No vas a matarme porque te rehusaste a matarlos a ellos. Y aunque tu mano se vio obligada, no fueron sólo tus esfuerzos los que llevaron a Penguin a su muerte.
– Yo no quería...
– ¡Exacto! ¡Ese es el problema! ¡No quieres conquistar a tu enemigo! ¡Intentas convertirlos a tu lado! ¡¿Qué hay de bueno en eso?! – exclamó Armadillo. – ¡¿Qué bien podrás hacer en contra de Sigma si no deseas derrotarlo?!
– ¡¿Y por qué querría verlo muerto?! – protestó X. – ¡¿Por qué no deberíamos ver si lo que sea que lo infectó puede ser purgado de sus sistemas?!
Aparte de la cascada que seguía cayendo, ninguno de los dos emitió ningún sonido, y el silencio volvió a apoderarse de ambos. Al menos, hasta que Armadillo decidió desmantelar por completo la percepción de la otra máquina.
– Entonces... – El Maverick sacudió su cabeza. – Realmente no tienes idea de con qué estás lidiando.
– ¿A qué te refieres? – cuestionó X.
Armadillo suspiró. – Crees que Sigma es una víctima, un simple paciente cero de este supuesto virus que según los rumores podría ser potencialmente la causa de los incidentes Maverick. – Cerró los ojos. – Bueno, no estás totalmente equivocado, pero tampoco estás totalmente en lo correcto.
Planta de armas abandonada...
– Si puedes compartirlo, ¿qué encontraste exactamente en esos archivos? – preguntóRoll a su contacto. Él por su parte continuó, mientras la sensación en su pecho indicaba que se estaba acercando más a la fuente de la presencia que sintió.
– Mayormente esquemas para diseños de mecaniloides. – respondió Ray B. – Algunos son de armas removibles, nada demasiado usual. Por supuesto, las modificaciones siempre son una posibilidad, especialmente ahora que el elemento humano del plan de Sigma ya no sirve a ningún propósito.
Roll se quedó callada por unos momentos. – Fujiwara ciertamente nos dejó teniendo que lidiar con muchos de sus... inventos.
– Y aun así, no hablas tan mal de él como lo haces de Wily. – observó Ray B. – ¿A qué se debe?
– ¿Me creerías si digo que tengo una mejor opinión del primero que del segundo?
– No, pero es claro que podrías tolerar a uno comparado con el otro. – dijo Ray B. – Incluso con mucho de lo que dices que no recuerdas, tienes suficientes memorias para formar una conclusión basada en tu percepción y experiencias.
–¿Y tú no tienes tu propia opinión de ellos?
Ray B. se quedó en silencio al principio, pero terminó respondiendo. Esa niña y su maldita manera de averiguar. O más bien, supuso que debería llamarla "mujer" ahora, aunque seguía siendo casi igual que antes. Si era así, ¿cuánto de ella quedaba? ¿Era ésta "Roll" con la que hablaba la misma niña de antes, o acaso la robot ya no existía más?
¿Era ésta la marca de separación entre lo que solía ser antes, y lo que era ahora, una creación que no entendía del todo? ¿Acaso recordaba cómo casi murió a manos de él? Una memoria que él todavía odiaba, pero también fue donde la vio por primera vez hacer todo lo que podía, pese a su papel como mucama. Alguien que se enfrentaría a la muerte cara a cara si Rock estaba en peligro.
Aunque ya no había más Rock, sólo estaba X.
Sólo X. Y sólo ella, hasta donde ella lo sabía. Realmente, la hermana mayor y el hermano menor eran los únicos trabajos registrados y reconocidos del Dr. Thomas Light que supuestamente seguían existiendo en el mundo presente.
Aunque había una cosa que todavía tenía curiosidad, en relación a ella. – ¿Puedo preguntarte algo?
– Oh, bueno, supongo que sí. No veo por qué no. – replicóRoll.
Ray B. se mordió el labio y suspiró, preguntándose si no sería demasiado intrusivo. Pero necesitaba saberlo, aunque no fuese por su propio bien. Quizás lo negara hasta el cielo, pero era igual de terca que Rock cuando se trataba de pelear para mantener el concepto de lo que consideraban correcto.
No quería que ocurriera una repetición de lo que sucedió la primera y última vez que la vio en su forma original, nunca más.
– El nombre "Bass", ¿significa algo para ti?
En el escondite de Goldminer...
Muy bien, ya tenía que estar acercándose al niño bonito. Goldminer acomodó su postura para navegar mejor entre la pila de piedras preciosas y otros tesoros que había acumulado, mientras seguía acercándose a la fuente del humo presente que se emitía detrás de una esquina a poca distancia de allí. Cierto, la posibilidad de que Zero potencialmente esperando al Maverick le vino a la mente, pero si el Hunter realmente estaba dañado, entonces Goldminer sería un tonto por no tomar su oportunidad.
Por supuesto, al darse la vuelta en una esquina, se dio cuenta que ambas conclusiones estaban equivocadas, y que la verdad era mucho peor de su lado.
...
– ¡NOOOO!
¿Qué demonios...?
Terminando con el último de su pequeño "hallazgo" respecto a coger prestadas algunas cosas, Zero se dio la vuelta para encontrarse a Goldminer de rodillas y sujetándose el casco por algo aparentemente muy malo. Sin embargo, al espiar por la esquina para ver por sí mismo, Zero encontró la verdadera razón, y le resultó completamente imposible de creer.
– ¡No, maldito bastardo rubio! – gritaba Goldminer, sujetándose su cara enmascarada. – ¡Hijo de perra, lo destruiste!
La fuente del repentino enojo del Maverick provenía de unas cuantas barras de oro derretidas. Zero se dio cuenta que, mientras mantenía su buster cargado en caso de que su agresor volviera a aproximarse a él, estaría preparado. Desafortunadamente, esto tuvo el efecto inesperado de que el cañón de metal en su arma se calentó de más, y sin quererlo derritió el precioso metal.
El Hunter rubio se quedó casi sin habla. – Sabes, si se derrite así de fácil, probablemente ni siquiera sea oro de verdad. – dijo en voz alta, inmediatamente captando la atención de Goldminer.
A pesar de las gafas que ocultaban sus ojos de la vista, claramente el otro reploide estaba totalmente lívido. – ¡Los otros no habrían sabido eso, tarado! – bramó con rabia. – ¡Ellos creerían que era real! ¡Ese era el punto! ¡Ahora sabrán que es falso!
El rubio se quedó perplejo. – Espera un minuto. ¿Quieres decir que todo lo que hay en este lugar es falso? – Goldminer se quedó en silencio por unos momentos, pero su falta de respuesta fue todo lo que Zero necesitaba. – ¡Entonces estabas protegiendo una pila de falsificaciones inútiles!
– ¡Cállate! – rugió Goldminer, disparando su pistola en la dirección de Zero.
El Hunter rojo esquivó rápidamente el disparo, y al ver cómo se reflejaba en la superficie de unas cuantas gemas cercanas, se dio cuenta que el Maverick lo había hecho quedar como un tonto todo este tiempo. Cierto, el disparo que recibió antes fue real, pero si su propio buster parcialmente cargado podía derretir el oro falso, entonces Goldminer no estaba yendo con todo lo que tenía.
– ¡No me importa si no es real! ¡Para mí es lo suficiente!
Zero sólo resopló, ocultándose en una esquina cercana, rodeado por un montón de piedras brillantes y falsas. Cargando su buster de nuevo, otra vez probó su cañón recalentado contra la superficie de las rocas, descubriendo que algunos de ellos cedían ante el calor, pero otros pocos parecían no ser afectados.
– Hm. – El Hunter rojo murmuró, observando la herida en su pecho, que seguía descubierta. – Tal vez algo de lo que hay en la pila de este sujeto sea genuino después de todo.
Si podía tomar ventaja del reflejo que proyectaba la pistola de energía de Goldminer, tal vez podría usar su herida abierta como un escudo.
Planta abandonada de armas...
– ... ¿Bass?
– ... sí. ¿Te suena de algo? – le preguntó Ray B. – ¿O significa algo para ti?
Hubo un período de quietud entre los dos, mientras los pasos de la otra máquina servían como el único ruido de fondo disponible.
– Bass... – repitió Roll. – Sí, creo que he escuchado ese nombre en alguna parte. Aunque... – hizo una ligera pausa. – Creo que sólo es eso, un nombre. Yo... no logro ponerle encima una cara.
Ray B. al principio no dijo nada.
– Está bien. – le aseguró. – Considerando cómo terminaste siendo lo que eres ahora, probablemente sea mejor que no lo recuerdes. Especialmente ya que tu cuerpo anterior fue prácticamente partido a la mitad.
Él ya tenía experiencia con eso gracias al hacha de King, un golpe que lo dejó fuera de comisión durante la mayor parte del viaje de Mega Man y Bass. Posiblemente la primera vez que ese robot sirvió como un aliado para ellos.
– ¿Qué dijiste?
– Nada. – respondió la otra máquina. – Está bien, no es nada de lo que debas preocuparte ahora mismo.
– Lo dices como si no sonaras muy seguro.
– No te preocupes. – le dijo Ray B. – Ya me estoy acercando a la fuente de la energía allá abajo. Está justo adelante.
– Ten cuidado. – alertóRoll a su contacto, esperando a medias que sus palabras le persuadieran a darse la vuelta y regresar al cuartel general por lo que tenía.
Aun así, pese a sus propios deseos, se dio cuenta hacía tiempo que este tal Ray B., por bien intencionado que hubiera sido, parecía tener su propia manera de hacer las cosas, un plan de acción independiente que nadie excepto él mismo conocía.
– "Él era así, ¿verdad?" – pensó para sí misma. – "¿Blues? ¿O acaso era Break Man? ¿Proto Man?"
O, mientras continuaba considerando al misterioso androide que conoció entonces y el que conocía ahora, otra figura se formó en sus pensamientos, una silueta de rojo con una bufanda dorada que se parecía a Rock transformado en una máquina más alta con hombreras prominentes y un casco de forma única que le recordaba a una cobra abriendo su capucha para intimidación.
Y aun así, en la memoria que acababa de recibir, rota como estaba en pedazos, el robot de ojos rojos y con pintura de guerra no era la fuente de su dolor y desesperación.
200X, un año tras la invasión de los Stardroides...
Estaba sentada allí, acurrucada en la esquina del último escondite de Wily, que parecía ser un laboratorio desolado que apenas se mantenía en pie, con el omnipresente calor y aire árido lentamente desgastando sus cimientos.
– Bueno, una vez más parece que me serviste de utilidad. – dijo con desdén el anciano calvo, secándose la frente para quitarse algo del sudor que chorreaba por su piel. Su preciada creación, aquel a quien hizo para ser el rival de su hermano, Rock, y el autoproclamado mayor logro del propio Wily, sólo permaneció en el umbral de la puerta, de espaldas a la escena que tenía lugar. – Por supuesto, tus habilidades para limpiar y barrer probablemente no te harán ningún bien ahora.
Roll apretó sus puños, y el recordatorio de lo fácil que fue capturada continuaba haciéndola sentir vergüenza.
– ¡No tienes corazón! – le gritó en la cara a su captor. – ¡Rock te salvó la vida, salvó al mundo y también a ti! ¡Blues murió por proteger a este planeta! ¡Varios de tus propios robots han muerto! – Sus ojos frustrados y llenos de lágrimas se voltearon hacia Bass. – ¡Y tú, tú también ayudaste a salvar al mundo! ¡Trabajaste con Rock, no en su contra! ¡¿No recuerdas cuando King...?!
– Es inútil, pequeña. – la interrumpió Wily. – Con todo, le daré a tu delincuente de hermano mayor puntos por su simple existencia, por mucho que haya resultado una molestia. – Sonrió con malicia. – Sabes, yo fui el que insistió en pintarlo de rojo en lugar de azul como Thomas quería al principio.
Sus ojos se voltearon hacia Bass, y su sonrisa se desvaneció por un momento.
– Creo que ya he salido de mi fase de vestir de negro. – continuó, antes de voltear a ver a Roll. – Un color tan fuerte como el fuego, rojo como la sangre. – Hizo una mueca burlona al ver el vestido dañado de ella. – No le queda a los debiluchos insignificantes como tú.
– ¡NO soy insignificante! – protestó Roll. – ¡Ciertamente lo hes he dado a la gente y a las máquinas en mi vida mucho más de lo que tú has hecho toda tu vida!
– ¿En qué? ¿Cuidar de la casa? ¿Lavar los platos? ¿Airear la ropa vieja de tu creador? – cuestionó Wily, y suspiró. – No. Ustedes las máquinas, nunca podrían entenderlo.
–¿Entender qué? – preguntó Roll. – ¿Qué hay que entender? ¿Aparte del hecho de que claramente no has aprendido nada sobre gratitud y buena voluntad?
El anciano calvo se quedó en silencio por un momento, pero sólo por un momento, ya que lo que le dolieron sus palabras pronto hizo lugar y motivación para responderle con rabia. – Por el contrario, lo entiendo muy bien. De hecho, cuando tu hermano llegue aquí, ¡podrá ver a dónde llevó su generosidad!
El anciano rápidamente se giró para ver a su creación, el robot con armadura oscura que parecía un adolescente mayor, cuyos rasgos irradiaban una rabia que apenas ocultaba.
– Bass. – dijo Wily, pasando frente a la máquina y deteniéndose en el umbral de la puerta, de espaldas a su rehén. Luego dijo con indiferencia: – Ya no me sirve de nada. Mátala.
Y dicho esto, se fue.
Esta historia continuará...
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